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General: JUAN 12:44,50 EL AGENTE DE DIOS EN EL MUNDO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: BARILOCHENSE6999  (Mensaje original) Enviado: 10/07/2011 03:16

El Agente de Dios en el mundo (Juan 12,44-50)

 

 

 

 

 

 

 

Escrito por Mario Morales

 

 

El discurso de los vv 44-50 es un discurso intemporal, ya que es un resumen de todos los discursos que Jesús ha dicho anteriormente.

[44]  Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; «Jesús gritó»: El verbo griego "ekraxen" traducido como "clamor o grito", solamente Juan lo usa y lo utiliza cuatro veces. Es una expresión del evangelista para señalar las declaraciones solemnes de Cristo.

«El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado»: Esta expresión de Jesús, que también se encuentra en los sinópticos (cf. Mt 10,40 [40]  «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado), reproduce la idea fundamental de varios discursos anteriores (cf. especialmente 5,24 [24]  En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida; 8,19.42 [19]  Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.» [42]  Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado). Jesús actúa en nombre de Dios, es su agente en el mundo, que no hace nada por su propia autoridad sino que obra en absoluta dependencia del Padre, y con la más total obediencia a ella. Por eso la fe en él es la fe en el Padre, a quien obedece y de quien ha recibido el sello, la más absoluta aprobación.

[45]  y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. (8,19 [19]  Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre»; 14,9 [9]  Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? Cree en Jesús, verlo, significa creer y ver al que lo ha enviado. Es el tema de la unidad: el Padre y yo somos una misma cosa. Jesús refleja a Dios, lo acerca al hombre, lo da a conocer, lo comunica.

[46]  Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. (3,19 [19]  Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas; 8,12 [12]  Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»; 9,5 [5]  Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo»). Jesús es la luz. La misión de Jesús es portadora de salud, de salvación. Vino para introducir la luz en el ámbito de las tinieblas, de la incredulidad, para que los hombres puedan creer en él y ser salvos.

[47]  Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. [48]  El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día;

«Si alguno oye mis palabras y no las guarda»: Este contraste  entre oír y hacer aparece también en la tradición sinóptica de las palabras de Jesús (Mt 7,26 [26]  Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena). Sobre el cometido de Jesús en el juicio y la naturaleza de este mismo juicio, cf 3,17 [17]  Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él; 8,15 [15]  Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie.

La suerte y destino del hombre se juega en el dilema fe-incredulidad. Dilema “fe-incredulidad” que tiene otro como contrapartida, “salvación-condenación”. El dilema gira en torno a la aceptación o rechazo de Jesús, en torno a su palabra. Jesús no vino para juzgar sino para salvar. Es la actitud mantenida frente a él la que juzga o salva. Por eso él mismo dice: [48]  “El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día”. Sobre la base judía de la creencia en la Ley: la Ley juzgará a los desobedientes en el último día. Jesús se presenta una vez más, sustituyendo y superando la Ley.

[49]  porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, cf. 5,30 [30]  Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado; 7,17 [17]  Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi cuenta. El principio de referencia en el juicio último será la palabra de Jesús, porque, desde el principio hasta el fin de su actividad, Jesús no ha enseñado nada por su cuenta, independiente del Padre. El Padre que le ha enviado, es la fuente de todo cuanto ha dicho. Por eso necesariamente tiene que haber una coincidencia absoluta en el veredicto último. La palabra de Jesús es la palabra del Padre, tiene, por tanto, la autoridad de Dios.

[50]  y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.» cf. 4,34 [34]  Les dice Jesús: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra; 6,68 [68]  Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna; 8,28 [28]  Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo; 10,18 [18]  Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre La venida de Jesús, su acción y su palabra, tenía un único propósito: comunicar la vida. Esto es presentado como el mandamiento que ha recibido del Padre.

 



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