¡María, Madre de Dios y Madre nuestra, Reina de la Paz!
Tú viniste a nosotros para llevarnos a Dios.
Alcánzanos la gracia de no sólo decir:
¡Hágase en mí según Tu voluntad!, sino vivirla tal como
Tú lo hiciste.
Ponemos en Tus manos nuestras manos, a fin de que
puedas conducirnos a Jesús en medio de todas las
aflicciones y pesares.
Por Cristo, Nuestro Señor.
Amén.
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