¿Era o no era Juan el Bautista el profeta Elíasque vendría(Mateo 11:14; 17:10-13)(Juan 1:19-21)?
Mateo registra a Jesús diciendo que Juan el Bautista era Elías que debía venir, mientras que Juan parece registrar a Juan el Bautista negando esa posibilidad. La razón de esta inconsistencia aparente es una falta de análisis del contexto por los lectores.
Los sacerdotes y los Levitas vinieron a Juan el Bautista y le preguntaron si él era Elías. Una pregunta completamente graciosa para preguntarle a cualquiera, a menos que usted conozca las Escrituras judías. Porque Dios dice por el profeta Malaquías de que Él enviaría a Elías al pueblo de Israel antes de un cierto tiempo. Por lo tanto como el pueblo judío esperaba a Elías, la pregunta es completamente lógica.
Juan tenía aproximadamente 30 años cuando le hicieron esta pregunta. Sus padres estaban muertos ya; él era el único hijo de Zacarías de la tribu de Leví. Así que cuando él fue preguntado si era Elías que subió al cielo aproximadamente 878 años antes, la respuesta era obviamente "No, no soy Elías."
Jesús también declara, aunque indirectamente, a Juan que no es Elías en Mateo 11:11 donde él dice que Juan es mayor que toda la gente que ha nacido alguna vez. Moisés era mayor que Elías, pero Juan era mayor que ambos.
¿Entonces qué quiso decir Jesús cuándo él dice de Juan "que él es Elías que debía venir"? El ángel Gabriel (Jibril en árabe) habla a Zacarías de su hijo, Juan, que no había aún nacido, diciendo "él irá delante del Señor, en el espíritu y el poder de Elías, para volver los corazones de los padres a sus hijos y al desobediente a la sabiduría del justo - para preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto." (Lucas 1:17)
El Ángel se refiere a dos profecías, Isaías 40:3-5 (ver Lucas 3:4-6 para confirmar que esta profecía aplicaba otra vez a Juan el Bautista) y Malaquías 4:5-6, mencionado anteriormente, y que dice: " aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos”. Gabriel de modo inconfundible dice que Juan es el "Elías" que Dios pronosticó por Malaquías el profeta.
Entonces, ¿era Juan Elías? No. Pero de haber preguntado los sacerdotes y Levitas, "Eres tú aquel que el profeta Malaquías habla como 'Elías'?" Juan habría respondido afirmativamente.
Jesús en Mateo 17:11-13 dice que la profecía de Malaquías es verdadera, pero que Elías ya había venido. Él dice que este "Elías" sufrió, como él, Jesús sufrirá; "los discípulos entendieron que él les hablaba sobre Juan el Bautista". Por lo tanto, una vez que entendemos el contexto, está claro el punto; Juan no era el literal Elías, pero él era Elías del cual la profecía habló, aquel que prepararía el camino para el Mesías, Jesús, "el Cordero de Dios que se quita los pecados del mundo", Juan 1:29.
Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada?
E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.
No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo:
Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.
Beaumont-en-Auge, Normandía, 23 de marzo de 1749 -París, 5 de marzo de 1827
Astrónomo, físico y matemático. Desarrolló la transformada de Laplace y la teoría nebular, ecuación de Laplace. Compartió la doctrina filosófica del determinismo científico.
Su obra más importante, “Traité de mécanique céleste”, es un compendio de toda la astronomía de su época, enfocada de modo totalmente analítico, y donde perfeccionaba el modelo de Newton, que tenía algunos fenómenos pendientes de explicar, como la aceleración de Saturno y la Luna, o el frenado de Saturno, que inducían a pensar que Saturno sería captado por el Sol, y Júpiter saldría del sistema solar y la Luna caería sobre la Tierra.
Laplace demostró que la aceleración de Júpiter y la Luna y el frenado de Saturno no eran contínuos, sino que eran movimientos oscilatorios de períodos milenarios, explicando de esta manera y con muy complejos cálculos, estos fenómenos que constituían anomalías en el modelo newtoniano de Universo.
Durante la Revolución Francesa, ayudó a establecer el Sistema Métrico.
Enseñó Cálculo en la Escuela Normal y llegó a ser miembro del Instituto Francés en 1795. Bajo el mandato de Napoleón fué miembro del Senado, y después Canciller y recibió la Legión de Honor en 1805.
Laplace is regarded as one of the greatest scientists of all time. Sometimes referred to as the French Newton or Newton of France, he has been described as possessing a phenomenal natural mathematical faculty superior to that of almost all of his contemporaries.[4] He was Napoleon's examiner when Napoleon graduated from the École Militaire in Paris in 1785.[5] Laplace became a count of the Empire in 1806 and was named a marquis in 1817, after the Bourbon Restoration.
Some details of Laplace's life are not known, as records of it were burned in 1925 with the family chteau in Saint Julien de Mailloc, near Lisieux, the home of his great-great-grandson the Comte de Colbert-Laplace. Others had been destroyed earlier, when his house at Arcueil near Paris was looted in 1871.[6]
Laplace was born in Beaumont-en-Auge, Normandy on 23 March 1749, a village four miles west of Pont l'Évêque. According to W. W. Rouse Ball,[7] his father, Pierre de Laplace, owned and farmed the small estates of Maarquis. His great-uncle, Maitre Oliver de Laplace, had held the title of Chirurgien Royal. It would seem that from a pupil he became an usher in the school at Beaumont; but, having procured a letter of introduction to d'Alembert, he went to Paris to advance his fortune. However, Karl Pearson[6] is scathing about the inaccuracies in Rouse Ball's account and states:
Indeed Caen was probably in Laplace's day the most intellectually active of all the towns of Normandy. It was here that Laplace was educated and was provisionally a professor. It was here he wrote his first paper published in the Mélanges of the Royal Society of Turin, Tome iv. 1766–1769, at least two years before he went at 22 or 23 to Paris in 1771. Thus before he was 20 he was in touch with Lagrange in Turin. He did not go to Paris a raw self-taught country lad with only a peasant background! In 1765 at the age of sixteen Laplace left the "School of the Duke of Orleans" in Beaumont and went to the University of Caen, where he appears to have studied for five years and was a member of the Sphinx. The École Militaire of Beaumont did not replace the old school until 1776.
His parents, Pierre Laplace and Marie-Anne Sochon, were from comfortable families. The Laplace family was involved in agriculture until at least 1750, but Pierre Laplace senior was also a cider merchant and syndic of the town of Beaumont.
Pierre Simon Laplace attended a school in the village run at a Benedictinepriory, his father intending that he be ordained in the Roman Catholic Church. At sixteen, to further his father's intention, he was sent to the University of Caen to read theology.[8]
At the university, he was mentored by two enthusiastic teachers of mathematics, Christophe Gadbled and Pierre Le Canu, who awoke his zeal for the subject. Here Laplace's brilliance as a mathematician was quickly recognised and while still at Caen he wrote a memoir Sur le Calcul integral aux differences infiniment petites et aux differences finies. This provided the first correspondence between Laplace and Lagrange. Lagrange was the senior by thirteen years, and had recently founded in his native city Turin a journal named Miscellanea Taurinensia, in which many of his early works were printed and it was in the fourth volume of this series that Laplace's paper appeared. About this time, recognising that he had no vocation for the priesthood, he resolved to become a professional mathematician. Some sources state that he then broke with the church and became an atheist.[citation needed] Laplace did not graduate in theology but left for Paris with a letter of introduction from Le Canu to Jean le Rond d'Alembert who at that time was supreme in scientific circles.[8][9]
According to his great-great-grandson,[6] d'Alembert received him rather poorly, and to get rid of him gave him a thick mathematics book, saying to come back when he had read it. When Laplace came back a few days later, d'Alembert was even less friendly and did not hide his opinion that it was impossible that Laplace could have read and understood the book. But upon questioning him, he realised that it was true, and from that time he took Laplace under his care.
Another account is that Laplace solved overnight a problem that d'Alembert set him for submission the following week, then solved a harder problem the following night. D'Alembert was impressed and recommended him for a teaching place in the École Militaire.[10]
With a secure income and undemanding teaching, Laplace now threw himself into original research and for the next seventeen years, 1771–1787, he produced much of his original work in astronomy.[11]
The Calorimeter of Lavoisier and La Place, Encyclopaedia Londinensis, 1801
From 1780 to 1784, Laplace and French chemist Antoine Lavoisier collaborated on several experimental investigations, designing their own equipment for the task.[12] In 1783 they published their joint paper, Memoir on Heat, in which they discussed the kinetic theory of molecular motion.[13] In their experiments they measured the specific heat of various bodies, and the expansion of metals with increasing temperature. They also measured the boiling points of ethanol and ether under pressure.
Laplace further impressed the Marquis de Condorcet, and already by 1771 Laplace felt entitled to membership in the French Academy of Sciences. However, that year admission went to Alexandre-Théophile Vandermonde and in 1772 to Jacques Antoine Joseph Cousin. Laplace was disgruntled, and early in 1773 d'Alembert wrote to Lagrange in Berlin to ask if a position could be found for Laplace there. However, Condorcet became permanent secretary of the Académie in February and Laplace was elected associate member on 31 March, at age 24.[14] In 1773 Laplace read his paper on the invariability of planetary motion in front of the Academy des Sciences. That March he was elected to the academy, a place where he conducted the majority of his science.[15]
On 15 March 1788,[16][6] at the age of thirty-nine, Laplace married Marie-Charlotte de Courty de Romanges, an eighteen-year-old girl from a "good" family in Besançon.[17] The wedding was celebrated at Saint-Sulpice, Paris. The couple had a son, Charles-Émile (1789–1874), and a daughter, Sophie-Suzanne (1792–1813).[18][19
El 23 de marzo de 1749 nacía en Beaumont-en-Auge, un pequeño pueblo de Normandía, el que más tarde sería conocido como el Newton Francés: Pierre-Simon Laplace. ¡Y qué apelativo más adecuado para un hombre que desde pequeño fue soberbio, calculador, adulador y, también es justo decirlo, muy inteligente! ¿Qué por qué digo esas lindezas del él? Seguid leyendo y lo descubriréis.
Casa natal de Pierre-Simon Laplace. Fuente: Wikimedia Commons
La familia de Pierre-Simon era humilde, aunque no pobre. Su madre era granjera y su padre un comerciante de sidra, con lo cual podían permitirse que su hijo accediese a algunos estudios y así lo hizo. Desde los 7 a los 16 años fue alumno de la escuela de benedictinos de su ciudad natal donde comenzó a formarse para ser sacerdote, cumpliendo así el deseo de su padre. De hecho, a los 16 años, se matriculó en la universidad de Caen, una ciudad cercana, con la intención de titularse en teología. No obstante, durante los tres años que pasó en Caen descubrió que tenía un talento especial para las matemáticas y a los 19 años decidió trasladarse a París, donde estaban todos los científicos franceses más relevantes de la época.
Trasladarse y vivir en París hasta que consiguiese un empleo, iba a suponer unos costes que su familia no podía permitirse. Así que, para conseguir el dinero, se le ocurrió una idea “original” a la par que mezquina: se ganó la amistad y el afecto de un vecino acaudalado, a quien no paró de halagar y elogiar, hasta que lo cameló para que le costease el viaje y la estancia. Además, le consiguió unas cartas de recomendación con las que se pondría a disposición del matemático D’Alembert, con el fin de que este le pudiese conseguir un trabajo.
A su llegada a París, lo primero que hizo fue ir a visitar a D’Alembert para entregarle sus cartas de recomendación, pero, claro, ¡no recibiría D’Alembert cartas de recomendación todos los días! Aquellas eran unas cuantas más de un chico del campo. Las ignoró. Unos días más tarde, Pierre volvió a llamar a la puerta de la casa de D’Alembert a ver si había leído sus cartas y quería conocerlo, pero nada. D’Alembert no le recibiría ese día tampoco. Bueno, pues nada, lo intentaría otro día, a ver si había más suerte. Así estuvo durante un tiempo y viendo que aquello no tenía buena pinta, decidió cambiar de estrategia: escribió un trabajo sobre los principios de la mecánica y se lo envió a D’Alembert. Esta vez estaba seguro de que sí le recibiría porque sólo un matemático podía apreciar, entender y valorar el trabajo de otro matemático. Así fue. D’Alembert quedó totalmente impresionado con el talento matemático de Laplace y esta vez fue él el que solicitó que Pierre fuese a visitarle. Nada más verlo D’Alembert dijo: No necesitáis más presentación que la recomendación de vuestro trabajo. ¡Vaya, hombre! ¡Y Laplace dorándole la píldora a su vecino para conseguir las cartas de recomendación! ¡Menos mal que eso no le costaba trabajo!
D’Alembert se convirtió en el protector de Pierre y le consiguió una plaza de profesor en la Academia Militar de Artillería de París, donde enseñaría geometría y trigonometría a los cadetes de las mejores familias francesas.
Con un trabajo y sin problemas económicos Laplace pudo dedicarse más de lleno a las matemáticas y comenzó a realizar investigaciones sobre ecuaciones diferenciales, cálculo integral, mecánica celeste, astronomía física y movimientos planetarios. En 1770 salieron a la luz las primeras publicaciones que recogían sus resultados tanto en matemática pura como aplicada, lo que le hizo ganar un gran prestigio.
Los artículos más importantes trataban sobre los movimientos de los planetas y explicaban algunos fenómenos que el modelo de Newton no lo hacía: aparentemente Júpiter y la Luna se estaban continuamente acelerando y Saturno parecía que se frenaba poco a poco. Si estos movimientos continuaban indefinidamente, Júpiter se saldría del Sistema Solar, Saturno caería sobre el Sol y la Luna sobre La Tierra y, sin embargo, eso no ocurría. Cuando se le preguntó a Newton sobre esto su respuesta fue que Dios estaba actuando de forma permanente y directa sobre el universo y que era Él el que impedía que hubiese una catástrofe. Dios se encargaba de poner orden. Es más, creía que nadie podría calcular la evolución de todos los astros. Sin embargo, Laplace sí pudo y para ello tuvo en cuenta las perturbaciones que sufrían los cuerpos celestes. Laplace demostró que la aceleración de Júpiter y la de la Luna, así como el frenado de Saturno eran movimientos periódicos con unos periodos muy largos (de unos 1 000 años) y que, por tanto, no eran movimientos indefinidos. Eran las posiciones relativas de Júpiter y Saturno con respecto al Sol, y de la Luna y La Tierra con respecto al Sol, las que provocaban esas variaciones periódicas. En consecuencia, el Sistema Solar era estable y se autorregulaba. No hay ninguna intervención divina que impida que el Sistema Solar colapse.
En 1771, quiso ingresar como miembro de la Academia de las Ciencias de París, pero, a pesar de haber comenzado a tener éxitos científicos, no fue admitido. No obstante, no cejó en su empeño y al año siguiente lo volvió a intentar, obteniendo el mismo resultado. Esta vez se molestó un poco más que el año anterior, ya que él se creía el mejor matemático de Francia y no entendía que otro candidato ocupara su lugar cuando sólo le superaba en un aspecto: la edad. ¡Nuestro Pierre no necesitaba abuela!
En 1773, ¡por fin!, gracias a algunos hilos que movieron D’Alembert y Lagrange, fue admitido como miembro de una academia: la Academia de Ciencias de Berlín; y también fue nombrado profesor adjunto en la Academia de París. Esto le supuso un puesto dentro del mundillo científico francés –aunque no se relajó y siguió publicando de una manera muy prolífica– y un aumento de ingresos. Además, no dejó su puesto como profesor en la Academia Militar de Artillería de París y en 1784 fue nombrado miembro del Tribunal del Cuerpo Real de Artillería, lo que le permitió comenzar a codearse con los altos oficiales del gobierno.
Grabado del cadete Napoleón Bonaparte en la Escuela Militar de París en 1784. Fuente: www.elgrancapitan.org/foro
Por las fechas en las que nos estamos moviendo, los últimos años del reinado de Luis XVI, ¿quién creéis que pudo pasar por la Academia Militar de Artillería de París para recibir formación? ¡Efectivamente! Napoleón Bonaparte. Laplace fue profesor de Napoleón en 1785, cuando este era un cadete de 16 años. Allí nació una “amistad” que… ¡Uy! Que casi hago un spoiler.
Durante la década de 1790, Laplace no mostró ningún interés por la política y estuvo inmerso en sus investigaciones y en los trabajos que llevó el comité que ideó el nuevo sistema métrico decimal. De hecho, él fue uno de los científicos que defendió que la unidad fundamental de medida de longitud debía ser definida en función de la longitud del cuadrante del meridiano terrestre, y no en función de la circunferencia del Ecuador. Sus razonamientos llevaron a definir el metro como la diezmillonésima parte de la distancia media del Polo Norte al Ecuador. Definición que a los que hicimos la EGB nos sonará.
El metro se definió como el metro como la diezmillonésima parte de la distancia media del Polo Norte al Ecuador. Fuente: https://www.wikiwand.com/es/Sistema_m%C3%A9trico_decimal
En 1793 los republicanos expulsaron a Laplace y a otros científicos como Lavoisier y Coulomb del comité del sistema métrico decimal porque entendían que las responsabilidades que tenían sólo podían ser ejercidas por hombres que apoyasen a la República y odiasen a la Monarquía y como ellos no se habían definido… ¡A la calle! La situación se volvió tan tensa que Pierre llegó a temer por su cabeza –ya sabemos cómo se las gastaban los franceses en aquella época– y huyó de París a la ciudad vecina de Melun. Allí se empadronaron, él, su mujer Marie Charlotte de Courty de Romanges, hija de un burgués acomodado de Besançon, con quien se había casado en 1788, y sus dos hijos Charles-Émile y Sophie-Suzanne. Lavoisier no cambió de domicilio y terminó sin cabeza en 1794. ¡Bravo por Laplace y su prevención!
Lavoisier muerte guillotinado el 8 de mayo de 1794. Fuente: https://www.infobae.com/america/historia-america/2019/11/16/la-tragica-e-injusta-muerte-de-lavoisier-padre-de-la-quimica-moderna-guillotinado-por-venganza/
Cinco volúmenes de la Mecánica Celeste de Laplace. Fuente: https://www.astromia.com/biografias/laplace.htm
El primer volumen de la obra culmen de Laplace, la Mecánica Celeste, apareció publicado en 1799. Esta obra es un compendio de cinco volúmenes que recogen todo el conocimiento astronómico de la época desde un punto de vista totalmente analítico y que no sólo destaca por su contenido, sino por el modo en el que está escrito y por la calidad de sus dibujos.
Ese mismo año Napoleón, aquel cadete al que Laplace había dado clase cuando era un adolescente de 16 años, fue nombrado Primer Cónsul de la República (por cierto, en 1802 sería proclamado cónsul vitalicio y en 1804 Emperador de los Franceses. Una carrera meteórica en la que os recomiendo profundizar.) y cuando formó su gobierno se acordó de aquel profesor que tuvo en la Academia: designó a Laplace ministro del Interior. A Pierre el nombramiento como ministro le duró sólo seis semanas y si os preguntáis el motivo, Napoleón lo dejó claro cuando escribió sus memorias: Laplace quería llevar el espíritu de los infinitesimales a la administración. Es decir, era demasiado meticuloso y no actuaba con celeridad cada vez que se enfrentaba a un problema político, entreteniéndose en pulir todos los detalles. Lo que Napoleón no dice en sus memorias es que igual él también se quiso aprovechar de Laplace y no sólo éste fue el que quiso medrar. Laplace gozaba de un gran prestigio científico y el que un matemático de su talla ocupase un puesto en el gobierno igual hacía que el resto de científicos viera con buenos ojos los movimientos políticos de Napoleón y lo apoyasen. Para compensar a Laplace después de su destitución, Bonaparte lo nombró primero senador, después presidente del Senado y, por último, conde del Imperio. Como podéis suponer esto convirtió a Laplace en un hombre muy rico. En “pago” a tales nombramientos, Pierre dedicó el tercer tomo de la Mecánica Celeste y la Teoría Analítica de las Probabilidades a Napoleón, refiriéndose a él como pacificador de Europa. Al leer Napoleón dicho tomo de la Mecánica Celeste comentó que no había visto ninguna mención a Dios, a lo que Laplace contestó: Señor, ¡no hay necesidad de tal hipótesis! Frase que ha pasado a la historia, pero de la que, como suele ocurrir, nadie está seguro de que se pronunciase.
Tras el desastre ocurrido en Rusia, Laplace se aleja poco a poco de Napoleón y se acerca poco a poco a los borbones. De hecho, como miembro del Senado, votó a favor de la restauración de la monarquía y del exilio de Napoleón a la isla de Elba; y cuando Luis XVIII llega al poder en 1814, cambia las dedicatorias de sus libros, no fuese a ser que el rey se ofendiera, pensara que era partidario de Napoleón y decidiera cortarle la cabeza. En 1815 vuelve Napoleón y Laplace huye de París – no hay que ser muy inteligente para suponer que Napoleón no estaría contento con los vaivenes de su exprofesor–. Tras la derrota de Waterloo y el destierro definitivo de Napoleón a Santa Elena, Laplace vuelve a convertirse en un defensor incondicional de la monarquía, consiguiendo que Luis XVIII le conceda el título de marqués –que, por si no lo sabéis, es más que conde– en 1817. ¿Vais entendiendo los piropos que le dediqué al principio? ¡Será chaquetero! Se pasó la vida cambiando de bando según quien estuviera en el poder con el fin de conseguir que su cabeza no se separara del cuerpo y poder continuar con su trabajo científico.
Laplace es uno de los mayores exponentes de la filosofía determinista, que afirma que todo fenómeno está prefijado de una manera necesaria por las circunstancias en que se produce, y, por tanto, ninguno de los actos de nuestra voluntad es libre, sino que están obligatoriamente preestablecidos. No obstante, esto no le supone ningún conflicto a la hora de realizar sus estudios sobre probabilidad ya que para Laplace lo azaroso no es más que una medida de nuestra ignorancia, porque si tuviésemos todos los detalles relativos al lanzamiento de una moneda, por ejemplo (fuerza de lanzamiento, velocidad del viento, características de la superficie sobre la que caiga, …), podríamos plantear y resolver las ecuaciones que definiesen el lanzamiento y determinar el resultado. Como no podemos conocer todos esos datos, nos conformamos con calcular las probabilidades. Así, en 1780 comenzó a trabajar en este tema y la primera edición de la Teoría Analítica de Probabilidades fue publicada en 1812. Fue tal su éxito que en 1814 publicó el Ensayo filosófico sobre las probabilidades, que resultaba más sencillo de leer y asequible para más personas. El Ensayo comienza con el enunciado de las siete probabilidades:
La probabilidad es la razón entre el número de casos favorables y el de todos los casos posibles. (La conocida Ley de Laplace: P(A)=Número de casos favorables al suceso A / Número de casos posibles del experimento.)
Si no lo son, habrá que determinar primero sus posibilidades respectivas, cuya justa valoración constituye uno de los puntos más delicados de la teoría de azar.
Si los eventos son independientes unos de otros, la probabilidad de la existencia de su conjunto es el producto de sus probabilidades particulares.
Cuando dos eventos dependen uno de otro, la probabilidad del evento compuesto es el producto de la probabilidad del primero por la probabilidad de que, habiendo sucedido éste, tenga lugar el otro.
Si se calculan a priori la probabilidad de un evento acaecido y la probabilidad de un evento compuesto de éste y de otro que se espera, la segunda probabilidad dividida por la primera constituirá la probabilidad del evento esperado, inferida del observado.
Cada una de las causas a la que puede atribuirse un acontecimiento observado se halla indicada con una verosimilitud tanto mayor cuanto más probable sea que ocurra el acontecimiento si se supone existente dicha causa.
La probabilidad de un acontecimiento futuro es la suma de los productos de la probabilidad de cada causa, extraída del acontecimiento observado, por la probabilidad de que, en caso de que exista dicha causa, el acontecimiento futuro tenga lugar.
y contiene muchos problemas, la gran mayoría de ellos relacionados con el lanzamiento de monedas y con cajas y bolas. Veamos un ejemplo de estos últimos:
Una urna contiene cuatro bolas negras o blancas, pero no todas del mismo color. Se extrae una de esas bolas, de color blanco, y se la vuelve a meter en la urna para proceder de nuevo a otras extracciones. Se desea saber cuál es la probabilidad de no sacar más que bolas negras en las cuatro extracciones siguientes.
En 1825, Laplace contrae una enfermedad que le causa un debilitamiento extremo y que le acompañó hasta su muerte el 5 de marzo de 1827, a tan sólo 17 días de cumplir 78 años. En su funeral Fourier diría: Laplace nació para perfeccionarlo todo, para profundizar en todo, para hacer retroceder todas las fronteras, para resolver lo que creíamos irresoluble.
Foto de Laplace en Beaumont-en-Auge. Autores: René & Peter van der Krogt. Fuente: https://statues.vanderkrogt.net/object.php?webpage=CO&record=frbn016