11 de Jeshvan - Día de la Madre Judía
Jeshvan es el mes de la Madre Judía. El 11 de este mes ha sido declarado el Día de la Madre Judía.Este año el mes comienza en Shabat, el 13 de octubre y termina también en Shabat, el 10 de Noviembre. El día de la madre es el Martes 23 de Octubre.
En cabalah los números impares son considerados masculinos relativamente a los pares femeninos. De esta manera, podemos categorizar los meses según esta clasificación, basándonos en el orden que tienen en el año. Así, tenemos tres pares de meses masculinos y femeninos en el invierno y otro tanto en el verano. Los pares invernales son:
· Tishrei (masculino) y Jeshvan (femenino)
· Kislev (masculino) y Tevet (femenino)
· Shevat (masculino) y Adar (femenino)
Los pares del verano son:
· Nisan (masculino) y Iar (femenino)
· Sivan (masculino) y Tamuz (femenino)
· Av (masculino) y Elul (femenino)
Podemos ahora comprender mejor lo que representa cada mes si vemos a estos pares de invierno y verano representando tres generaciones de padres, hijos y nietos. Así, Tishrei y Jeshvan representan al padre y a la madre. Tishrei como padre está sugerido en la primera palabra de la Toráh בראשית, bereshit, que permutando sus letras forma תשרי אב, tishrei av, “Tishrei [es un] padre”.
Tomemos en cuenta que usualmente el padre nos sugiere una figura dominante y directiva, así como el mes de Tishrei que está pleno de preceptos (Rosh Hashaná, los diez días de arrepentimiento, Iom Kipur, Sucot, las Cuatro Especies, etc.) del Todopoderoso, nuestro Padre, que alteran nuestra agenda diaria por su duración.
Pero en los ojos de la mente nuestra madre sugiere en cambio una personalidad más gentil y comprensiva cuyas instrucciones se adaptan a nuestra rutina diaria y que nos guía en el refinamiento de nuestro carácter y nuestras vidas en general. De la misma manera, el mes de Jeshván carece de festividades o mitzvot especiales. Por el contrario, procura el retorno a la vida normal y pacífica y su refinamiento.
Por cierto, el 11 es uno de los días más importantes del mes, que conmemora el día de la desaparición de nuestra matriarca Rajel. Fue la esposa más amada de Iaacov y la principal del grupo familiar y de esa manera la más importante de toda la casa de Israel. Desde el primer día del año, el 1 de Tishrei, el 11 de Jeshván es el número 41. Este es el valor numérico de la palabra אם, em, “madre”, y por lo tanto ese es el verdadero Día de la Madre Judía.
La figura de nuestra matriarca Rajel es la que más se asocia en Cabalá con la conformación de la naturaleza judía, el carácter innato de conducirse voluntaria y naturalmente en las sendas de Dios. La naturaleza y el carácter judío, ejemplificados de la mejor manera por los patriarcas y matriarcas, llama al individuo a realizar la voluntad de Dios aun sin haber recibido una orden explícita de hacerlo, un estado descripto por los sabios como “hacer sin ser ordenado [desde lo Alto]”. Así como nuestra matriarca Javah, “la madre de toda vida”, es la madre de la naturaleza humana, nuestra matriarca Rajel lo es de la especial naturaleza judía. Este mes es entonces el tiempo de entregarnos a la guía de nuestra madre y reconstruir la naturaleza y el carácter judíos.
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“Rajel llora por sus hijos, y se niega a ser consolada….” Rajel carga constantemente con la congoja del exilio de sus hijos, el pueblo judío, y el Todopoderoso la reconforta con estas palabras: “Refrena el clamor de tu voz y tus ojos de las lágrimas, porque hay una recompensa por tus actos… y los hijos retornaran a sus fronteras”. Literalmente, “retornar a sus fronteras” se refiere al retorno del pueblo judío a la Tierra de Israel.
Pero, más profundamente, se refiere al retorno de nuestro pueblo a su ambiente espiritual natural: el judaísmo y su naturaleza judía ancestral. Estas son las fronteras que abarcan verdaderamente la singularidad de nuestro pueblo. Sorprendentemente, numéricamente el valor de la palabra hebrea para “frontera” (גבול, gvul) es 41, exactamente el mismo que el de “madre” (אם, em); Qué dulces y bellas suenan ahora las palabras del profeta que nos promete el retorno a nuestras fronteras, a nuestra madre Rajel.
La madre define y protege lo especial que hay en el pueblo judío, tanto físicamente, porque nuestra nacionalidad como judío se transmite a través de nuestra madre, como espiritualmente, porque la cultura, la atmósfera y la naturaleza del ser judío son nutridas por la madre judía. La capacidad para retornar, defender y aferrarnos a nuestros límites físicos, es decir, a la Tierra de Israel, depende de nuestro éxito en retornar y guardar las fronteras espirituales de nuestro pueblo. Por eso el día de la madre judía es también el día para reclamar judaísmo, y el mes de Jeshvan es entonces el mes de retornar a nuestro territorio religioso, cultural y espiritual y a las fronteras físicas reales de nuestro territorio, la Tierra de Israel.
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Profundicemos un poco más en la esencia del mes de Jeshvan y el día de la madre judía realizando algunas observaciones numéricas.
En hebreo, jeshvan se escribe con cuatro letras חשון, jet-shin-vav-nun. Los límites (la primera y la última letra) son jet y nun, que juntas forman la palabra חן, jen, “belleza” o “gracia”, que suma 58, siendo el día 58 del año el 28 de Jeshván.
En cuanto a las letras interiores, shin-vav, equivalen a 306, como אשה; “ishah, “mujer”. Entonces, el propio nombre del mes señala la gracia especial y única con que está dotada la mujer. El rey Shlomoh dice que la belleza exterior es mentirosa; si eso es todo lo que pretende una mujer, entonces el nombre del mes se transforma en Marjeshván, Jeshván amargo. De este tipo de mujer dice el más sabio de los hombres: “Y yo encuentro amarga como la muerte a la mujer”. Pero de la verdadera belleza que emana de su interior, dice: “La mujer de belleza será honrada”. Esta belleza verdadera Dios le entrega al pueblo judío a través de la Torah, porque “no hay otra verdad que la Torah” y “no hay honor sino la Torah”. Rajel fue la primera mujer dotada con este atributo, quien es descripta como la mujer más hermosa en la Torah: “Ella tiene un bello rostro y una bella figura”. Fue la personificación del verso: “La mujer que teme a Dios, será apreciada”, por su gracia y por su verdadera belleza.
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La belleza de la mujer judía no es simplemente un factor pasivo de espiritualidad. Los sabios enseñan que los descendientes de Esav (el hermano de Iaakov y padre de la nación romana) y su nieto Amalek (que persiguió al pueblo judío en el desierto al salir de Egipto, asesinando a los resagados) sólo pueden ser derrotados por los hijos de Rajel.
¿Quién encarna en nuestros días, en esta época el espíritu de Amalek? En hebreo, las palabras “Amalek” עמלק, y “duda” (ספק, safeq) tienen el mismo valor numérico. Entonces, el espíritu de Amalek que continúa infectando a cada uno de los judíos es la duda, ya sea en nuestra fe, en la Torah, en nosotros mismos y en la justificación moral de nuestro camino.
Pero a veces el espíritu de Amalek se osa capturar a un judío (ya sea un individuo privado o una figura política) hasta el punto de conducirlo conciente o inconcientemente a odiarse a si mismo, lo que puede producir a la cooperación judía con los enemigos de nuestro pueblo.
Por último, están los descendientes directos de Amalek: aquellos enemigos que amenazan la vida de los judíos y nuestro retorno a la Tierra de Israel.
Dicen los sabios que la belleza es un arma de la mujer. Con todo lo que hemos dicho sobre Rajel, su rol como matriarca, como progenitora de la naturaleza judía y de su belleza, queda claro ahora que nuestra arma para derrotar a Amalek es la especial belleza y gracia de la madre judía. Iosef el tzadik heredó la belleza de su madre Rajel y también es descripto como dueño de bellos rostro y figura. Por eso el profeta dice acerca de él que “la casa de Iaakov será fuego y la casa de Iosef será llama y la casa de Esav paja, y juntos le prenderán fuego y lo consumirán; y no quedará remanente de la casa de Esav”.
Pero la belleza no es un arma convencional. La verdadera gracia y belleza trabajan atrayendo las chispas de divinidad que están cautivas dentro del enemigo. Estas chispas son la voluntad de Dios de que el enemigo siga existiendo, pero cuando son redimidas por la atracción de la verdadera belleza, escapan del yugo del enemigo, dejándolo vacío de toda fuente Divina provocando su muerte.
La belleza y gracia judía verdaderas destruyen al enemigo indirectamente dejándolo nulo de toda belleza y gracia propia, haciéndolo irrelevante e impotente.
La batalla contra Amalek en nuestra generación debe estar conducida en primera instancia por nuestra habilidad de comunicar a todos los que nos rodean la belleza y la gracia verdadera de la naturaleza y el carácter judíos, a los que retornamos durante el mes de Jeshván conectándonos con nuestra matriarca Rajel, con nuestra propia naturaleza judía y con nosotros.
Fuente: INSTITUTO GAL EINAI DE ISRAEL
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