La "fragilidad femenina" o sexo débil no es sino un mito -mantenido durante siglos y que en cierto modo persiste en la actualidad- que ha relegado a las mujeres al "salón de la costura", según un provocativo ensayo de la autora Colette Dowling.
En su libro "El mito de la fragilidad", Dowling cita un texto de 1879 en el cual un ginecólogo estadounidense recomienda a las jóvenes pasar el año anterior y los dos años posteriores a la pubertad "descansando", y que estuvieran "recostadas" durante cada ciclo menstrual hasta que sus cuerpos se hubieran ajustado al "nuevo orden de vida".
Otro médico de la misma época advertía que el ejercicio excesivo podría tener "efectos negativos" en los órganos genitales, ya que estos "tienden a la decadencia".
Con recomendaciones como estas, no es de extrañar que durante siglos las mujeres se hayan sentido débiles e indefensas, y estuvieran obligadas a dedicarse a coser y a otras de las llamadas "artes femeninas" menos activas.
Obligadas a exagerar diferencias
Esta autora señala que, durante la adolescencia, las jóvenes se veían tradicionalmente obligadas a exagerar sus diferencias con el sexo masculino, ya que su aceptación social dependía de ello.
Y como las creencias culturales apuntaban a que la mujer ha de ser débil, "las jóvenes tendían a debilitarse ellas mismas de manera anti-natural".
Un mito que sigue vigente
Dowling argumenta que este mito no ha desaparecido del todo, una tesis que esta autora ya defendió en su anterior obra "El Complejo de Cenicienta".
En este texto, publicado en la década de los 80, Dowling defendía que la dependencia psicológica -definida como el "profundo deseo de ser cuidada por otros"- es la "principal fuerza opresora contra las mujeres de hoy".
Habilidades reprimidas
El "Complejo de Cenicienta" aludía a la red de actitudes y miedos reprimidos que "mantienen a las mujeres en la penumbra, retirándose del uso integral de sus habilidades y de su creatividad".
"Como la Cenicienta", continuaba la autora en este ya clásico ensayo, "las mujeres de hoy están todavía esperando a que aparezca algo externo que transforme sus vidas" (como por ejemplo, un príncipe).
Los hombres ¿más inteligentes?
En su último libro, Dowling vuelve a la carga, enfatizando esta vez el aspecto físico, y comparando la idea de que los hombres son necesariamente mejores atletas que las mujeres porque son más altos y musculosos con el mito de que los hombres son más inteligentes porque tienen el cerebro más grande.
El "mito de la fragilidad", argumenta Dowling, ha dado lugar a otro igualmente desafortunado, el de la mujer "masculinizada", la que excede en actividades consideradas como de hombres.
Ambos han supuesto que muchas mujeres se abstuvieran de utilizar sus cuerpos, escribe la autora, por temor al ridículo o porque creían que, efectivamente, por naturaleza estaban incapacitadas para llevar a cabo estas actividades.
Por fin los mitos se cuestionan
Pero, como Dowling indica, afortunadamente la noción de que las mujeres no son capaces de llegar a los mismos niveles de desarrollo físico es cada vez más cuestionable, ya que repetidamente se comprueba que la fuerza y la habilidad no tienen nada que ver con el sexo, sino con el adecuado entrenamiento y la capacidad de mejorar.
De hecho, en las últimas décadas, las mujeres han establecido nuevos récords mundiales en diversos deportes en mayor grado que los hombres, nada sorprendente si se compara la preparación atlética de las mujeres de hoy con las de sus enclenques antecesoras.
En lo que sí difieren ambos sexos -y esta es una de las pocas concesiones de la autora- es en la manera de experimentar la competición deportiva: las mujeres quieren ganar la aprobación de otros, mientras que los hombres buscan, simplemente, ganar.
Terra/Por Natalia Martín Cantero/Efe