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POLITICA ARGENTINA/INTERNACIONAL: LOS ORIGENES DE LA GUERRILLA PERONISTA (1959-1960)-UTURUNCOS
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Réponse  Message 1 de 6 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999  (message original) Envoyé: 04/06/2013 17:35

LOS ORIGENES DE LA GUERRILLA PERONISTA (1959-1960)
 
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Sergio M. Nicanoff y Axel Castellano - La historia del "Vasco" Bengochea y las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional

 

 

Salas, Ernesto, Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista
Biblos, Buenos Aires, 2003, 138 pp. ISBN 950-786-386-9

El trabajo de Ernesto Salas se inscribe en la copiosa producción historiográfica sobre las décadas de 1960 y 1970 en la Argentina, que ha visto la luz en particular desde la segunda mitad de la década de los años 1990s. En esta producción, la década de 1970 recibe la mayor atención, lo que se explica si tenemos en cuenta que las dos organizaciones principales del período --Montoneros y Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)-- tienen su acto fundacional en 1970: el "Aramburazo" y el V Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en el que se fundó el ERP ocurrieron en mayo y en julio de ese año, respectivamente. Fue en esta última etapa en la que los procesos políticos y sociales que se abrieron en 1955 aparecen desplegados y adquieren dimensiones masivas.

En este sentido, la obra de Salas permite enlazar el proceso abierto a partir de la caída de Perón, la Resistencia Peronista, con los diferentes ensayos que sin solución de continuidad fueron conformando un espacio en el que se sucedieron diferentes experiencias hasta que a fines de los 1960s. --ante el proceso de radicalización masiva del que el Cordobazo y otros movimientos semi-insurreccionales dan cuenta--, se convirtieron en fuertes estructuras político-militares, con una importante llegada a sectores de masas y capaces de jugar un rol decisivo en la política nacional.

A la luz de esta investigación, el lugar que los Uturuncos ocupan en los trabajos más importantes sobre este período y específicamente sobre el movimiento peronista --v.g. el trabajo de D. James y el de R. Gillespie-- debe ser cuestionado. No nos parece que el problema de la interpretación de estos trabajos sea el atribuirle a esta organización un escaso impacto durante su corta existencia, sino el no haber entendido, desde la perspectiva que el tiempo otorga, en qué medida el desarrollo de la historia que llevó desde 1955 hasta 1976 tuvo en esta organización un escalón en el que pueden encontrarse tensiones que recorren todo el período. Intentaremos desarrollar este aspecto.

La labor historiográfica de Salas, quien en 1990 había publicado un trabajo sobre la toma del frigorífico "Lisandro de la Torre", le permite ubicar la experiencia de Uturuncos en el marco de ese proceso, con lo que esta organización se manifiesta como lo que el autor señala desde el título de su libro: el origen de la guerrilla peronista.

Las características de esta organización, lo breve de su existencia, y el escenario represivo en el que actuó, resultan en la inexistencia de fuentes escritas originales: el autor manifiesta no haber encontrado ni documentos escritos, ni panfletos, ni proclamas que permitan conocer las ideas políticas del grupo. El trabajo de Salas tiene entonces el mérito de haber reconstruido vívidamente la existencia de esta organización a partir de artículos periodísticos --algunos de ellos con relatos de los actores--, de entrevistas -unas realizadas por el autor y otras por uno de los protagonistas de los hechos que poco después de la apertura democrática de 1983 viajó a Tucumán a entrevistar a sus ex compañeros--, y de cartas escritas por participantes en la experiencia, en general muy recientes. El conocimiento del período en el que surge esta organización, de los mecanismos objetivos y subjetivos por medio de los cuales la Resistencia Peronista encontró canales de expresión y de actividad política y sindical en el marco de la proscripción al peronismo, permiten al autor trazar las líneas fundamentales de la historia de esta organización, aún frente a lo exiguo de lo que de su experiencia logró pervivir. En este contexto, es destacable el rescate de los nombres y orígenes de los participantes, de sus trayectorias hacia la organización, de sus movimientos iniciales y, ya en el monte, de sus relaciones con los sectores que los apoyaron, de sus operaciones, y también de su final.

Producto de esta articulación, es posible entender y ubicar los orígenes de quienes compusieron los Uturuncos. Salas muestra convincentemente a esta organización como un producto del Comando 17 de Octubre. Este, operando en Tucumán y Santiago del Estero, estaba vinculado al Comando Nacional Peronista estrechamente ligado a John W. Cooke, y fue en este sentido uno de los exponentes de las formas de organización determinantes de la Resistencia. También, y a través de ese Comando, la organización de los obreros de la industria azucarera --la FOTIA--, de gran peso en esos años, estaba ligada a los orígenes de Uturuncos. Queremos señalar con esto que la ubicación que Salas da a esta pequeña organización, su emergencia tanto como producto de la Resistencia como el inicio de una táctica que de diferentes formas determinará la realidad política nacional por más de quince años, está, a nuestro entender, sólidamente fundada en la investigación.

Del mismo autor

La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre
Ernesto Salas
Páginas: 190
Editorial: Altamira / Retórica Ediciones. Buenos Aires, 2006.

Enero de 1959: Fuerzas conjuntas del Ejército, la Policía y la Gendarmería desalojan violentamente el frigorífico de la Capital, que había sido ocupado por sus trabajadores para evitar su privatización. Se declara la huelga general por tiempos indeterminado, los vecinos y obreros de Mataderos combaten contra las fuerzas represivas.
Fue también la reacción a la aplicación del primer plan económico recomendado por el Fondo Monetario Internacional.
Como respuesta, el gobierno de Arturo Frondizi ordenó la movilización militar de los obreros y amenazó con la aplicación del Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado). Contra ello, y en apoyo del conflicto, los comandantes de la Resistencia Peronista hacen estallar cientos de bombas en Buenos Aires.
La toma del Frigorífico Lisandro de la Torre, pese a ser un acontecimiento mítico de la resistencia peronista, no ha tenida hasta el presente demasiada atención para los historiadores. Con rigor científico y espíritu crítico, este libro analiza aquellos acontecimientos en el marco de las luchas sociales y políticas libradas por el peronismo como respuesta a la proscripción y represión de las mayorías populares.

Sin embargo, el lugar en el que la organización queda ubicada históricamente producto del estudio de Salas, no alcanza para soslayar lo relativo de su importancia y trascendencia concreta. Es decir, cuando el autor discute con la afirmación del relevante estudio de Daniel. James sobre la Resistencia Peronista, según el cual este grupo sólo tuvo escaso impacto en la mayoría de los militantes de la Resistencia Peronista, no nos parece que aporte suficientes datos para refutarlo. La importancia histórica de los Uturuncos pareciera más dada por ser una instancia que permite reconstruir un proceso en varios sentidos unitario, que por su importancia concreta en su época: su corta existencia se ilumina sólo a través de la cadena de acontecimientos de la cual es un eslabón.

En el último capítulo de su libro, Salas desarrolla las conclusiones de su estudio. Allí señala tres factores que explicarían por qué el primer foco de guerrilla rural argentina fue rápidamente desbaratado. Estos son la delación a la policía por parte de los propios compañeros o los vecinos, el hecho de que por su militancia previa los dirigentes hayan sido conocidos por los servicios de seguridad lo que habría hecho fácil descubrir la trama, y, por último, las divergencias entre los comandantes y la disputa por los liderazgos. Creemos que en estas conclusiones se manifiesta un problema más general de la investigación, el que remite a la relación entre historia y política. El análisis de esta organización es el análisis de un aspecto particular de la historia reciente argentina, una historia que en muchos sentidos está siendo escrita y que debe ser analizada, especialmente en tanto se reivindique la validez de algunos de los objetivos más generales de las generaciones de luchadores y luchadoras que en esos 30 años bregaron por una cultura alternativa y enfrentaron a los sectores hegemónicos. Todo movimiento social que se proponga enfrentar la dominación debe necesariamente abrevar en las experiencias pretéritas. Estas pueden solamente actuar de insumos para nuevas generaciones en la medida en que sean cruzadas por el arma de la crítica.

En este sentido, el trabajo de Salas nos ofrece un relato de los acontecimientos pero carece de una mirada reflexiva que permita elevarse por sobre las vicisitudes de la vida de esta organización para que su experiencia pueda ser más que un tramo de la historia argentina reciente. En la medida en que en su breve historia los Uturuncos ponen de manifiesto algunas de las tensiones que recorren todo el período, esta falencia resulta más acuciante.

En este sentido, los elementos señalados por Salas como causantes de la derrota de los Uturuncos dejan de lado los profundos problemas políticos que, sin embargo, su investigación permite vislumbrar. La delación por parte de compañeros o vecinos refleja un problema político que implica analizar las relaciones al interior del grupo y con los sectores periféricos. Del mismo modo, los servicios de seguridad no conocían más a estos dirigentes que lo que conocerían a centenares de cuadros unos años después, no pudiendo sin embargo por ese solo motivo detenerlos. Evidentemente ha de buscarse otra explicación. Tampoco las divergencias entre comandantes o la disputa por liderazgos es una característica exclusiva de esta organización. No parece que pueda atribuirse a estas causas el rápido desenlace de la historia de este grupo. El análisis debería centrarse en las caracterizaciones políticas de este grupo, sus estrategias y sus tácticas, su inserción social, sus vínculos con otras organizaciones de masas, todos aspectos que, más allá de las dificultades específicas ante la falta de documentación, hubieran permitido una perspectiva más rica.

http://www.elortiba.org/uturuncos.html



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Réponse  Message 2 de 6 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999 Envoyé: 04/06/2013 17:38
Por otro lado, es en el análisis de estos aspectos que, si Uturuncos debe ser leído en el marco de todo el período del cual es una instancia, podrían vincularse conclusiones emanadas de su estudio con algunos problemas que se repetirán en los 1970s. Aspectos de los que Salas da cuenta como problemas ligados a la relación entre dirigentes y base de la organización, las relaciones, sobre todo desencuentros, entre el grupo y organizaciones sindicales --especialmente la FOTIA--, o la preeminencia de la acción como andamiaje organizativo, más que la comprensión común de la situación y las tareas planteadas, son efectivas, ente problemas que se presentaron, en otra dimensión, en las organizaciones que hegemonizaron las luchas populares desde fines de los 1960s.

El trabajo de Salas es, en síntesis, un muy valioso aporte a la comprensión de los procesos por los cuales se fue configurando la explosiva situación que estalló especialmente desde fines de los años 1960s. Una mirada desde una posición más crítica, un énfasis en los problemas que se insinúan en la investigación pero que cobrarán absoluta trascendencia años después, hubiera permitido que su esfuerzo historiográfico se insertara en la búsqueda de respuestas para renovados espíritus emancipadores de nuevas generaciones de luchadores.

Eduardo Weisz

Réponse  Message 3 de 6 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999 Envoyé: 04/06/2013 17:40
Entre los primeros pasos del ERP, Mario Roberto Santucho, su comandante, tomó contacto con los Uturuncos. Aquí uno de sus protagonistas narra con lujo de detalles aquel encuentro.

Julio César Robles -a quien sus compañeros de la Resistencia Peronista llamaban "Mickey"-, es uno de los últimos uturuncos que aún vive. Como se sabe, esta fue la primera guerrilla argentina. Cuya aparición en escena ocurrió con la toma de la Jefatura de Policía de la ciudad de Frías, Santiago el Estero. Desde allí -en el límite con Catamarca- los uturuncos, haciendo un rodeo, se internaron en la selvática montaña del Tucumán.

Robles tiene ahora setenta y ocho años; pese a haber nacido en Buenos Aires, reside actualmente en Córdoba.


J.C.: ¿Cómo fue el vínculo entre los uturuncos y Mario Roberto Santucho?

Julio C. Robles: Tengo tendencia a dispersarme en mis conversaciones, por lo tanto trataré de ser ordenado en mi narración. Empezaré por contarle mi relación con los compañeros de Roberto Santucho.
La fecha exacta, esto sí que no lo recuerdo, pero sí la época, que fue a fines del año 1968... o los primeros meses de 1969.
Estando circunstancialmente en la casa de un compañero uturunco, Abshalón Leiva, en la localidad de Alto Verde, provincia de Tucumán, este me manifiesta que estaba en contacto con unos compañeros de la ciudad de Concepción y que pertenecían al PRT. Y que había congeniado con ellos, ya que tenían varios puntos de coincidencias, en los planteos programáticos.

J.C.: ¿Ellos vivían en Alto Verde?

Julio C. Robles: No, según me dijo Abshalón, de estos compañeros uno era de La Plata y otro de Tucumán... y un tercero que no recuerdo su procedencia. Se habían mimetizado entre la población de Concepción, y habían montado un pequeño taller de carpintería, desde donde realizaban una cautelosa militancia política revolucionaria.
Es así que tomamos contacto con estos "carpinteros" y luego de amistosas charlas, comprendo que para mí no había demasiada afinidad política... sólo unas pocas coincidencias ideológicas. Pero sí una fraterna solidaridad revolucionaria. Es luego de conocernos que nos invitan a participar en una reunión. Esta se realizaría en San Miguel de Tucumán , durante los proximos días.
Abshalón Leiva ya había participado en algunas reuniones anteriores, pero como la cosa parece que era algo importante para el grupo, les manifiesto que no era mi intención sumarme al movimiento. Aclarado esto, sí los acompañaría a Tucumán, para pasear un poco por la ciudad y al finalizar la reunión nos encontraríamos, para volver juntos a Alto Verde.

J.C.: Usted, entonces, no fue a la reunión con el PRT...

Julio C. Robles: No, me quedé dando vueltas por la ciudad de Tucumán... Cerca de la medianoche volvimos a encontrarnos, en un café frente a la Plaza Independencia, en una esquina haciendo diagonal con la casa de gobierno, que era el lugar preestablecido para reencontrarnos. Además de los antes nombrados compañeros, llegaron acompañados por otra persona... y que no era otra que Mario Roberto Santucho... Yo no lo conocía, ni su nombre significaba nada para mí, pues en ese entonces era alguien absolutamente desconocido. En rápida charla, café de por medio, y luego de un ameno intercambio de ideas, quedó en volvernos a encontrar a Leiva y a mí, en la localidad de Alto Verde para charlar de cosas importantes.
En el viaje de vuelta, en un viejo automóvil de mi propiedad, a través de la charla que mantenían entre los compañeros y en la cual yo poco participaba, me entero de lo que había ocurrido en la reunión. Esta se había realizado en una Iglesia Católica... había habido un rompimiento amistoso en las filas del PRT. Pues el grupo que lideraba Santucho había sostenido una firme resolución para prepararse en la lucha armada. Cosa que algunos de los otros concurrentes no compartían, por considerar dicha postura como apresurada. Parece que no renegaban de la misma, pero pensaban que era prematura.

J.C.: ¿Su charla en el café fue el único encuentro con Santucho?

Julio C. Robles: No... A los pocos días nos encontramos nuevamente con Santucho... Esta vez venía acompañado por uno de los carpinteros. Fue en la casa de Leiva, lugar donde me alojaba en mis pasos por Alto Verde. Tuvimos una larga charla entre los cuatro presentes y en un momento dado Santucho nos propone unirnos al grupo definitivamente. Porque era su intención iniciar una lucha armada para derrotar al régimen imperante y establecer en el poder un gobierno popular y revolucionario.
Si bien la iniciativa despertaba en Leiva y en mí una inocultable simpatía, le manifestamos que como revolucionarios teníamos nuestra propia identidad: el Peronismo -con mayúsculas... (en ese entonces, todavía pensábamos que Perón podía volver, para concretar la revolución inconclusa en el año 1955). Y por lo tanto, le dijimos a Santucho, no los íbamos a acompañar en esa lucha. Porque además de la diferencia ideológica, pensábamos sinceramente en que la cosa no iba a andar...

J.C. ¿Qué opina a la distancia, de lo que llegó a ser el ERP de Santucho, posteriormente?

Julio C. Robles: ...ya vé lo equivocados que estábamos... porque si bien la cosa no llegó a un final deseado, la sangre derramada servirá como simiente a nuevas generaciones que estén dispuestas a luchar por la vida, la justicia y libertad. Aunque personalmente preferiría que los muertos estuvieran a nuestro lado, que no hubiera sangre como simiente para los que vendrán y estar con estos viejos compañeros, compartiendo un vino y una encendida charla debajo de una morera en algún paisaje perdido de la campiña tucumana.
Siguiendo con la narración, y llegado al punto de nuestra amistosa negativa a sumarnos al planteo realizado por Santucho, este nos pide una "colaboración". Esta colaboración consistía en acompañar a un grupo de futuros combatientes a los lugares que nosotros conocíamos en la montaña, para ver la factibilidad de, en un futuro, establecer campamentos y depósitos de elementos y víveres, para cuando empezaran a operar en la montaña. De inmediato el compañero Leiva y yo le transmitimos nuestra conformidad para acceder al pedido. Y fijamos una fecha muy próxima para subir al cerro. En la fecha establecida nos preparamos, por nuestro lado los compañeros uturuncos Abshalón Leiva, Genaro Zuletta Nuñez y yo. El compañero Leiva, había tenido siempre sus puertas abiertas para los combatientes uturuncos, y además, había arriesgado su seguridad y la de sus pequeños hijos, en momentos difíciles... Como cuando estábamos en el monte, entre los años cincuenta y nueve y sesenta y tres... junto con su mujer Eugenia Rosa Almirón de Leiva: en una pequeña moto, nos trasladaban noticias y algunos pocos víveres hasta orillas del rio Cochuna -que era el lugar de encuentro que habíamos fijado.
El compañero Genaro Zuletta Nuñez, oriundo de la localidad de Río Chico y radicado en Concepción, había estado preso en la cárcel de esa localidad, entre los años l959 y 1960, por su participación en la toma del destacamento de la policía ferroviaria del Ferrocarril Mitre, en la ciudad de Tucumán. Fue integrante de la Segunda Campaña, en el año 1963, cuando se sumaron compañeros venidos de Cuba, donde habían recibido instrucción sobre guerra de guerrillas en la Sierra Maestra.

J.C.: ¿Santucho también fue a explorar los cerros con ustedes?

Julio C. Robles: Sí... Los componentes del PRT que integraban esta exploración eran: un joven de alrededor de 25 años de apellido Hevia, su padre era para ese entonces el dueño de uno de los principales hoteles de aquella época, el Plaza Hotel de Tucumán, ubicado enfrente a la Plaza Independencia en su vereda Norte. El edificio, un hermoso ejemplar arquitectónico de aquellos tiempos, aún existe y creo que funciona allí una dependencia municipal o del gobierno de la provincia. Otro, un joven tal vez de la misma edad del anterior, probablemente estudiante universitario del sur, porteño o rosarino, deducción hecha por su forma de hablar. Otro, uno de los carpinteros... y el propio Santucho.
Partimos al anochecer desde Alto Verde,en el viejo automóvil que le conté anteriormente, manejado por un joven sobrino de Leiva, que una vez pasada la localidad de Alpachiri, nos dejó a un costado de la ruta y regresó con el auto hasta el lugar de donde habíamos partido.
Además de algunas mochilas con elementos y víveres, llevamos una carpa liviana y, como todo armamento, una carabina de caza calibre 22 y un viejo revólver calibre 32, con una sola carga, de seis u ocho tiros, no recuerdo bien. Y sí bastantes municiones para la carabina, por si cazábamos algo... También algunas cañas de pescar, porque habíamos combinado que si teníamos algún contratiempo con alguna fuerza policial, nuestra versión sería que salíamos de campamento a cazar y pescar.
Durante toda la estadía no tuvimos contratiempos de ninguna naturaleza. La primera noche acampamos en una zona cercana al Río Cochuna, en el kilómetro treinta y dos y medio de la ruta. Este lugar era bien conocido por nosotros, porque allí se instaló el primer campamento de los Uturuncos, en Octubre del año 1959. Al amanecer del día siguiente, y luego de unas cuatro horas de caminata, llegamos a una espaciosa cueva, que nos había servido de refugio en oportunidades anteriores. Dentro de esa gran cueva armamos la carpa, y luego de comer, entre sorbos de reconfortante café instantáneo, en distendidas charlas convenimos que, a la mañana siguiente, Santucho y el carpintero volverían a la civilización para cumplir con compromisos que tenían pendientes. La tarde fue provechosa porque era la intención de Santucho tomar contacto con gente de Cuba y tal vez viajar a la isla. Y yo tenía la posibilidad de abrirle un camino, que al parecer funcionó

J.C.: Usted tenía alguna relación con el gobierno de Cuba, en ese entonces...

Julio C. Robles: En realidad, algo indirecto. Quien manejaba en ese entonces los contactos con los cubanos era Ricardo Rojo, un abogado amigo del Che... Rojo había sido, en representación de Frondizi, el que había firmado el pacto electoral Perón-Frondizi del año 1957, junto con John W. Cooke, representante de Perón. Ese pacto fue acordado y firmado en la República de Chile. Con Ricardo Rojo yo tenía un conocimiento bastante lejano, pero con posibilidades ciertas de llegar a él.
Le dí a Santucho la dirección de un bar de la calle Viamonte al 900, donde trabajaba como encargado de turno un compañero uturunco llamado José Frazzi, con quien fui a la escuela primaria. Y al tiempo, al volver a Buenos Aires, este amigo me dijo que le había concretado una entrevista a Santucho con Ricardo Rojo, pero que "no tenía más noticias del santiagueño". Mientras tanto, los que quedamos en el cerro estuvimos aproximadamente diez días explorando los alrededores, marchando hacia unos viejos aserraderos abandonados, lugares que también nos sirvieron de refugio en los años sesenta. Y después de esas incursiones acompañamos hasta la ruta a los dos compañeros del PRT que marcharon hacia Tucumán.
http://www.taringa.net/posts/info/6570887/Santucho-y-los-Uturuncos.html

Réponse  Message 4 de 6 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999 Envoyé: 04/06/2013 17:41
J.C.: Supongo que le habrán venido recuerdos, al volver a internarse en el monte...

Julio C. Robles: Por supuesto... En los aserraderos que antes le mencioné, en junio del año sesenta fué donde tuvimos, como grupo, nuestro bautismo de fuego... cuando enfrentamos una numerosa patrulla de la policía y el ejército. Nos habían sorprendido con la guardia baja y por esta causa, resultó herido y detenido el compañero Santiago Transelino Molina, (alias El Teniente Hacha). También fueron detenidos varios compañeros, luego de un intenso tiroteo. Varios pudimos ganar el monte. Ese hecho se conoció como la batalla de Santa Rosa, porque así se lo conocía al paraje donde sucedieron los enfrentamientos.

J.C.: Posteriormente, ¿la Compañía de Monte del ERP se instalaría allí?

Julio C. Robles: Creo que no, deben haberlo hecho en otra parte... Es probable que el informe de los compañeros sobre los lugares conocidos en esta incursión no fueran favorables para desarrollar actividades... porque los combates que mantuvo el ERP en Tucumán, contra las fuerzas de represión, tuvieron lugar bastante más al norte de lo que fue nuestra zona de operaciones.

J.C.: ¿Tuvo alguna otra oportunidad de encontrarse con Santucho u otros de aquellos jóvenes del ERP, luego de aquella vez?

Julio C. Robles: Nunca más tuve contactos con estos compañeros; sabía de Santucho por las crónicas periodísticas, y creo que a Hevia lo detuvieron en alguna oportunidad... De los carpinteros, hasta hace unos años vivía bastante enfermo uno de los que conocí, lo llamaban Lucho; de los otros nunca más supe nada.

J.C.: Usted dijo que la reunión con el PRT se había efectuado en una iglesia, ¿puede ser?

Julio C. Robles: Referente a lo extraño de esa reunión realizada en una iglesia Católica... en cierta oportunidad Abshalón Leiva me dijo que era porque en algún momento Santucho había pertenecido a grupos confesionales de dicha iglesia y tenía amigos dentro de la parroquia. No sé si será cierto lo de su antigua pertenencia, pero estoy casi seguro de que esa reunión se realizó en un templo católico, cercano a los tribunales de Tucumán.
Creo que para esa época y con esas cosas que le cuento empieza a materializarse el nacimiento del ERP.

J.C.: De sus compañeros uturuncos, ¿puede decirnos algo más?

Julio C. Robles: Vive aún, inválido y completamente sordo el compañero José Frazzi, quien fuera el que contactara a Santucho con Ricardo Rojo y que facilitara su acercamiento con los cubanos. Es difícil la comunicación con este compañero, que vive en Buenos Aires ...periódicamente tengo contacto telefónico y el mecanismo de la charla es, primero le cuento a su esposa lo que quiero decirle, ella luego le escribe lo que le dije, y después él me contesta, sin parar de hablar, porque si quisiera hacer una repregunta no me escucha nada.
Si usted quisiera escuchar de boca de este compañero como fueron las tratativas en aquel momento, podría yo arreglar las cosas para una comunicación telefónica.
José Frazzi vive de una magra jubilación y de la ayuda de algunos compañeros de la Resistencia Peronista. Fue triste el final de muchos compañeros uturuncos, los combatientes en general salvo contados casos murieron en la más extrema pobreza. Las leyes de reparación histórica sólo contemplaban a los compañeros presos, perseguidos, exiliados, etcétera, desde el año 1976 en adelante. Gracias a Dios muchos compañeros pudieron acogerse a dichas leyes, pues la mayoría tenían una vida destrozada, es difícil después de ciertas experiencias rehacer la vida, recuperar la familia, etcétera.
Recién para el año pasado, fue sancionada una Ley de reparación para los perseguidos, procesados, encarcelados, etcétera, durante los años que van desde 1955 al año 1963. Todavía está sin reglamentar, pero aunque se reglamente, los que más la necesitaron ya están muertos... Perdone compañero por esta monserga, pero ya le dije en una anterior que soy de dispersarme cuando charlo...
http://www.taringa.net/posts/info/6570887/Santucho-y-los-Uturuncos.html

Réponse  Message 5 de 6 de ce thème 
De: BARILOCHENSE6999 Envoyé: 04/06/2013 17:47

Las tres experiencias guerrilleras en los años 60

  Uturuncos

El primer grupo guerrillero insurgente en Argentina fue el de los Uturuncos, que tuvo una efímera vida entre mediados de 1959 y febrero del 60. El asesinato de un obrero azucarero en Tucumán encendió la chispa. Enrique Manuel Mena, líder peronista de izquierda que tomó el alias de "Comandante Uturunco", exhortó a otros 20 obreros a escalar el cerro de Cochuna, a 80 kilómetros de la capital tucumana, y combatir a "los socios del Imperio". Desde allí iniciaron sus acciones sin objetivos claros, con ataques a comisarías, cuarteles de bomberos y comercios. Su acción más notoria fue la de la Nochebuena de 1959, cuando ya sumaban unos 50 hombres. En un operativo espectacular para aquel momento, tomaron la comisaría de Frías, en Santiago del Estero. Pero el grupo, mal entrenado y carente de apoyo entre la población, quedó desbaratado en poco tiempo por las fuerzas de seguridad del Plan Conintes (Conmoción Interna del Estado) del presidente Arturo Frondizi. El comandante uturunco fue arrestado en 1960.

  Ejército Guerrillero del Pueblo

El segundo intento guerrillero rural fue liderado por Jorge Ricardo Masetti, periodista de Radio El Mundo que, mientras cubría la revolución en la Sierra Maestra, Cuba, se incorporó a la lucha armada. En febrero de 1964 fundó el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) para actuar en la región de Orán (Salta), durante la zafra azucarera. Massetti, que adoptó el alias de "Comandante Segundo", ingresó con sus hombres por la frontera con Bolivia supuestamente para afianzar la guerrilla en el norte argentino, que luego quedaría en manos del "Comandante Primero", el Che. Otra interpretación asegura que el mote Segundo provendría del personaje literario Don Segundo Sombra. El campamento fue descubierto por Gendarmería y destruido poco después. El cuerpo de Masetti jamás apareció.

  Fuerzas Armadas Peronistas (FAP)

En septiembre de 1968 en un paraje llamado La Caña, 120 kilómetros de Taco Ralo, en el sudeste de Tucumán, cerca de la frontera con Santiago del Estero y no muy lejos de Catamarca, la policía recibió informaciones: sobre movimientos de grupos armados presumiblemente guerrilleros. Desde San Miguel del Tucumán, a unos cien kilómetros de Taco Ralo, partieron sesenta efectivos de la policía local al mando del comisario Hugo Tamagnini. Llegaron a las inmediaciones del campamento (al que los guerrilleros habían bautizado "El Plumerillo") la noche del 18 e iniciaron el ataque en dos frentes. Tras superar una línea de trincheras, consiguieron apoderarse del arsenal y, paulatinamente, la defensa de los guerrilleros cesó después de un breve tiroteo. Fueron detenidas en primera instancia nueve personas, incluida una mujer, pero cuatro se escaparon para esconderse en el monte. Fueron encontradas en las primeras horas del jueves 19 y, junto con las restantes, trasladadas a Tucumán. Según el parte policial, los primeros detenidos eran: Juan Bertelli, 43 años, de Lamadrid, Tucumán; Leonardo Solupzky, 32, médico de Buenos Aires; Carlos Olivera, 29, de Buenos Aires; Envar El Kadri, 29, de Buenos Aires; José Luis Rojas, 27, de Tucumán, que había participado en las acciones de los Uturuncos, entre 1958 y 1959; Amanda Peralta, 28 profesora de Literatura, recibida en la Universidad de La Plata; Hernán Aredes, 31, empleado del Ministerio de Obras Públicas de Tucumán; Néstor Herdinsky, 24 estudiante, de Buenos Aires, y David José Ramos, 24, plomero, de la ciudad de La Plata. Posteriormente, se citaban los nombres de los cuatro guerrilleros detenidos en la mañana del jueves 19. Eran Hugo Petenatti, Orlando Zelli, Juan Lucero y Benicio Ulfino Pérez.
La policía se incautó de dos camiones pintados como los del ejército, ropas, mantas, uniformes, armas cortas y largas, municiones, víveres y 500.000 pesos en efectivo. Al explicar el operativo se aclaró que, pese a versiones en contrario, no había extranjeros entre los detenidos. Es que se sabía que Mena, el comandante Uturunco, había estado en Cuba reunido con Ernesto Che Guevara, quien estaba dispuesto a aportar elementos cubanos para armar la guerrilla rural en el norte de la Argentina.
El grupo se denominaba Comando Montonero 17 de Octubre, de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), y había sido fundado en abril de 1968 por varios jóvenes provenientes de la Juventud Peronista, como Envar El Kadr, Carlos Caride y los ex seminaristas Gerardo Ferrari y Arturo Ferré Gadea. Anteriormente El Kadri y Caride habían participado activamente en la constitución de la Asociación Nacional de Estudiantes de Derecho (ANDE) y también fueron de los primeros miembros de la JP. Las Fuerzas Armadas Peronistas no quedaron desmanteladas tras el fracaso en Taco Ralo. Se las vinculó con el grupo Montoneros, pero no se unieron con él. Su emblema tenía un escudo peronista en el extremo superior derecho y la estrella federal, de ocho puntas, junto con la inscripción FAP. Los guerrilleros de Taco Ralo reconocían como líder al entonces exiliado ex presidente Juan Domingo Perón, y los objetivos políticos del grupo apuntaban también a crear un ambiente propicio para su retorno. La estrategia guerrillera apuntaba a ganar la zona montañosa, tras un período de adiestramiento en el llano, y desde allí iniciar una acción de guerrillas a lo largo del macizo del Aconquija, desde Catamarca hasta Salta, lugar elegido por sus condiciones favorables para este tipo de acciones. El plan preveía el estallido de una guerra de guerrillas en un año en todo el país, teniendo a Tucumán como foco principal. La experiencia duró apenas dos semanas. Las FAP reaparecieron en 1969 y 1970 con varias acciones de guerrilla urbana. En el año 1971 las FAP sufrieron una división debido a la cual fueron expulsados los integrantes de un amplio sector liderado por Eduardo Moreno, Ernesto Villanueva, el sacerdote Soler y Alejandro Peyrou. Este sector se integró entonces a Montoneros. El 22 de mayo de 1973 las FAP ejecutaron al dirigente sindical Dirk Kloosterman secretario general del sindicato de trabajadores mecánicos (SMATA-CGT).

 

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De: BARILOCHENSE6999 Envoyé: 20/12/2020 22:50



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