La Virgen María dice continuamente en sus apariciones a lo largo de todo el mundo que estos son sus tiempos. Han llegado mis tiempos. ¿Qué son esos tiempos de los que habla la Virgen María? Son, primero, tiempos en que la Madre Celestial da una fuerte llamada a la humanidad, a todos sus hijos en particular. Porque el hombre se ha alejado de Dios y se ha pervertido. Y la Virgen llama para que vuelva al camino de la conversión y del encuentro con su Señor, que es Dios de Salvación. Dios quiere la salvación de todos los hombres y está haciendo todo lo que está en su Poder, Sabiduría y Amor para rescatar a esta humanidad envuelta en su pecado de negación de Dios. Dios es siempre Misericordia, siempre ilumina las miserias de los hombres para que nos conozcamos y podamos volver al buen camino. Por eso, Dios ha enviado a Su Madre, para que actúe como Madre ante sus hijos que se pierden en el pecado. Esto son los tiempos del gran llamado de la Madre, Madre de Amor y Madre de Misericordia, que llora por sus hijos que se pierden. Y la Madre busca, en su llamado a la humanidad, instrumentos de su amor materno, para llamar a través de ellos al hombre pecador. El mensaje de la Virgem es materno, ansioso y urgente. Ella dice que hay que volver inmediatamente al Dios de la salvación y de la paz. Porque el tiempo de conversión es corto, está a punto de terminar, todos los días están contados. La Virgen hace un llamado al hombre para que camine por la senda del regreso al Señor si quiere ser salvado. Hoy día la salvación no está en el progreso ni en la técnica, sino en el retorno a Dios. El hombre, con su progreso y su técnica, se ha olvidado de Dios y está construyendo una civilización de muerte, que , poco a poco, se destruye a si misma. Por eso, la Madre tiene necesidad de voces que difundan la palabra de la Virgen. Esa palabra se está dando allí donde la Virgen se aparece. Hay que acoger esos mensajes sin miedo y llevarlos a toda la humanidad. Porque toda la humanidad se ha separado de Dios. La Virgen necesita de mensajeros que anuncien por doquier esa preocupada llamada materna al retorno al Señor. Este mensaje afligido de nuestra Madre es especial para estos tiempos, porque nuestros tiempos no son como los demás. Son disitntos, porque son los tiempos del gran castigo. Los tiempos del gran castigo significan que la maldad ha llegado a su techo y, por tando, la copa de la divina Justicia está colmada, repleta y rebosante. Con otras palabras, queda poco tiempo de Misericordia. Es decir, no es que no haya Misericordia en la Justicia Divina, sino que el tiempo de conversión se acaba porque la maldad predomina, porque el hombre no quiere convertirse, volver a Dios. Y, por tanto, crece el pecado, con un ritmo jamás visto antes, porque el hombre no desea quitar el pecado. Dios siempre va a querer salvar a sus hijos perdidos en el pecado. Pero cuando llegue ese momento en que la maldadf toque su techo, va a ser más difícil convertirse, porque será la hora de la maldad y, por tanto, la hora de la Justicia. Esto no significa que en esa hora no va a haber Misericordia. La habrá, pero no tendrá mucho efecto, porque predominará el castigo. Si los hombres en el tiempo de Misericordia que Dios está dando no quiere convertirse, menos se va aconvertir en el tiempo de la Justicia. Será demasiado tarde para muchos. Porque los corazones se endurecen con el pecado y siempre es más difícil el retorno a Dios. Hoy es un hecho que la iniquidad cubre toda la tierra. Que la Iglesia está oscurecida por la extensión de la apostasía y el pecado. Y, en consecuencia, para que el Señor haga triunfar su Misericordia, debe purificar a su Iglesia y a la humanidad con su fuerte acción de justicia y de amor. Por eso, vienen horas dolorosas y sangrientas. Y esas horas no están lejanas. La Madre nos avisa constantemente que ese castigo está más cerca de lo que imaginamos. Pero al hombre le cuesta creer, porque está agarrado a este mundo material que le impide ver lo espiritual. La Madre nos invita a mirar a los que están alejados,a los más pequeños, a los pobres, a los marginados, a los perseguidos, a los drogadictos, a los que se han hecho víctimas del dominio de Satanás. Porque la Virgen desea salvar a todos sus hijos y desea salvarlos a través de nosotros. Son esos pobre, enfermos, perseguidos, alejados, los que más tienen necesidad de la Misericordia Divina. Y en el tiempo del castigo esos deben ser protegidos, defendidos, ayudados y consolados. La Virgen nos pide en sus mensajes que vayamos a recoger a los más débiles, a los más pequeños, a los más frágiles, a los dolientes, a los más alejados y perdidos. Hay que ir por ellos y llevárselos a la Virgen. Porque estoson los tiempos de la Virgen. Es la Virgen la que está obrando en todas partes para que el hombre retorne a su Dios. Por tanto, son los tiempos del gran retorno. Sólo a través de la Virgen María se llega a Dios. Si Dios no hubiese enviado a su Madre, al hombre le hubiera sido imposible retornar a Dios. Pero ahí esta la Madre, que con su acción materna en todas la partes del mundo, hace que el hombre despierte de su pecado y vuelva a su Dios, que es siempre un Dios de Salvación. La Madre nos trae el Amor infinito del Padre que quiere ser deramado sobre toda la humanidad. El mensaje del Padre es hacer una nueva creación, donde no exista el pecado y donde se dé gloria a Dios Uno y Trino. También la Madre nos trae el triunfo de su Hijo Jesús. Jesús tiene que reinar en este mundo con su reino espiritual, nunca terrenal. En ese reino se manifestará con todo su augue la Misericordia Divina. Las almas buscarán a Dios y vivirán para él y todo lo que construyan en la tierra sólo servirá para alcanzar la salvación. Nunca más una civilizacíon en la que predomine la muerte y el pecado y la condenación como la nuestra. Jesús va a instaurar su Reino. Y la creación volverá a ser algo nuevo, donde Cristo será glorificado por todos. Y la Madre nos trae también el fuego del Espíritu Santo. Un fuego que todo lo abrasará y lo transformará; un fuego que santificará y renovará la tierra y todos los corazones. Que abrirá los corazones a una nueva realidad, la de Dios, la espiritual y que , por tanto, conducirá a todas las almas a una plenitud de santidad y de Gracia. Todos en ese tiempo glorificarán al Espíritu Santo porque nos llevará a todos al más grande amor al Padre y al Hijo. Podemos concluir que estos son los tiempos de la gran Misericordia porque en ellos se producirá el triunfo del Inmaculado Corazón.
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