Hechos 16:31,34: “Y ellos (Pablo y Silas) dijeron (al carcelero de Filipos): Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa... y (él) se regocijó por haber creído en Dios con todos los suyos.” Estos versículos son utilizados por los Trinitarios para “probar” que Jesucristo y Dios significan lo mismo. Notemos que al carcelero de Filipos se le anima a creer en Jesucristo, y luego el texto nos dice que él y su familia creyeron en Dios.
La lógica es interesante, pero no para este caso. En Juan 12:44 Jesús dice algo sumamente importante: “EL QUE CREE EN MÍ, NO CREE EN MÍ, SINO EN EL QUE ME ENVIÓ.” Siendo Jesús el Representante y Mensajero de Dios, al recibirlo a él, lo recibimos a Su Padre. Y Si creemos en Jesús, creemos también al Padre, quien le envió.
En Hechos 9:36-43 Pedro realiza un milagro al resucitar a la joven llamada Dorcas. En el verso 42 se informa que por este milagro de Pedro muchos “creyeron en el Señor”. ¿Diremos que San Pedro era el mismo Señor? Pues no, claro está.
Lucas 8:39: “Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él (el exorcizado) se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.” Aquí tenemos un caso semejante al anterior. En primer lugar: Es interesante lo que le dijo Nicodemo a Jesús, después de ver los milagros realizados por el Señor en las bodas de Caná. En esa ocasión había convertido el agua en vino excelente (Juan 2:1-11). La confesión de Nicodemo fue: “Rabí, sabemos QUE HAS VENIDO DE DIOS como MAESTRO; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, SI NO ESTÁ DIOS CON ÉL.” (Juan 3:2). Notemos que Nicodemo NO creyó que Jesús fuera Dios mismo por razón de sus milagros. Él admitió que Jesús era Maestro, y que Dios estaba con él dándole el poder para hacer maravillas.
En segundo lugar: En Juan 5:19 Jesús admitió que NO podía hacer nada por sí mismo, sino lo que veía hacer al Padre. Veamos Ahora el caso de Lázaro. Después de haberlo resucitado, Jesús ora: “Gracias te doy por haberme oído.” (Juan 11:41,42). Es claro que Dios obraba a través de Cristo, y así lo entendieron el exorcizado, y el mismo Evangelista Juan.
Juan 5:23: “Para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al hijo, no honra al Padre que le envió.” Pero: ¿Por qué tendríamos que honrar al Hijo como se honra al Padre? La respuesta está en el mismo verso: “el que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió.” ¡Aquí está la razón verdadera! Jesús debe ser honrado como si fuera el mismo Padre Dios, porque es Su Representante o Mensajero, o también, Su Embajador Real. Él vino como el Hijo del Rey...¡Un Príncipe, un Noble Real! Él es el heredero al trono del Reino de Dios. De modo que los honores que se le rinden a él deben ser los mismos como se le rendirían a Su Padre, el Rey.
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