Una voz grita en el desierto: «Preparad un camino al Señor: allanad en la estepa una senda a nuestro Dios; que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale». Que se allanen las diferencias y las desigualdades porque todos somos hijos de un mismo Dios y todos merecen un mismo trato. Que se levanten la justicia y la honradez, para que la verdad y el bien sean lo que brille en este mundo. Que se abajen las cimas del orgullo, las cordilleras de la arrogancia y de la soberbia para que la humildad nos haga más humanos. Que se enderece lo retorcido, las curvas de la mentira y la manipulación, los recovecos de las malas intenciones para que el corazón llegue a ser limpio y transparente. Que se igualen las asperezas de los hombres para que sea la ternura y la misericordia la que presida nuestras relaciones Que los caminos entre los hombres sean transitables, que por ellos circule el color verde de la vida y la persona vuelva a estar en el centro de la vida. Preparad el camino al Señor… Y TODOS VERÁN LA SALVACIÓN DE DIOS.
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