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General: La verdadera historia de Pablo Escobar, el asesino de 10.000
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De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 17/11/2014 16:52
La verdadera historia de Pablo Escobar,
el narcotraficante que asesinó a 10.000 personas
Este rey de la cocaína estaba obsesionado con las niñas de 15 años y disfrutaba matando a policías y políticos
 
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Pablo Escobar, un rey de la droga al que el pueblo adoraba
MANUEL P. VILLATORO /   HoyCinema
En los años posteriores, Pablo y su primo-hermano empezaron a aprender el oficio a la sombra del contrabandista Alfredo Gómez López (apodado «El Padrino») quién les permitió conseguir dinero rápido a cambio de entregar su vida a la droga (algo casi literal, pues se convirtieron en guardaespaldas de los grandes convoys de estupefacientes que llegaban a la ciudad). En esta época fue cuando Escobar empezó a destacar entre el resto de pequeños traficantes gracias a que lograba mantenerse sereno en las situaciones de mayor tensión y, al contrario que muchos otros, se negaba a probar el «polvo blanco». De hecho, los que le conocieron han afirmado en varias ocasiones que despreciaba a aquellos que eran adictos, pues los consideraba débiles de corazón.

Por ello, Pablo se convirtió rápidamente en un estupendo «mosca» (aquella persona que iba al frente de la caravana de vehículos cargados con droga sobornado a las autoridades para que sus compañeros no corrieran peligro). «Los patrones veían a Pablo como un hombre serio, que no bebía, ni siquiera fumaba, y le encomendaron el trabajo de ?mosca?, en el que llegó a guiar caravanas de hasta cuarenta camiones de contrabando y en el que ganó muchos pesos», añade Salazar en su obra. En esta época, como bien señala el mismo autor, el contrabandista adquirió una costumbre que siguió durante toda su vida: acostarse muy tarde y levantarse también tarde. «El cerebro funciona mejor por la noche», solía decir.

La droga y la política
Con el paso de los años, los ingresos de Escobar fueron aumentando hasta tal punto que, en 1974, asumió la tarea de llevar él mismo los cargamentos de cocaína hasta Estados Unidos. En 1976 dio un paso más yconstruyó sus propios laboratorios de procesamiento de cocaína. Ese mismo año formó el Cartel de Medellín, una organización delictiva dirigida por él y que contaba con una infraestructura tal que abarcaba los tres escalones del mundo de la droga: la producción, el transporte y la venta.

Durante esos años el dinero entró a espuertas en los bolsillos de Escobar, que logró controlar el 80% del tráfico de este estupefaciente que llegaba a Estados Unidos. A los 29 años ya era totalmente rico, un objetivo que se había propuesto en su juventud al afirmar que, si a los 25 no tenía un millón de pesos, se suicidaría. «Te salvaste del suicidio, bacán», solía decirle a modo de broma uno de sus fieles (el cual mantiene el anonimato en el libro de Salazar).

Hasta los topes de «cash», y tras haber demostrado la efectividad que tenía la ley de «plata o plomo» con las autoridades y los funcionarios (o coges el dinero y te dejas sobornar, o te cosían a balazos) Escobar se planteó su siguiente objetivo: conseguir llegar a la política para otorgar un velo de legalidad a sus sucios negocios. Para ello, Pablo trató de ganarse el voto del pueblo de múltiples formas, ya fuera construyendo más de 100 campos de fútbol en los distritos más desfavorecidos, o edificando un barrio para las clases bajas de la región que fue conocido como «Medellín sin Tugurios». Todo pagado con dinero de la cocaína.

Un ejemplo de la cantidad de dinero que se gastaba en contentar a los ciudadanos pudo verse en uno de los barrios más pobres de la región. «En sus obras sociales, Pablo no se olvidó tampoco de La Paz, el barrio de su infancia. El estreno de la cancha que construyó e iluminó allí fue esplendoroso. Campeonato de fútbol, concursos, transmisión por las cadenas de radio e ilustres visitas. Mientras (?) una banda interpretaba ritmos caribeños (?) en el centro del campo aterrizó un helicóptero del que descendió, para asombro de los espectadores, Virginia Vallejo, la diva de la televisión colombiana», completa el periodista en su texto.

Estas medidas, aunque populares entre las clases bajas de Colombia, le granjearon el odio de los políticos, quienes le acusaron de populismo. No opinó lo mismo su hermano (apodado «el Osito») en una entrevista concedida hace poco al «Canal Historia»: «A Pablo le dolía mucho ver sufrir a la gente. Creía que todos aquellos pobres debían vivir dignamente y tener sus propias casas e iglesias. Quería que vivieran bien». Fuera como fuese, lo cierto es que, con 32 años, logró convertirse en congresista sustituto por el partido Alternativa Liberal. El zar del narcotráfico se sentía querido por el pueblo.

Un rey amante de las menores
La llegada masiva de dinero (se cree que el narcotraficante contaba con una fortuna de 20.000 a 25.000 millones de dólares) hizo que Escobar diera rienda suelta a una vida de excesos. Uno de sus primeros actos de derroche fue adquirir unos terrenos de 7.400 acres en un pueblo cerca de Medellín. Tras invertir en ellos 62 millones de dólares (unos 50 millones de euros) la «Hacienda Nápoles» (como la hizo llamar) terminó pareciéndose a la finca de un emperador.

«Contaba con una casa central con todas las comodidades: bar, piscina, salón de juegos, comedor para setenta personas, unas cavas en las que guardaba toneladas de comida para un batallón, una pista de aterrizaje, hangar, setenta motos, carros anfibios, camionetas, esquís, aerobotes, estación de gasolina, centro médico y caballerizas. Tenía una casa adicional a unos cinco minutos de la casa del mayordomo, comunicada con un carreteable. A la inauguración invitó a una multitud. Pablo llegó en su primer helicóptero», destaca Salazar en su obra.trada a la «Hacienda Nápoles» de Escobar

Sin embargo, el plato fuerte de la «Hacienda Nápoles» era un zoológico de animales exóticos que Pablo ordenó crear en la zona. El narcotraficante mandó importar unos mil animales entre los que destacaban ?entre otros- rinocerontes, camellos, elefantes, alces, hipopótamos o toros. En principio, el colombiano también llevó a varios monos, aunque finalmente los liberó en medio del bosque debido a su mal olor. El recinto era visitado todos los fines de semana por cualquiera que lo desease sin recargo ninguno, pues Escobar consideraba que el lugar pertenecía al pueblo y que sus habitantes no podían pagar por algo que era suyo.

En la «Hacienda Nápoles» tampoco faltaban las fiestas desenfrenadas llenas de chicas menores de edad (aquellas preferidas por Escobar a la hora de mantener relaciones sexuales). Así pues, y aunque el narcotraficante se había casado a los 25 años con una adolescente de tan sólo 15, no reprimía sus deseos y organizaba auténticas orgías dentro de los muros de la vivienda. En ocasiones, y tal y como explica el escritor e investigador Simos Strong en un reportaje sobre el narcotraficante para el «Canal Historia», los secuaces del Cartel de Medellín con su jefe a la cabeza «invitaban» a varias niñas a pasar la noche con ellos al salir de la escuela. A la mañana siguiente, si alguna amenazaba con avisar a la policía, era asesinada sin ninguna ceremonia.

Cientos de fechorías, asesinatos y extorsiones
Pero la par que se hacía un nombre en el mundo del narcotráfico, también aumentaba su crueldad. Con su llegada al poder, Colombia se vio inmersa en una ola de narcoterrorismo contra jueces, fiscales, policías, militares y políticos. Todo aquel que se oponía a su reinado de la cocaína era asesinado después de que algún «parrillero» (como se llama en Sudamérica a aquellas personas que van de acompañante en una moto) le acribillara con un subfusil. «La tarifa era: 2 millones de pesos (unos 900 dólares de hoy) por policía, 3 millones (1.000 dólares) por sargento, 10 millones (5.000 dólares) por teniente, 100 millones (50.000 dólares)», explicaba en una entrevista Jhon Jairo Velásquez Vásquez (alias «Popeye») uno de sus principales sicarios.

Según se cree, sólo hacía falta una palabra del capo para que sus sicarios actuaran: «Hágale». Con este término, la maquinaria del cartel se ponía en marcha hasta que el interfecto acababa en una caja de pino, una práctica que se acrecentó cuando Escobar fue expulsado de la política. ¿La causa? El Ministro de Justicia colombiano Rodrigo Lara Bonilla logró demostrar su relación directa con el narcotráfico y que se financiaba a través de la droga. Por desgracia, la persecución que ese hombre hizo de «El Patrón» le costó la vida en 1984, año en que murió ametrallado dentro de su coche.

Algo tristemente similar le sucedió a Guillermo Cano Isaza (el director del periódico «El Espectador») cuando, en 1986, fue asesinado frente a la sede de su diario por hacer públicos los turbios negocios de Escobar. Posteriormente (unos tres años después) el rotativo volvió a ser atacado, aunque ?en esta ocasión- con 135 kilos de explosivo que destrozaron una buena parte de su edificio principal. El artefacto, como solía suceder en el caso del narcotraficante, estaba elaborada a base de dinamita, una sustancia que él consideraba «la bomba atómica de los pobres».

A partir de ese momento los ataques ?ya de por si asiduos- se convirtieron en habituales a lo largo y ancho de Colombia. Uno de ellos es, a día de hoy, recordado por su crueldad. Concretamente, se sucedió en 1989 cuando Escobar ordenó hacer explotar medio kilo de dinamita cerca del edificio del Departamento Administrativo de Seguridad (o «DAS» un grupo que hacía labores de policía antiterrorista y que perseguía al Cartel de Medellín). Un total de 70 personas perdieron la vida y los heridos se contaron en más de 500. Ese mismo año, «El Patrón» hizo saltar por los aires en pleno vuelo un avión de «Avianca» al creer que en él viajaba el candidato a la presidencia César Gaviria, quien se había quedado finalmente en tierra. Perdieron la vida 110 personas.

Durante su etapa al frente del Cartel, la justicia le atribuyó la autoría (directa o indirecta) de más de 10.000 personas, cifra que le hizo ganarse multitud de apelativos desagradables entre sus enemigos. «La DEA(Departamento Estadounidense Antidroga) le define como el mayor criminal de la historia. En Colombia, el general Miguel Zarza, su archienemigo, que le persiguió de manera sistemática e implacable ?contra quien Pablo hizo estallar dos cargas apocalípticas de dinamita- le describe como ?un hombre excepcional, una de esas personas que la naturaleza produce cada siglo entre millones, que desperdició su vida haciendo el mal?», completa el periodista colombiano en su obra.

Encerrado? en su propia cárcel
Sin embargo, sus malas artes terminaron condenándole a prisión. Concretamente, todo comenzó en 1979 cuando Estados Unidos solicitó que los criminales colombianos que habían actuado en sus fronteras fueranextraditados y juzgados en su país. A pesar de que la norma se aceptó en principio, la gran ola de atentados perpetrados posteriormente por el patrón hizo recular al gobierno sudamericano. Sin más remedio para cortar las decenas de muertes que se estaban sucediendo, el presidente llegó a un acuerdo con Pablo: sólo revocarían la ley si él se entregaba a las autoridades locales y acababa entre rejas. El capo aceptó, aunque puso una condición: la prisión sería construida por él.

El acuerdo se materializó el 19 de junio de 1991, día en que Pablo Escobar entró a «La Catedral». No obstante, aquel edificio era todo menos una prisión, pues contaba con habitaciones de lujo, gimnasio, una cancha de fútbol, varios salones de juego y hasta una catarata natural. Tampoco se podía decir que el narcotraficante estuviera confinado allí, pues salía y entraba a placer, además de celebrar todas las noches fiestas y orgías en su interior. Tales eran las actividades que se llevaban a cabo en aquel lugar, que cuando los descubrió la prensa, al Gobierno no le quedó más remedio que hacer público que iba a trasladar a «El Patrón» a una celda de verdad. Escobar no estaba dispuesto a tolerar aquello, por lo que se fugó el 21 de julio de 1992.

Los últimos momentos
Tras escapar, el Cartel de Medellín no dio tregua a las autoridades y comenzó una nueva campaña de asesinatos de manos de más de un centenar de sicarios. Pero el final de Escobar estaba cerca, y el propio narcotraficante lo sabía. Todo debía a que el gobierno había creado un grupo especial con más de 500 hombres (el «Bloque de Búsqueda») para encontrar y acabar con su vida. En los siguientes meses, esta unidad mantuvo bajo una estrecha vigilancia a Escobar. Finalmente, el 1 de diciembre de 1993 (un día después del cumpleaños de Pablo), las autoridades prepararon un gran operativo para poder capturarle en cuanto fuera localizado. Sabían que se encontraba en Medellín y únicamente necesitaban una llamada para rastrear su posición. Sólo cabía esperar.

La deseada conexión telefónica llegó el 3 de diciembre, cuando Escobar contactó con su hijo. Al instante, las autoridades descubrieron que se escondía en un chalet adosado de una urbanización de clase media de Medellín y fueron en su busca. Junto a él se encontraba además Álvaro de Jesús Agudelo (alias «El Limón»), uno de sus más conocidos guardiaespaldas. El asalto a la propiedad, según escribió posteriormente Aguilar -uno de los coroneles del Cuerpo de Élite de Policía de Colombia encargado de la captura- se sucedió de la siguiente forma: «Pablo conversaba por el teléfono con su hijo Juan Pablo y confundió los estruendos en la puerta con los ruidos de una construcción vecina. Tres hombres de la policía entraron preparados para disparar, pero se encontraron con la primera planta vacía».

Cuando el narcotraficante se percató de lo que sucedía, todo cambió. «Pablo se despidió de la persona con quien hablaba por teléfono, buscó la ventana por donde ha salido el Limón y le siguió por el techo. Volvió su mirada y vio a un policía en la ventana, le disparó con una pistola automática Zig Sauber. El oficial se tiró al piso. Los policías que cubríann la parte trasera de la casa les dispararon con fusiles R15. El Limón cayó sobre la acera y Pablo sobre el caballete del tejado. El oficial al mando gritó: ¡Viva Colombia! Le agarró de la camiseta azul, esbozó una leve sonrisa y posó con su presa ante la cámara», señaló Aguilar. Finalmente, había fallecido Pablo Escobar Gaviria, al que, en los días siguientes, muchos ciudadanos del país lloraron.
 

HoyCinema


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