Cambiando de piso, de amigos, de oficio, de país, de religión, de marido o de mujer, ¡cuánta gente cree que finalmente tendrá paz! Una cierta tranquilidad, un respiro, sí, pero poco tiempo después, allí donde estén, vendrán a asaltarle otros tormentos. ¿Por qué? Porque no han comprendido que la paz depende únicamente de un cambio en su manera de pensar, de sentir y de actuar. Si hacen algunos cambios, aunque permanezcan en los mismos lugares, sufriendo las mismas dificultades, la paz vendrá a instalarse en ellos. La verdadera paz no depende de condiciones exteriores, viene del interior y fluye, nos invade a pesar de las turbulencias y las agitaciones del mundo entero. Y aquél que posee esta paz y que es capaz de derramarla, de esparcirla a su alrededor como algo real y vivo, se convierte en un verdadero hijo de Dios."