Home  |  Contact  

Email:

Password:

Sign Up Now!

Forgot your password?

DESENMASCARANDO LAS FALSAS DOCTRINAS
 
What’s New
  Join Now
  Message Board 
  Image Gallery 
 Files and Documents 
 Polls and Test 
  Member List
 YHWH (DIOS PADRE) EL UNICO DIOS 
 JESUCRISTO NUESTRO MESIAS JUDIO 
 LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA BIBLIA 
 MEJORE SU CARACTER Y SU VIDA 
 YOU TUBE-MAOR BA OLAM-LINKS 
 YOU TUBE-MAOR BA OLAM-LINKS II 
 BIBLIAS/CONCORDANCIA/LIBROS 
 MAYOR ENEMIGO DEL HOMBRE ES UNO MISMO 
 ¿LA TORA ES MACHISTA? -MENSAJE ESOTERICO Y EXOTERICO 
 ¿ES INMORTAL EL ALMA?- FALACIA DE LA ENCARNACION Y REENCARNACION 
 EL ISLAM TIENE ORIGEN UNITARIO ADOPCIONISTA 
 ANTIGUO TESTAMENTO-ESTUDIO POR VERSICULOS 
 NUEVO TESTAMENTO-ESTUDIOS POR VERSICULOS 
 NUEVO TESTAMENTO II-ESTUDIOS POR VERSICULOS 
 NUEVO TESTAMENTO III-ESTUDIOS POR VERSICULOS 
 CRISTO NO TUVO PREEXISTENCIA 
 ¿QUE ES EL ESPIRITU SANTO? 
 
 
  Tools
 
General: EL AMOR GALLATAS 6
Choose another message board
Previous subject  Next subject
Reply  Message 1 of 3 on the subject 
From: Damarit Espinoza  (Original message) Sent: 10/02/2022 14:23

La ayuda mutua Gálatas 6:1 

Hermanos, si alguien es sorprendido en pecado, ustedes que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde. Pero cuídese cada uno, porque también puede ser tentado. 2

Gálatas 6-> Ver. 

[V.1-> Si alguno fuere sorprendido. Es decir, si cae porque la tentación es muy fuerte. El pensamiento del cap. 5 continúa sin interrupción. Pablo se refiere al hecho de que un cristiano puede ser sorprendido en un momento de debilidad o de descuido espiritual, por hallarse desprevenido (ver com. Gal 5:24). No es un hipócrita obstinado, pues su propósito era caminar “por el Espíritu” (Gal 6:25); pero cayó vencido por la tentación. Había procurado que “el fruto del Espíritu” (Gal 6:22-23) fuera evidente en su vida; pero para angustia suya descubrió que había en él algunas de las antiguas “obras de la carne” (Gal 6:19-21). Había recibido el Espíritu (Gal 3:2), había “comenzado por el Espíritu” (Gal 3:3), había comenzado su marcha bajo la conducción del Espíritu (Gal 5:18) para dar el “fruto del Espíritu” (Gal 6:22-23) y sus intenciones habían sido buenas; pero, como Pablo (ver Rom 7:19-24), había descubierto para su desaliento que la carne es débil. Espirituales. Es decir, los que son “guiados por el Espíritu” (Gal 5:18). Había un grupo representativo en las iglesias de Galacia que evidentemente no habían abandonado el Evangelio de Pablo para seguir las enseñanzas de los judaizantes. Es muy difícil que Pablo hubiera llamado “espirituales” a los que estaban apostatando, pues tales personas renunciaban a la conducción del Espíritu (Gal 3:3). Restauradle. Gr. katartízō, “reparar”, “adecuar”, “restaurar”, “poner en forma”. Los escritores griegos de temas médicos usaban este término cuando se referían al entablillamiento de una articulación o un hueso dislocados. Los que continuaban siendo “espirituales” no debían sentirse envanecidos frente al hermano caído ante los ataques de la tentación. No debían desanimarlo ni tampoco inducirlo mediante críticas o censuras para que siguiera complaciéndose en las “obras de la carne” (ver com. Gal 5:19; Gal 5:26). El caído necesitaba muchísimo que una mano movida por la simpatía lo ayudara a salir del pozo de pecado en que había caído. En su desengaño y desilusión necesitaba que alguien se acercara a él con paciencia, bondad y amabilidad (Gal 6:22-23); alguien que comprendiera que algún día él mismo podría ser vencido por la tentación y necesitar de una ayuda similar. Cuando se habla con los que se han descarriado, se debiera practicar la regla de oro más que en cualquier otra circunstancia (ver com. Mat 7:12). Este es el deber y el privilegio de los que son conducidos por el Espíritu y caminan por sendas de justicia. Otros no están capacitados para una tarea tan delicada. Dios exhorta a los que son “espirituales” para que lleven de nuevo a las ovejas extraviadas a los pastos verdes de la verdad y la rectitud. Pablo hablaba resuelta y categóricamente con los que persistían abiertamente en el pecado (ver 1Co 5:3-5), pero tierna y pacientemente con los que demostraban el deseo de ser restaurados (2Co 2:5-11). La disciplina de la iglesia exige una equilibrada mezcla de firmeza y bondad. Pablo nunca rebajó las elevadas normas del Evangelio; su propósito fue siempre la salvación de hombres y mujeres y su restauración a Cristo cuando se apartaban. Ver Mat 6:14-15; Mat 7:1-5; Mat 18:10-35. Mansedumbre. Ver com. Mat 5:5 -, Gal 5:23. Jesús fue un ejemplo de mansedumbre (ver Mat 11:29), y los que siguen su ejemplo serán bondadosos y compasivos al tratar con sus hermanos. No criticarán, ni condenarán, ni se apresurarán a hacer que caiga despiadadamente la disciplina de la iglesia sobre los que verán. Su celo para que haya justicia será atemperado por la misericordia. Su propósito principal será restaurar al culpable. Sus propuestas decisiones serán para sanar y no para castigar. El mantenimiento de la autoridad de la iglesia no ocupará el primer lugar. Considerándote a ti mismo. No podemos restaurar a otros a menos que nosotros seamos rectos, y no podemos saber si somos rectos a menos que constantemente comparemos nuestra vida con la norma divina y participemos diariamente de la vida de Jesús. Cuando procuramos enmendar los defectos ajenos debemos observarnos a nosotros mismos, Los que desean rescatar a su prójimo de la repentina corriente del pecado, deben tener los pies bien asentados sobre terreno firme. La preocupación por nuestra condición espiritual ante Dios es un requisito indispensable antes de que nos dediquemos a quienes necesitan nuestra ayuda. También debemos tener presente que somos proclives a caer. Esta comprensión nos librará de mostrar la actitud del que cree que es más santo que otros, cuando procuramos ayudar a un hermano que ha caído. ] 

Gálatas 6-> Ver. 2

[V.2-> Cargas. Gr. báros, “peso”, “carga”. La regla de oro (Mat 7:12) exige que cada seguidor 984 de Cristo considere los problemas de otro como si fueran suyos. La aplicación de este principio en las relaciones personales, en el hogar, en la comunidad, en la escuela y en la iglesia, y en una escala nacional e internacional, resolvería los males del mundo. La gracia de Cristo es lo único que hace posible aplicar este principio en todas las circunstancias. Ver com. Mat 5:43-47, La ley de Cristo. La ley o el principio que motivaba la vida de Cristo era llevar las cargas de otros. Cristo vino a la tierra como el gran portador de las cargas del hombre (Isa 53:6). El único “mandamiento” mencionado como tal, que nuestro Señor dio a sus discípulos mientras estuvo en la tierra, fue que se amaran “unos a otros” (Jn 13:34). En cuanto al sentido en que ese mandamiento fue “nuevo”, ver com. Jn 13:34. Cristo declaró también que “toda la ley y los profetas”, o sea toda la voluntad revelada de Dios (ver com. Luc 24:44), se basa en el amor a Dios y el amor al prójimo. Pablo escribió a los Romanos que el amor es el cumplimiento de la ley (Gal 13:10). Por lo tanto, “la ley de Cristo” es el resumen de los Diez Mandamientos, pues cuando cumplimos realmente esas leyes es porque verdaderamente amamos a Dios y al prójimo (ver com. Mat 22:34-40). Para un estudio más amplio de las enseñanzas de Jesús en cuanto al amor al prójimo, ver com. Mat 5:43-44; Luc 10:30-37. ] 

Gálatas 6-> Ver. 3

[V.3-> El que se cree. Es decir, se considera superior a los que han caído ante los ataques de la tentación (Gal 6:1). Ver com. Rom 12:3; 1Co 8:2. Para un estudio del orgullo en contraste con la humildad cristiana, ver com. Luc 14:7-11; Luc 18:9-14. A sí mismo se engaña. El que valora más de lo justo su obra o sus méritos, “se engaña”. El peligro de la presunción propia radica en el hecho de que anula el examen propio y el sentimiento de necesidad. Antes de que Dios pueda hacer algo por nosotros, debemos sentir nuestra necesidad (ver com. Mat 5:3). La persona más desvalida del mundo es la que se engaña a sí misma hasta el punto en que la domina una completa suficiencia propia. Dios no puede hacer nada por nosotros a menos que estemos dispuestos a aceptar lo que él nos ofrece. El que no siente su necesidad nunca pedirá la gracia de Dios. ] 

Gálatas 6-> Ver. 4

[V.4-> Someta a prueba su propia obra. Es decir, examine cuidadosamente su propia conducta y motivos, y déles un valor, justo de acuerdo con “la ley de Cristo” (Gal 6:2), Ver com. 2Co 13:5. El Espíritu Santo tiene la misión de ayudar en esta tarea (ver com. Jn 16:8-15). Es mejor (que el cristiano someta su vida a ese examen crítico ahora y no que lo posponga hasta que sea demasiado tarde para que tenga provecho, cuando el gran juez de toda la humanidad le ordene comparecer ante el tribunal de Injusticia divina. Este proceso de prueba es esencial para crecer en la gracia, para el proceso de la santificación. El cristiano hará bien si cada día pesa sus preferencias y ambiciones bajo la iluminación del Espíritu Santo y a la luz del propósito y el plan divino de Dios revelados para él, y bajo la conducción del Espíritu de Dios. Sólo respecto de sí mismo. Cuando hay que hacer un análisis del carácter, lo mejor es que cada uno se concentre en sí mismo y no en los demás. Cuán insensato sería si se esforzara para remediar los defectos de otras personas y se quedara sin ver sus propias faltas. Ver com. Mat 7:1-5. ¿De cuánto gozo disfrutaría al final si contemplara la perfección del carácter de otros y él fuera reprobado? Cuánto mejor le es dedicar su tiempo y sus esfuerzos para remediar los defectos de su propio carácter. En el gran día del juicio tendrá entonces razón para regocijarse. Ver com. Gal 6:7-9. ] 

Gálatas 6-> Ver.

[V.5-> Carga. Gr. fortíon, “peso”, “carga”, algún objeto que se debe cargar. La “carga” del Gal 6:2 pueden ser puestas a un lado con cierta facilidad si fuera necesario, mientras que la “carga” del Gal 6:5 es de tal naturaleza que, no importa cuáles son las circunstancias, debe siempre llevarse. Cada soldado tiene que cargar su propio equipo; esta es su responsabilidad. A veces quizá ayude a otros a llevar su carga, pero se le pedirán cuentas por su propia “carga” y no necesariamente por las de otros. Es digno de alabanza el que lleva las cargas ajenas junto con la suya, pero no hay ninguna excusa si se descuida la propia carga. No debemos imponer cargas sobre otros, no importa cuánta carga se nos imponga a nosotros. Pablo no insinúa que Dios deja al hombre que lleve solo sus cargas. Jesús se ofrece para ayudar a llevarlas (ver com. Mat 11:30). Algunos cristianos cometen el error de no compartir sus cargas con Jesús. El invita a todos para que acudan a él, y promete alivio del cansancio que nunca podríamos soportar con nuestra propia fuerza (ver Mat 11:28-30). Siembra para el Espíritu. Es el equivalente de ser guiado “por el Espíritu” (ver com. Rom 8:14; Gal 5:16). No se puede citar un mejor ejemplo de esto que la vida del apóstol Pablo, pues sabía por experiencia propia lo que decía (cf. Hch 13:1-2; Hch 16:6-7; etc.). ] 




First  Previous  2 to 3 of 3  Next   Last  
Reply  Message 2 of 3 on the subject 
From: Damarit Espinoza Sent: 11/02/2022 00:08

.


Gálatas 6-> Ver. 9
[V.9-> No nos cansemos, pues, de hacer bien. Es decir, de avanzar doquiera nos guíe el Espíritu (ver com. Gal 6:8), y de seguir llevando “el fruto del Espíritu” (Gal 5:22-23). Los cristianos, especialmente, nunca deben cansarse de llevar las “cargas” de sus prójimos (Gal 6:2). Este servicio, impulsado por el amor, nunca cansa. El ejemplo de nuestro Señor al ocuparse de las necesidades de aquellos que lo rodeaban, es el ideal supremo del servicio cristiano. A su tiempo. Es decir, en el tiempo de la cosecha. Aunque el amor es el espíritu que motiva el servicio cristiano, se prometen recompensas (ver Ap 22:12). Cristo ilustró la entrega de recompensas eternas comparándola con la cosecha (ver Mat 13:39-43). Dios ya ha explicado cuándo será el tiempo para la cosecha de la tierra (Hch 17:31). Los que siembran buena sencilla en esta vida, semilla que ahora parece haber sido malgastada en un suelo estéril, con seguridad serán tomados muy en cuenta en el gran día de la cosecha. Entonces cada uno recibirá su recompensa merecida, la cual será de acuerdo y en proporción con lo que le corresponda (Mat 16:27; Ap 22:12). En cuanto a la base por la cual Dios determina las recompensas, ver com. Mat 20:1-16. Si no desmayamos. Los que perseveren hasta el fin son los únicos que pueden esperar que recibirán una recompensa por el bien que hicieron. Con demasiado frecuencia muchos que parecían ser soldados de la cruz han renunciado en la lucha cristiano y desmayado. Vencidos por la tentación, o desanimados en su marcha, o acosados por la fatiga, han dejado de seguir a su Maestro. Pablo cita el caso de Demas, uno de sus fieles colaboradores, quien fue atraído por las cosas de este mundo y volvió a su forma anterior de vida (2Ti 4:10; cf. Col 4:14). ¡con cuanta frecuencia se ha repetido esto desde los días de Pablo! ¡Pero qué cuadro de heroísmo se presenta en el proceder valiente de miles de mártires cristianos, que se enfrentaron a las más crueles formas de muerte antes que renunciar a su firme confianza en Aquel que los redimió de sus pecados! ] 

Gálatas 6-> Ver. 10

[V.10-> Oportunidad. Pablo extrae una conclusión de su metáfora de la siembra y la siega (Gal 6:7-9). Hay tiempo para sembrar y tiempo para cosechar. El tiempo de la cosecha está en las manos de Dios; el de la siembra, en las nuestras. La persona guiada por el 986 Espíritu puede esperar constante dirección y consejo para que pueda aprovechar hasta el máximo las oportunidades del tiempo de la siembra (Gal 6:8). Se necesita una sabiduría superior a la humana para evaluar las oportunidades de este tiempo a la luz de la eternidad, y para saber cómo aprovechar al máximo las oportunidades que se nos presentan. Como colaboradores en la viña del Maestro (ver com. Mat 20:1-16), debemos orar en busca de entendimiento para saber cuándo y cómo trabajar más eficazmente. Por lo tanto, el cristiano es responsable ante Dios no sólo por servir sino también por la forma en que sirve. Familia de la fe. Es decir, la iglesia (ver 1Sa 3:15; Efe 2:19; 1Pe 4:17). La iglesia tiene una obligación con todos los hombres en todo lugar (ver Mat 28:19-20); pero en primer lugar con sus propios miembros. Esto es cierto en los asuntos espirituales y también en los materiales. La iglesia no puede servir al mundo en forma aceptable, a menos que tenga en orden su propia casa. ] 




Reply  Message 3 of 3 on the subject 
From: Damarit Espinoza Sent: 05/03/2022 17:31

Arrepentimiento

¿CÓMO SE JUSTIFICARÁ el hombre ante Dios? ¿Cómo se hará justo al pecador? Sólo por medio de Cristo podemos ponemos en armonía con Dios y la santidad; pero, ¿cómo iremos a Cristo? Muchos formulan la misma pregunta que hicieron las multitudes el Día de Pentecostés, cuando, convencidas de su pecado, exclamaron: “¿Qué ha-remos?” La primera palabra de respuesta de Pedro fue: “Arrepentíos”. Poco después, en otra ocasión, dijo: “Arrepentíos y convertios, para que sean bo-rrados vuestros pecados”. 1 CC 21.1

El arrepentimiento incluye tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida. CC 21.2

Hay muchos que no entienden la verdadera natu-raleza del arrepentimiento. Gran número de personas se entristecen por haber pecado e incluso se reforman exteriormente porque temen que su mala vida les acarree sufrimientos. Pero esto no es arrepentimiento en el sentido bíblico. Lamentan el sufrimiento antes que el pecado. Tal fue el dolor de Esaú cuando vio que había perdido su primogenitura para siempre. Balaam, aterrorizado por el ángel que estaba en su camino con la espada desnuda, reconoció su culpa por temor a perder la vida; pero no experimentó un arrepentimiento genuino por el pecado, ni cambio de propósito, ni aborrecimiento del mal. Judas Iscariote, después de traicionar a su Señor, exclamó: “He peca-do entregando sangre inocente”. 2 CC 21.3

Esta confesión fue arrancada a la fuerza de su alma culpable por un tremendo sentido de conde-nación y una pavorosa expectación de juicio. Las consecuencias que le sobrevendrían lo llenaban de terror, pero no experimentó profundo quebranta-miento de corazón, ni dolor en su alma, por haber traicionado al inmaculado Hijo de Dios y negado al Santo de Israel. Cuando Faraón sufría bajo los juicios de Dios, reconocía su pecado para escapar del castigo, pero volvía a desafiar al Cielo tan pronto como cesaban las plagas. Todos éstos lamentaban los resultados del pecado, pero no sentían tristeza por el pecado mismo. CC 22.1

Pero cuando el corazón cede a la influencia del Espíritu de Dios, la conciencia se vivifica y el peca-dor discierne algo de la profundidad y santidad de la sagrada ley de Dios, fundamento de su gobierno en los cielos y en la Tierra. “La luz verdadera que ilumi-na a todo hombre que viene a este mundo” 3 ilumina las cámaras secretas del ser y se manifiestan las ocul-tas cosas de las tinieblas. La convicción se posesiona de la mente y el corazón. Entonces el pecador tiene conciencia de la justicia de Jehová y siente terror de aparecer en su iniquidad e impureza delante del Escudriñador de los corazones. Ve el amor de Dios, la belleza de la santidad y el gozo de la pureza; ansia ser limpiado y restituido a la comunión con el Cielo. CC 22.2

La oración de David después de su caída ilustra la naturaleza del verdadero dolor por el pecado. Su arrepentimiento fue sincero y profundo. No hizo ningún esfuerzo por mitigar su culpabilidad; ningún deseo para escapar del juicio que lo amenazaba inspiró su oración. David vio la enormidad de su transgresión; vio las manchas de su alma; aborreció su pecado. No imploró solamente por perdón, sino también por pureza de corazón. Deseó tener el gozo de la santidad: ser restituido a la armonía y comunión con Dios. Este fue el lenguaje de su alma: CC 23.1

“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño”. 4
“Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones...
Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí...
Purifícame con hisopo y seré limpio, lávame y seré más blanco que la nieve...
¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí!
No me eches de delante de ti y quites de mí tu santo Espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente...
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación, cantará mi lengua tu justicia”. 5
 CC 23.2

Efectuar un arrepentimiento como éste está más allá del alcance de nuestro propio poder; sólo se lo obtiene de Cristo, quien ascendió a lo alto y ha dado dones a los hombres. CC 23.3

Precisamente éste es un punto en el cual muchos yerran, y por esto dejan de recibir la ayuda que Cristo desea darles. Piensan que no pueden ir a Cristo a menos que primero se arrepientan, y que el arrepentimiento los prepara para el perdón de sus pecados. Es verdad que el arrepentimiento precede al perdón de los pecados, porque solamente el corazón quebrantado y contrito es el que siente la necesidad de un Salvador. Pero ¿debe el pecador esperar hasta haberse arrepentido antes de poder ir a Jesús? ¿Ha de ser el arrepentimiento un obstáculo entre el pecador y el Salvador? CC 24.1

La Biblia no enseña que el pecador deba arrepen-tirse antes de poder aceptar la invitación de Cristo: “¡Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso!” 6 La virtud que sale de Cristo es la que guía a un arrepentimiento genuino. Pedro habla del asunto de una manera muy clara en su exposición a los israelitas cuando dice: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. 7 Así como no podemos ser perdonados sin Cristo, tampoco podemos arrepentimos sin el Espíritu de Cristo, que es quien despierta la conciencia. CC 24.2

Cristo es la fuente de todo impulso correcto. Él es el único que puede implantar enemistad contra el pecado en el corazón. Todo deseo por verdad y pureza, toda convicción de nuestra propia pecaminosidad, es una evidencia de que su Espíritu está obrando en nuestro corazón. CC 24.3

Jesús dijo: “Yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. 8 Cristo debe ser revelado al pecador como el Salvador que muere por los pecados del mundo; y cuando contemplemos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comenzará a descifrarse en nuestra mente y la bondad de Dios nos guiará al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor incomprensible; y este amor, a medida que el pecador lo contempla, enternece el corazón, impresiona la mente e inspira contrición en el alma. CC 25.1

Es verdad que algunas veces los hombres se avergüenzan de sus caminos pecaminosos y aban-donan algunos de sus malos hábitos antes de darse cuenta de que son atraídos a Cristo. Pero cuando hacen un esfuerzo por reformarse, nacido de un sincero deseo de hacer lo correcto, es el poder de Cristo el que los está atrayendo. Una influencia de la cual no son conscientes obra sobre el alma, la conciencia se vivifica y la vida externa se enmienda. Y a medida que Cristo los induce a mirar su cruz y contemplar a quien han traspasado sus pecados, el mandamiento halla cabida en la conciencia. Se les revela la maldad de su vida, el pecado profundamente arraigado en su alma. Comienzan a comprender algo de la justicia de Cristo, y exclaman: “¿Qué es el pecado, para que exigiera un sacrificio tal por la redención de su víctima? ¿Fueron necesarios todo este amor, todo este sufrimiento, toda esta humillación, para que no pereciéramos sino que tuviésemos vida eterna?” CC 25.2

El pecador puede resistir este amor, puede rehusar ser atraído a Cristo; pero si no se resiste será atraído a Jesús; un conocimiento del plan de la salvación lo guiará al pie de la cruz arrepentido de sus pecados, los cuales han causado los sufrimientos del amado Hijo de Dios. CC 26.1

La misma mente divina que obra en las cosas de la naturaleza habla al corazón de los hombres y crea un deseo indecible de algo que no tienen. Las cosas del mundo no pueden satisfacer su ansiedad. El Espíritu de Dios está suplicándoles que busquen las cosas que sólo pueden dar paz y descanso: la gracia de Cristo y el gozo de la santidad. Por medio de influencias visibles e invisibles, nuestro Salvador está constan-temente obrando para atraer la mente de los hombres de los vanos placeres del pecado a las bendiciones infinitas que pueden disfrutar en él. A todas estas per-sonas, que están procurando vanamente beber en las cisternas rotas de este mundo, se dirige el mensaje di-vino: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. 9 CC 26.2

El que en su corazón anhela algo mejor que lo que este mundo puede dar, reconozca este deseo como la voz de Dios que habla a su alma. Pídale que le dé arrepentimiento, que le revele a Cristo en su amor infinito y en su pureza perfecta. En la vida del Salvador quedaron perfectamente ejemplificados los principios de la ley de Dios: amor a Dios y al hombre. La benevolencia y el amor desinteresado fueron la vida de su alma. Mientras lo contemplemos, a medida que nos inunde la luz de nuestro Salvador, será cuando veremos la pecaminosidad de nuestro corazón. CC 26.3

Podemos lisonjeamos, como lo hizo Nicodemo, de que nuestra vida ha sido muy buena, de que nuestro carácter moral es el correcto y pensar que no ne-cesitamos humillar nuestro corazón delante de Dios como el pecador común; pero cuando la luz prove-niente de Cristo resplandezca en nuestro interior, ve-remos cuán impuros somos; discerniremos el egoísmo de nuestros motivos y la enemistad contra Dios, los cuales han manchado todos los actos de nuestra vida. Entonces sabremos que nuestra propia justicia es en verdad como trapos inmundos, y que sólo la sangre de Cristo puede limpiamos de la contaminación del pecado y renovar nuestro corazón a su semejanza. CC 27.1

Un rayo de luz de la gloria de Dios, un destello de la pureza de Cristo que penetre en el alma, hace dolorosamente visible toda mancha de contaminación y descubre la deformidad y los defectos del carácter humano. Hace patente los deseos impuros, la infidelidad del corazón y la impureza de los labios. Los actos de deslealtad del pecador al querer anular la ley de Dios quedan expuestos a su vista, y su espíritu se aflige y se oprime bajo la influencia escudriñadora del Espíritu de Dios. Se aborrece a sí mismo mientras contempla el carácter puro y sin mancha de Cristo. CC 27.2

Cuando el profeta Daniel contempló la gloria que rodeaba al mensajero celestial que le había sido enviado, se sintió abrumado con un sentido de su propia debilidad e imperfección. Al describir el efecto de la maravillosa escena dice: “Estaba sin fuerzas; se demudó mi rostro, desfigurado, y quedé totalmente sin fuerzas”. 10 Cuando la persona se conmueva de esta manera odiará su egoísmo, aborrecerá su narcisismo y buscará, mediante la justicia de Cristo, la pureza de corazón que esté en armonía con la ley de Dios y el carácter de Cristo. CC 27.3

Pablo dice que “en cuanto a la justicia que se basa en la Ley” -es decir, en lo que se refiere a las obras externasera “irreprochable”; 11 pero cuando discernió el carácter espiritual de la ley se vio a sí mismo un pecador. Juzgado por la letra de la ley, así como los hombres la aplican a la vida externa, se había abstenido de pecado; pero cuando miró en las profundidades de sus santos preceptos y se vio como Dios lo veía, se humilló profundamente y confesó su pecado. Dice: “Yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí”. 12 Cuando vio la naturaleza espiritual de la ley, el pecado apareció en su verdadera fealdad y su vanidad se desvaneció. CC 28.1

Dios no considera todos los pecados como de igual magnitud; a su juicio, hay grados de culpabilidad, como los hay a juicio de los hombres; sin embargo, aunque éste o aquel acto malo pueda parecer frívolo a los ojos de los hombres, ningún pecado es pequeño a la vista de Dios. El juicio de los hombres es parcial e imperfecto; pero Dios considera todas las cosas como realmente son. El borracho es detestado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que muchísimas veces el orgullo, el egoísmo y la codicia pasan sin condenarse. Pero estos pecados son especialmente ofensivos para Dios; porque son contrarios a la benevolencia de su carácter, a ese amor desinteresado que es la atmósfera misma del universo que no ha caído. El que cae en alguno de los pecados más groseros puede avergonzarse y sentir su pobreza y necesidad de la gracia de Cristo; pero el orgullo no siente ninguna necesidad, y así cierra el corazón contra Cristo y las infinitas bendiciones que él vino a derraMarcos CC 28.2

El pobre publicano que oraba: “¡Dios, ten mise-ricordia de mí, pecador!”, 13 se consideraba un hom-bre muy malvado, y así lo consideraban los demás; pero él sentía su necesidad, y con su carga de pecado y vergüenza vino delante de Dios implorando su misericordia. Su corazón estaba abierto para que el Espíritu de Dios hiciera en él su obra de gracia y lo libertase del poder del pecado. La oración jactanciosa y santurrona del fariseo mostró que su corazón estaba cerrado a la influencia del Espíritu Santo. Por estar lejos de Dios, no tenía idea de su propia corrupción, la que contrastaba con la perfección de la santidad divina. No sentía necesidad alguna, y nada recibió. CC 29.1





 
©2024 - Gabitos - All rights reserved