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ASTROTEOLOGIA-EVANGELIO EN LAS ESTRELLAS: CICLOS PLANETARIOS (JUPITER-SATURNO,ETC)
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De: BARILOCHENSE6999  (Mensaje original) Enviado: 24/10/2011 16:16

CICLOS PLANETARIOS

La humanidad del siglo XXI está ante el reto de aceptar los fenómenos de sincronicidad (C.J Jung) y analogia de eventos celestes y terrestres: tránsitos, ciclos planetarios, como experiencias internas y externas de una causa más alejada aún de nuestra conciencia. La humanidad puede sintonizar con el Universo y reconocer al menos que es materia-energia en expansión y contracción cósmica y pulsante, vivo como la Tierra; o seguir imponiendo el control y la idea de inconsciencia, sin alma, sin vida, reducida a pura contingencia y acabar por convertir al planeta Tierra en un gran vertedero.

Sincronicidad es la simultaneidad de dos o más eventos en el tiempo sin relación causal aparente.

Analogía significa que el universo que observo y en el que me siento incluído es reflejo, a escala cósmica, de lo que soy en mi interior (reflejo o espejo de fuerzas planetarias que se constelan en la psique humana). Aceptar esa ley de semejanza y reconocer la co-rresponsabilidad con el cielo nos abre una dimensión desconocida que, no solo abraza los fundamentos de la física (mecánica cuántica), sino que predispone a la humanidad a vivir dentro del Universo de universos (sistemas) en gran armonía.

Eso es posible si el ser humano respeta y sigue los ritmos naturales de la madre Tierra y reconoce los momentos críticos, fases de los ciclos planetarios, como imágenes reflejadas del alma (estado de ánimo) de la humanidad o anima mundi y de sí mismo, por formar parte de ella.

Si ciclos, planetas y sus relaciones representan símbolos arquetípicos de la dinámica existencial del ser humano universal, mitos sobre dioses y héroes que han conmovido desde siempre a la humanidad, acaso sea oportuno orientarse al significado universal del arquetipo combinado que representa el inicio de un ciclo de dos planetas y del significado de las fases de máxima tensión (cuadratura) y máxima oposición al espíritu en el cual se inició el ciclo. El conocimiento de los ciclos, como el que tiene el campesino de las estaciones y lunas, deviene la inmensa experiencia de ser cuidado por el Universo y de gozar tanto de la co-creación como de la madre naturaleza.

El nuevo grado de libertad que puede hacer uso la humanidad del s.XXI es recoger el legado más valioso de su civilización (incluido el de la era de Aries) y ponerlo a disposición del mundo entero, y esto ya se está haciendo al existir “la red” (internet) que nos conecta con todo y con todos. El conocimiento de las co-relaciones de los ciclos y el tipo de acontecimientos en la conciencia y en la historia de la humanidad, a partir del significado de las combinaciones de dos o más arquetipos, otorga una nueva dimensión en la comprensión de su evolución. Ser conscientes de estos ciclos y orientarnos al tipo de mensaje arquetípico que subyace en ellos significa poder o llegar a ser co-creadores con el Universo.

Decidir fluir con los ciclos planetarios es un acto de responsabilidad después de aceptar su inexorabilidad. Aquí radica el ejercicio de la libertad humana y que se concreta en descubrir el significado del arquetipo y el tipo de relación que guarda el hombre con el cosmos. A medida que destaque aquello que observo arriba en el cielo y lo relacione con lo que sucede en la tierra, aquello que pasa en mi interior y en mi exterior, porque no me deja indiferente, y decido hacerme preguntas sobre el mensaje y la co-respondencia astral, estaré en la mejor disposición para sintonizar con el universo y comprender mejor el cosmos y sus designios.

Si hago síntesis de los arquetipos planetarios que entran en relación y los remito a mi interior, no solo pulso con el Universo al reconocerlo, sino que puedo hacer entrega a la sociedad de una expresión creadora de aquellos símbolos cuyos arquetipos se anuncian en el cielo y resuenan en mi carta natal. Todo ello no es más que otro acto de puro libre albedrío como es el regresar y sintonizar con los ciclos naturales y patrones del universo.

El ritmo del desarrollo individual (y psicológico) debería armonizar con los ritmos de los ciclos planetarios, los cuales no revelan hechos concretos, más bien indican qué tipos de experiencia deben atraer la atención al yo para una mayor realización en la vida. A diferencia de los tránsitos que devienen indicadores simbólicos de la activación de algo en nuestro interior que exige reconocimiento y espacio en nuestra vida, en especial si antes fue sofocado.

Ciclos planetarios en la actualidad

Se evidencia que las fases de un ciclo planetario particular coinciden con periodos en que el complejo arquetípico correspondiente se manifiesta de manera clara, definida y fácil de distinguir, esto significa que según la fase expresará su significado y su esencia en la psique colectiva con concentración de eventos/sucesos arquetípicamente apropiados y aunque el aspecto termine, ese mismo impulso continuará activo. Cada vez que dos planetas hacen conjunción se produce una activación del complejo arquetípico asociado con fenómenos políticos y culturales claramente relacionados con periodos anteriores de ese mismo ciclo. La nueva activación indica que todo lo desplegado desde el inicio de ciclo (última conjunción) ha sido absorbido y con el ingreso del nuevo ciclo (y signo) se instala la promesa de integrar una versión más de ese símbolo arquetípico.

Actualmente estamos bajo un potente reflejo del elemento TIERRA a raíz de los ciclos de Urano-Neptuno en Capricornio de 170 años, de Urano–Plutón en Virgo de 127 años, de Saturno-Neptuno en Capricornio de 36 años y aún de Júpiter-Saturno en Tauro de 20 años desde 2000. Así que la humanidad está inmersa en uno de los periodos más terrenales de los últimos siglos y no será hasta 2020-21 que se iniciará un nuevo ciclo de ciclos de Júpiter-Saturno y cuyas conjunciones se producirán en signos de AIRE en lugar de hacerlo en TIERRA.

Esos ciclos de Urano, iniciados en Tierra, prometen cambios radicales en valores, conceptos y procesos en relación a lo material, la realización, el trabajo y la productividad de la era industrial (últimos 200 años). Esa nueva visión está proliferando sobretodo desde la última conjunción con Neptuno (Capricornio) en 1992/93.

La cuadratura Urano-Plutón de 2012-20 indicará no solo un importante avance y desarrollo de los impulsos culturales y dinámicas arquetípicas que surgieron en los años 60-70, sino que surgirán tensiones con el orden establecido. El ciclo Júpiter-Urano (14 años) por ser el ciclo de menor duración de los ciclos sociales suele ser el más intenso (al menos durante 14 meses), cuyos “efectos” estamos notando, especialmente desde la última conjunción en Piscis en Diciembre de 2010, durante un eclipse lunar.

Júpiter-Urano presenta la configuración cíclica más rica en el registro cultural e histórico humano. Júpiter magnifica y aporta cualidad de expansión y de elevación a los significados de Urano, garantizando el éxito por hacerlo fructificar, mediando en favor del crecimiento, la realización y enriquecimiento. Son periodos de hallazgos y descubrimientos, de elevación cultural y revolución, revueltas populares de expansión inesperada, irrupción de movimientos populares con gran impulso de la creatividad y el cambio radical.

Así que la presente década va a ser especialmente uraniana. En la primera mitad las actitudes de rebeldía y del resto de significados de Urano serán activados por la expansión de Júpiter, y en la segunda mitad de la década por la fuerza de destrucción y posterior reconstrucción y generación de Plutón. En seis meses de 2011 se ha desencadenado la primavera árabe, el movimiento 15 M en Europa y se han descubierto nuevos tratamientos para diversos cáncer, además de aparecer el I cloud…

El ciclo de los grandes planetas

La conjunción de Saturno y Júpiter se produce cada 20 años. Los ciclos de los gigantes Júpiter y Saturno simbolizan periodos de expansión y contracción sociales de la historia. Algo viejo y gastado es destronado y a la vez irrumpe una energía nueva sin que pueda evitarse un ligero caos justo antes de que ese algo nuevo y joven emerja.

El aspecto de cuadratura (partil en 2014) es una relación difícil si se pretende lograr que armonicen los intereses que ambos planetas defienden, pero es precisamente en el inicio de un ciclo, cuando la conjunción se produce, que surge la posibilidad de obtener resultados concretos y visibles de la resolución de tal interacción o relación astral respecto al signo y elemento con que se inició la etapa precedente.

La duración del ciclo Júpiter-Saturno a lo largo del Zodiaco es de 800 años, pues se contabilizan hasta 10 conjunciones consecutivas antes de que se produzcan en el elemento siguiente (orden de la rueda del Zodiaco) hasta completar los cuatro elementos. Han de transcurrir 200 años para que las conjunciones dejen de producirse en un mismo elemento y hacerlo en el siguiente. De modo que, en sincronía con las conjunciones y por analogía, cada 200 años la visión del yo consigo mismo y en relación con la sociedad en la que vive pasa por cambios profundos y todo ello se traduce inevitablemente en radicales y poderosos cambios generacionales.

En ocasiones la humanidad entera, se ve abocada a una gran transformación, atravesando una situación en que la única salida es el cambio de paradigma. Por supuesto tales cambios se relacionan con el ingreso de la conjunción de estos planetas al nuevo elemento (ciclo de 200 años), pero en esta ocasión la conjunción de Júpiter con Saturno es especialmente significativa por ser inminente el cambio de era al pasar el punto Vernal del signo de los Peces al signo del Aguador, un cambio que sucede solo una vez cada 26000 años con tal fuerza y vigor. Así que cabe esperar un persistente e intenso proceso transformativo cuyo periodo de transición ocupará la mayor parte del siglo XXI, siendo por ello, el siglo más singular del ciclo de las eras.

La ultima conjunción entre estos dos planetas se produjo en 2000 en el signo terrestre de Tauro y aunque la próxima conjunción será aplicativa durante 2020 en Capricornio, no será partil (exacta) hasta 20 de Diciembre de ese mismo año entre 0º y 1º de Acuario. Lo extraordinario de esa conjunción es que sucede por primera vez después de 600 años de no hacerlo en un signo de aire. Nos damos cuenta de que hace algo más de 400 años Europa se preparaba para el colosal y fructífero advenimiento de lo que acabó por denominarse renacimiento.

Es a partir de 1800 en que tales conjunciones se han venido produciendo exclusivamente en signos de tierra (excepto en 1980 a 1º Libra) que dio lugar a la ilustración, la química de Lavoisier, la metalurgia, larevolución tecnológica y el desarrollo de lo que hoy día se conoce como era industrial, la cual ha generado el materialismo del mundo moderno.

Cuando el ciclo de conjunciones deje de producirse en signos de tierra y se haga en signos de aire, para entonces el mundo estará preparado para recibir el nuevo paradigma de conocimiento, de libertad, de paz y justicia, atributos de aire. Y eso porque la humanidad ya habrá empezado a despojarse de los valores que han marcado los últimos siglos como el poder sobre la materia, el dinero, las posesiones, el egoísmo, el consumo compulsivo y desenfrenado, la productividad intensiva, la obsolescencia programada, degradando el significado del servicio y del trabajo, y elevando la competitividad por encima del derecho laboral y familiar, todo ello a causa del miedo que embarga a la humanidad, una inseguridad sobrevenida del ego por su incapacidad de recibir luz del entendimiento y de albergar sabiduría mental y espiritual.

El ingreso del ciclo de conjunciones en el elemento aire 800 años después de que sucediera por última vez, anuncia el ingreso definitivo de la humanidad en la era de Acuario. Es lícito suponer que este ciclo sea siempre el detonante para la instauración en pleno derecho del mensaje que ofrece cada una de las doce eras a la humanidad (a través de un avatar: Jesús al inicio de la era de Piscis). Las eras conforman el ciclo de precesión (en retroceso) de los equinoccios respecto a las estrellas fijas (zodiaco) al que Platón, conocedor del tercer movimiento de la Tierra después de la rotación y traslación, denominó “gran año” de 26.000 años de duración.

Así que hace más de 4000 años las estrellas fijas que decoraban el fondo del cielo del Sol en un 20 de marzo (punto vernal) ocupaban la constelación de Aries, sin embargo a causa de esa precesión hace 2000 años el cielo que podían ver los astrólogos el primer día de primavera detrás del Sol era Piscis. Pues bien, ahora es necesario conocer qué constelación estará detrás del Sol el 20 de Marzo de 2021, en el que cabe esperar una declinación del Sol próxima a 1º de acuario. Si no es así, lo que se puede asegurar con certeza es que antes de 2200 (fin del periodo de conjunciones de Júpiter-Saturno en signos de aire), la constelación detrás del Sol ese día será Acuario y para entonces las promesas y atributos del aguador estarán instalados en la conciencia de la humanidad.

De todos modos, sea Piscis o Acuario esa constelación en el equinoccio de primavera de 2021 en realidad no importa, la buena noticia es el privilegio de ser testigos de uno de los siglos más exquisitos de los 260 que forman el periodo de precesión de equinoccios, el gran ciclo de las eras. Actualmente, dentro del proceso evolutivo que simboliza el “año de las doce eras”, la humanidad está a 10 años de ocupar y por 200 años más este punto de inflexión del gran ciclo (un periodo de cambios muy rápidos), el único “momento” del ciclo en que el proceso evolutivo de la humanidad pasa de la era oscura de Piscis a la más luminosa del Zodiaco la era de Acuario. Eso significa un cambio de paradigma radical, necesario y asumible si toda la humanidad apuesta por lo desconocido. Para ello debe y necesita soltar todo lo que signifique lastre que le impida ocupar un estado de “menor densidad y de mayor expansión.

Así que el siglo XXI es y será el periodo de transformación más contundente que podamos imaginar ya que se producen simultáneamente en el tiempo dos transiciones: la debida al cambio deelemento de las conjunciones de Júpiter y Saturno al pasar de signos de tierra a signos de aire (en acuario).y la transición del punto vernal (longitud del Sol en el equinoccio de primavera)del signo de Piscis al de Acuario. Esta “co-incidencia” en el tiempo, este doble ingreso en acuario en ciclos distintos va a generar resonancia e inevitablemente promete cambios de estado en los seres humanos y por extensión transformaciones en todas las sociedades y naciones del mundo.

Simbólicamente, cuando las conjunciones de Júpiter y Saturno pasan de sólido (signos tierra) a gas (signos aire) piden transformación o cambio de estado, al igual que sucederá con el paso del punto vernal del signo de agua de Piscisa otro de aire de Acuario, del hombre arquetípico del Pez (que se mueve en aguas instintivas y sensitivas de la vida y se redime por la fe) al Aguador (Ser que se libera de su animalidad y se redime por la luz del conocimiento).



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De: BARILOCHENSE6999 Enviado: 24/10/2011 16:21
 

Los aztecas tenían dos calendarios. Uno, basado en el año solar, estaba dividido en 18 períodos de 20 días,     que totalizaban 360 días, con un resto de 5 días no computados y sin nombre, a los que llamaban nemontemi, que se traduce libremente como "ellos contemplan provechosamente la cuenta del año". Los 20 días son las huellas de los dioses, representaciones simbólicas de la peregrinación espiritual del hombre, 20 pasos subiendo y bajando una escalera, a partir de su vida en el seno materno en el primer día y del nacimiento en el segundo día, a través de los estados de la vida que conducen hacia la muerte en el sexto día. En el día séptimo el peregrino vence a la muerte, y entonces debe descender en el averno, del que empieza a ascender el día duodécimo, subiendo peldaño tras peldaño y día tras día hasta unificarse con la divinidad en el día vigésimo y final. De manera que el número 20 es de conclusión y realización o sea, de plenitud, y adecuado para organizar la estructura interior del año, puesto que éste es la conclusión del ciclo del sol. Cada período de 20 días formaba un ciclo ritual que en el día vigésimo culminaba en un festival. Cuatro años de este calendario solar se combinaban para constituir un año divino, cuyo término era celebrado con minuciosos rituales dedicados a Quetzalcóatl.

El segundo de los dos calendarios tenía como base el año sagrado (tonalpohualli), que incluía el número de la conclusión, el 20, y el número 13, para totalizar un año de 20 x 13 = 260. El 13 es un número sagrado y su uso conciliaba simbolismos cosmológicos y temporales: el cosmos azteca cuenta 12 cielos uno encima del otro, los cuales, junto con el nivel de la tierra, forman 13 niveles que conducen hasta la cima celeste y la morada del Dios del Cielo. El ciclo formado por 20 x 13 = 260 días se reflejaba en un ciclo mayor formado por períodos de 20 años determinados por la conjunción de Júpiter y Saturno. Un ciclo mayor, de 260 años, era el constituido por trece de estos ciclos de Júpiter-Saturno, de 20 años, cada uno con un carácter específico determinado por la serie de ángulos formados por los dos planetas.

 

Tonalpohualli significa "cómputo de días-signos" y el año sagrado de 260 días resultaba de la rotación de los números 1 a 13 en un conjunto de 20 días-signos, repitiéndose ambos conjuntos en un orden determinado e inmutable. Los dos ciclos se engranan como si fueran dos ruedas dentadas, una de 13 dientes y la otra de 20 dientes, que giran formando diferentes combinaciones de números y días-signos, con una combinación que se repite cada 13 x 20 = 260 días (Figura nº 1). Se consideraba que cada día aislado, correspondiente al ciclo de 260 días, era un dios individual, de augurio bueno o malo, auspicioso o poco propicio. El día de nacimiento de una persona era su día-signo (tonalli), que determinaba muy minuciosamente su destino. El año sagrado era una "danza de los dioses, una 'contradanza' cuyas incesantes uniones y separaciones producían toda clase de significados y combinaciones de significados posibles."

Los conjuntos de 13 números y 20 días-signos se combinan para totalizar el año sagrado de 260 días. A su vez, este ciclo se combina con el ciclo de 365 días del año solar para totalizar una unidad temporal de 52 años llamada "el nudo, o el haz, de años" (xuihmolpilli), simbolizado con un nudo (Figura nº 2); esto indicaba que el año de 52 años había sido atado, en referencia a la costumbre de marcar el paso de cada año separando una vara hasta juntar 52 y formar con ellas un haz, sepultándolas ritualmente.

 

El número 52 se obtiene fusionando los años solares y sagrados, cuyos primeros días coincidentes se vuelven a unir después de transcurridos 52 años naturales. El final del ciclo de 52 años marcaba también la coincidencia de varios otros ciclos temporales, el más importante de los cuales era el tránsito de medianoche de la constelación de las Pléyades atravesando el cenit. El fin del ciclo de 52 años y el comienzo del siguiente marcaba el más importante de los festivales aztecas, el de la Unión (o Aglutinación) de los Años. El final del ciclo era un tiempo de pavor, en el que era posible que el final del ciclo fuera el fin del cosmos. El paso de las Pléyades por el cenit a medianoche señalaba que el mundo continuaría durante otros 52 años. Tan pronto las Pléyades atravesaban el cenit, los sacerdotes arrancaban el corazón a un cautivo destinado al sacrificio y lo ofrendaban al Dios del Fuego. Ponían un brasero sagrado en la cavidad del cuerpo de la víctima y el sacerdote oficiante encendía fuego en él haciendo girar rápidamente una vara encendida que tenía en las manos. El fuego así encendido se usaba para dar pábulo a una gran fogata, señalando a las multitudes que habían abandonado la ciudad y aguardaban en las colinas de los alrededores que el mundo continuaría durante otro ciclo. El cadáver del sacrificio era arrojado al fuego, rememorando el sacrificio del dios Nanahuátl, quien se arrojó al fuego para que el sol pudiera nacer de sus cenizas. El fuego se repartía desde el templo central a todos los otros templos y viviendas. El nuevo ciclo de años empieza cuando las Pléyades atraviesan el cenit. El momento de ese tránsito es simbólicamente el Presente exacto a partir del cual se desenvuelven los ciclos del tiempo. A las Pléyades se las identificaba mítica y simbólicamente como el centro supremo de los cielos. Ellas eran las prístinas progenitoras del cielo nocturno y de todas las estrellas, y el origen del ciclo agrícola. Eran el equivalente celestial del hogar situado en el centro de la casa, señalando el eje del mundo que unía el plano terrestre con el punto cenital de la bóveda celeste. La constelación de las Pléyades se identifica con Xiuhteuctli,  el Anciano Dios del Fuego, el Señor del Hogar, el Señor del Tiempo y el Señor del Año Solar, el dios que mora en el centro del universo, en el centro de los ejes cardinales. Es el Padre Anciano, a quien se lo representa demacrado, con barba, profundas arrugas y encorvado por la edad. Es el más viejo de los dioses,  y también el padre y la madre de ellos, el dios a quien siempre se tributó el primer sacrificio. Es el dios de las renovaciones y los comienzos: el hecho de reencender el fuego cada día, al amanecer, en el hogar doméstico vuelve a hacer patente su perenne renovación temporal. Fue el único de los dioses a quien los cuatro grandes cataclismos del pasado no destruyeron y por eso le llaman Señor de los Cuatro Tiempos.

Xiuhteuctli, identificado con las Pléyades del cenit, es el centro del espacio y del tiempo. Se divide en cuatro avataras, cuyos colores son azul, amarillo, blanco y rojo, y que gobiernan las cuatro direcciones. El eje de Xiuhteuctli recorre el centro de todo el universo desde el hogar situado en el centro del país de los muertos y atraviesa los fuegos en las viviendas de los hombres en la tierra hasta llegar al cenit celeste. Habitaba en el hogar de todas y cada una de las cosas. Su hogar estaba en el centro de este mundo y también en el centro de cada uno de los trece cielos que están encima de él, y además en el centro de los nueve avernos que están debajo. Como Señor del Fuego Central, es el dios central entre los Nueve Señores de la Noche, quienes gobiernan sucesivamente las noches. Los nueve Señores forman una serie de direcciones: Xiuhteuctli, quien comienza el ciclo, ocupa el centro, y dos dioses se hallan en cada una de las cuatro direcciones alrededor de él.Cada nuevo ciclo de nueve noches comienza con una dedicación a Xiuhteuctli, la cual representaba un regreso al centro antes de desplegarse el ciclo siguiente.

 

Los ciclos del año de 360 días y del año de 260 días se combinan aun con otro ciclo, el de Venus, que dura 384 días. Este ciclo empieza con la salida helíaca de Venus, en el Este, como la Estrella Matutina. La Estrella Matutina sale durante unos 240 días, elevándose cada mañana más temprano y menguando su brillo a medida que se aleja cada vez más del sol. Si bien desaparece frente al sol durante unos 90 días, vuelve a aparecer como Estrella Vespertina durante otro lapso de unos 240 días, aumentando constantemente su brillo, y luego desaparece una vez más en el sol durante unos 14 días, cuando reaparece, elevándose helíacamente y comenzando el ciclo siguiente. El ciclo completo consiste en dos prolongados períodos: en el primero, la Estrella aparece sobre el sol matutino en el Este, y en el segundo aparece en el crepúsculo vespertino en el Oeste. Estos dos períodos de aparición están separados por períodos de invisibilidad. A diferencia de los demás planetas, Venus no parece moverse independientemente por la bóveda celeste sino que se desplaza como si el sol lo atara con una invisible cuerda elástica. Su relación solar concuerda con el mito que lo identifica con el dios que resucita de las cenizas del sol.

 

El ciclo de Venus se combina con otros ciclos en intervalos periódicos. Después de cinco años de Venus, su ciclo coincide con el ciclo solar, puesto que 5 x 584 es igual a 8 x 365 = 2.290 días. O sea, que 5 años sinódicos de Venus equivalen a 8 años solares.El mismo día-signo y el mismo número sólo ocurren nuevamente cada 65 ciclos de Venus, o sea, 65 x 584 = 37.960 días, la cantidad de días de 104 años solares, lo cual equivale a dos "atados" (o haces) de 52 años. El ciclo solar de 365 días, el ciclo sagrado de 260 días y el ciclo de Venus coinciden después de haber transcurrido dos "siglos" de 52 años.

 

Las desapariciones y reapariciones de Venus son las analogías estelares del mito de Quetzalcóatl-Kukulcan. El planeta Venus es Quetzalcóatl, "La Serpiente-quetzal" o "La Serpiente Emplumada", denominación cuyo significado puede también interpretarse como "los gemelos preciosos", con referencia a las dos apariciones del planeta que semejan estrellas gemelas. La Estrella Matutina es Quetzal, "La Preciosa". Una versión del mito de Quetzalcóatl cuenta cómo él se arrojó a una pira funeraria compungido por haber roto con su estado de castidad estando ebrio. Su corazón se elevó desde las cenizas, remontándose hacia el cielo hasta convertirse en la Estrella Matutina. Otra versión cuenta que, después de morir y antes de resucitar y ascender a su trono en el cielo, en el que reina como el planeta Venus, Quetzalcóatl permaneció invisible durante varios días mientras vagó por el averno. Venus, la Estrella Matutina que nace en el Este y después desaparece antes de reaparecer en el oeste como la Estrella Vespertina, cruza el universo tal como lo hace una nave por el agua. El paso a través del cosmos significa el paso de la muerte hacia el renacimiento. La salida helíaca de la Estrella Matutina en el Este es de mal augurio. Por ello, cuando Quetzalcóatl reaparece después de estar en el averno, arroja al cielo sus lanzas y sus rayos luminosos. Si atraviesa con sus lanzas a un dios, los dones que éste confiera se perderán por ese año; si atraviesa con ellas a la Diosa de las Aguas, habrá sequía; y si hiende al Dios de los Laberintos, entonces fracasarán las cosechas. Cada víctima significa algún aspecto de la vida diaria.Esto se halla ilustrado en la Tabla de Venus del Códex de Dresden, en cuyas páginas hay imágenes en las que Venus desaparece antes de su salida helíaca y en las que Quetzalcóatl atraviesa víctimas con las lanzas de sus rayos luminosos en el cielo del amanecer, y que tal como se lo presenta son de mal augurio.  Adrian Snodgrass. Traducción: Héctor V. Morel



 
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