Desafortunadamente la Palabra de Dios que Jesucristo nos vino a enseñar, se ha visto envuelta en diversas tradiciones religiosas que a fuerza de quererla interpretar con razonamientos y pensamientos de hombre, a sufrido preocupantes cambios en su percepción y aplicación primitiva, y esto se ha dado, porque el hombre la ha ido adaptando cada vez que así lo ha creído necesario a los tiempos en que las cosas del hombre han ido cambiando, pero sobre todo, de acuerdo a ambiciones humanas de poder y de riqueza, y es por eso que actualmente nos encontramos inmersos en varias tradiciones religiosas que más que nos acerquen debidamente al Reino de Dios por el camino a la obediencia fiel de su Palabra dada a Jesús, vamos siendo desviados por otros senderos más largos para llegar a él.
Esta situación llevó al hombre a dividir la fe cristiana en dos grandes partes, por un lado, la Iglesia católica, apostólica y romana, y por el otro, que en razón de no estar de acuerdo con la Iglesia católica en la forma de hacer las cosas en la doctrina de Jesús, se denominó Protestante.
Por las mismas causas, al darse esta división y dentro de la misma forma protestante, surgieron otras denominaciones en la Iglesia Cristiana tales como la Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Anglicana, la Iglesia Metodista, y varias más, cada una por lo regular, con su forma muy particular de interpretar y transmitir la enseñanza de Jesús para intereses muy particulares, lo que ha traído como consecuencia que se hayan ido formando diversas denominaciones cristianas, que a fuerza de llevarlas a cabo con regularidad se hayan llegado a considerar, en cada una de ellas por quienes la practican, como la forma correcta de entender, transmitir y aplicar la enseñanza que Jesús comparte al hombre.
Se debe dejar bien claro que tampoco se pretende invalidar ninguna de las normas, formas y métodos que cada Iglesia utiliza para enseñar la Palabra de Dios, sino de reconocer, que de distintas maneras, el hombre ha estado acomodando y adaptando la doctrina de Jesús a sus valores, necesidades y ambiciones humanas, en sus emociones, en sus sentimientos, en su afán por poseer poder y riqueza y reconocimiento personal a través de serle reconocida cierta autoridad en los asuntos religiosos en sus Iglesias, etc. etc. y se han olvidado de los auténticos valores espirituales que la Palabra de Dios dada a Jesús nos quiere comunicar a través de su estudio, reflexión y meditación, para que a través de ello, se conozca y se entienda y se aprenda a aplicar convenientemente la forma de separar lo material de lo espiritual, es decir, separarlos como se separa el agua del aceite y sea colocado cada cual en el lugar que le corresponde, entendiendo que el agua representa lo material y el aceite lo espiritual, por lo consiguiente, lo material quedaría como estrado de lo espiritual para que así el hombre reciba el discernimiento de la Palabra de Jesús en su esencia espiritual que lo llevará de la mano a recuperar su identidad en Dios.
Indiscutiblemente estos textos bíblicos considerados por todos los cristianos de cualquier denominación como sagrados y verdaderos, deberemos de reconocer, que a través del tiempo, han sufrido serias modificaciones al ser traducidos al lenguaje particular de cada nación, y prueba de ello, son las distintas versiones bíblicas que el hombre tiene de la Palabra de Jesús, ya que éstas están escritas con diferentes palabras para decir lo mismo, amén de solo reconocer ciertos documentos bíblicos aceptados por las Iglesias cristianas que van de acuerdo a sus enseñanzas, pero a pesar de todo lo anterior, cuando nos adentramos en el estudio, reflexión y meditación de la Escritura del Nuevo Testamento nos iremos dando cuenta, y posteriormente reconoceremos, que la esencia, es decir: lo más puro; la sustancia: lo que le da forma; y la eternidad: lo que perdura para siempre de la Palabra de Jesús, no se ha podido modificar a pesar de las alteraciones que pudiere haber sufrido su enseñanza a través del tiempo, lo que reafirma que el hombre debería leer, estudiar, reflexionar y meditar profundamente la doctrina de Jesús para aprender a guardarla y enseñarla a cumplir con fidelidad como la voluntad de Dios uniéndose verdaderamente a Jesús y así deje de llevar las cadenas que el Tentador le ha colocado para someterlo, de tal manera que, sin saberlo, niegan la existencia de Dios.
Pero esto sólo se hará realidad cuando el hombre se decida a aceptar y recibir la voluntad de Dios en su mente para ser realmente libre, libre para disfrutar a plenitud el Reino de Dios en este mundo, reconociendo y aceptando, que para alcanzarlo deberá aprender y poner en práctica la separación que debe de hacerse de lo espiritual con respecto de lo material para darle así a Dios lo que es de Dios y al hombre lo que del hombre es.
Reflexionemos en lo siguiente, ya que no se trata de formar una nueva Iglesia en el Nombre de Jesús, puesto que la Iglesia de Jesucristo es única e indivisible, ni tampoco se pretende separar a las personas de cualquier denominación cristiana de las comunidades o congregaciones a las que regularmente asisten, pues como dice la Palabra:
¿Acaso está dividido Cristo?
1 de Corintios 1: 13