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General: EL JUICIO DE DIOS EN LA HUMANIDAD
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جواب  رسائل 1 من 2 في الفقرة 
من: Damarit Espinoza  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 10/03/2022 12:24

El juicio de la humanidad ante el trono 

de Dios Cristo.Apoc 14:7 Decía con fuerte voz: «Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su Juicio; adorad al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua.»

 Parecía haber llegado el gran día de la ejecución del juicio de Dios. Diez mil veces diez millares estaban congregados delante de un gran trono, sobre el cual estaba sentado un personaje de majestuosa apariencia. Delante de él había varios libros y sobre las tapas de cada uno de ellos estaba escrito en letras de oro semejantes a llamas de fuego El libro mayor del cielo. Uno de estos libros, el cual contenía los nombres de los que aseveran creer en la verdad, fue abierto entonces. Inmediatamente perdí de vista los incontables millones que rodeaban el trono y mi atención se dedicó únicamente a los que profesan ser hijos de la luz y la verdad. A medida que se nombraba una tras otra a estas personas, y se mencionaban sus buenas acciones, sus rostros se iluminaban con un gozo santo que se reflejaba en todas direcciones. Pero esto no pareció ser lo que impresionó con más fuerza mi espíritu. 

Se abrió otro libro en el cual estaban anotados los pecados de los que profesan la verdad. Bajo el encabezamiento del egoísmo venían todos los demás pecados. Había también encabezamientos en cada columna, y debajo de ellos, junto a cada nombre, estaban registrados en sus respectivas columnas los pecados menores. 

Bajo la codicia venían la mentira, el robo, los hurtos, el fraude y la avaricia; bajo la ambición venían el orgullo y la extravagancia; los celos encabezaban la lista de la malicia, la envidia y el odio; y la intemperancia, otra larga lista de crímenes terribles, como la lascivia, el adulterio, la complacencia de las pasiones animales, etc. Mientras contemplaba esto me sentía abrumada de angustia indecible, y exclamé: “¿Quién puede salvarse? ¿Quién puede ser justificado delante de Dios, cuyas vestiduras están sin mancha? ¿Quién está sin defecto a la vista de un Dios puro y santo?” 

Mientras el Ser santo que estaba sobre el trono hojeaba lentamente las páginas del libro mayor y sus ojos se posaban un momento sobre las personas, su mirada parecía penetrar como fuego hasta sus mismas almas y en ese momento todas las palabras y las acciones de sus vidas pasaba delante de sus mentes tan claramente como si hubiesen sido escritas ante su visión en letras de fuego. El temblor se apoderó de aquellas personas y sus rostros palidecieron. Al principio, mientras rodeaban el trono, aparentaban una indiferencia negligente. Pero ¡cuán cambiadas estaban! Había desaparecido la sensación de seguridad y en su lugar reinaba un terror indecible. Cada alma se sentía presa de espanto, no fuese que se hallara entre los que eran hallados faltos. Todo ojo se fijaba en el rostro de Aquel que estaba sentado sobre el trono; y mientras sus ojos escrutadores recorrían solemnemente la compañía, los corazones temblaban porque se sentían condenados sin que se pronunciase una palabra. Con angustia en el alma, cada uno declaraba su propia culpabilidad, y de forma terriblemente vívida veían que al pecar habían desechado el precioso don de la vida eterna. 

Una clase de personas estaba anotada por haber estorbado la siembra. A medida que el ojo escrutador del Juez se posaba sobre ellos, se les revelaban distintamente sus pecados y negligencia. Con labios pálidos y temblorosos reconocían que habían traicionado su santo cometido. Habían recibido advertencias y privilegios, pero no los habían escuchado ni aprovechado. Podían ver ahora que habían presumido demasiado de la misericordia de Dios. En verdad, no tenían que hacer confesiones como las de los viles bajos y corrompidos; pero, como la higuera, eran malditos porque no llevaron frutos, porque no aprovecharon los talentos que se les habían confiado. 

Esta clase había hecho de su yo algo supremo, y había trabajado solamente en favor de sus intereses egoístas. No eran ricos para con Dios ni habían respondido a sus derechos sobre ellos. Aunque profesaban ser siervos de Cristo, no le llevaron almas. Si la causa de Dios hubiese dependido de sus esfuerzos, habría languidecido; porque no solamente retuvieron los recursos que Dios les había prestado, sino que se retuvieron a sí mismos. Pero ahora podían ver y sentir que al mostrarse irresponsables con la obra de Dios, se habían colocado a la izquierda. Habían tenido una oportunidad, pero no quisieron hacer lo que podían y debían haber hecho. 

Se mencionaron los nombres de todos los que profesan la verdad. Se reprendió a algunos por su incredulidad y a otros por haber sido perezosos. Habían dejado que otros hiciesen la obra de la viña del Señor y llevasen las más pesadas responsabilidades, mientras que ellos servían egoístamente a sus propios intereses temporales. Si hubiesen cultivado la capacidad que Dios les había dado, habrían llevado fielmente las responsabilidades y habrían trabajado en favor de los intereses del Maestro. El Juez dijo: “Todos serán justificados por su fe, y juzgados por sus obras”. ¡Cuán vívidamente aparecía entonces su negligencia, y cuán prudente el arreglo de Dios al dar a cada uno una obra que hacer para promover la causa y salvar a sus semejantes! Cada uno debía manifestar una fe viva entre su familia y su vecindario, revelando bondad hacia los pobres, compasión hacia los afligidos, dedicándose a la obra misionera y ayudando a la causa de Dios con sus recursos. Pero, como en el caso de Meroz, la maldición de Dios recaía sobre ellos por lo que no habían hecho. Habían amado el trabajo que les producía el mayor provecho en esta vida; y frente a sus nombres, en el libro mayor dedicado a las buenas obras, había un lamentable espacio en blanco. 

Las palabras que se dirigieron a estas personas fueron muy solemnes: “Sois pesados en la balanza y se os ha hallado faltos. Habéis descuidado las responsabilidades espirituales en favor de las actividades temporales, mientras que vuestra misma posición de confianza hacía necesario que tuvieseis sabiduría más que humana y un juicio superior al juicio finito. Lo necesitabais incluso para cumplir la parte mecánica de vuestro trabajo; y cuando separasteis a Dios y su gloria de vuestros quehaceres, os apartasteis de su bendición”. 

Se hizo luego la pregunta: “¿Por qué no lavasteis las vestiduras de vuestro carácter y no las emblanquecisteis en la sangre del Cordero? Dios envió a su Hijo al mundo, no para condenarlo, sino para que por él pudiese salvarse. Mi amor hacia vosotros fue más abnegado que el amor de una madre. Para que pudiese borrarse vuestro sombrío registro de iniquidad, y ofrecerse a vuestros labios la copa de la salvación, sufrí la muerte de la cruz, llevando el peso y la maldición de vuestra culpabilidad. Soporté los dolores de la muerte y los horrores de las tinieblas de la tumba para vencer a aquél que tenía el poder de la muerte, abrir su cárcel y franquearos las puertas de la vida. Me sometí a la vergüenza y la agonía porque os amaba con amor infinito, y quería hacer volver al paraíso de Dios, al árbol de la vida, a mis ovejas extraviadas. Habéis despreciado esta vida de bienaventuranzas que compré para vosotros a un precio tan elevado. Habéis rehuido la vergüenza, el oprobio y la ignominia que llevó vuestro Maestro por vosotros. No habéis apreciado los privilegios que fueron puestos a vuestro alcance por su muerte. No quisisteis participar de sus sufrimientos, y no podéis ahora participar de su gloria”. 

Entonces se pronunciaron estas palabras solemnes: “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”. Apocalipsis 22:11. El libro se cerró luego, y cayó el manto de la persona que estaba sentada sobre el trono, revelando la terrible gloria del Hijo de Dios. 4TPI 380.2

La escena se disipó después y me encontré nuevamente en la tierra, inefablemente agradecida de que el día de Dios no había venido todavía, y que aún se nos concede un precioso tiempo de gracia en el cual podemos prepararnos para la eternidad. 






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جواب  رسائل 2 من 2 في الفقرة 
من: Damarit Espinoza مبعوث: 10/03/2022 16:05

EL SANTUARIO CELESTIAL LAS PLAGAS SOBRE EL PAPADO LOS DEL CATECISMO DOMINGO EGIPTO  Y LOS SELLADOS DE CRISTO ISRAEL ESPIRITUAL VIVIENDO SIN LAS PLAGAS SI CONDENADOS A MUERTE POR EL PAPADO POR LOS QUE OBEDECIERON EL SABADO SEPTIMO DIA .

LEVITICOS 19:30  Guardad mis sábados y respetad mi santuario. Yo, Yahveh.Apocalipsis 15 : 5    Después de esto vi que se abría en el cielo el Santuario de la Tienda del Testimonio,

6 y salieron del Santuario los siete

 Angeles que llevaban las siete plagas,

 vestidos de lino puro,

 resplandeciente, ceñido el talle con

 cinturones de oro.Apocalipsis 16 :1  

o í una fuerte voz que desde el


 Santuario decía a los siete Angeles:


 «Id y derramad sobre la tierra las


 siete copas del furor de Dios.»

La mente de los creyentes debía ser dirigida al Santuario celestial, donde Cristo ha entrado para hacer expiación por su pueblo”.

“La correcta comprensión del ministerio en el Santuario celestial es el fundamento de nuestra fe”.

Apocalipsis (de Juan) 15-> Ver. 4

[V.4-> ¿Quién no te temerá? Cf. Jer 10:7. El mensaje del primer ángel de Apoc. 14 es: “’Temed a Dios, y dadle gloria sábado séptimo día del verdadero Dios de la creación Génesis 1:1Genesis2:1,4Exodo 20:8,11 ”. Los santos prestaron atención a esa exhortación, y ahora que ha terminado su peregrinación se unen en este maravilloso tributo de alabanza a la gloria de Dios. Compárese con el clamor de los adoradores de la bestia papado y aliados catecismo Domingo Laudato si : “¿Quién como la bestia?” (Ap 13:4). Glorificará tu nombre. Cf. Sal 86:9. Santo. Gr. hósios (ver com. Hch 2:27; cf. com. Ap 13:34). Este adjetivo aparece con referencia a Dios en Deu 32:4 (LXX). Esta es la primera de las tres razones que se dan por las cuales los hombres deben glorificar a su Hacedor Las otras dos son: “por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán”, y “porque tus juicios se han manifestado  cuando el decreto de muerte sobre los adoradores del sábado y las plagas caen sobre el mundo Apoc 15:2 después de la segunda venida de Cristo ”. Tus juicios. Se trata sin duda de los juicios de Dios las plagas y condenación sobre el papado vaticano y aliados satanás  contra la bestia, su imagen y sus adoradores. Apoc 16 y cap19:20,21 .] 





 
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