(Se ora en silencio pidiendo el favor)
¿A quién he de pedir, sino a Ti, cuyo Corazón es un manantial inagotable
de todas las gracias y dones?.
¿Dónde he de buscar sino en el tesoro de tu corazón, que contiene todas
las riquezas de la clemencia y generosidad divinas?
. ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a través
del cual Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios?.
A Ti acudimos, oh Corazón de Jesús, porque en Ti encontramos consuelo,
cuando afligidos y perseguidos pedimos protección; cuando abrumados
por el peso de nuestra cruz, buscamos ayuda; cuando la angustia, la
enfermedad, la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza
superior a las fuerzas humanas.
Creo firmemente que puedes concederme la gracia que imploro, porque
tu Misericordia no tiene límites y confío en que tu Corazón compasivo
encontrará en mis miserias, en mis tribulaciones y en mis angustias,
un motivo más para oír mi petición.
Quiero que mi corazón esté lleno de la confianza con que oró el
centurión romano en favor de su criado; de la confianza con que oraron
las hermanas de Lázaro, los leprosos, los ciegos, los paralíticos que se
acercaban a Ti porque sabían que tus oídos y tu Corazón estaban
siempre abiertos para oír y remediar sus males.
Sin embargo… ...........dejo en tus manos mi petición, sabiendo que Tú
sabes las cosas mejor que yo; y que, si no me concedes esta gracia que
te pido, sí me darás en cambio otra que mucho necesita mi alma; y me
concederás mirar las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera,
desde otro ángulo, con más espíritu de fe.
Cualquiera que sea tu decisión, nunca dejaré de amarte, adorarte y
servirte, oh buen Jesús.
Acepta este acto mío de perfecta adoración y sumisión a lo que decrete
tu Corazón misericordioso. Amén.
Padre Nuestro, Ave María, Gloria al Padre.
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