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El 29 de noviembre de 1483 un sacerdote y abogado nacido en Estrasburgo accedía al cargo de Maestro de Ceremonias del papado en Roma, tras haber comprado el puesto por unos 450 ducados. Se llamaba Johann Burchard y hasta su muerte en 1506 serviría en ese cargo a cinco pontífices.
Unos pocos años antes, en 1503, Burchard se hizo construir un palacio, que todavía sigue en pie en la actual Vía del Sudario (en el número 44) con el nombre de Casa del Burcardo, con una torre anexa.
La torre, junto con el lugar de nacimiento de Burchard, acabaron por dan nombre al lugar donde se alzaban: Torre Argentina. Argentina porque el nombre latino de Estrasburgo era Argentoratum. Lo que vendría a significar algo así como la torre del estrasburgués.
Localización de Largo di Torre Argentina en Google Maps
En 1927 las autoridades romanas decidieron demoler buena parte de las construcciones de Torre Argentina (entre ellas la torre de Burchard) para crear una gran plaza, la actual Largo di Torre Argentina, situada en el antiguo Campo de Marte en el camino entre el Panteón y el Foro.
Durante las obras aparecieron la cabeza y los brazos de una estatua de proporciones colosales, lo que llevó a realizar excavaciones arqueológicas que, como suele ser habitual en la capital italiana, encontraron más de lo que se esperaba hallar: toda una área sacra con restos de cuatro templos de época romana republicana, además del Teatro de Pompeyo.
El teatro fue el primero permanente construido en Roma (y el primer edificio totalmente de mármol), en el año 55 a.C., gracias a una argucia de Pompeyo.
Como estaba prohibido levantar teatros permanentes en la ciudad hizo construir en lo alto de la cávea un templo dedicado a Venus Victrix, argumentando que la propia cávea no era más que una escalinata para acceder al templo.
Tenía 150 metros de diámetro y capacidad para más de 17.000 espectadores. Tras la escena había un enorme pórtico de 180 por 135 metros que rodeaba un jardín, y en el extremo de este pórtico opuesto al teatro se ubicaba la Curia de Pompeyo.
Una curia era una reunión para discutir asuntos públicos, y en época republicana servía también para designar el edificio donde se reunía el Senado, generalmente la Curia Hostilia situada en el Foro.
Pero había otras, como la mencionada de Pompeyo, precisamente el lugar donde en marzo del año 44 a.C. se estaba reuniendo el Senado.
Allí se dirigió Julio César el día 15 de ese mes para encontrar la muerte a manos de un grupo de senadores, como cuentan Plutarco y Suetonio.
Al entrar César se levantó el Senado; pero luego que se sentó, aquellos le rodearon en tropel, enviando delante a Tulio Cimbro, con pretexto de pedirle por un hermano desterrado; todos intercedían con él, tomando a César las manos y besándole en el pecho y la cabeza. Al principio desechó sus súplicas; pero viendo que no desistían, se levantó con enfado, y entonces Tulio retiró con entrambas manos la toga de los hombros, y Casca fue el primero, porque se hallaba a la espalda, que, desenvainando el puñal, le dio una herida poco profunda en el hombro. Echóle mano César a la empuñadura y, dando un grito, le dijo en lengua latina: “Malvado Casca, ¿qué haces?” Y éste, llamando a su hermano, le pedía en griego que le socorriese. Herido ya de muchos, miró en rededor, queriendo apartarlos; pero cuando vio que Bruto alzaba el puñal contra él, soltó la mano de que tenía asido a Casca, y cubriéndose la cabeza con la toga, entregó el cuerpo a los golpes. Hiriéronle sin compasión, empleándose contra su persona muchos puñales, con los que se lastimaron unos a otros, tanto que Bruto recibió una herida en una mano, queriendo concurrir a aquella muerte, y todos se mancharon de sangre (Plutarco, Vidas Paralelas: Bruto)
Esta curia, según afirman Suetonio y otros autores, fue tapiada posteriormente como lugar nefasto. Posiblemente a lo que se refieren es a la estructura de hormigón de tres metros de ancho por dos de alto con que Augusto mandó cubrir el lugar para señalarlo. Con el tiempo, el entorno sería convertido en letrinas públicas.
Se decidió tapiar la curia en la que había sido asesinado, designar con el nombre de “Parricidio” los idus de marzo y no celebrar jamás una reunión del Senado en esta fecha (Suetonio, Vidas de los doce césares: El divino Julio)
En la actual plaza Largo di Torre Argentina se pueden ver hoy los restos del lado este del pórtico, así como tres de los cuatro templos.
Restos del teatro de Pompeyo están en el subsuelo de la Vía di Grotta Pinta, mientras que las bóvedas originales del teatro forman los sótanos de los restaurantes de esta calle y parte de las paredes del hotel Albergo Sole al Biscione.
El punto exacto donde cayó César, justo en el centro del fondo de la curia, a los pies de la estatua de Pompeyo, puede contemplarse hoy frente a los restos de los templos, prácticamente embebido bajo el pavimento de la calle.
The Spot Where Julius Caesar Was Killed Opens to Tourists in Rome — What to Know
Travelers to Rome have a new way to step into history thanks to a brand-new elevated walkway that will bring visitors over the spot where Julius Caesar was killed.
The Largo Argentina square where the infamous assassination took place in 44 B.C. opened to the public this week, according to Rome’s mayor. The new access is thanks to a series of walkways (and nighttime illumination) funded by the luxury jeweler Bulgari, The Associated Press reported.
“Happy to be able to give back to the Romans and tourists the Sacred Area of Largo Argentina in all its beauty,” Mayor Roberto Gualtieri wrote in a Facebook post, calling the site “a real precious jewel made of history, art and culture, nestled in the heart of our city.”
Gualtieri added visitors will be able to “literally immerse themselves in History” by visiting the wall of the Curia of Pompeo where Caesar was killed along with the ruins of four temples.
The walkways are accessible and both wheelchair and stroller friendly. To reach the ruins, travelers can either descend on a staircase or use an elevator platform, the AP noted. General admission will cost 5 euros (about $5.50), and the ruins will be open every day except Mondays and some holidays.
Previously, the ancient spot was only visible from the street level. That is on a higher ground than the temples, which were first unearthed in the 1920s as part of dictator Benito Mussolini’s plan to change the landscape of the city, according to the wire service.
“We go forward in this way to enhance and make more and more fruitful and attractive the great city cultural heritage that never ceases to amaze with its treasures and wonders,” Gualtieri said in his post.
El periodista Abel Basti investiga la muerte de Hitler desde hace casi dos décadas. Con varios libros en su haber, que cubren la presunta huida del genocida nazi de Alemania y su nueva vida en Sudamérica, ahora, el periodista dice contar con testimonios inéditos de la estadía de Hitler en la Patagonia argentina.
Entre algunos de los testimonios más sobresalientes, se encuentra el de un teniente coronel retirado, hoy de 93 años. En 1953, mientras se encontraba en el Colegio Militar, fue llamado por el presidente Perón, quien le encomendó la secreta misión de alcanzar algunos documentos secretos al mismísimo Adolf Hitler, a quien encontró en una residencia de Bariloche.
Se trató de un encuentro muy breve. En el mismo día, el Teniente fue recogido del Colegio Militar, trasladado a Casa de Gobierno y, desde allí, hasta un avión militar que lo llevó a Bariloche. El diálogo con Hitler fue breve. Entregó la documentación, se fue, y esa misma noche estaba de regreso en el Colegio Militar.
También existe el testimonio de una mujer, Eloísa Luján, que asegura haber trabajado en la estancia San Ramón, en la Patagonia, como catadora de las comidas de Hitler. La mujer afirma que el Führer llegó hasta allí en tren, a una estación que se encuentra dentro de la estancia. Su relato se complementa con el de un electricista que asegura haber arreglado el tren desde el que partió Hitler, y haberlo visto en persona, en la estación San Antonio Oeste.
Basti dice contar con documentación de inteligencia de la policía, del año 1941, que detallan la formación de "pueblos nazis en Villa La Angostura y Villa Traful". Además, señala la existencia de un testigo, de nombre Francisca, que asegura haber atendido a Hitler y Eva Braun en la estancia Inalco, también en la región patagónica.
Finalmente, se espera un próximo libro que, entre otros testimonios, recoge el de un soldado argentino, de ascendencia alemana, que trabajó como chofer del destacamento de Bariloche. De niño, había conocido personalmente a Hitler después de completar un curso de instrucción en Alemania. Durante el acto de egreso, Hitler le obsequió un pequeño zepelín de juguete.
El soldado solía hacer viajes a la estancia San Ramón, llevando y trayendo al jerarca nazi Von Fritz. Con el tiempo, entablaron afinidad. Un día, Von Fritz le confesó que Hitler estaba viviendo en la estancia. Animado, el soldado le preguntó si acaso Hitler se recordaría de él.
La siguiente vez que se vieron, Von Fritz le aseguró que de hecho Hitler sí se acordaba y que lo esperaba pronto. El soldado estuvo con Hitler en dos ocasiones. Todo el tiempo hablaron en alemán.
Adolf Hitler (* 20 April 1889 in Braunau am Inn) († 30 April 1945 Berlin), Leader of the Nazi Party, Reich Chancellor from 1933, also self-appointed "Fuehrer" and head of state of Germany.
Mary Magdalene, seeing that the stone of the tomb had been rolled away, ran to tell Peter and John. After receiving the shocking news, the two disciples also went out and — as the Gospel says — “the two were running together” (Jn 20:4). The main figures of the Easter narratives all ran! On the one hand, “running” could express the concern that the Lord’s body had been taken away; but, on the other hand, the haste of Mary Magdalene, Peter and John expresses the desire, the yearning of the heart, the inner attitude of those who set out to search for Jesus. He, in fact, has risen from the dead and therefore is no longer in the tomb. We must look for him elsewhere.
This is the message of Easter: we must look for him elsewhere. Christ is risen, he is alive! He is no longer a prisoner of death, he is no longer wrapped in the shroud, and therefore we cannot confine him to a fairy tale, we cannot make him a hero of the ancient world, or think of him as a statue in a museum! On the contrary, we must look for him and this is why we cannot remain stationary. We must take action, set out to look for him: look for him in life, look for him in the faces of our brothers and sisters, look for him in everyday business, look for him everywhere except in the tomb.
We must look for him without ceasing. Because if he has risen from the dead, then he is present everywhere, he dwells among us, he hides himself and reveals himself even today in the sisters and brothers we meet along the way, in the most ordinary and unpredictable situations of our lives. He is alive and is with us always, shedding the tears of those who suffer and adding to the beauty of life through the small acts of love carried out by each of us.
For this reason, our Easter faith, which opens us to the encounter with the risen Lord and prepares us to welcome him into our lives, is anything but a complacent settling into some sort of “religious reassurance.” On the contrary, Easter spurs us to action, to run like Mary Magdalene and the disciples; it invites us to have eyes that can “see beyond,” to perceive Jesus, the one who lives, as the God who reveals himself and makes himself present even today, who speaks to us, goes before us, surprises us. Like Mary Magdalene, every day we can experience losing the Lord, but every day we can also run to look for him again, with the certainty that he will allow himself to be found and will fill us with the light of his resurrection.
Brothers and sisters, this is the greatest hope of our life: we can live this poor, fragile and wounded existence clinging to Christ, because he has conquered death, he conquers our darkness and he will conquer the shadows of the world, to make us live with him in joy, forever. This is the goal towards which we press on, as the Apostle Paul says, forgetting what lies behind and straining forward to what lies ahead (cf. Phil 3:12-14). Like Mary Magdalene, Peter and John, we hasten to meet Christ.
The Jubilee invites us to renew the gift of hope within us, to surrender our sufferings and our concerns to hope, to share it with those whom we meet along our journey and to entrust to hope the future of our lives and the destiny of the human family. And so we cannot settle for the fleeting things of this world or give in to sadness; we must run, filled with joy. Let us run towards Jesus, let us rediscover the inestimable grace of being his friends. Let us allow his Word of life and truth to shine in our life. As the great theologian Henri de Lubac said, “It should be enough to understand this: Christianity is Christ. No, truly, there is nothing else but this. In Christ we have everything” (Les responsabilités doctrinales des catholiques dans le monde d'aujourd'hui, Paris 2010, 276).
And this “everything” that is the risen Christ opens our life to hope. He is alive, he still wants to renew our life today. To him, conqueror of sin and death, we want to say:
“Lord, on this feast day we ask you for this gift: that we too may be made new, so as to experience this eternal newness. Cleanse us, O God, from the sad dust of habit, tiredness and indifference; give us the joy of waking every morning with wonder, with eyes ready to see the new colours of this morning, unique and unlike any other. […] Everything is new, Lord, and nothing is the same, nothing is old” (A. Zarri, Quasi una preghiera).
Sisters, brothers, in the wonder of the Easter faith, carrying in our hearts every expectation of peace and liberation, we can say: with You, O Lord, everything is new. With you, everything begins again.