El rey, cansado de esta actitud, lo despidió y el
consejero respondió: "que bueno, que bueno".
Tiempo después, el rey fue capturado por otra tribu,
para sacrificarlo ante su dios.
Cuando lo preparaban para el ritual, vieron que le faltaba
un dedo del pie y decidieron que no era digno para su
divinidad al estar incompleto, dejándolo en libertad.
El rey ahora entendía las palabras del consejero y pensó:
"que bueno que haya perdido el dedo gordo del pie, de lo
contrario ya estaría muerto".
Mandó llamar a palacio al consejero y le agradeció.
Pero antes le preguntó por qué dijo "que bueno" cuando
fue despedido.
El consejero respondió: "si no me hubieses despedido,
habría estado contigo y como a ti te habrían rechazado,
a mi me hubieran sacrificado".
La vida es como un laberinto con muchos caminos por tomar.
En el diario caminar podemos estrellarnos contra las paredes
cuando las circunstancias son difíciles.
Nada ganamos angustiándonos, preocupándonos y torturándonos
con los problemas.