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POLITICA ARGENTINA/INTERNACIONAL: Triple a: La responsabilidad de Perón ENCUBRIMIENTO POS MORTEM
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من: BARILOCHENSE6999  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 04/11/2011 18:24
 

Triple a: La responsabilidad de Perón ENCUBRIMIENTO POS MORTEM

La muerte de Perón no trajo ningún inicio es mas con Perón ya en su segundo periodo ya reprimía trabajadores al igual que Isabel no hizo nada para evitar el golpe en el 55. Ocurrió el 8 de octubre de 1973. Los 8 de octubre, sabido es, se conmemora oficialmente el nacimiento del general Perón, aunque la fecha y el lugar de su natalicio nunca se conocieron con certeza; él mantenía con su pasado vínculos oscuros y secretos.

 

 

Esa noche, cuando faltaban cuatro días para que Perón asumiera la Presidencia por tercera vez en su vida, su jefe personal de seguridad, el teniente coronel Jorge Osinde -antiguo represor y torturador en tiempos de la siniestra Seguridad de Estado, en los primeros años ‘50- le organizó al general un agasajo muy peculiar en la casona que el PJ le había comprado a su líder, en la calle Gaspar Campos de Vicente López.

Se trató de una comida a la que asistieron casi 500 suboficiales del Ejército y un equipo numeroso de matones civiles, entre ellos uno de los primeros integrantes de la Triple A: Saturnino Castro (a) “El Potrillo”, cuyo hijo Jorge, militante del ERP y sobreviviente de aquellos días, dio testimonios extensos y minuciosos sobre las actividades criminales de su padre.

Otro miembro fundador de la Triple A, el ex teniente primero Horacio Salvador Paino, también relató lo sucedido esa noche en Gaspar Campos ante la Cámara de Diputados de la Nación (véase, por ejemplo: Del Frade, Carlos: “Los prólogos”, en Argenpress, 25/12/06).

Perón habló a sus invitados en tono de arenga, ejerció sobre ellos una fuerte presión política: les dijo que los necesitaba, que le resultaba imprescindible tener con él a suboficiales del Ejército Argentino y a “civiles leales” para cumplir las tareas “que el momento exige”.

De aquellos 500 militares, sólo se quedaron unos 200 para una reunión posterior, ya de madrugada. A ellos, Perón les dijo: “Después Lopecito (por José López Rega) se va a encargar de organizarlos”.

Esa noche, oficial y personalmente, Perón dejó inaugurada la Alianza Anticomunista Argentina, que en un primer momento no se llamó así sino “Comando Libertadores de América”.

Primeros crímenes

Aquella banda comenzó a operar enseguida, en ese mismo octubre de 1973, con los asesinatos del periodista José Colombo, en San Nicolás, y del dirigente peronista Constantino Razzetti, en Rosario; no, como sostiene en su resolución el juez Norberto Oyarbide -viejo cuadrito del catolicismo integrista y hombre de la Policía Federal, con cuyos “grupos de tareas” estuvo vinculado durante la dictadura- el 21 de noviembre de ese año, cuando atentaron con bomba contra el entonces senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, a quien no lograron asesinar pero sí hirieron de gravedad. De todos modos, ese ataque se produjo ya bajo gobierno de Perón, a quien Oyarbide evita mencionar.

Empero, la estructura de esa organización criminal no descansó básicamente en aquellos suboficiales del Ejército sino en la Policía Federal. Eso fue especialmente así desde que Perón designó jefe de esa fuerza a otro viejo represor y asesino de la “libertadora”: el comisario Alberto Villar.

Entre los organizadores de la Triple A estuvo, se sabe, Miguel Angel Rovira, agente civil de inteligencia de la PFA, quien hasta no hace mucho fue jefe de seguridad de Metrovías, de donde consiguieron expulsarlo la movilización de los trabajadores de la empresa y los escraches de la agrupación Hijos.

En definitiva, la Triple A no fue una organización parapolicial o paraestatal, sino un organismo clandestino del propio Estado armado desde el despacho del general Perón. Los esquemas y posibles organigramas de ese tipo de bandas le habían sido proporcionados a Perón en España por represores veteranos del régimen franquista. A tal punto fue así que, más de 30 años después, uno de los responsables operacionales del equipo criminal, el ex subcomisario Rodolfo Almirón (a) “Coquibus”, continúa protegido por Manuel Fraga Iribarne, ex presidente de la Comunidad gallega y ex ministro de Francisco Franco, el jefe fascista que durante tantos años dio asilo a Perón.

Algunos antecedentes

El verdadero coordinador de la Triple A, Jorge Osinde, ya había hecho una práctica en gran escala con la masacre de Ezeiza, el 20 de junio de 1973, cuando Perón regresó a la Argentina por segunda vez desde su derrocamiento. Al día siguiente, por cadena de radio y televisión, Perón elogió a Osinde, defendió a los masacradores y calificó de “infiltrados” a quienes habían sufrido aquella represión criminal. Desde ese momento, no podía haber dudas sobre qué partido tomaba el general, quiénes lo habían traído y por qué.

Se trataba, por cierto, del político burgués más popular y con mayor autoridad de masas de la historia argentina, lo cual no era gratuito. Él, sin desarrollar jamás una política nacional democrática, que lo habría obligado a romper con el imperialismo -algo que en ningún momento se propuso-, hizo a los trabajadores concesiones democrático-sociales históricas y los integró al Estado burgués.

Pero en 1973, cuando Perón regresó convocado por quienes lo habían derrocado en 1955, toda la acción del movimiento obrero se orientaba hacia la independencia de clase y, por tanto, apuntaba contra la línea de flotación del régimen político. Los “libertadores” esperaban que la autoridad de Perón le permitiera contener el conflicto, pero el general sabía que no le resultaría suficiente. Resultaban necesarios, pues, los militares, policías y “civiles leales” para hacer frente a las tareas “que el momento exige”.

Por lo demás, antes de asumir la Presidencia, Perón había contribuido a la caída de Salvador Allende en Chile al ordenar, por medio de su vicario Héctor Cámpora, que las masas movilizadas en toda la Argentina se retiraran de las calles. De inmediato obedecieron la JP y el Partido Comunista, de modo que la dictadura chilena tuvo tranquilidad del otro lado de la Cordillera.

Luego, ya en el gobierno, Perón permitió a una delegación de la Dina, la policía política de Pinochet, instalar una oficina en Buenos Aires, en la calle Moreno, frente al Departamento Central de la PFA, para espiar y perseguir a la colonia de exiliados chilenos. También fueron perseguidos militantes brasileños huidos de la dictadura del general Geisel, y algunos de ellos fueron secuestrados aquí, trasladados a su país y “desaparecidos”, de todo lo cual podemos dar detalles en otro trabajo. Pero el “Plan Cóndor” empezó con Perón, aunque, cierto es, tras el golpe de 1976 adquiriría proporciones alucinantes.

El ocultamiento

Resulta preciso referirse a esos hechos con todo rigor, porque la “progresía” argentina insiste en atribuir las acciones de la Triple A sólo a Isabel Perón, una continuadora feroz porque carecía, a diferencia de su marido, de cualquier autoridad; y, sobre todo, a López Rega, un sujeto con problemas psiquiátricos que hacían de él casi un fronterizo, cuya única función fue robar del Ministerio de Bienestar Social los fondos exigidos por el financiamiento de la Triple A.

Así, por citar un caso, Página/12, en su edición del 27 de diciembre de 2006, habla, al referirse a la AAA, de “los ataques, secuestros y asesinatos que sucedieron durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón”. ¿Y los cometidos antes? Como si no hubiesen existido.

El boletín oficial del gobierno, condición asumida conscientemente por Página/12 -he ahí la importancia de lo que dice-, ha decidido encubrir pos mortem a Perón, ideólogo, creador y jefe de la Triple A.



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من: BARILOCHENSE6999 مبعوث: 08/11/2011 14:01
 

La "Triple A", el peronismo y José López Rega

Fascinante recopilación histórica realizada por Pablo Karakachoff, referida a la tristemente célebre Alianza Anticomunista Argentina, el peronismo y la figura de José López Rega. El contexto histórico de los "años de plomo" en la Argentina de los 70.
 
 
 
03 de Febrero de 2007

Políticamente, López Rega acariciaba un viejo sueño : el de llegar a ser primer ministro en un gobierno de Juan Domingo Perón. En sus charlas, insistía sobre la necesidad de un cambio de sistema. En un país con una repetición periódica de golpes de estado, decía, era conveniente tener un primer ministro como fusible de un Presidente y no a un Presidente como fusible del ejército. Todas las maniobras convergían hacia ese fin. Y no escatimó medios ni métodos para intentar lograr su objetivo. La violencia ejercida en muchas oportunidades, apuntó a eliminar a los que él consideraba "obstáculos" en su acercamiento a Perón.

José López Rega, devoto seguidor del espiritista Anael (nombre masónico del brasileño Menotti Carnicelli) el cual era conocido por Perón desde los años 50, consiguió por este medio y por cartas de recomendación acercarse a Isabel en 1966 cuando viajó a Argentina. De este encuentro, a entrar como asistente y valet a la residencia de Puerta de Hierro en España fue un corto trayecto. López o "Lopecito" como lo llamaba Perón, era un frustrado cantor de óperas y un menos que mediocre escritor de libros astrológicos con una prosa ininteligible. Isabel pronto lo aceptó como su mentor espiritual; en cambio, Perón lo trataba con abierto desdén unas veces y tolerante diversión otras. Al principio nadie tomaba a López Rega seriamente en la residencia, pero cuando Perón comenzó su decaimiento intelectual y físico, su valet se transformo en algo imprescindible y su dependencia hacia su secretario fue aumentando en forma asombrosa. Pronto, López Rega comenzó a decidir qué visitantes podían ser recibidos por el General y quiénes no. Importantes figuras del peronismo eran obligadas a soportar horas de espera e interminables amansadoras, hasta que con el visto bueno de López eran recibidas por el viejo líder. Su presencia en cada conversación cada vez era de mayor participación en las decisiones políticas que Perón tomaba.

Al asumir Cámpora como presidente en mayo de 1973, López Rega es nombrado Ministro de Bienestar Social, un cargo clave dentro de la estructura política del peronismo de aquellos días, y que cayó como anillo al dedo al ex cabo de la Policía Federal.

Este personaje folletinesco adquirió resonancia pública y comenzó su ascendente carrera durante los sucesos de Ezeiza en junio de 1973. En esa circunstancia, junto con un ex represor de la época de Lanusse, el teniente coronel retirado Jorge Osinde, organizan la seguridad en el palco donde Perón debería hablar ese 20 de Junio. Los matones y mercenarios de López Rega y Osinde abrieron fuego contra la multitud que estaba estacionada frente al palco ese fatídico día, aduciendo que eran subversivos y tenían intenciones de copar el escenario. Fue una masacre como bien lo relata en su libro "La Masacre de Ezeiza" Rodolfo Verbitsky . Decenas de muertos, muchos sin nombre y centenares de heridos, fue el saldo de ese enfrentamiento. Ezeiza marcó un punto de no retorno para el peronismo y para el país. Podría decirse, sin temor a error, que ese día se depositó la piedra fundacional del nacimiento de las Tres A. Ezeiza arrastró a Cámpora a una caída que se cargó a casi todo su gabinete.

Los sectores de izquierda o progresista que estaban en el gobierno, sufrieron un golpe irrecuperable luego de la caída de Hector Cámpora. López Rega influyó directamente en Perón para exigirle al fiel Cámpora su renuncia y su camino al ostracismo. Pronto, el ex presidente -el primero en democracia luego de años de dictadura- sería una figura despreciada y marginada por los nuevos personajes que asumirían en cargos de gobierno en la Argentina de 1973.

Los sectores denominados "duros" u ortodoxos del peronismo se encaramaron en el poder. Y López Rega estaba detrás de todo este nuevo proyecto político hecho a su medida. Al renunciar Cámpora, le correspondía de acuerdo a la Constitución Nacional, asumir como presidente, al presidente del Senado, Alejandro Díaz Bialet; su tarea era un interinato mientras se llamaba a elecciones nuevamente. Pero la presión ejercida sobre Perón por López Rega y su esposa Isabel, lograron que Diaz Bialet fuera enviado en un viaje no programado a Europa, y en su lugar asumió la presidencia interina el yerno de López Rega y miembro de la logia P-2, Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados. Era un giro sin disimulo del gobierno hacia la derechización de la política.

El triunfo de la fórmula Perón-Perón en Agosto de 1973 llevó a millones de hogares la esperanza de que de ahora en más comenzaba otra etapa para el país, y que los años de inestabilidad política y declinación económica llegaban a su fin. Todo fueron vanas esperanzas y deseos malogrados.
Pronto, grupos parapoliciales comenzaron una brutal persecución contra militantes y dirigentes de izquierda.

Por otra parte, el grupo guerrillero ERP -que había suspendido las acciones militares contra el gobierno democrático- anunciaba en un comunicado que volvía a la lucha y sus objetivos militares serían las fuerzas armadas y empresarios de compañías extranjeras radicadas en la Argentina. Era una declaración de guerra contra el gobierno constitucional. Luego de un fracasado intento de copamiento de una instalación militar por parte de esta fuerza política-militar, el gobierno decidió declarar al ERP ilegal. Dos días más tarde, José Ignacio Rucci caía asesinado. "Me cortaron las piernas", habría dicho Perón al enterarse del asesinato del Secretario General de la CGT.

La muerte de Rucci fue atribuida al ERP en un primer momento, pero esta agrupación negó tajantemente su participación en el hecho. Además, el ERP no atacaba dirigentes sindicales aunque fueran de la línea ortodoxa. La agrupación Montoneros en un principio se lamentó de la muerte del gremialista, pero un tiempo después, Firmenich hizo correr el rumor que ellos fueron los que eliminaron al dirigente gremial. No obstante, para varios investigadores de la Policía Federal, las cosas no estaban claras. Y profundizaron la investigación del atentado contra Rucci.

La muerte de Rucci ciertamente tenía puntos oscuros para algunos investigadores de la Policía Federal; el golpe parecía demasiado sofisticado para ser llevado a cabo por grupos extremistas locales. Parecía más bien realizado por homicidas profesionales. Un revolver Mágnum 357 Smith & Wesson recuperado en el lugar, dejado caer por uno de los asesinos, fue rastreado por el FBI desde la fábrica misma Smith & Wesson, hasta el vendedor de armas en Nueva York. Allí se comprobó que el arma se había vendido a una azafata argentina que trabajaba en Aerolíneas Argentinas y había sido encargada por un amigo militar. Pero hasta allí llegó la investigación; la Policía Federal se topó con una muralla la cual le bloqueó todo avance en la causa.

¿A quién favorecía la muerte de Rucci?, sin dudas a López Rega. Rucci era un hombre muy cercano a Perón e influía notablemente con sus comentarios y apreciaciones sobre diferentes temas de la política nacional. No estaba con los grupos armados de izquierda, pero no apoyaba las acciones violentas de los paramilitares de derecha.

Horacio Paino, en su libro sobre las Tres A, afirma haber conocido en Bienestar Social a un custodio de dicho ministerio, que el día del sangriento operativo se encontraba en una de las salas de acceso restringido del edificio y en un estado de shock gritaba: - ¡Yo fui uno de los que lo mataron!, todavía portaba una escopeta Itaka en sus manos. Luego le comentaba a Paino que acababa de intervenir junto con otros a los que mayormente no conocía en un operativo donde el objetivo le habían dicho, era un Montonero de renombre. Y nombró a tres participantes del comando asesino: Rovira, Almirón y López, los mismos sujetos que hoy la justicia Argentina procesó por crímenes de lesa humanidad, los cuales fueron declarados imprescriptibles.

El sujeto que hizo ese día el comentario del operativo criminal se llamaba David García Paredes. Casi de inmediato, desapareció de los pasillos del Ministerio de Bienestar Social y fue visto nuevamente. Por lo que podemos analizar, la muerte de Rucci -de acuerdo a lo descripto por Horacio Paino dice en su libro "Historia de la Triple A"- fue obra de López Rega, y ello demostraría que esta agrupación criminal de extrema derecha nació mucho antes de acontecida la muerte de Perón, contradiciendo a dirigentes peronistas que insisten en achacar al gobierno de Isabel como el momento de nacimiento de este grupo de facinerosos y que el General Perón no sabía nada de este tema.

La muerte de Rucci favoreció los planes de López Rega; el endurecimiento del gabinete ministerial junto con directivas del propio Perón contra los grupos extremistas de izquierda y los "infiltrados marxistas" dentro del movimiento dio a entender al maquiavélico ministro de Bienestar Social, que tenía carta blanca para operar contra la izquierda. Un mes después de la muerte de Rucci, un operativo de escuadrones de la muerte hizo su primera aparición pública con un ataque al senador radical Hipólito Solari Yrigoyen : una bomba demolió su vieja "Renoleta", salvándose milagrosamente el dirigente, pero quedando con serias heridas que lo dejaron por largo tiempo inactivo. Un día antes había recibido un mensaje que advertía : "¡Cuidado! Alianza Anticomunista Argentina (Triple A)". En este episodio se inscribe el nacimiento oficial de la tenebrosa banda. José López Rega fue el creador de esta banda, formada por oficiales de policía, muchos de ellos exonerados de la fuerza por actos delictivos, civiles con prontuarios policiales muy cargados, mercenarios a sueldo decididos a todo por dinero, y oficiales del ejército en actividad. Las armas eran adquiridas desde el Ministerio de Bienestar Social; los sótanos del ministerio se transformaron en una inmenso arsenal. Las armas eran ingresadas vía Paraguay por medio de Licio Gelli en Libia. Las persecuciones de los opositores eran encabezadas por López Rega, pero acompañados por los matones que respondían a la cúpula sindical ortodoxa de la CGT y de las 62 Organizaciones, que lideraba el Secretario General de la UOM, Lorenzo Miguel. Esta alianza de derecha fue denominada por la izquierda como el "brujovandorismo".

La aceitada maquinaria de la organización Triple A contaba, además de con López Rega -quien se autoadjudicaba el rol de "asesor"- con otras secciones denominadas: "Automotores", "Administración", "Emergencias Sociales-Médicas", "Secretariados" y dos enlaces; uno con los grupos de "apoyo" y "acción psicológica" y otro con los "grupos ejecutivos" que eran ocho, y con una letra mayúscula distribuida a cada uno, cuyos capitanes tenían cuatro hombres a su gobierno. El "Brujo" colocó a Rodolfo Roballos en la gestión administrativa, su heredero para cuando fuera destituído. Ubicó a Julio Yessi de la JPRA en los "grupos de apoyo", pudiéndose comprender con claridad por qué este siniestro personaje disparaba con un arma de fuego desde el palco hacia la multitud, en aquel 20 de junio en Ezeiza. Y puso al Secretario de Deportes y Turismo de la Nación, médico de Isabel Perón, Pedro Eladio Vázquez en las "emergencias sociales". Las "emergencias sociales" consistían en atender prisioneros cuando eran torturados en los sótanos del Ministerio de Bienestar Social y evitar que murieran, para poder así seguir continuar el proceso de extracción de información. Los enlaces eran dos funcionarios especializados en desviar fondos reservados para uso del Ministerio y el "Brujo"; uno era Carlos Villone, Subsecretario de Estado en su Ministerio y Jorge Conti, Secretario de Prensa. Los ocho equipos encargados de asesinar estaban formados por personal de desecho de la policía y otros con doble actividad en la Policía Federal. A cargo de estos grupos de chacales estaban personajes cuyos nombres ya nos son conocidos y son de actualidad en los diarios: Rodolfo Eduardo Almirón, Miguel Angel Rovira y Edwin Farquharson. Horacio Paino habla en su libro de un tal Farweson, a cargo del grupo de tareas "E". Es muy probable que se haya referido al propio Farquharson.

Está demostrado que López Rega elegía a los candidatos a ser asesinados, y hay testimonios en la causa judicial que se sigue por la Triple A, de que en sesiones especiales de gabinete nacional -con Isabel Perón a la cabeza como Jefa de Estado- se los encolumnaban en listas y se daban prioridades de acuerdo a cada integrante de cada listado. El gobierno, en su plan exterminador de supuestos enemigos e "infiltrados de izquierda"-, fue cómplice de esta verdadera "caza de brujas" que se batió sobre la sociedad argentina.

Los objetivos humanos a eliminar se exhibían previamente en diapositivas y algunas veces el lugar para esta macabra tarea fue la mismísima quinta de Olivos. Los supuestos enemigos eran apuntados por el Comisario de la Policía Federal, Alberto Villar. En una de las reuniones, Perón estuvo presente, así se lo relataba a los abogados Rodolfo Peña y Eduardo Duhalde, el Ministro del Interior Antonio Benítez, que asistió a dicho encuentro. Comentaba también el Ministro que el General guardó silencio ante la exposición del oficial superior de la policía. Otra voz que pidió reserva de su nombre dijo que el Presidente se levantó de su silla y se retiró sin decir palabra. El Ministro Benítez entró en pánico al no escuchar comentario del líder sobre el tema y se sobreentendía que su silencio era como un cheque en blanco para el Ministro López Rega.

Hoy, a tantos años de distancia de aquellos trágicos días, posiblemente cueste entender la caótica situación de violencia que vivía el país. Por un lado, el ERP había comenzado a desarrollar operaciones militares y/o atentados contra instalaciones militares y personal uniformado, incluyendo a policías, marinos y gendarmes. Al poco tiempo de ser asesinado José Rucci, el ERP, en enero de 1974, montó un espectacular golpe comando en el que intentó copar el Regimiento de Tanques de Azul. Luego de más de seis horas de lucha, el copamiento terminó en un fracaso, resultando, entre las bajas, oficiales del regimiento y guerrilleros. Este atentado dio lugar a que Perón endureciera su posición frente a grupos de la Juventud "Ortodoxa" Peronista y ordena purificar el movimiento y debe detenerse la infiltración de izquierda, refiriéndose a Montoneros, la Tendencia y JP regionales. La muerte formaba parte de las noticias diarias de los periódicos nacionales. Sólo entre julio y setiembre de 1974 se produjeron más de 200 atentados de la Triple A, la muerte no respetaba edades ni jerarquías; morían trabajadores, carteros, obreros, delegados gremiales, profesionales por un lado y militares, policías, empresarios del otro lado a manos del ERP y Montoneros que había decidido en una maniobra suicida pasar a la clandestinidad nuevamente y atacar militarmente el gobierno constitucional. Esa actitud irracional dejó desguarnecidos a miles de simpatizantes, no preparados para esa nueva forma de vida, que de un día para otro se encontraron con que eran buscados y perseguidos por los grupos paramilitares y fuerzas de seguridad. Fue una verdadera carnicería de jóvenes que no pudieron o no tuvieron tiempo para reacomodarse a la nueva situación. El comisario Villar es llamado nuevamente por Perón para ponerse al frente de la policía, la represión de la guerrilla traía aparejado que el abanico se abriera y decenas de jóvenes que no eran subversivos, solo militantes de izquierda fueran encarcelados y muchos torturados. El clima estaba enrarecido y la clase política con el peronismo a la cabeza hacía oídos sordos y la vista gorda a los clamores de los diferentes sectores de la República que pedían el cese de la violencia. El radicalismo con Ricardo Balbín a como la voz cantante del partido tenía una posición ambigua, por un lado criticaba la represión estatal indiscriminada y por otro lado apostaba sin decirlo abiertamente al fracaso del gobierno.

El lº de Julio de 1974, fallece el General Perón, el místico López Rega, unos minutos antes de fallecer el líder, se arrimó al lecho del enfermo y tomándolo de ambos tobillos comenzó a pronunciar frases esotéricas e incomprensibles para los presentes, mientras hacía movimientos extravagantes con sus brazos. Todos los presentes lo dejaron hacer, hubiera sido el momento de eliminarlo políticamente. Ese personaje que parecía un poseído y un hechicero por su actitud se transformaría en pocos días y por unos meses, en el hombre más fuerte de la Argentina, la decadencia del peronismo de esos momentos era tal que permitió a un ignoto y estrambótico personaje como López Rega escalar posiciones llegando a la cúspide del poder. La viuda de Perón se aferró a este siniestro mentor espiritual y le pidió que se quedara al lado de ella en la Quinta de Olivos. El gabinete ministerial no pudo o no quiso interferir en la solicitud de la Presidente, fue un error que el país lo pagaría cruelmente. Sin Perón, el "Brujo" se hizo nombrar Secretario Privado de la Presidente y conservó su cargo de Ministro de Bienestar Social. Se había transformado en El Rasputín de las Pampas.

Las decisiones de la señora Presidente eran tomadas casi en su mayoría por su asesor, que no se despegaba de ella en ningún momento. Los asesinatos de las Tres A eran brutales, el 31 de julio de ese año cae asesinado el abogado Rodolfo David Ortega Peña, diputado nacional. Las Tres A lo reconocieron públicamente. En Septiembre la Triple A secuestra y asesina a Atilio López y al contador José Varas. Mientras tanto un elevado número de policías y empresarios fueron asesinados por el ERP y Montoneros, la muerte se cobraba sus víctimas en esa Argentina desquiciada de fines de 1974 y comienzos del 75. La desaparición de Perón parecía haber dejado al país a la deriva. La violencia se agudizó al extremo de dejar los cadáveres de muertos por las Tres A, frente al teatro Colón y frente al Obelisco, la banda asesina se movía con una impunidad asombrosa en Buenos Aires. López Rega consiguió hacer renunciar al ministro de Economía Ber Gelbard el último sobreviviente de los ministros de Cámpora, asumiendo por un corto período Gómez Morales en la cartera de economía, un hombre de la vieja guardia peronista, pero al renunciar éste por presiones de López Rega, asume la cartera un hombre del "Brujo", Celestino Rodrigo. El nuevo ministro aplicó una política de shock: devaluación de moneda, aumento abismal de tarifas de servicios y combustible, liberando todos los precios del mercado. El "Rodrigazo" como se lo llamó a su plan económico provocó una severa crisis, la CGT se movilizó llevando a renunciar al ministro de economía, lo cual por arrastre también derrumbó el imperio de López Rega con él adentro.
Expulsado de Olivos y enviado al exterior como embajador de una misión diplomática inexistente, el sábado 19 de julio de 1975 partió del país en el avión presidencial Patagonia, no volvería al país por muchos años. Antes, su guardia pretoriana de unos 200 civiles quisieron impedir su partida e irrumpieron por la fuerza en la Quinta de Olivos, debieron ser reducidos por la guardia de Granaderos y cuatro carriers blindados M-113 al mando del Coronel de Granaderos Sosa Molina. Así terminó la macabra historia de López Rega y su banda de las Tres A. Los sobrevivientes de este grupo quedaron controlados por el ejército, parte de ellos siguiendo con su carrera criminal participaron en la represión genocida que se desencadenó el 24 de marzo de 1976, unos, los extremadamente marginales fueron eliminados por las mismas fuerzas de seguridad por ser elementos inmanejables y otros desaparecieron para siempre. En 30 meses habían asesinado a más de 2000 personas y habían cometido 220 atentados. La existencia de las Tres A, con su accionar delictivo y brutal, fue permitida por Isabel Perón; ella estaba al tanto de la existencia de estas bandas, parte de su custodia la integraban estos mismos personajes, por lo tanto es responsable de su accionar. Parte de la dirigencia sindical participó directamente aportando matones y marginales, fundamentalmente la UOM, por lo tanto tiene responsabilidad en la creación y funcionamiento de esta organización. El ejército no participó directamente en estos grupos, pero los dejo hacer, actuaron como lo harían en unos meses más los grupos de tareas con posterioridad al 24 de marzo. Los políticos y dirigentes del peronismo, muchos miraron para otro lado mientras ocurrían los asesinatos, otros muchos escondieron la cabeza como el avestruz, y unos pocos se jugaron en las denuncias, algunos pagaron con su vida tal osadía. El radicalismo, la mayor fuerza opositora por esos años denunció la represión a opositores y exigía el monopolio de la fuerza, pero salvo casos aislados no pidió la desaparición de la Triple A. Investigar lo ocurrido entre los años 1973 y 1976 antes del golpe de marzo, es una imperiosa necesidad que la justicia y el estado le deben a sus ciudadanos. Es una forma de higienizar una herida que todavía no cerró y debe ser curada.

Pablo Karakachoff


 
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