LA BONDAD DE SU CORAZON
Cuando Jesús recorría toda Galilea predicando y echando
a los demonios se le acercó un leproso y le pidió de rodillas:
Si quieres, puedes limpiarme.
Compadecido Jesús, extendió la mano y lo tocó diciendo.
Quiero, queda limpio.
Y al punto sanó de la lepra y quedó limpio (Mc 1.40,43).
Todas las riquezas, absolutamente todas, se encuentran en
el Corazón de
Cristo.
Su Corazón es fuente de todas las gracias.
Por eso quien se acerca a este Divino Corazón se beneficia
de esas gracias que están para el bien de todos nosotros.
El Corazón de Jesús tiene poder y deseo de curar toda clase
de llagas. Llagas
en los cuerpos y llagas en las almas.
Su Corazón es tal, que arde en deseos de sanar
todos los males que nos aquejan en nuestras vidas y, sobre
todo, esos males que están dentro de nuestros corazones.
Imploremos sin descanso y con fe a la bondad de su Corazón
y digámosle
como aquel leproso:
¡Si quieres Señor ..!
¡Si Tú quieres… puedes ayudarme!.
Porque son inmensos los favores concedidos a través del
Corazón Sacratísimo de Jesús.
Toda clase de favores para toda clase de problemas, por eso
acudamos a Él para encontrar remedio a todo aquello que nos
aflija. Pero hagámoslo con constancia y confianza para que Él
nos conteste sin hacernos esperar, lo mismo que le contestó a
aquel leproso del Evangelio: Si, quiero.
Oh, Corazón Inmaculado de María, desbordante de bondad,
muestra tu amor por nosotros.
Que la llama de tu corazón, oh María, descienda sobre todos
los pueblos.
Te amamos inmensamente.
Imprime en nuestros corazones un verdadero amor.
Que nuestro corazón suspire por ti.
Oh María, dulce y humilde de corazón, acuérdate de nosotros
cuando caemos en el pecado.
Tú sabes que nosotros, los hombres, somos pecadores.
Con tu santísimo y maternal corazón, sananos de toda enfermedad
espiritual.
Haznos capaces de contemplar la bondad de tu maternal corazón,
para que así nos convirtamos a la llama de tu corazón.
Amén