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General: EL ARCOIRIS DE CRISTO Y SU SANTA LEY SANTO .
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SOLO CRISTO DIOS HARA LA JUSTICIA COMO ESCRITO ESTA EN LA SANTA BIBLIA
El trono de Cristo circundado por un arco iris
He aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina; y había alrededor del trono un arco iris, semejante en aspecto a la esmeralda. Apocalipsis 4:2, 3.
Tal como el arco iris se forma en las nubes por la unión de los rayos del sol y las gotas de lluvia, el arco iris que rodea el trono representa el poder combinado de la misericordia y la justicia. No sólo hay que afirmar la justicia, porque eclipsaría la gloria del arco iris de la promesa que está sobre el trono de Cristo en el cielo ; los hombres sólo verían la condenación de la ley. Si no hubiera justicia ni sanción, el gobierno de Dios carecería de estabilidad. La unión de la justicia y la misericordia perfecciona la salvación...
La misericordia nos invita a entrar en la ciudad de Dios a través de sus puertas, y la justicia se complace en otorgar a toda alma obediente los privilegios plenos que le corresponden como miembro de la familia real e hijo del Rey Cristo del cielo. Si tuviéramos pecados sin confesar a Cristo solo a Cristo defectos de carácter, no podríamos franquear las puertas que la misericordia ha abierto para los obedientes; porque la justicia está en pie junto a la entrada y requiere santidad de todos los que quieran ver a Dios.
Si la justicia hubiera desaparecido y fuese posible que la misericordia divina abriese sus puertas a toda la humanidad sin tomar en cuenta su carácter o no tomar sus pecados , habría en el cielo una situación de desafecto y rebelión peor que la que se produjo cuando Satanás fue expulsado del cielo . Se romperían la paz, la felicidad y la armonía del cielo. El traslado de la tierra al cielo no cambiará el carácter de los hombres. La felicidad de los redimidos en el cielo será el resultado del carácter semejante al de Cristo que hayan formado en esta vida. Los santos del cielo habrán comenzado por ser santos en la tierra...
El arco iris sobre el trono es el testimonio eterno de que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16... Dios nunca abandonará a su pueblo en su lucha contra el pecado. Jesús sea nuestro tema.
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EL REY DE REYES CRISTO JESUS REGRESA PRONTO. .
Apocalipsis (de Juan) 4-> Ver. 2
[V.2-> En el Espíritu. Gr. en pnéumati (ver com. Ap 1:10). Juan entra en visión por segunda vez. No se sabe cuánto tiempo transcurrió entre la primera visión y ésta. Establecido. El trono ya estaba en su lugar. Uno sentado. La reverente discreción de Juan para describir al Gobernante del universo con palabras que parecieran en modo alguno antropomórficas, es clara, porque lo describe simplemente con el participio kath’menos, “sentado”, sin decir qué o quién estaba sentado. Sólo afirma que sobre el trono había una presencia. Esta referencia al Padre se halla en notable contraste con la detallada descripción del Hijo (Ap 1:13-16); pero el Hijo es humano a la vez que divino, y por lo tanto puede ser descrito apropiadamente en términos humanos (Ap 4:3; cf. Ap 6:16; Ap 7:10). ]
Apocalipsis (de Juan) 4-> Ver. 3
[V.3-> Que estaba sentado. De nuevo sólo se usa el participio (ver com. Ap 4:2). Stgpe. Gr. iáspis, que no es precisamente el jaspe moderno, sino una piedra descrita por el antiguo naturalista Plinio, como translúcida (Historia Natural vii). Juan se refiere repetidas veces a piedras preciosas para describir colores brillantes, porque la luz del sol que brillaba sobre tales piedras producía algunos de los colores más brillantes conocidos por el hombre en sus días. El iáspis quizá describa aquí una luz brillante, refulgente, más notable por su brillo que por su color. Cornalina. La cornalina o alguna otra piedra de color rojizo. Aquí describe una luz rojiza, brillante. Arco iris. Compárese con la visión del trono de Dios que tuvo Ezequiel (Ap 1:26-28). Semejante en aspecto a la esmeralda. Es decir, de color verde. El brillo de la luz que refulge de la presencia sobre el trono se templa con la suave luz verde del arco iris que rodea el trono. Este arco iris representa la combinación de la justicia y la misericordia que caracterizan a Dios (Ed 110-111; cf. PVGM 114). ]
Apocalipsis (de Juan) 4-> Ver. 4
[V.4-> Trono. Gr. thrónos, “tronos”. Los 24 ancianos están sentados sobre los 24 tronos que rodean el trono de Dios. Veinticuatro ancianos. Esta escena hace recordar a Isa 24:23 (LXX): “Reinará el Señor.. y delante de los ancianos será glorificado”. El hecho de que estos ancianos estén vestidos con vestiduras blancas, que pueden simbolizar justicia (ver com. Ap 3:4), y que tienen sobre sus cabezas “coronas” (stéfanos, emblema de victoria; ver com. Ap 2:10), ha inducido a algunos a sugerir que representan a hombres redimidos. En una interpretación se explica que la descripción del trono celestial de los cap. 4 y 5 debe ubicarse en un tiempo antes de que comiencen a suceder los acontecimientos simbolizados por los siete sellos. Si así es, entonces los 24 ancianos, si son seres humanos, necesariamente debían ser hombres que ya estaban en el cielo en los días de Juan. Los adventistas a menudo los han identificado con los santos que se levantaron de sus tumbas cuando Cristo resucitó (Mat 27:52-53; cf. Efe 4:8), pues ése es un grupo que se sabe que fue resucitado. La resurrección principal aún se halla en el futuro (1Ts 4:16). Por lo tanto, es un hecho que la presencia de seres humanos en el cielo no puede tomarse como una evidencia de que la resurrección de todos los redimidos debe preceder a los acontecimientos que se describen en los sellos. Otra interpretación compara a los 24 ancianos con las 24 órdenes del sacerdocio levítico. Así como los sacerdotes ministraban delante de Dios en el santuario terrenal, así también Juan ve a 24 ancianos que ministran en el santuario celestial. Otros sugieren que los 24 ancianos simbolizan a Israel en su sentido más amplio (ver com. Ap 7:4): dos ancianos por cada tribu: uno que simboliza al Israel literal; el pueblo de Dios antes de la cruz; y el otro, al Israel espiritual, la iglesia cristiana, el pueblo de Dios después de la cruz. De esta manera pueden compararse con los 12 patriarcas y los 12 apóstoles. Este parecer destaca el carácter simbólico de estas representaciones, en vez de considerarlas como santos literales que están ahora en el cielo (ver com. Ap 4:1). Algunos intérpretes ven en los 24 ancianos a ángeles y no a seres humanos. Ponen el énfasis en que se describe a los ancianos como ministrando las oraciones de los santos (Ap 5:8), una obra -dicen ellos- que difícilmente sería encomendada a seres humanos. Ropas blancas. Ver com. Ap 3:18. Coronas. Ver lo anterior en cuanto a los ‘veinticuatro ancianos”. Oro. Quizá sea sólo una señal de algo muy precioso. ]
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9-> Ver.
[V.13-> Mi arco he puesto. El establecimiento del arco iris como una señal de la promesa de que no habría nunca más otro diluvio, presupone que el arco iris apareció entonces por primera vez en las nubes. Esta es una indicación más de que no había llovido antes del diluvio. El arco iris es producido por la refracción y la reflexión de la luz del sol a través de las gotas de agua en suspensión.]
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Cristo, nuestro gran sumo sacerdote
La correcta comprensión del ministerio del santuario celestial es el fundamento de nuestra fe.1 CPI 632.1
El santuario terrenal fue construído por Moisés conforme al modelo que se le mostró en el monte. “Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios”. Los dos lugares santos eran “figuras de las cosas celestiales”. Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es el “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”. Hebreos 9:9, 23; 8:2. Cuando en visión se le mostró al apóstol Juan el templo de Dios que está en el cielo, vio allí que “delante del trono ardían siete lámparas de fuego”. Apocalipsis 4:5. CPI 632.2
Se le permitió al profeta contemplar el lugar santo del santuario celestial; y vio allí “siete lámparas de fuego ardiendo” y “el altar de oro”, representados por el candelero de oro y el altar del incienso o perfume en el santuario terrenal. Nuevamente, “el templo de Dios fue abierto en el cielo” (Apocalipsis 11:19), y vio el lugar santísimo detrás del velo interior. Allí contempló “el arca de su pacto”, representada por el arca sagrada construida por Moisés para guardar la ley de Dios. CPI 632.3
Juan dice que vio el santuario celestial. Aquel santuario, en el cual oficia Jesús en nuestro favor, es el gran original, del cual el santuario construído por Moisés era una copia. CPI 633.1
Ningún edificio terrenal podía representar la grandeza y la gloria del templo celestial, la morada del Rey de reyes donde “millares de millares” le sirven y “millones de millones” están delante de él (Daniel 7:10), de aquel templo henchido de la gloria del trono eterno, donde los serafines, sus guardianes resplandecientes, se cubren el rostro en su adoración. Sin embargo, las verdades importantes acerca del santuario celestial y de la gran obra que allí se efectúa en favor de la redención del hombre debían enseñarse mediante el santuario terrenal y sus servicios. CPI 633.2
Después de su ascensión, nuestro Salvador iba a principiar su obra como nuestro Sumo Sacerdote. El apóstol Pablo dice: “No entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios”. Hebreos 9:24. Como el ministerio de Cristo iba a consistir en dos grandes divisiones, ocupando cada una un período de tiempo y teniendo un sitio distinto en el santuario celestial, asimismo el culto simbólico consistía en el servicio diario y el anual, y a cada uno de ellos se dedicaba una sección del tabernáculo. CPI 633.3
Como Cristo, después de su ascensión, compareció ante la presencia de Dios para ofrecer su sangre en beneficio de los creyentes arrepentidos, así el sacerdote rociaba en el servicio diario la sangre del sacrificio en el lugar santo en favor de los pecadores. CPI 633.4
Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la condenación de la ley, no había de anular el pecado; éste queda registrado en el santuario hasta la expiación final; así, en el símbolo, la sangre de la víctima quitaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el santuario hasta el día de la expiación. CPI 634.1
En el gran día del juicio final, los muertos han de ser juzgados “por las cosas que” están “escritas en los libros, según sus obras”. Apocalipsis 20:12. Entonces, en virtud de la sangre expiatoria de Cristo, los pecados de todos los que se hayan arrepentido sinceramente serán borrados de los libros celestiales. En esta forma el santuario será liberado, o limpiado, de los registros del pecado. En el símbolo, esta gran obra de expiación, o el acto de borrar los pecados, estaba representada por los servicios del día de la expiación, o sea de la purificación del santuario terrenal, la cual se realizaba en virtud de la sangre de la víctima y por la eliminación de los pecados que lo manchaban.2 CPI 634.2
Satanás inventa innumerables medios de distraer nuestras mentes de la obra en que precisamente deberíamos estar más ocupados. El archiseductor aborrece las grandes verdades que hacen resaltar la importancia de un sacrificio expiatorio y de un Mediador todopoderoso. Sabe que su éxito estriba en distraer las mentes de Jesús y de su obra. CPI 634.3
Pero Jesús aboga en su favor con sus manos heridas, su cuerpo quebrantado, y declara a todos los que quieran seguirle: “Bástate mi gracia”. 2 Corintios 12:9. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:29, 30. Nadie considere, pues, sus defectos como incurables. Dios concederá fe y gracia para vencerlos. CPI 634.4
Estamos viviendo ahora en el gran día de la expiación. Cuando en el servicio simbólico el sumo sacerdote hacía la propiciación por Israel, todos debían afligir sus almas arrepintiéndose de sus pecados y humillándose ante el Señor, si no querían verse separados del pueblo. De la misma manera, todos los que desean que sus nombres sean conservados en el libro de la vida, deben ahora, en los pocos días que les queden de este tiempo de gracia, afligir sus almas ante Dios con verdadero arrepentimiento y dolor por sus pecados. Hay que escudriñar honda y sinceramente el corazón. Hay que deponer el espíritu liviano y frívolo al que se entregan tantos cristianos de profesión. Empeñada lucha espera a todos aquellos que quieran subyugar las malas inclinaciones que tratan de dominarlos. La obra de preparación es obra individual. No somos salvados en grupos. La pureza y la devoción de uno no suplirá la falta de estas cualidades en otro. Si bien todas las naciones deben pasar en juicio ante Dios, él examinará el caso de cada individuo de un modo tan rígido y minucioso como si no hubiese otro ser en la tierra. Cada cual tiene que ser probado y encontrado sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante.
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Solemnes son las escenas relacionadas con la obra final de la expiación. Incalculables son los intereses que ésta envuelve. El juicio se lleva ahora adelante en el santuario celestial. Esta obra se viene realizando desde hace muchos años. Pronto—nadie sabe cuándo—les tocará ser juzgados a los vivos. En la augusta presencia de Dios nuestras vidas deben ser pasadas en revista. En éste más que en cualquier otro tiempo conviene que toda alma preste atención a la amonestación del Señor: “Velad y orad; porque no sabéis cuándo será el tiempo”. Marcos 13:33. CPI 635.2
Cuando quede concluida la obra del juicio investigador, quedará también decidida la suerte de todos para vida o para muerte. El tiempo de gracia terminará poco antes de que el Señor aparezca en las nubes del cielo. Al mirar hacia ese tiempo, Cristo declara en el Apocalipsis: “¡El que es injusto, sea injusto aún, y el que es sucio, sea sucio aún; y el que es justo sea justo aún; y el que es santo, sea aún santo! He aquí, yo vengo presto, y mi galardón está conmigo, para dar la recompensa a cada uno según sea su obra”. Apocalipsis 22:11, 12, VM. CPI 636.1
Los justos y los impíos continuarán viviendo en la tierra en su estado mortal, los hombres seguirán plantando y edificando, comiendo y bebiendo, inconscientes todos ellos de que la decisión final e irrevocable ha sido pronunciada en el santuario celestial. CPI 636.2
Inadvertida como ladrón a medianoche, llegará la hora decisiva que fija el destino de cada uno, cuando será retirado definitivamente el ofrecimiento de la gracia que se dirigiera a los culpables.
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