aunque no lo pueda apagar".
Los dioses entendieron lo que hacía la pequeña
ave y le ayudaron a apagar el incendio.
"Asi, cada uno en su hogar, en su tierra, en su pais,
debería mojarse un poco las alas para apagar los
incendios del alma que suceden a diario en todas partes,
tal vez habría menos pobres, menos gente hundida en
la desesperanza y la ruina.
Tal vez, sobre las quemadas
hierbas del ayer florezca otra vez la paz, el amor
y la verdad.
Si cada gobernante entendiera que aportando lo mejor
que tiene debe dejar su gota de amor para hacer surgir
nuevamente a su pueblo para un bienestar integral,
no solo económico sino tambien espiritual, entonces
Dios estaría con ellos... sino, mientras no sea así,
no es su presencia la que se sienta a su lado.
Miguel Angel Arcel