El matrimonio entre hombre y mujer dado por Dios creador y Salvador .
El designio original de Dios—Dios celebró la primera boda. De manera que la institución del matrimonio tiene como su autor al Creador del universo. “Honroso sea en todos el matrimonio”. Hebreos 13:4. Fue una de las primeras dádivas de Dios al hombre, y es una de las dos instituciones que, después de la caída, llevó Adán consigo al salir del paraíso. Cuando se reconocen y obedecen los principios divinos en esta materia, el matrimonio es una bendición: salvaguarda la felicidad y la pureza de la raza, satisface las necesidades sociales del hombre y eleva su naturaleza física, intelectual y moral.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 27 (1890). HD 177.1
El matrimonio es una institución sagrada—El matrimonio ha recibido la bendición de Cristo y debe considerarse una institución sagrada. La verdadera religión no debe contrarrestar los planes del Señor. Dios ordenó que el hombre y la mujer se unieran en santo matrimonio, para establecer familias que, coronadas de honor, pudieran ser símbolos de la familia celestial. HD 178.1
Al comienzo mismo de su ministerio público, Cristo le dio una definida aprobación a esta institución que había sido creada en el Edén. Con su presencia en una boda, declaró a todos que el matrimonio, cuando se realiza en pureza y santidad, y con la verdad y la justicia, es una de las más grandes bendiciones concedidas a la familia humana.—The Signs of the Times, 30 de agosto de 1899. HD 178.2
Cada uno tiene responsabilidades—Las dos personas que unen su interés en la vida tendrán distintas características y responsabilidades individuales. Cada uno tendrá su trabajo, pero no se ha de valorar a las mujeres por el trabajo que puedan hacer como se estiman las bestias de carga. La esposa ha de agraciar el círculo familiar como esposa y compañera de un esposo sabio. A cada paso debe ella preguntarse: “¿Es esta la norma de la verdadera femineidad?” y: “¿Cómo haré para que mi influencia sea como la de Cristo en mi hogar?” El marido debe dejar saber a su esposa que él aprecia su trabajo. HD 178.3
La esposa ha de respetar a su marido. Él ha de amar y apreciarla a ella: y así como los une el voto matrimonial, su creencia en Cristo debe hacerlos uno en él. ¿Qué podría agradar más a Dios que el ver a los que contraen matrimonio procurar juntos aprender de Jesús y llegar a compenetrarse cada vez más de su Espíritu?—Los Hechos de los Apóstoles, 99 (1899). HD 178.4
La esposa debe ser tratada con ternura—Su familia todavía puede ser feliz. Su esposa necesita su ayuda. Se parece a una vid adherida al parrón; necesita apoyarse en su fortaleza. Usted puede ayudarle y conducirla. No debería censurarla jamás. Nunca la reprenda si sus esfuerzos no son lo que usted piensa que deberían ser. Por el contrario, anímela con palabras tiernas y amorosas. Puede ayudarle a conservar su dignidad y su respeto propio. Nunca encomie las acciones de otras personas en su presencia, para que ella no crea que lo hace a fin de que sus deficiencias resalten. Usted ha sido duro e insensible en este sentido. Ha manifestado más cortesía para su servidumbre que para ella; ha puesto a sus servidores por encima de ella en la casa.—Testimonies for the Church 2:273 (1869). HD 178.5
La esposa debe ayudar al esposo a mantener la dignidad—También se me ha mostrado que muchas veces la esposa comete un grave error. Ella no realiza esfuerzos decididos para dominar su propio genio y hacer feliz el hogar. Manifiesta a menudo inquietud y profiere quejas innecesarias. El esposo llega de su trabajo cansado y agobiado, y encuentra un rostro ceñudo en lugar de palabras alegres y alentadoras. Él es humano, y sus afectos se apartan de su esposa. Pierde el amor al hogar, su senda se oscurece y se desvanece su valor. Pierde el respeto propio y la dignidad que Dios le exige que mantenga.—Joyas de los Testimonios 1:106 (1862). HD 179.1
El amor por Cristo fortalece el amor del uno por el otro—Ni el esposo ni la esposa deben fusionar su individualidad con la del otro. Cada uno tiene una relación personal con Dios, y es a él a quien debe preguntar: “¿Qué es correcto?” “¿Qué es incorrecto?” “¿Cómo puedo cumplir mejor mi propósito en la vida?” Que la riqueza de vuestros afectos fluyan hacia Aquel que dio su vida por vosotros. Haced de Cristo lo primero, lo último y lo mejor. Y cuando el amor por Cristo se haga más profundo y fuerte, también se fortalecerá y purificará el amor del uno por el otro. HD 179.2
El espíritu que Cristo ha manifestado hacia nosotros, es el espíritu que el esposo y la esposa deben manifestarse el uno hacia el otro. “Andad en amor, como también Cristo nos amó [...]. Como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. Efesios 5:2, 24-25. HD 179.3
Ni el esposo ni la esposa debieran intentar ejercer un control arbitrario sobre el otro. No tratéis de obligar al otro a ceder a vuestros deseos. No podéis hacerlo sin perjudicar el amor del uno por el otro. Sed pacientes, bondadosos, perdonadores, considerados y corteses. Por la gracia de Dios podréis tener éxito en hacer feliz a vuestro cónyuge como prometisteis hacerlo en vuestros votos matrimoniales.—The Review and Herald, 10 de diciembre de 1908.*