San Simeón el Estilita hizo levantar una columna en la plaza de su pueblo. Luego, subió a ella para vivir en lo alto, lejos del mundo de los hombres.
La columna era muy elevada; sobresalía del techo de las casas y por encima de las agujas de la Catedral. Y, sin embargo, San Simeón no se sentía cerca de Dios.
-¡Señor!-clamó en su angustia. -¡Acércame a ti!
Y sucedió que, con esa plegaria, la columna se acortó un poco.
Siguió pidiendo San Simeón que Dios lo acercara a Él, y, conforme pedía eso la columna se iba haciendo más y más corta, hasta que un día el santo se encontró a ras del suelo, junto a los hombres de los cuales había querido separarse.
Entonces, San Simeón aprendió algo: mientras más cerca está el hombre de sus hermanos, más cerca está de Dios
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