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General: ESCRITO CON EL DEDO DE DIOS EXODO 20:1,17EXODO 31:12,18
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Respuesta  Mensaje 1 de 36 en el tema 
De: Damarit Espinoza  (Mensaje original) Enviado: 01/12/2021 13:47

La iglesia de Dios de los últimos días

El pueblo de Dios guarda sus mandamientos.  Éxodo 20:1,17Exodo 31:12,18 .Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas del Testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios.

Dios tiene en la tierra una iglesia que está ensalzando la ley pisoteada y presentando al mundo el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo... EUD92 44.1

Existe solamente una iglesia que esté actualmente en la brecha, reparando el muro, reedificando las ruinas...


Éxodo 31-> Ver. Después de hablar con Moisés en el monte Sinaí, le dio las dos tablas d




 Testimonio, tablas de piedra, escritas por el

[V.18-> Dos tablas del testimonio. Dios le había dicho a Moisés que dentro del arca, en el lugar santísimo, debía ponerse este "testimonio" (Exo 25:16). Puesto que ésta era la principal función del arca, y el arca era el mueble más sagrado del tabernáculo, es apropiado que esta sección que trata de la estructura del tabernáculo y de los que en él oficiaban terminara con una declaración concerniente a lo que les daba su significado al arca y al tabernáculo. En vez de dos tablas "debería leerse "las dos tablas", las que Dios ya le había prometido a Moisés (Exo 24:12) y que llevaban una inscripción sobrenatural (Exo 32:16). El hecho de que se hubieran escrito los Diez Mandamientos sobre piedra (Deu 4:13) señala su carácter inmutable y eterno (Mat 5:17-19). Las dos tablas dan énfasis a las obligaciones del hombre para con Dios (los primeros cuatro mandamientos), y para con sus prójimos (los últimos seis; Mat 22:36-40). Las dos tablas de piedra se juntaban como un libro (PE 32). MM 121; 7T 109; 8T 198; TM 134 ]






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Respuesta  Mensaje 2 de 36 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 01/12/2021 13:56

Éxodo 31-> Ver. 13,Apocalipsis 14:7     Decía con fuerte voz: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su Juicio; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua.»    Génesis 2:1,4    cap 14:12    Aquí se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.      cap 7:2,3 Luego vi a otro Angel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Angeles a quienes se había encomendado causar daño a la tierra y al mar:

3 «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»


[V.13-> Mis días de reposo. "Mis sábados" (BJ). Una característica resaltante de los últimos capítulos del Exodo es la repetida admonición a observar el día sábado (Exo 16:22-30; Exo 20:8-11; Exo 23:12; Exo 34:21; Exo 35:2-3). Esto atestigua la gran importancia del sábado, puesto que ningún otro mandamiento del Decálogo es recordado de esta forma. La referencia que aquí se hace a la observancia del sábado no es una mera repetición de advertencias similares; presenta al sábado como "señal" entre Dios y su pueblo y advierte que el castigo por violarlo es la "muerte". Señal. Dios ya les había dado a los israelitas la "señal" de la circuncisión como símbolo en la carne de la relación del "pacto" que había entre él y su pueblo (Gen 17:9-14; Hch 7:8). Ahora se daba el sábado como otra "señal" de esta relación entre Dios y su pueblo, no ya en la carne, sino en el corazón (Exo 31:12-13; Exo 31:16-17; Jer 31:31-33; Eze 20:12; Eze 20:20; 2Co 3:3). ] 



Respuesta  Mensaje 3 de 36 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 01/12/2021 13:59

Éxodo 31-> Ver. 13,Apocalipsis 14:7     Decía con fuerte voz: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su Juicio; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua.»    Génesis 2:1,4    cap 14:12    Aquí se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.      cap 7:2,3 Luego vi a otro Angel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Angeles a quienes se había encomendado causar daño a la tierra y al mar:

3 «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»


[V.13-> Mis días de reposo. "Mis sábados" (BJ). Una característica resaltante de los últimos capítulos del Exodo es la repetida admonición a observar el día sábado (Exo 16:22-30; Exo 20:8-11; Exo 23:12; Exo 34:21; Exo 35:2-3). Esto atestigua la gran importancia del sábado, puesto que ningún otro mandamiento del Decálogo es recordado de esta forma. La referencia que aquí se hace a la observancia del sábado no es una mera repetición de advertencias similares; presenta al sábado como "señal" entre Dios y su pueblo y advierte que el castigo por violarlo es la "muerte". Señal. Dios ya les había dado a los israelitas la "señal" de la circuncisión como símbolo en la carne de la relación del "pacto" que había entre él y su pueblo (Gen 17:9-14; Hch 7:8). Ahora se daba el sábado como otra "señal" de esta relación entre Dios y su pueblo, no ya en la carne, sino en el corazón (Exo 31:12-13; Exo 31:16-17; Jer 31:31-33; Eze 20:12; Eze 20:20; 2Co 3:3). ] 



Respuesta  Mensaje 4 de 36 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 01/12/2021 14:08

Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo: 2 «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

3 No habrá para ti otros dioses delante de mí.

4 No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

5 No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian,


Éxodo 20-> Ver. 1

[V.1-> Habló Dios. El escenario ya se había alistado para la proclamación de la ley moral que, siempre, de allí en adelante, ha permanecido como la norma fundamental de conducta para incontables millones. Nadie negará que éste fue uno de los sucesos trascendentales y decisivos de la historia. Tampoco puede nadie negar la necesidad vital que tienen todos los hombres de un código tal de conducta debido a sus imperfecciones morales y espirituales y su tendencia a hacer lo que es malo. El Decálogo descuella por encima de todas las otras leyes morales y espirituales. Abarca toda la conducta humana. Es la única ley que puede controlar con eficacia la conciencia. Es un manual condensado de la conducta humana que abarca todo lo que atañe al deber humano en todos los tiempos. Nuestro Señor se refirió a los mandamientos como el camino por el cual se puede alcanzar la vida eterna (Mat 19:16-19). Son adecuados para toda forma de sociedad humana; son aplicables y están en vigencia mientras dure el mundo (Mat 5:17; Mat 5:18). Nunca pueden volverse anticuados pues son la expresión inmutable de la voluntad y del carácter de Dios. Con buena razón Dios los entregó a su pueblo tanto oralmente como por escrito (Exo 31:18; Deu 4:13). Aunque fue dado al hombre por la autoridad divina, el Decálogo no es una creación arbitraria de la voluntad divina. Más bien es una expresión de la naturaleza divina. El hombre fue creado a la imagen de Dios (Gen 1:27), fue hecho para ser santo como él es santo (1Pe 1:15; 1Pe 1:16), y los Diez Mandamientos son la norma de santidad ordenada por el cielo (ver Rom 7:7-25). La clave de la interpretación espiritual de la ley fue dada con toda claridad por nuestro Señor Jesucristo en el inmortal Sermón del Monte (léase Mat. caps. 5-7). El Decálogo es la expresión no sólo de la santidad sino también del amor (Mat 22:34-40; Jn 15:10; Rom 13:8-10; Jn 2:4). Si carece de amor cualquier servicio que prestemos a Dios o al hombre, no se cumple la ley. Es el amor quien nos protege de violar los Diez Mandamientos pues, ¿cómo podríamos adorar otros dioses, tomar el nombre de Dios en vano y descuidar la observancia del día de reposo, si verdaderamente amamos al Señor? ¿Cómo podemos robar lo que pertenece a nuestro prójimo, testificar contra él o codiciar sus posesiones, si lo amamos? El amor es la raíz de la fidelidad para con Dios y de la honra y el respeto por los derechos de nuestros prójimos. Este siempre debiera ser el gran motivo que nos mueva a la obediencia Jn 14:15; Jn 15:10; 2Co 5:14; Gal 5:6). Cuando un hombre viene primero a Cristo, con pleno conocimiento se abstendrá de todo el mal al cual ha estado acostumbrado. En su origen, con el propósito de ayudar a los pecadores a distinguir entre el bien y el mal, el Decálogo fue dado principalmente en forma negativa. La repetición de la palabra "No" demuestra que hay fuertes tendencias en el corazón que deben ser suprimidas (Jer 17:9; Rom 7:17-23; 1Ti 1:9; 1Ti 1:10). Pero esta forma negativa abarca un amplio y satisfactorio campo de acción moral que se abre ante el hombre, y permite toda la amplitud de desarrollo del carácter que es posible. El hombre sólo está restringido por las pocas prohibiciones mencionadas. El Decálogo certifica de la verdad de la libertad cristiana (Stg 2:12; 2Co 3:17). Aunque la letra de la ley, debido a sus pocas palabras, pueda parecer estrecha en sus alcances, su espíritu es "amplio sobremanera" (Sal 119:96). El hecho de que los Diez Mandamientos fueran escritos en dos tablas de piedra, hace resaltar su aplicación a dos clases de obligaciones morales: deberes para con Dios y deberes para con el hombre (Mat 22:34-40). Nuestras obligaciones para con Dios están forzosamente ligadas con nuestras obligaciones para con el hombre, pues el descuido de los deberes tocantes a nuestro prójimo rápidamente será seguido por el descuido de nuestros deberes para con Dios. La Biblia no ignora la distinción entre la religión (deberes directamente relacionados con Dios) y la moral (deberes que surgen de las relaciones terrenales), sino que une ambas en un concepto más profundo: que todo lo que uno hace es hecho, por así decirlo, para Dios, cuya autoridad es suprema en ambas esferas (ver Miq 6:8; Mat 25:34-45; Stg 1:27; Jn 4:20). Siendo palabras de Dios, los Diez Mandamientos deben distinguirse de las "leyes" (Exo 21:1) basadas en ellos, e incluidas con ellos, en el "libro del pacto" para constituir la ley estatuida de Israel (ver Exo 24:3). Las dos tablas que comprenden el Decálogo -con exclusión de las otras partes de la ley - son llamadas de diversas formas: "el testimonio" (Exo 25:16), "su pacto" (Deu 4:13), "las palabras del pacto" (Exo 34:28), las "tablas del testimonio" (Exo 31:18; Exo 32:15) y "las 613 tablas del pacto" (Deu 9:9-11). Esas tablas de piedra, y sólo ellas, fueron colocadas dentro del arca del pacto (Exo 25:21; 1Rey 8:9). Fueron así consideradas, en un sentido especial, como el vínculo del pacto. La colocación de las tablas debajo del propiciatorio permite comprender la naturaleza del pacto que Dios hizo con Israel. Muestra que la ley es la base, el fundamento del pacto, el documento obligatorio, el título de la deuda. Sin embargo, sobre la ley está el propiciatorio, salpicado con la sangre de la propiciación, un testimonio reconfortante de que hay perdón en Dios para los que quebrantan los mandamientos. El AT uniformemente hace una clara distinción entre la ley moral y la ley ceremonial (2Rey 21:8; Dan 9:11). ]


Éxodo 20-> Ver. 2

[V.2-> Yo soy Jehová. "Yahvéh" (BJ), un nombre propio derivado del verbo "ser", "llegar a ser" (ver com. Exo 3:14; Exo 3:15). Significa "el Existente", "el Viviente", "el Eterno". Por lo tanto, cuando Jesús dijo a los judíos de sus días: "Antes que Abrahán fuese, yo soy" (Jn 8:58), ellos comprendieron que pretendía ser el "Jehová" del AT. Esto explica su hostilidad y sus tentativas para matarlo (Jn 8:59). Jesucristo, la segunda persona de la Deidad, fue el "Dios" de los israelitas a través de toda su historia (Exo 32:34; Jn 1:1-3; Jn 1:14; Jn 6:46; Jn 6:62; Jn 17:5; 1Co 10:4; Col 1:13-18; Heb 1:1-3; Ap 1:17; Ap 1:18; PP 381). Fue él quien les dio el Decálogo; fue él quien se declaró a sí mismo "Señor del sábado" (Mar 2:28, BJ). El Gr. ho zon, "el que vive" (Ap 1:18, BJ), es equivalente del Heb. Eyeh 'asher 'ehyeh, el "Yo soy el que soy" de Exo 3:14. Casa de servidumbre. Dios proclamó su santa ley en medio de truenos y relámpagos, cuyo retumbar parece encontrar eco en las formas verbales imperativas de los mandamientos. Los terrores del Sinaí tuvieron el propósito de colocar vívidamente delante del pueblo la pavorosa solemnidad del último gran día del juicio (PP 352). Los exigentes preceptos del Decálogo hacen resaltar la justicia de su Autor y el rigor de sus requerimientos. Pero la ley era también un recordativo de la gracia divina, pues el mismo Dios que proclamó la ley es Aquel que sacó a su pueblo de Egipto y lo libró del yugo de servidumbre. Es Aquel que dio las preciosas promesas a Abrahán, Isaac y Jacob. Puesto que las Escrituras hacen de Egipto un símbolo de pecaminosidad (Ap 11:8), la liberación de Israel de la esclavitud egipcia bien puede compararse con la liberación de todo el pueblo de Dios del poder del pecado. El Señor libró a los suyos de la tierra de Faraón a fin de que pudiera darles su ley (Sal 105:42-45). De la misma manera, mediante el Evangelio, Cristo nos libra del yugo del pecado (Jn 8:34-36; 2Pe 2:19) para que podamos guardar su ley, que en él se traduce en verdadera obediencia (Jn 15:10; Rom 8:1-4). Reflexionen en esta verdad los que enseñan que el Evangelio de Cristo nos libra de los santos mandamientos del Decálogo. La liberación de Egipto había de proporcionar el motivo de obediencia a la ley de Dios. Nótese el orden aquí: primero el Señor salva a Israel; luego le da su ley para que la guarde. El mismo orden es cierto bajo el Evangelio. Cristo primero nos salva del pecado (Jn 1:29; 1Co 15:3; Gal 1:4); luego vive su ley dentro de nosotros (Gal 2:20; Rom 4:25; Rom 8:1-3; 1Pe 2:24). ]

20-> Ver. 3

[V.3-> No tendrás. Aunque el pacto fue hecho con Israel como un todo (Exo 19:5), el uso de una forma singular del verbo muestra que Dios se dirigía a cada individuo de la nación y le requería obediencia a la ley. No era suficiente la obediencia colectiva. Para todos los tiempos, los Diez Mandamientos dirigen su exhortación a la conciencia de cada ser humano y gravitan sobre ella. (ver Eze 18:19; Eze 18:20). Delante de mí. Literalmente, "delante de mi faz". Esta forma idiomática hebrea con frecuencia significa "además de mí", "en adición a mí", o "en oposición a mí". Siendo el único Dios verdadero, el Señor requiere que sólo él sea adorado. Este concepto de un solo Dios era extraño a la creencia y práctica politeísta de otras naciones. Dios nos exhorta para que lo coloquemos delante de todo lo demás, que lo coloquemos primero en nuestros afectos y en nuestras vidas, en armonía con el requerimiento de nuestro Señor en el Sermón del Monte (Mat 6:33). La mera creencia no bastará, ni aun el reconocimiento de que él es el único Dios. Le debemos una lealtad de todo corazón y una consagración como a un Ser personal a quien tenemos el privilegio de conocer, amar y en quien confiar y con quien podemos tener una comunión bendita. Es peligroso depender de algo que no sea Dios, ya sea riqueza, conocimiento, posición o amigos. Es difícil luchar contra las 614 seducciones del mundo, y es muy fácil confiar en lo que es visible y temporal (Mat 6:19-34; Jn 2:15-17). No es difícil violar el espíritu de este primer mandamiento en nuestra era materialista, poniendo nuestra fe y confianza en alguna conveniencia o comodidad terrenal. Al hacerlo podemos olvidarnos de Aquel que creó las cosas de que disfrutamos (2Co 4:18). ] 



Éxodo 20-> Ver. 4

[V.4-> Imagen. Así como el primer mandamiento hace resaltar el hecho de que no hay sino un Dios, como protesta contra el culto a muchos dioses, el segundo pone énfasis en la naturaleza espiritual de Dios (Jn 4:24), al desaprobar la idolatría y el materialismo. Este mandamiento no prohíbe necesariamente el uso de esculturas y pinturas en la religión. La habilidad artística y las imágenes empleadas en la construcción del santuario (Exo 25:17-22), en el templo de Salomón (1Rey 6:23-26) y en la "serpiente de bronce" (Num 21:8; Num 21:9; 2Rey 18:4) prueban claramente que el segundo mandamiento no prohíbe el material religioso ilustrativo. Lo que por él se condena es la reverencia, la adoración o semiadoración que las multitudes de muchos países rinden a las imágenes y pinturas religiosas. La excusa de que los ídolos mismos no son adorados no disminuye la fuerza de esta prohibición. Los ídolos no sólo no deben ser adorados; ni siquiera deben ser hechos, La necedad de la idolatría radica en que los ídolos son meramente el producto de la habilidad humana y, por lo tanto, inferiores al hombre y sometidos a él (Ose 8:6). El hombre puede rendir verdadero culto dirigiendo sus pensamientos únicamente a Alguien que es mayor que él mismo. Ninguna semejanza. La triple división presentada aquí y en otro lugar (cielo, tierra y mar) abarca todo el universo físico, a base del cual los paganos idearon sus deidades y les dieron forma (Deu 4:15-19; Rom 1:22; Rom 1:23). ] 



Respuesta  Mensaje 5 de 36 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 01/12/2021 14:11



Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo: 2 «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

3 No habrá para ti otros dioses delante de mí.

4 No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

5 No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian,


Éxodo 20-> Ver. 1

[V.1-> Habló Dios. El escenario ya se había alistado para la proclamación de la ley moral que, siempre, de allí en adelante, ha permanecido como la norma fundamental de conducta para incontables millones. Nadie negará que éste fue uno de los sucesos trascendentales y decisivos de la historia. Tampoco puede nadie negar la necesidad vital que tienen todos los hombres de un código tal de conducta debido a sus imperfecciones morales y espirituales y su tendencia a hacer lo que es malo. El Decálogo descuella por encima de todas las otras leyes morales y espirituales. Abarca toda la conducta humana. Es la única ley que puede controlar con eficacia la conciencia. Es un manual condensado de la conducta humana que abarca todo lo que atañe al deber humano en todos los tiempos. Nuestro Señor se refirió a los mandamientos como el camino por el cual se puede alcanzar la vida eterna (Mat 19:16-19). Son adecuados para toda forma de sociedad humana; son aplicables y están en vigencia mientras dure el mundo (Mat 5:17; Mat 5:18). Nunca pueden volverse anticuados pues son la expresión inmutable de la voluntad y del carácter de Dios. Con buena razón Dios los entregó a su pueblo tanto oralmente como por escrito (Exo 31:18; Deu 4:13). Aunque fue dado al hombre por la autoridad divina, el Decálogo no es una creación arbitraria de la voluntad divina. Más bien es una expresión de la naturaleza divina. El hombre fue creado a la imagen de Dios (Gen 1:27), fue hecho para ser santo como él es santo (1Pe 1:15; 1Pe 1:16), y los Diez Mandamientos son la norma de santidad ordenada por el cielo (ver Rom 7:7-25). La clave de la interpretación espiritual de la ley fue dada con toda claridad por nuestro Señor Jesucristo en el inmortal Sermón del Monte (léase Mat. caps. 5-7). El Decálogo es la expresión no sólo de la santidad sino también del amor (Mat 22:34-40; Jn 15:10; Rom 13:8-10; Jn 2:4). Si carece de amor cualquier servicio que prestemos a Dios o al hombre, no se cumple la ley. Es el amor quien nos protege de violar los Diez Mandamientos pues, ¿cómo podríamos adorar otros dioses, tomar el nombre de Dios en vano y descuidar la observancia del día de reposo, si verdaderamente amamos al Señor? ¿Cómo podemos robar lo que pertenece a nuestro prójimo, testificar contra él o codiciar sus posesiones, si lo amamos? El amor es la raíz de la fidelidad para con Dios y de la honra y el respeto por los derechos de nuestros prójimos. Este siempre debiera ser el gran motivo que nos mueva a la obediencia Jn 14:15; Jn 15:10; 2Co 5:14; Gal 5:6). Cuando un hombre viene primero a Cristo, con pleno conocimiento se abstendrá de todo el mal al cual ha estado acostumbrado. En su origen, con el propósito de ayudar a los pecadores a distinguir entre el bien y el mal, el Decálogo fue dado principalmente en forma negativa. La repetición de la palabra "No" demuestra que hay fuertes tendencias en el corazón que deben ser suprimidas (Jer 17:9; Rom 7:17-23; 1Ti 1:9; 1Ti 1:10). Pero esta forma negativa abarca un amplio y satisfactorio campo de acción moral que se abre ante el hombre, y permite toda la amplitud de desarrollo del carácter que es posible. El hombre sólo está restringido por las pocas prohibiciones mencionadas. El Decálogo certifica de la verdad de la libertad cristiana (Stg 2:12; 2Co 3:17). Aunque la letra de la ley, debido a sus pocas palabras, pueda parecer estrecha en sus alcances, su espíritu es "amplio sobremanera" (Sal 119:96). El hecho de que los Diez Mandamientos fueran escritos en dos tablas de piedra, hace resaltar su aplicación a dos clases de obligaciones morales: deberes para con Dios y deberes para con el hombre (Mat 22:34-40). Nuestras obligaciones para con Dios están forzosamente ligadas con nuestras obligaciones para con el hombre, pues el descuido de los deberes tocantes a nuestro prójimo rápidamente será seguido por el descuido de nuestros deberes para con Dios. La Biblia no ignora la distinción entre la religión (deberes directamente relacionados con Dios) y la moral (deberes que surgen de las relaciones terrenales), sino que une ambas en un concepto más profundo: que todo lo que uno hace es hecho, por así decirlo, para Dios, cuya autoridad es suprema en ambas esferas (ver Miq 6:8; Mat 25:34-45; Stg 1:27; Jn 4:20). Siendo palabras de Dios, los Diez Mandamientos deben distinguirse de las "leyes" (Exo 21:1) basadas en ellos, e incluidas con ellos, en el "libro del pacto" para constituir la ley estatuida de Israel (ver Exo 24:3). Las dos tablas que comprenden el Decálogo -con exclusión de las otras partes de la ley - son llamadas de diversas formas: "el testimonio" (Exo 25:16), "su pacto" (Deu 4:13), "las palabras del pacto" (Exo 34:28), las "tablas del testimonio" (Exo 31:18; Exo 32:15) y "las 613 tablas del pacto" (Deu 9:9-11). Esas tablas de piedra, y sólo ellas, fueron colocadas dentro del arca del pacto (Exo 25:21; 1Rey 8:9). Fueron así consideradas, en un sentido especial, como el vínculo del pacto. La colocación de las tablas debajo del propiciatorio permite comprender la naturaleza del pacto que Dios hizo con Israel. Muestra que la ley es la base, el fundamento del pacto, el documento obligatorio, el título de la deuda. Sin embargo, sobre la ley está el propiciatorio, salpicado con la sangre de la propiciación, un testimonio reconfortante de que hay perdón en Dios para los que quebrantan los mandamientos. El AT uniformemente hace una clara distinción entre la ley moral y la ley ceremonial (2Rey 21:8; Dan 9:11). ]


Éxodo 20-> Ver. 2

[V.2-> Yo soy Jehová. "Yahvéh" (BJ), un nombre propio derivado del verbo "ser", "llegar a ser" (ver com. Exo 3:14; Exo 3:15). Significa "el Existente", "el Viviente", "el Eterno". Por lo tanto, cuando Jesús dijo a los judíos de sus días: "Antes que Abrahán fuese, yo soy" (Jn 8:58), ellos comprendieron que pretendía ser el "Jehová" del AT. Esto explica su hostilidad y sus tentativas para matarlo (Jn 8:59). Jesucristo, la segunda persona de la Deidad, fue el "Dios" de los israelitas a través de toda su historia (Exo 32:34; Jn 1:1-3; Jn 1:14; Jn 6:46; Jn 6:62; Jn 17:5; 1Co 10:4; Col 1:13-18; Heb 1:1-3; Ap 1:17; Ap 1:18; PP 381). Fue él quien les dio el Decálogo; fue él quien se declaró a sí mismo "Señor del sábado" (Mar 2:28, BJ). El Gr. ho zon, "el que vive" (Ap 1:18, BJ), es equivalente del Heb. Eyeh 'asher 'ehyeh, el "Yo soy el que soy" de Exo 3:14. Casa de servidumbre. Dios proclamó su santa ley en medio de truenos y relámpagos, cuyo retumbar parece encontrar eco en las formas verbales imperativas de los mandamientos. Los terrores del Sinaí tuvieron el propósito de colocar vívidamente delante del pueblo la pavorosa solemnidad del último gran día del juicio (PP 352). Los exigentes preceptos del Decálogo hacen resaltar la justicia de su Autor y el rigor de sus requerimientos. Pero la ley era también un recordativo de la gracia divina, pues el mismo Dios que proclamó la ley es Aquel que sacó a su pueblo de Egipto y lo libró del yugo de servidumbre. Es Aquel que dio las preciosas promesas a Abrahán, Isaac y Jacob. Puesto que las Escrituras hacen de Egipto un símbolo de pecaminosidad (Ap 11:8), la liberación de Israel de la esclavitud egipcia bien puede compararse con la liberación de todo el pueblo de Dios del poder del pecado. El Señor libró a los suyos de la tierra de Faraón a fin de que pudiera darles su ley (Sal 105:42-45). De la misma manera, mediante el Evangelio, Cristo nos libra del yugo del pecado (Jn 8:34-36; 2Pe 2:19) para que podamos guardar su ley, que en él se traduce en verdadera obediencia (Jn 15:10; Rom 8:1-4). Reflexionen en esta verdad los que enseñan que el Evangelio de Cristo nos libra de los santos mandamientos del Decálogo. La liberación de Egipto había de proporcionar el motivo de obediencia a la ley de Dios. Nótese el orden aquí: primero el Señor salva a Israel; luego le da su ley para que la guarde. El mismo orden es cierto bajo el Evangelio. Cristo primero nos salva del pecado (Jn 1:29; 1Co 15:3; Gal 1:4); luego vive su ley dentro de nosotros (Gal 2:20; Rom 4:25; Rom 8:1-3; 1Pe 2:24). ]

20-> Ver. 3

[V.3-> No tendrás. Aunque el pacto fue hecho con Israel como un todo (Exo 19:5), el uso de una forma singular del verbo muestra que Dios se dirigía a cada individuo de la nación y le requería obediencia a la ley. No era suficiente la obediencia colectiva. Para todos los tiempos, los Diez Mandamientos dirigen su exhortación a la conciencia de cada ser humano y gravitan sobre ella. (ver Eze 18:19; Eze 18:20). Delante de mí. Literalmente, "delante de mi faz". Esta forma idiomática hebrea con frecuencia significa "además de mí", "en adición a mí", o "en oposición a mí". Siendo el único Dios verdadero, el Señor requiere que sólo él sea adorado. Este concepto de un solo Dios era extraño a la creencia y práctica politeísta de otras naciones. Dios nos exhorta para que lo coloquemos delante de todo lo demás, que lo coloquemos primero en nuestros afectos y en nuestras vidas, en armonía con el requerimiento de nuestro Señor en el Sermón del Monte (Mat 6:33). La mera creencia no bastará, ni aun el reconocimiento de que él es el único Dios. Le debemos una lealtad de todo corazón y una consagración como a un Ser personal a quien tenemos el privilegio de conocer, amar y en quien confiar y con quien podemos tener una comunión bendita. Es peligroso depender de algo que no sea Dios, ya sea riqueza, conocimiento, posición o amigos. Es difícil luchar contra las 614 seducciones del mundo, y es muy fácil confiar en lo que es visible y temporal (Mat 6:19-34; Jn 2:15-17). No es difícil violar el espíritu de este primer mandamiento en nuestra era materialista, poniendo nuestra fe y confianza en alguna conveniencia o comodidad terrenal. Al hacerlo podemos olvidarnos de Aquel que creó las cosas de que disfrutamos (2Co 4:18). ] 



Éxodo 20-> Ver. 4

[V.4-> Imagen. Así como el primer mandamiento hace resaltar el hecho de que no hay sino un Dios, como protesta contra el culto a muchos dioses, el segundo pone énfasis en la naturaleza espiritual de Dios (Jn 4:24), al desaprobar la idolatría y el materialismo. Este mandamiento no prohíbe necesariamente el uso de esculturas y pinturas en la religión. La habilidad artística y las imágenes empleadas en la construcción del santuario (Exo 25:17-22), en el templo de Salomón (1Rey 6:23-26) y en la "serpiente de bronce" (Num 21:8; Num 21:9; 2Rey 18:4) prueban claramente que el segundo mandamiento no prohíbe el material religioso ilustrativo. Lo que por él se condena es la reverencia, la adoración o semiadoración que las multitudes de muchos países rinden a las imágenes y pinturas religiosas. La excusa de que los ídolos mismos no son adorados no disminuye la fuerza de esta prohibición. Los ídolos no sólo no deben ser adorados; ni siquiera deben ser hechos, La necedad de la idolatría radica en que los ídolos son meramente el producto de la habilidad humana y, por lo tanto, inferiores al hombre y sometidos a él (Ose 8:6). El hombre puede rendir verdadero culto dirigiendo sus pensamientos únicamente a Alguien que es mayor que él mismo. Ninguna semejanza. La triple división presentada aquí y en otro lugar (cielo, tierra y mar) abarca todo el universo físico, a base del cual los paganos idearon sus deidades y les dieron forma (Deu 4:15-19; Rom 1:22; Rom 1:23). ] 







Respuesta  Mensaje 6 de 36 en el tema 
De: Damarit Espinoza Enviado: 01/12/2021 14:12


Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo: 2 «Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te he sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre.

3 No habrá para ti otros dioses delante de mí.

4 No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

5 No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian,


Éxodo 20-> Ver. 1

[V.1-> Habló Dios. El escenario ya se había alistado para la proclamación de la ley moral que, siempre, de allí en adelante, ha permanecido como la norma fundamental de conducta para incontables millones. Nadie negará que éste fue uno de los sucesos trascendentales y decisivos de la historia. Tampoco puede nadie negar la necesidad vital que tienen todos los hombres de un código tal de conducta debido a sus imperfecciones morales y espirituales y su tendencia a hacer lo que es malo. El Decálogo descuella por encima de todas las otras leyes morales y espirituales. Abarca toda la conducta humana. Es la única ley que puede controlar con eficacia la conciencia. Es un manual condensado de la conducta humana que abarca todo lo que atañe al deber humano en todos los tiempos. Nuestro Señor se refirió a los mandamientos como el camino por el cual se puede alcanzar la vida eterna (Mat 19:16-19). Son adecuados para toda forma de sociedad humana; son aplicables y están en vigencia mientras dure el mundo (Mat 5:17; Mat 5:18). Nunca pueden volverse anticuados pues son la expresión inmutable de la voluntad y del carácter de Dios. Con buena razón Dios los entregó a su pueblo tanto oralmente como por escrito (Exo 31:18; Deu 4:13). Aunque fue dado al hombre por la autoridad divina, el Decálogo no es una creación arbitraria de la voluntad divina. Más bien es una expresión de la naturaleza divina. El hombre fue creado a la imagen de Dios (Gen 1:27), fue hecho para ser santo como él es santo (1Pe 1:15; 1Pe 1:16), y los Diez Mandamientos son la norma de santidad ordenada por el cielo (ver Rom 7:7-25). La clave de la interpretación espiritual de la ley fue dada con toda claridad por nuestro Señor Jesucristo en el inmortal Sermón del Monte (léase Mat. caps. 5-7). El Decálogo es la expresión no sólo de la santidad sino también del amor (Mat 22:34-40; Jn 15:10; Rom 13:8-10; Jn 2:4). Si carece de amor cualquier servicio que prestemos a Dios o al hombre, no se cumple la ley. Es el amor quien nos protege de violar los Diez Mandamientos pues, ¿cómo podríamos adorar otros dioses, tomar el nombre de Dios en vano y descuidar la observancia del día de reposo, si verdaderamente amamos al Señor? ¿Cómo podemos robar lo que pertenece a nuestro prójimo, testificar contra él o codiciar sus posesiones, si lo amamos? El amor es la raíz de la fidelidad para con Dios y de la honra y el respeto por los derechos de nuestros prójimos. Este siempre debiera ser el gran motivo que nos mueva a la obediencia Jn 14:15; Jn 15:10; 2Co 5:14; Gal 5:6). Cuando un hombre viene primero a Cristo, con pleno conocimiento se abstendrá de todo el mal al cual ha estado acostumbrado. En su origen, con el propósito de ayudar a los pecadores a distinguir entre el bien y el mal, el Decálogo fue dado principalmente en forma negativa. La repetición de la palabra "No" demuestra que hay fuertes tendencias en el corazón que deben ser suprimidas (Jer 17:9; Rom 7:17-23; 1Ti 1:9; 1Ti 1:10). Pero esta forma negativa abarca un amplio y satisfactorio campo de acción moral que se abre ante el hombre, y permite toda la amplitud de desarrollo del carácter que es posible. El hombre sólo está restringido por las pocas prohibiciones mencionadas. El Decálogo certifica de la verdad de la libertad cristiana (Stg 2:12; 2Co 3:17). Aunque la letra de la ley, debido a sus pocas palabras, pueda parecer estrecha en sus alcances, su espíritu es "amplio sobremanera" (Sal 119:96). El hecho de que los Diez Mandamientos fueran escritos en dos tablas de piedra, hace resaltar su aplicación a dos clases de obligaciones morales: deberes para con Dios y deberes para con el hombre (Mat 22:34-40). Nuestras obligaciones para con Dios están forzosamente ligadas con nuestras obligaciones para con el hombre, pues el descuido de los deberes tocantes a nuestro prójimo rápidamente será seguido por el descuido de nuestros deberes para con Dios. La Biblia no ignora la distinción entre la religión (deberes directamente relacionados con Dios) y la moral (deberes que surgen de las relaciones terrenales), sino que une ambas en un concepto más profundo: que todo lo que uno hace es hecho, por así decirlo, para Dios, cuya autoridad es suprema en ambas esferas (ver Miq 6:8; Mat 25:34-45; Stg 1:27; Jn 4:20). Siendo palabras de Dios, los Diez Mandamientos deben distinguirse de las "leyes" (Exo 21:1) basadas en ellos, e incluidas con ellos, en el "libro del pacto" para constituir la ley estatuida de Israel (ver Exo 24:3). Las dos tablas que comprenden el Decálogo -con exclusión de las otras partes de la ley - son llamadas de diversas formas: "el testimonio" (Exo 25:16), "su pacto" (Deu 4:13), "las palabras del pacto" (Exo 34:28), las "tablas del testimonio" (Exo 31:18; Exo 32:15) y "las 613 tablas del pacto" (Deu 9:9-11). Esas tablas de piedra, y sólo ellas, fueron colocadas dentro del arca del pacto (Exo 25:21; 1Rey 8:9). Fueron así consideradas, en un sentido especial, como el vínculo del pacto. La colocación de las tablas debajo del propiciatorio permite comprender la naturaleza del pacto que Dios hizo con Israel. Muestra que la ley es la base, el fundamento del pacto, el documento obligatorio, el título de la deuda. Sin embargo, sobre la ley está el propiciatorio, salpicado con la sangre de la propiciación, un testimonio reconfortante de que hay perdón en Dios para los que quebrantan los mandamientos. El AT uniformemente hace una clara distinción entre la ley moral y la ley ceremonial (2Rey 21:8; Dan 9:11). ]


Éxodo 20-> Ver. 2

[V.2-> Yo soy Jehová. "Yahvéh" (BJ), un nombre propio derivado del verbo "ser", "llegar a ser" (ver com. Exo 3:14; Exo 3:15). Significa "el Existente", "el Viviente", "el Eterno". Por lo tanto, cuando Jesús dijo a los judíos de sus días: "Antes que Abrahán fuese, yo soy" (Jn 8:58), ellos comprendieron que pretendía ser el "Jehová" del AT. Esto explica su hostilidad y sus tentativas para matarlo (Jn 8:59). Jesucristo, la segunda persona de la Deidad, fue el "Dios" de los israelitas a través de toda su historia (Exo 32:34; Jn 1:1-3; Jn 1:14; Jn 6:46; Jn 6:62; Jn 17:5; 1Co 10:4; Col 1:13-18; Heb 1:1-3; Ap 1:17; Ap 1:18; PP 381). Fue él quien les dio el Decálogo; fue él quien se declaró a sí mismo "Señor del sábado" (Mar 2:28, BJ). El Gr. ho zon, "el que vive" (Ap 1:18, BJ), es equivalente del Heb. Eyeh 'asher 'ehyeh, el "Yo soy el que soy" de Exo 3:14. Casa de servidumbre. Dios proclamó su santa ley en medio de truenos y relámpagos, cuyo retumbar parece encontrar eco en las formas verbales imperativas de los mandamientos. Los terrores del Sinaí tuvieron el propósito de colocar vívidamente delante del pueblo la pavorosa solemnidad del último gran día del juicio (PP 352). Los exigentes preceptos del Decálogo hacen resaltar la justicia de su Autor y el rigor de sus requerimientos. Pero la ley era también un recordativo de la gracia divina, pues el mismo Dios que proclamó la ley es Aquel que sacó a su pueblo de Egipto y lo libró del yugo de servidumbre. Es Aquel que dio las preciosas promesas a Abrahán, Isaac y Jacob. Puesto que las Escrituras hacen de Egipto un símbolo de pecaminosidad (Ap 11:8), la liberación de Israel de la esclavitud egipcia bien puede compararse con la liberación de todo el pueblo de Dios del poder del pecado. El Señor libró a los suyos de la tierra de Faraón a fin de que pudiera darles su ley (Sal 105:42-45). De la misma manera, mediante el Evangelio, Cristo nos libra del yugo del pecado (Jn 8:34-36; 2Pe 2:19) para que podamos guardar su ley, que en él se traduce en verdadera obediencia (Jn 15:10; Rom 8:1-4). Reflexionen en esta verdad los que enseñan que el Evangelio de Cristo nos libra de los santos mandamientos del Decálogo. La liberación de Egipto había de proporcionar el motivo de obediencia a la ley de Dios. Nótese el orden aquí: primero el Señor salva a Israel; luego le da su ley para que la guarde. El mismo orden es cierto bajo el Evangelio. Cristo primero nos salva del pecado (Jn 1:29; 1Co 15:3; Gal 1:4); luego vive su ley dentro de nosotros (Gal 2:20; Rom 4:25; Rom 8:1-3; 1Pe 2:24). ]

20-> Ver. 3

[V.3-> No tendrás. Aunque el pacto fue hecho con Israel como un todo (Exo 19:5), el uso de una forma singular del verbo muestra que Dios se dirigía a cada individuo de la nación y le requería obediencia a la ley. No era suficiente la obediencia colectiva. Para todos los tiempos, los Diez Mandamientos dirigen su exhortación a la conciencia de cada ser humano y gravitan sobre ella. (ver Eze 18:19; Eze 18:20). Delante de mí. Literalmente, "delante de mi faz". Esta forma idiomática hebrea con frecuencia significa "además de mí", "en adición a mí", o "en oposición a mí". Siendo el único Dios verdadero, el Señor requiere que sólo él sea adorado. Este concepto de un solo Dios era extraño a la creencia y práctica politeísta de otras naciones. Dios nos exhorta para que lo coloquemos delante de todo lo demás, que lo coloquemos primero en nuestros afectos y en nuestras vidas, en armonía con el requerimiento de nuestro Señor en el Sermón del Monte (Mat 6:33). La mera creencia no bastará, ni aun el reconocimiento de que él es el único Dios. Le debemos una lealtad de todo corazón y una consagración como a un Ser personal a quien tenemos el privilegio de conocer, amar y en quien confiar y con quien podemos tener una comunión bendita. Es peligroso depender de algo que no sea Dios, ya sea riqueza, conocimiento, posición o amigos. Es difícil luchar contra las 614 seducciones del mundo, y es muy fácil confiar en lo que es visible y temporal (Mat 6:19-34; Jn 2:15-17). No es difícil violar el espíritu de este primer mandamiento en nuestra era materialista, poniendo nuestra fe y confianza en alguna conveniencia o comodidad terrenal. Al hacerlo podemos olvidarnos de Aquel que creó las cosas de que disfrutamos (2Co 4:18). ] 



Éxodo 20-> Ver. 4

[V.4-> Imagen. Así como el primer mandamiento hace resaltar el hecho de que no hay sino un Dios, como protesta contra el culto a muchos dioses, el segundo pone énfasis en la naturaleza espiritual de Dios (Jn 4:24), al desaprobar la idolatría y el materialismo. Este mandamiento no prohíbe necesariamente el uso de esculturas y pinturas en la religión. La habilidad artística y las imágenes empleadas en la construcción del santuario (Exo 25:17-22), en el templo de Salomón (1Rey 6:23-26) y en la "serpiente de bronce" (Num 21:8; Num 21:9; 2Rey 18:4) prueban claramente que el segundo mandamiento no prohíbe el material religioso ilustrativo. Lo que por él se condena es la reverencia, la adoración o semiadoración que las multitudes de muchos países rinden a las imágenes y pinturas religiosas. La excusa de que los ídolos mismos no son adorados no disminuye la fuerza de esta prohibición. Los ídolos no sólo no deben ser adorados; ni siquiera deben ser hechos, La necedad de la idolatría radica en que los ídolos son meramente el producto de la habilidad humana y, por lo tanto, inferiores al hombre y sometidos a él (Ose 8:6). El hombre puede rendir verdadero culto dirigiendo sus pensamientos únicamente a Alguien que es mayor que él mismo. Ninguna semejanza. La triple división presentada aquí y en otro lugar (cielo, tierra y mar) abarca todo el universo físico, a base del cual los paganos idearon sus deidades y les dieron forma (Deu 4:15-19; Rom 1:22; Rom 1:23). ] 







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