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General: La encarnación La plenitud de la humanidad de Cristo
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 06/07/2022 14:32

La encarnación

La plenitud de la humanidad de Cristo

No podemos entender cómo Cristo se hizo un pequeño e indefenso bebé. El pudo haber venido a la tierra con tal hermosura que se diferenciara totalmente de los hijos de los hombres. Su rostro pudo haber sido radiante de luz, y su cuerpo alto y hermoso. Pudo haber venido en una forma tal que encantara a los que lo miraran; pero ésta no fue la forma en la cual Dios planeó que apareciera entre los hijos de los hombres. Debía ser semejante a los que pertenecían a la familia humana y a la raza judía. Sus facciones tenían que ser semejantes a las de los seres humanos, y no debía tener tal belleza en su persona, que la gente lo señalara como diferente de los demás. Debía venir como miembro de la familia humana y presentarse como un hombre ante el cielo y la tierra. Había venido a tomar el lugar del hombre, a comprometerse en favor del hombre, a pagar la deuda que los pecadores debían. Tenía que vivir una vida pura sobre la tierra, y mostrar que Satanás había dicho una falsedad cuando afirmó que la familia humana le pertenecía a él para siempre, y que Dios no podía arrancarle a los hombres de sus manos. 3MS 143.1

Los hombres contemplaron primero a Cristo como un bebé, como un niño... 3MS 144.1

Cuanto más pensemos acerca de Cristo convirtiéndose en un bebé sobre la tierra, tanto más admirable parece este tema. ¿Cómo podía ser que el niño indefenso del pesebre de Belén siguiera siendo el divino Hijo de Dios? Aunque no podamos entenderlo, podemos creer que Aquel que hizo los mundos, por causa de nosotros se convirtió en un niño indefenso. Aunque era más encumbrado que ninguno de los ángeles, aunque era tan grande como el Padre en su trono de los cielos, llegó a ser uno con nosotros. En él, Dios y el hombre se hicieron uno; y es en este acto donde encontramos la esperanza de nuestra raza caída. Mirando a Cristo en la carne, miramos a Dios en la humanidad, y vemos en él el brillo de la gloria divina, la imagen expresa de Dios el Padre.



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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 06/07/2022 15:07

Cristo descendió al nivel de la humanidad caída

Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma divina el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real, y accedió a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída. 

Jesús fue llevado desde el Jordán hasta el desierto de la tentación. “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Mateo 4:2-3. 

Cristo estaba sufriendo las más agudas agonías del hambre, y esta tentación fue muy severa. Pero él debía comenzar la obra de redención precisamente donde empezó la ruina. Adán fracasó en el asunto del apetito, y Cristo debía triunfar en esto. El poder que descansó sobre él venía directamente del Padre, y no debía ejercerlo en su propio beneficio. Con ese largo ayuno se entretejía en su experiencia una fuerza y un poder que solamente Dios podía darle. Hizo frente y resistió al enemigo con la fuerza de un “Así dice el Señor”. “No sólo de pan vivirá el hombre—dijo—sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. versículo 4.

Esta fuerza tienen el privilegio de tenerla todos los tentados de la tierra. La experiencia de Cristo es para nuestro beneficio. Su ejemplo al vencer el apetito señala el camino, para que aquellos que lo siguieran pudieran vencer. 

Cristo estaba sufriendo como sufren los miembros de la familia humana bajo la tentación. Pero no era la voluntad de Dios que él ejerciera su poder divino en su propio beneficio. Si no hubiera sido nuestro representante, la inocencia de Cristo lo habría librado de toda esta angustia; pero fue debido a su inocencia por lo cual sentía tan intensamente los asaltos de Satanás. Todo sufrimiento, que es resultado del pecado, se volcó en el seno del inmaculado Hijo de Dios. Satanás estaba hiriendo el talón de Cristo; pero toda angustia soportada por Jesús, toda tristeza, toda inquietud, estaba cumpliendo con el gran plan de la redención del hombre. Todo golpe infligido por el enemigo estaba repercutiendo sobre él mismo. Cristo estaba hiriendo la cabeza de la serpiente.

¿Era Cristo capaz de ceder a la tentación?

En su carta relativa a la tentación de Cristo, Ud. dice: “Si él era uno con Dios, no podía caer”... El punto acerca del cual Ud. me pregunta es éste: En la gran escena del conflicto de nuestro Señor en el desierto, aparentemente bajo el poder de Satanás y sus ángeles, ¿era él capaz, en su naturaleza humana, de ceder a estas tentaciones? 

Trataré de responder a esta importante pregunta: Como Dios que era, no podía ser tentado; pero como hombre, podía serlo y con mucha fuerza, y podía ceder a las tentaciones. Su naturaleza humana pasó por la misma prueba por la cual pasaron Adán y Eva. Su naturaleza [de Cristo] humana era creada; ni aun poseía las facultades de los ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra. Estaba pasando por el terreno donde Adán cayó. El estaba en el lugar donde, si resistía la prueba en favor de la raza caída, redimiría en nuestra propia humanidad la caída y el fracaso desgraciados de Adán. 

Cristo tenía un cuerpo humano y una mente humana—El tenía un cuerpo humano y una mente humana. El era hueso de nuestro hueso y carne de nuestra carne. Estuvo sujeto a la pobreza desde el mismo momento en que entró en el mundo. Estuvo bajo los chascos y las pruebas en su propio hogar, entre sus hermanos. No estaba rodeado, como en las cortes celestiales, de caracteres puros y hermosos. Estuvo rodeado de dificultades. Vino a nuestro mundo a mantener un carácter puro e impecable, y a refutar la mentira de Satanás de que no era posible que los seres humanos guardaran la ley de Dios. Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano, exactamente de la misma manera en que todos pueden cumplirla en la naturaleza humana si hacen lo que Cristo hizo. El había inspirado a los hombres santos de la antigüedad a escribir para beneficio del hombre: “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”. Isaías 27:5.

Se ha hecho abundante provisión para que el hombre finito y caído pueda relacionarse de tal manera con Dios que, gracias a la misma Fuente por la cual Cristo venció en su naturaleza humana, el hombre pueda resistir firmemente toda tentación como lo hizo Cristo. Estaba sujeto a las dificultades que tiene la naturaleza humana. Respiraba el aire del mismo mundo que nosotros respiramos. Actuó y viajó en el mismo mundo que habitamos, el cual, según las claras evidencias que tenemos, no era más amigable a la gracia y a la justicia de lo que es hoy. 

Sus atributos pueden ser nuestros—Tenemos el privilegio de poseer los más altos atributos de su ser, si queremos, y por las provisiones que él ha hecho, apropiarnos de estas bendiciones y cultivar diligentemente el bien en lugar del mal. Tenemos una razón, una conciencia, una memoria, una voluntad, afectos: todos los atributos que un ser humano puede poseer. Por medio de la provisión hecha cuando Dios y el Hijo de Dios hicieron un pacto para rescatar al hombre de la esclavitud de Satanás, se proporcionó toda facilidad necesaria para que la naturaleza humana llegara a estar unida con su divina naturaleza. En una naturaleza tal nuestro Señor fue tentado. El pudo haber cedido a las sugestiones mentirosas de Satanás como lo hizo Adán, pero debemos adorar y glorificar al Cordero de Dios, porque no cedió ni en un solo ápice ni en lo más mínimo.

Dos naturalezas unidas en Cristo—Si llegamos a ser participantes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e inmaculados. La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la unión de estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa, corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una ofrenda perfecta.—

La realidad de las tentaciones de Cristo—Cuando el seguidor de Cristo hace frente a la prueba y la perplejidad, no debe desanimarse. No debe desechar su confianza si no lleva a cabo todas sus esperanzas. Cuando es abofeteado por el enemigo, debe recordar la vida del Salvador, una vida de prueba y desánimos. Seres celestiales ministraron a Cristo en su necesidad, y sin embargo eso no hizo de la vida del Salvador una vida libre de conflictos y tentación. El fue tentado en todo punto como lo somos nosotros, y sin embargo se mantuvo sin pecado. Si sus hijos siguen su ejemplo, serán llenos del Espíritu Santo y los ángeles celestiales les ministrarán. 

Las tentaciones a las cuales fue sometido Cristo eran una terrible realidad. Como persona libre él fue puesto a prueba, con libertad para ceder a las tentaciones de Satanás y obrar en desacuerdo con los propósitos de Dios. Si esto no hubiera sido así, si no hubiera sido posible para él caer, no podría haber sido tentado en todo punto como es tentada la familia humana.

Las tentaciones de Cristo y los sufrimientos que tuvo a consecuencia de ellas, estaban en proporción a su carácter elevado e impecable. Pero en todo momento de prueba Jesús se dirigió a su Padre. El “resistió hasta la muerte” en la hora cuando el temor al fracaso moral era como el temor a la muerte. Al postrarse en Getsemaní, en su agonía de alma, gotas de sangre brotaron de sus poros y humedecieron la tierra. Oró con fuertes clamores y lágrimas, y fue oído por su miedo. Dios lo fortaleció, como fortalecerá a todos los que se humillan a sí mismos y se arrojan—alma, cuerpo y espíritu—en las manos de un Dios que guarda el pacto. 3MS 148.2

Sobre la cruz Cristo conoció, como ningún otro, el terrible poder de las tentaciones de Satanás, y su corazón se derramó en piedad y perdón por el ladrón moribundo que había sido entrampado por el enemigo.—

El corazón de Cristo fue atravesado por un dolor mucho más agudo que el que le causaron los clavos que atravesaron sus manos y pies. Estaba soportando los pecados de todo el mundo, sufriendo el castigo que nos correspondía, la ira de Dios contra la transgresión. Su prueba implicaba la terrible tentación de pensar que había sido olvidado por Dios. Su alma se vio torturada por la presión de las grandes tinieblas, por el temor de ser desviado de su rectitud durante la prueba terribleSi no hay una posibilidad de ceder, la tentación no es tentación. La tentación se resiste cuando el hombre se ve poderosamente persuadido a cometer la acción errónea; y, sabiendo que él puede cometerla, resiste por la fe, aferrándose firmemente al poder divino. Esta fue la prueba por la cual Cristo pasó.—

Podemos vencer como Cristo venció—El amor y la justicia de Dios, y también la inmutabilidad de su ley, se manifiestan por la vida del Salvador no menos que por su muerte. El asumió la naturaleza humana con sus debilidades, con todos sus riesgos, con sus tentaciones... Fue “tentado en todo según nuestra semejanza”. Hebreos 4:15. No ejerció en su propio beneficio ningún poder que el hombre no pueda ejercer. Como hombre hizo frente a la tentación, y venció con la fuerza que Dios le dio. Nos da un ejemplo de perfecta obediencia. El ha hecho posible que podamos llegar a ser participantes de la naturaleza divina; nos asegura que podemos vencer como él venció. Su vida testificó de que en base a la ayuda del mismo poder divino que Cristo recibió, es posible que el hombre obedezca la ley de Dios.


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 06/07/2022 16:19

Dios envió un ser sin pecado a este mundo

Dios hizo por nosotros lo mejor que él podía hacer, enviando desde el cielo al Ser inmaculado para manifestar a este mundo de pecado lo que aquellos que son salvados deben ser en carácter: puros, santos, e inmaculados, teniendo a Cristo formado en ellos. El envió su Ideal en la persona de su Hijo, y pidió a los hombres que edificaran caracteres en armonía con este Ideal

El hombre creado con una naturaleza moral sin pecado

En los concilios del cielo Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza... Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó”. Génesis 1:26-27. El Señor creó las facultades morales del hombre y sus capacidades físicas. Todo él era un trasunto de Dios mismo. Dios dotó al hombre de atributos santos, y lo colocó en un jardín hecho expresamente para él. Solamente el pecado podía arruinar a los seres creados por las manos del Todopoderoso.

Llevó vicariamente las enfermedades de los demás

Cristo era el único que podía sobrellevar las aflicciones de toda la familia humana. “En toda angustia de ellos él fue angustiado”, Nunca soportó [por sus pecados] la enfermedad en su propia carne, pero cargó las enfermedades de los demás. Cuando la humanidad sufriente lo cercaba, Aquel que se hallaba con la salud de una perfecta virilidad, era como uno que sufría con ellos... 3MS 150.2

Cristo desarrolló un carácter perfecto en su vida sobre la tierra; rindió una obediencia perfecta a los mandamientos de su Padre. Al venir al mundo en forma humana, al hacerse súbdito de la ley, al revelar a los hombres que él llevaría sus enfermedades, sus dolores, su culpa, no se hizo pecador. Delante de los fariseos podía decir: “¿Quién de vosotros me convence de pecado?” Ni una mancha de pecado se hallaba en él. Apareció ante el mundo como el impecable Cordero de Dios.—

El carácter impecable de Cristo perturbaba a Satanás

Cristo, el Redentor del mundo, no estaba situado en un lugar en que las influencias que lo rodeaban fueran las mejor calculadas para preservar una vida de pureza y de moralidad incorrupta, y sin embargo no fue contaminado. No se vio libre de la tentación. Satanás se esforzó y perseveró en sus intentos de engañar y vencer, por medio de sus ardides, al Hijo de Dios. 3MS 150.4

Cristo es el único que ha caminado en la tierra sobre el cual no descansó ninguna mancha de pecado. Era puro, sin mancha, impecable. El hecho de que hubiera alguien sin la contaminación del pecado sobre la tierra, perturbaba grandemente al autor del pecado, y éste no ahorró medios para vencer a Cristo con su poder engañoso. Pero nuestro Salvador dependía de su Padre celestial para recibir sabiduría y fuerza para resistir y vencer al tentador. El Espíritu de su Padre celestial animaba y regulaba su vida. Era impecable. La virtud y la pureza caracterizaron su vida.







Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 06/07/2022 17:08

El Señor Jesús ha salvado el abismo abierto por el pecado. El ha unido la tierra con el cielo, el hombre finito con el Dios infinito. Jesús, el Redentor del mundo, sólo podía guardar los mandamientos de Dios de la misma manera en que la humanidad puede guardarlos hoy. “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. 2 Pedro 1:4. 3MS 158.4

Debemos practicar el ejemplo de Cristo, teniendo en cuenta su carácter de Hijo [de Dios] y su carácter de humano. No fue Dios el que resultó tentado en el desierto, ni un Dios que había de soportar la contradicción de los pecadores contra él: fue la majestad del cielo hecha hombre. Se humilló a sí mismo tomando nuestra naturaleza humana. 3MS 159.1

Cómo debemos servir a Dios—No debemos servir a Dios como si no fuéramos humanos, sino que debemos servirle en la naturaleza que tenemos, que ha sido redimida por el Hijo de Dios; por medio de la justicia nos presentaremos perdonados delante de Dios, como si jamás hubiéramos pecado. Nunca obtendremos fuerza considerando lo que podríamos hacer si fuéramos ángeles. Tenemos que centrar nuestra fe en Cristo Jesús, y mostrar nuestro amor a Dios por medio de la obediencia a sus mandamientos. Jesús: “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Jesús dice: “Seguidme”. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.

El verdadero significado de la encarnación

Cristo tomó sobre sí mismo la humanidad, y entregó su vida en sacrificio, para que el hombre al llegar a ser participante de la naturaleza divina tuviera vida eterna. Cristo era no sólo el sacrificio, sino que fue también el sacerdote que ofreció el sacrificio. “El pan que yo daré es mi carne—dijo Jesús—, la cual yo daré por la vida del mundo”. Juan 6:51. El era inocente de toda culpa. Se dio a sí mismo a cambio del pueblo que se había vendido a sí mismo a Satanás por la transgresión de la ley de Dios: dio su vida por la vida de la familia humana, la cual de esta manera llegó a ser su posesión adquirida. 3MS 159.3

“Por eso me ama el Padre—dijo Cristo—, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”. Juan 10:17-18. 3MS 160.1

“La paga del pecado es muerte”. Romanos 6:23. A Adán, antes de su caída, el Señor le dijo: “El día que de él comieres, ciertamente morirás”. Génesis 2:17. “Si violas mi ley, seguramente recibirás la muerte como castigo”. Al desobedecer el mandato de Dios, el hombre perdió su vida. 3MS 160.2

Pero antes de su caída, Adán estaba libre de los resultados de la maldición. Cuando fue asaltado por el tentador ninguno de los efectos del pecado estaban sobre él. Fue creado perfecto en pensamiento y acción; pero cedió al pecado, y cayó de su estado elevado y santo. 3MS 160.3

A semejanza de carne de pecado—Cristo, el segundo Adán, vino en semejanza de carne de pecado. En favor del hombre se sujetó al dolor, al cansancio, al hambre, a la sed. Estaba sujeto a la tentación, pero no se rindió al pecado. Ninguna mancha de pecado estaba sobre él. Declaró: “He guardado los mandamientos de mi Padre [en mi vida terrenal]”. Juan 15:10. El tenía poder infinito solamente porque era perfectamente obediente a la voluntad de su Padre. El segundo Adán soportó la prueba y la tentación para llegar a ser el dueño de toda la humanidad.




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