Además de cambiar los hábitos alimenticios, es necesario completar esta decisión con un deporte o una actividad física indicada. Y es fundamental trabajar la fuerza para reducir la grasa.
Siempre que pensamos en iniciar un plan para bajar de peso, además de cambiar los hábitos alimenticios, es fundamental complementar esta decisión con actividad física o deporte. Hasta aquí todos estamos de acuerdo, pero las diferencias comienzan a la hora de planificar la actividad física indicada para este fin.
Si vas a un gimnasio, en el 90% de los casos te recomendarán que hagas actividad cardiovascular de baja o media intensidad (cinta, bicicleta, elíptico). Pero, más allá que para nuestra salud es fundamental entrenar la resistencia, no es la mejor o única herramienta para bajar de peso.
Tenemos que tener en cuenta que, en 40 minutos de caminata en cinta, quemamos entre 400 a 500 calorías como máximo, lo que nos daría unas 6 mil calorías al mes -en el caso de que entrenemos 3 veces a la semana-. Esto es muy poco si lo comparamos con las 45 mil que quemamos en reposo mensualmente -esto es igual a unas 1.500 diarias-.
Entonces, ¿qué es lo mejor? Que realices entrenamientos que permitan que tu cuerpo queme más calorías en reposo y que esas 45 mil pasen a 60 mil o más. Este resultado se obtiene al entrenar la fuerza. Si nuestros músculos están más grandes, nuestro cuerpo utilizará más calorías. Entonces, lo que comemos no irá a reserva sino que se convertirá en “combustible” y, como resultado, nos ayudará a bajar de peso graso rápidamente. Es decir, si entrenamos la fuerza, el cuerpo quemará 1.800 calorías diarias o más, en lugar de 1.500 calorías.
Así, a la hora de pensar en un plan para bajar de peso, cambiá tus hábitos alimenticios. Luego, planificá tu actividad física de manera tal que el 50% a 60% se lo dediques a trabajos de fuerza y tonificación con pausas cortas y activas, entre un 20% a un 30% a las actividades cardiovasculares y el resto, a la flexibilidad.