RESPONSABILIDAD ANTE DIOS
Si el hombre tiene por naturaleza un ‘alma inmortal’, está obligado a tener un destino eterno en alguna parte, ya sea en algún lugar de galardón o de castigo. Esto implica que todos somos responsables ante Dios. Por contraste, hemos mostrado cómo la Biblia enseña que el hombre es por naturaleza como los animales, sin inmortalidad inherente. Sin embargo, a algunos se les ha ofrecido la perspectiva de vida eterna en el reino de Dios. Debiera ser evidente, que no todos los que han vivido resucitarán; como los animales, el hombre vive y muere, y se descompone en el polvo. No obstante, como habrá un juicio en el que algunos serán condenados y otros galardonados con vida eterna, tenemos que concluir que habrá una cierta categoría entre el género humano que resucitará a fin de ser juzgados y recompensados.
Si alguien resucita o no, depende de si es o no responsable como para ser llevado a juicio. La base del juicio que tendremos será según hayamos respondido a nuestro conocimiento de la palabra de Dios. Cristo explicó: "El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero" (Jn. 12:48). Aquellos que no han conocido o entendido la palabra de Cristo, y por lo tanto no tuvieron oportunidad de aceptarlo o rechazarlo, no serán responsables como para ser llevados a juicio. "Porque todos los que sin ley [sin conocer la ley de Dios] han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley [es decir, conociéndola] han pecado, por la ley serán juzgados" (Ro. 2:12). De modo que aquellos que no han conocido los requerimientos de Dios perecerán como los animales; en tanto que aquellos que a sabiendas rompen la ley de Dios tendrán que ser juzgados, y por lo tanto resucitarán para enfrentar ese juicio.
A la vista de Dios, "donde no hay ley, no se inculpa de pecado"; "el pecado es infracción de la ley"; "por medio de la ley es el conocimiento del pecado" (Ro. 5:13; 1 Jn. 3:4; Ro. 3:20). Sin tener conocimiento de las leyes de Dios según están reveladas en su palabra, "no se inculpa de pecado" a una persona, "y por lo tanto no será juzgada ni resucitará. Por consiguiente, aquellos que no conocen la palabra de Dios permanecerán muertos, como los animales y las plantas, ya que están en la misma situación. "El hombre que... no entiende, semejante es a las bestias que perecen" (Sal. 49:20). "Como a rebaños que son conducidos al Seol" (Sal. 49:14).
Tener conocimiento de los caminos de Dios es lo que nos hace responsables ante él por nuestras acciones y por consiguiente se requiere que resucitemos y comparezcamos ante el tribunal. Por lo tanto, se debe entender que no sólo los justos o los bautizados resucitarán, sino también todos aquellos que son responsables ante Dios por motivo del conocimiento que tienen de él. Este es un tema bíblico muy repetido.
- Juan 15:22 muestra que el conocimiento de la palabra conlleva responsabilidad: "Si yo [Jesús] no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado". Asimismo Romanos 1:20,21 dice que el conocer a Dios deja a los hombres sin excusa.
- "Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él... yo [Cristo] le resucitaré en el día postrero" (Jn. 6:44,45).
- Dios sólo "pasa por alto" las acciones de aquellos que genuinamente ignoran sus caminos (Hch. 17:30).
- Porque Belsasar supo que debía someterse a la superioridad de Jehová pero lo rechazó, por consiguiente fue castigado (Dn. 5:22).
- "Aquel siervo que conociendo la voluntad de su Señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco [es decir, permanecerá muerto] porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá" (Lc. 12:47,48). ¿Y cuánto más hará Dios?
- "Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado" (Stg. 4:17).
- La especial responsabilidad de Israel ante Dios estaba en las revelaciones que les dio de sí mismo (Am. 3:2). "Yo también os destinaré a la espada, y todos vosotros os arrodillaréis al degolladero, por cuanto llamé, y no respondisteis; hablé, y no oísteis, sino que hicisteis lo malo" (Is. 65: 12).
- Debido a esta doctrina de responsabilidad, "mejor les hubiera sido [a aquellos que después se apartaron de Dios] no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado" (2 P. 2:21). Otros pasajes pertinentes incluyen: Jn. 9:41; 3:19; 1 Ti. 1:13; Os. 4:14; Dt. 1:39.
Como el conocimiento de Dios nos hace responsables ante el tribunal, es lógico que aquellos sin este conocimiento no resucitarán en vista de que no tienen necesidad de que se les juzgue porque su falta de conocimiento los hace "semejantes... a las bestias que perecen" (Sal. 49:20). Hay amplias indicaciones de que no todos los que han vivido resucitarán:
- La gente de la antigua nación de Babilonia no se levantará después de su muerte porque no conocieron al verdadero Dios (Jer. 51:39; Is. 43:17).
- Isaías se animaba a sí mismo: "Jehová Dios nuestro [de Israel], otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros [por ejemplo, los filisteos y los babilonios]... Muertos son, no vivirán [otra vez]... no resucitarán... deshiciste todo su recuerdo" (Is. 26:13,14). Note aquí el triple énfasis en que ellos no resucitarán: "No vivirán [otra vez]... no resucitarán... deshiciste su recuerdo". Por contraste, Israel tenía la perspectiva de la resurrección en razón de su conocimiento del verdadero Dios: "Tus muertos [de Israel] vivirán; sus cadáveres resucitarán" (Is. 26:19).
- Hablando del pueblo de Israel de Dios, se nos dice que al regreso de Cristo "muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna y otros para vergüenza y confusión perpetua" (Dn. 12:2). De modo que "muchos", pero no todos los judíos resucitarán debido a su responsabilidad ante Dios como su pueblo escogido. Aquellos que sean totalmente ignorantes de su verdadero Dios "caerán y nunca más se levantarán" en vista de que no pueden encontrar "la palabra de Jehová" (Am. 8:12,14).
Ahora hemos aprendido que
1. El conocimiento de la palabra de Dios conlleva responsabilidad ante Él.
2. Sólo los responsables resucitarán y serán juzgados.
3. Por lo tanto, aquellos que no conocen al verdadero Dios permanecerán muertos como los animales.
Las implicaciones de estas conclusiones dan un fuerte golpe al orgullo humano y lo que naturalmente preferiríamos creer: los millones de personas, tanto en el presente como en toda la historia, que han sido ignorantes del verdadero evangelio; aquellos discapacitados mentales, que no pueden comprender el mensaje de la Biblia; bebés y niños pequeños que murieron antes de tener edad suficiente para reconocer el evangelio; todos estos grupos caen dentro de la categoría de aquellos que no han tenido el verdadero conocimiento de Dios y por lo tanto no son responsables ante Él. Esto significa que no resucitarán independientemente del nivel espiritual de sus padres. Esto va completamente contra la esencia del humanismo y contra todos nuestros deseos y sentimientos naturales; no obstante, una verdadera humildad hacia la verdad definitiva de la palabra de Dios, unida a una opinión adecuadamente humilde de nuestra propia naturaleza, nos llevará a aceptar la verdad de esto. Un franco examen de los hechos de la experiencia humana, incluso sin la guía de la Escritura, nos llevará también a la conclusión de que no puede haber esperanza de vida futura para los grupos ya mencionados.
Poner en duda los caminos de Dios en estos asuntos es un craso error: "Oh, hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?" (Ro. 9:20). Podemos admitir nuestra incomprensión, pero nunca debemos acusar a Dios de injusticia. La implicación de que Dios puede, en alguna forma, ser cruel o estar equivocado hace accesible la horrible posibilidad de un Dios Todopoderoso, Padre y Creador, que trata a sus criaturas de un modo irrazonable e injusto. El relato del fallecimiento del hijo pequeño de David es una útil lectura. 2 S. 12:15-24 relata cómo David oró mucho por el niño mientras estaba vivo, pero realísticamente, aceptó la irreversibilidad de su muerte: "Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver?... Él no volverá a mí". Entonces David consoló a su esposa, y tuvieron otro hijo lo antes posible.
Finalmente, tiene que decirse que muchas personas al captar este principio de responsabilidad ante Dios, sienten que no desean adquirir más conocimiento de Él si han de ser responsables ante Él en el juicio. No obstante, hasta cierto punto es probable que tales personas ya sean responsables ante Dios, en vista de que su conocimiento de la palabra de Dios los ha hecho conscientes del hecho de que Dios está obrando en sus vidas, ofreciéndoles una verdadera relación con Él. Siempre se debe tener presente que "Dios ES amor", que Él no quiere que "ninguno perezca", y que "ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (1 Jn. 4:8; 2 P. 3:9; Jn. 3:16). Dios quiere que estemos en su reino.
Semejante honor y privilegio inevitablemente conlleva responsabilidades. No obstante, éstas no tienen como propósito ser demasiado pesadas u onerosas para nosotros. Si verdaderamente amamos a Dios, apreciaremos que su ofrecimiento de salvación no es un galardón automático por ciertas obras, sino un cariñoso deseo de su parte por hacer todo lo que Él pueda por sus hijos para concederles una vida eterna de felicidad, cuando ellos reconozcan el maravilloso carácter de Dios.
En la medida que reconozcamos y oigamos el llamado que nos hace Dios por medio de su palabra, nos daremos cuenta de que mientras caminamos entre la multitud, Dios está observándonos con especial intensidad, buscando ansiosamente señales de nuestra respuesta a su amor, más bien que estar esperando que fracasemos en vivir a la altura de nuestras responsabilidades. Nunca aparta esa amorosa vigilancia de nosotros; nunca podemos olvidar o anular nuestro conocimiento de Él a fin de satisfacer a la carne, libre de responsabilidad ante Dios. En cambio, podemos y deberíamos regocijarnos en la especial cercanía que tenemos con Dios, y así confiar en la grandeza de su amor, para que siempre procuremos saber más de Él en vez de menos. Nuestro amor por los caminos de Dios y deseo de conocerlos, de manera que podamos copiarlo más fielmente, debería superar nuestro natural temor a Su suprema santidad.