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IGLESIA CATOLICA: CUANDO SE CONFIESA PECADOS A SATANAS CURAS PAPAS NO SON PERDONADOS
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From: Damarit Espinoza  (Original message) Sent: 02/04/2022 18:49

CRISTO EL UNICO QUIEN PUEDE PERDONAR NUESTROS PECADOS. ¿QUIÉN PUEDE PERDONAR LOS PECADOS SINO SOLO DIOS? (Lc. 5:21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios? 22  )Marcos 2:5 

Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados
Marcos 2-> Ver. 5
[V.5-> La fe de ellos. Es decir, de los cuatro que llevaban la camilla y del paralítico. El hecho de que abrieran un hueco en el techo habla elocuentemente de su urgente sentido de necesidad y de su fe de que sólo Jesús podía satisfacerla. Ese sentimiento de necesidad y una fe tal son esenciales antes de que el poder sanador de Jesús pueda aplicarse ya sea al cuerpo o al alma (ver com. Luc 5:8). Hijo. Gr. teknon, literalmente, “niño”, “hijito” (como se ha traducido en Jn 13:33; Gal 4:19; Jn 2:1; Jn 2:12; Jn 2:28; 3:18; 4:4; 5:21). Cuando se usa para dirigirse a alguien, como aquí, significa “hijito mío”, “mi hijo”. 568Puesto que su enfermedad le había sobrevenido como resultado directo de una vida depravada (DTG 232), parecería que su caso debe haber sido muy semejante al del hijo pródigo (Luc 15:13-14). Lo mismo podría decirse del paralítico sanado en Betesda unos pocos meses antes (Jn 5:14). Tus pecados te son perdonados. Ver com. Mar 2:10. La aflicción le había dado tiempo para reflexionar, y había llegado a comprender que su sufrimiento se debía a sus propios pecados. Jesús se refirió a esos pecados que ahora pesaban tanto sobre la mente de ese hombre. El paralítico vino buscando tanto salud del alma como curación del cuerpo (ver DTG 232-234). Estaba físicamente impotente y desahuciado espiritualmente, hasta que presentó su caso a Jesús, quien le proporcionó tanto ayuda como esperanza (ver com. Jn 9:2). ] 

¿Qué casos se consideran en el cielo ?

En el ritual típico sólo quienes se habían presentado ante Dios con confesión y arrepentimiento, y cuyos pecados fueron llevados al Santuario a través de la sangre de la ofrenda por el pecado, tenían parte en el servicio del Día de la Expiación. De modo que en el gran Día de la Expiación final y del juicio investigador, los únicos casos considerados son los de quienes profesaron ser el pueblo de Dios. El juicio de los impíos es una obra distinta y separada, y se verificará en una fecha posterior. “Ha llegado el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios?” 1 Pedro 4:17, BJ. CES 113.1

Los libros de registros del cielo, en los cuales están consignados los nombres y los hechos de los hombres, determinarán los fallos del juicio. El profeta Daniel dice: “El Juez se sentó, y los libros fueron abiertos”. El Revelador, al describir la misma escena, agrega: “Otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. Apocalipsis 20:12. CES 113.2

El libro de la vida contiene los nombres de todos los que alguna vez entraron en el servicio a Dios. Jesús pidió a sus discípulos: “Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Pablo habla de sus fieles compañeros de trabajo, “cuyos nombres están en el libro de la vida”. Daniel, al vislumbrar un “tiempo de angustia, cual nunca fue”, declara que el pueblo de Dios será librado, es decir, “todos los que se hallen escritos en el libro”. Y el Revelador dice que sólo entrarán en la ciudad de Dios aquellos cuyos nombres “están inscritos en el libro de la vida del Cordero” Lucas 10:20Filipenses 4:3Daniel 12:1Apocalipsis 21:27. CES 113.3

Delante de Dios está escrito “un libro de memoria”, en el cual quedan consignadas las buenas obras de “los que temen a Jehová, y de los que piensan en su nombre”. Malaquías 3:16, VM. Sus palabras de fe, sus actos de amor, están registrados en el cielo. A esto se refiere Nehemías cuando dice: “¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío; no borres las obras de piedad que yo hice por la Casa de mi Dios!” Nehemías 13:14. En el libro de memoria de Dios está inmortalizado todo acto de justicia. Está registrada fielmente toda tentación resistida, todo pecado vencido, toda palabra de tierna compasión expresada. Y está consignado todo acto de sacrificio, todo padecimiento y pesar sufridos por causa de Cristo. El salmista dice: “Tú cuentas los pasos de mi vida errante: pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están en tu libro?” Salmos 56:8, VM. CES 114.1

También hay un registro de los pecados de los hombres. “Pues que Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”. Eclesiastés 12:14. Dice el Salvador: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Mateo 12:36, 37. Los propósitos y motivos secretos aparecen en el registro infalible, pues Dios “sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón”. 1 Corintios 4:5, NVI. “He aquí que esto está escrito delante de mí... vuestras iniquidades y las iniquidades de vuestros padres juntamente, dice Jehová”. Isaías 65:6, 7, VM. CES 114.2

La obra de cada persona pasa bajo la mirada de Dios y es registrada como fiel o infiel. En los libros del cielo frente a cada nombre está anotado, con terrible exactitud, toda mala palabra, todo acto egoísta, todo deber incumplido y todo pecado secreto junto con todo disimulo astuto. Las admoniciones o reconvenciones divinas despreciadas, los momentos malgastados, las oportunidades no aprovechadas, la influencia ejercida para bien o para mal, con sus abarcantes resultados, todo fue anotado por el ángel registrador.CRISTO SOLO EL ES QUIEN TIENE EL PODER DE PERDONAR Y BORRAR NUESTROS PECADOS .SI SE LOS CONFIESA A CURA O PAPA NO SON BORRADOS A SATANAS SE LOS CONFIESA.Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad.

1 Juan 1-> Ver. 9

[V.9-> Confesamos. Gr. homologéō, “decir la misma cosa”, “reconocer”, “confesar” (ver com. Rom 10:9); de homós, “igual”, y légō, “decir”. Pecados. Gr. hamartía (ver com. 1Jn 3:4). Las palabras de Juan muestran que se daba cuenta de que los cristianos sinceros a veces caen en el pecado (cf. com. 1Jn 2:1) Tambien es claro que está hablando de actos específicos de pecado, y no de pecado como un principio maligno presente en la vida. Por lo tanto, la confesión debe ser mas especifica que la simple admisión de que se ha pecado. El reconocimiento de la naturaleza precisa de un pecado y la comprensión de los factores que han llevado a cometerlo, son esenciales para la confesión y para adquirir la fuerza necesaria a fin de resistir una tentación similar cuando reaparezca (5T 639). No estar dispuestos a ser específicos podría revelar la ausencia del verdadero arrepentimiento y la falta de un deseo real de todo lo que implica el perdón (CC 40). En cuanto a la estrecha relación que existe entre la confesión y el arrepentimiento, ver com. Eze 18:30; 5T 640. El contexto da a entender que el autor espera que la confesión sea hecha a Dios, pues sólo él “es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”; por lo tanto, no se necesita un intercesor humano, ningún sacerdote, para que nos absuelva de pecado. Acudimos a Dios no únicamente porque sólo él puede “limpiarnos” sino porque hemos pecado contra él. Esta verdad se implica a todo pecado. Si el pecado es también contra alguna persona, entonces la confesión debe hacerse a esa persona y también a Dios (5T 645-646; DTG 751). Los alcances de la confesión deben medirse por los alcances del daño causado por nuestro mal proceder (cf. com. Pro 28:13). El es fiel. El único elemento de incertidumbre en el proceso de la confesión y del perdón está en el pecador. Si el hombre confiesa de verdad, es seguro el perdón del Señor. La fidelidad es una de las más destacadas cualidades del Señor (1Co 1:9; 1Co 10:13; 1Ts 5:24; 2Ti 2:13; Heb 10:23). Juan realza aquí la fidelidad de Dios para otorgar el perdón (cf. com. Exo 34:6-7; Miq 7:19). ¡Con cuánta frecuencia se renuncia a la paz por dudar de la fidelidad de Dios! Satanás hace todo lo que puede para quebrantar nuestra fe en el solícito interés que el Señor tiene en nosotros como individuos (DMJ 95). Se siente satisfecho de que creamos que Dios cuida de muchos o de la mayoría de sus hijos siempre y cuando pueda inducirnos a dudar de que él cuida en forma personal de nosotros. Siempre necesitamos recordar el poder divino que impedirá que caigamos (Jud 1:24); y si caemos por no recurrir a ese poder, 651 debemos acudir, arrepentidos, ante el trono de la misericordia y de la gracia en busca de perdón (cf. Heb 4:16; Jn 2:1). Justo. Gr. díkaios, “justo” o “recto” (ver com. Mat 1:19). Dios es un juez justo, y su justicia es más evidente si se contrasta con “toda” nuestra “maldad [adikía]. Felizmente para nosotros su justicia está atemperada con misericordia. Perdonar. Gr. afi’mi, verbo usado en el NT con diversos significados: “enviar”, “despedir”, “irse”, “Perdonar”; sin embargo, cuando se usa en relación con “pecado”, uniformemente se traduce como “perdonar” (ver com. Mat 6:12; Mat 26:28). La fidelidad y la justicia de Dios se manifiestan más completamente dentro del ámbito del perdón. En cuanto al perdón, ver com. 2Cr 7:14; Sal 32:1; Hch 3:19. Nuestros pecados. Es decir, los pecados específicos que hemos confesado. El Señor está listo a perdonar al pecador arrepentido, pero perdonar no significa de ninguna manera tolerar. Los pecados confesados son quitados por el Cordero de Dios (Jn 1:29). El bondadoso amor de Dios acepta al pecador arrepentido, le quita el pecado que confiesa y aparece delante del Señor cubierto con la perfecta vida de Cristo (Col 3:3; Col 3:9-10; PVGM 252-254). El pecado ha desaparecido, la condición del pecador es la de un hombre nuevo en Cristo Jesús. Y limpiarnos. La frase “limpiarnos de toda maldad” puede entenderse como relacionada con “perdonar nuestros pecados”, o como que presenta un proceso distinto del perdón, y que viene después de él. Ambas ideas son correctas cuando se aplican al diario vivir del cristiano. Todo pecado mancha, y cuando el pecador es perdonado queda limpio de los pecados que le han sido perdonados. Cuando David confesó su gran pecado, oró: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (Sal 51:10). El propósito del Señor es limpiar al pecador arrepentido de toda maldad. El pide perfección moral de sus hijos (ver com. Mat 5:48), y ha provisto lo necesario para que cada pecado pueda ser resistido con éxito, y vencido (ver com. Rom 8:1-4). Mientras vivamos habrá nuevas victorias que ganar y nuevas alturas que escalar. Esta limpieza cotidiana del pecado y el crecimiento en la gracia, se llama santificación (ver com. Rom 6:19). El primer paso redentor que Dios obra en favor del pecador, cuando éste acepta a Cristo y se aparta de su pecado, se llama justificación (ver com. Rom 5:1). Es posible ver esos dos procesos en las palabras de Juan, pero no se puede saber si el apóstol pensaba en la distinción entre esos pasos en la salvación. Es más probable que estuviera pensando en la limpieza que acompaña al perdón, aunque sus palabras pueden tener una aplicación más amplia. De toda maldad. Esta declaración abarcante aclara cuán completamente está Dios dispuesto a eliminar la maldad de los que han confesado sus pecados y han sido perdonados; pero el pecador debe cooperar con Dios abandonando el pecado. Si se sigue el plan bíblico, la limpieza será completa. Es necesario vigilar cuidadosamente en oración para impedir que renazcan los antiguos hábitos de pensamiento y conducta (Rom 6:11-13; 1Co 9:27). La acción de la voluntad es decisiva, pero la voluntad es débil y vacilante hasta que Cristo la limpie y fortalezca. El corazón engañoso con frecuencia tiene un anhelo oculto propenso a sus antiguos hábitos de vida, y presenta muchas excusas para justificar una continua complacencia de esos hábitos. Para no caer en el pecado es imprescindible estar continuamente alerta frente al peligro, y también se necesita una renovación diaria de los buenos propósitos (CC 52), pues el ciclo no puede hacer nada por la persona a menos que acepte la gracia y el poder de Cristo para erradicar cada deseo pecaminoso y cada mala tendencia de su vida. Ver com. Jn 3:6-10; Jud 1:24. 








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From: Damarit Espinoza Sent: 02/04/2022 22:38

EL PODER DE SATANAS SOBRE TODO SER HUMANO PARA DESTRUCCION .

Se le concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre toda raza, pueblo, lengua y nación.
Apocalipsis (de Juan) 13-> Ver. 7
[V.7-> Guerra contra los santos QUIENE OBEDECEN LA SANTA BIBLIA Y EL SABADO SEPTIMO DIA . Este lenguaje es casi idéntico al de Dan 7:21 : “Este mismo cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía PAPADO ”. En cuanto al cumplimiento de esta predicción, ver com. Dan 7:25. Sobre toda tribu. Una referencia a su campo de acción. Se aplica al apogeo del papado, posiblemente durante la Edad Media, cuando ejerció su dominio casi absoluto sobre Europa (  Dan. 7), pero especialmente en el futuro, cuando resurgirá más plenamente el poder del papado (ver com. Ap 13:3; Ap 17:8). ] 
APOCALIPSIS CAP13 CAP17 .
Daniel 7-> Ver. 25proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y la ley, y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo.

[V.25-> Hablará palabras. Arameo millin (singular millah), simplemente, “palabras”. La expresión “grandes cosas” (Dan 7:8; Dan 7:20) es una traducción del vocablo arameo rabreban. Millah se traduce “asunto” en Dan 2:5; Dan 2:8; Dan 2:10-11; Dan 2:23; Dan 5:15; Dan 5:26; Dan 7:1; “palabra” en los Dan 4:31; Dan 4:33; Dan 5:10; Dan 7:11; Dan 7:25; Dan 7:28; “edicto” en 3:28; 6:12 y “respuesta” en 2:9. Contra. Arameo letsad. Si bien tsad significa “lado”, letsad no significa, como se esperaría, “al lado”, sino “contra”. Pero aquí parecería significar además “ponerse en lugar de”. Al oponerse al Altísimo, el cuerno pequeño pretendería ser igual a Dios (ver com. 2Ts 2:4; cf. Isa 14:12-14). La literatura eclesiástica abunda en ejemplos de las pretensiones arrogantes y blasfemas del papado. Ejemplos típicos son los siguientes tomados de una gran obra enciclopédica escrita por un teólogo católico del siglo XVIII: “El papa es de una dignidad tan grande y es tan excelso, que no es un mero hombre, sino como si fuera Dios y el vicario de Dios... ”El papa está coronado con una triple corona, como rey del cielo y de la tierra y de la regiones inferiores... ”El papa es como si fuera Dios sobre la tierra, único soberano de los fieles de Cristo, jefe de los reyes, tiene plenitud de poder, a él le ha sido encomendada por Dios omnipotente la dirección no sólo del reino terrenal sino también del reino celestial... ”El papa tiene tan grande autoridad y poder que puede modificar, explicar e interpretar aun las leyes divinas... ”El papa puede modificar la ley divina, ya que su poder no es de hombre sino de Dios, y actúa como vicerregente de Dios sobre la tierra con el más amplio poder de atar y soltar a sus ovejas. ”Cualquier cosa que se diga que hace el Señor Dios mismo, y el Redentor, eso hace su vicario, con tal que no haga nada contrario a la fe” (traducción de Lucio Ferraris, “Papa II”,Prompta Bibliotheca, t. VI, pp. 25-29). Quebrantará. O, “desgastará”. Esto se describe antes con las palabras, “este cuerno hacía guerra contra los santos, y los vencía” (Dan 7:21). La frase describe una persecución continua e implacable. El papado reconoce que ha perseguido y defiende tales hechos como el legítimo ejercicio del poder que pretende haber recibido de Cristo. Lo siguiente está tomado de The Catholic Encyclopedia: ”En la bula ‘Ad exstirpanda’ (1252), Inocencio IV dice: ‘Cuando los que hayan sido condenados como culpables de herejía hayan sido entregados al poder civil por el obispo o su representante, o la Inquisición, el podestá o primer magistrado de la ciudad los llevará inmediatamente y ejecutará las leyes promulgadas contra ellos, dentro del término máximo de cinco días’... Ni podía quedar duda alguna en cuanto a cuáles disposiciones civiles se indicaban, porque los pasajes que ordenaban quemar a los herejes impenitentes 858 estaban incluidos en los decretos papales de las constituciones imperiales ‘Commissis nobis’ e ‘lnconsutibilem tunicam’. La bula antes mencionada ‘Ad exstirpanda’ permaneció de allí en adelante como documento fundamental de la Inquisición, renovada o puesta nuevamente en vigencia por varios papas, Alejandro IV (1254-61), Clemente IV (1265-68), Nicolás IV (1288-92), Bonifacio VIll (1-1303) y otros. Por lo tanto, las autoridades civiles estaban obligadas por los papas, so pena de excomunión, a ejecutar las sentencias legales que condenaban a los herejes impenitentes a la hoguera” (Joseph Blötzer, art. “Inquisition”, t. VIII, p. 34). Pensará. Arameo sebar, “procurar”, “intentar”. Se indica un esfuerzo premeditado (CS 499-500). Tiempos. Arameo zimnin (singular, zeman), término que indica tiempo fijo, como en los Dan 3:7-8; Dan 4:36; Dan 6:10; Dan 6:13, o un lapso como en los Dan 2:16; Dan 7:12. En el Dan 2:21 se da una sugestión en cuanto al significado de la expresión “cambiar los tiempos’. Allí se usan juntas otra vez las mismas palabras arameas que significan “mudar” y “tiempos”. Sin embargo, en ese pasaje Daniel dice que es Dios quien tiene la autoridad de mudar los tiempos. Es Dios quien rige el destino de las naciones. Es él quien “quita reyes, y pone reyes” (Dan 2:21). “En la palabra de Dios contemplamos detrás, encima y entre la trama y urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los hombres, los instrumentos del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios” (Ed 169). Es también Dios quien determina el “tiempo” (arameo zeman) cuando los santos poseerán el reino (Dan 7:22). El esfuerzo del cuerno pequeño para mudar los tiempos indicaría un esfuerzo premeditado para ejercer el derecho divino de dirigir el curso de la historia humana. La ley. Arameo dath, palabra usada para referirse tanto a la ley humana (Dan 2:9; Dan 2:13; Dan 2:15; Dan 6:8; Dan 6:12; Dan 6:15) como a la divina (Esd 7:12; Esd 7:14; Esd 7:21; Esd 7:25-26). Es evidente que aquí se hace referencia a la ley divina, ya que la ley humana puede ser cambiada según la voluntad de la autoridad civil, y tales cambios difícilmente podrían ser el tema de la profecía. Al investigar si el papado ha intentado cambiar las leyes divinas o no, encontramos la respuesta en la gran apostasía de los primeros siglos de la era cristiana cuando fueron introducidas numerosas doctrinas y prácticas contrarias a la voluntad de Dios revelada en las Sagradas Escrituras. El cambio más audaz corresponde al día de descanso semanal. La iglesia apóstata admite sin ambages que es responsable de la introducción del descanso dominical, y pretende que tiene el derecho de hacer tales cambios (CS 499-500). Un catecismo autorizado para sacerdotes dice: “La Iglesia de Dios [es decir, la Iglesia Católica] en su sabiduría ha ordenado que la celebración del día sábado fuese transferida al ‘día del Señor’ “ (Cathechism of the Council of Trent, traducción de Donovan, Ed. 1829, p. 358). Este catecismo fue escrito por orden del gran Concilio de Trento y publicado bajo los auspicios del Papa Pío V. Durante los tiempos del NT los cristianos observaron el sábado, séptimo día de la semana (ver com. Hch 17:2). “ transición del sábado al domingo fue un proceso gradual que comenzó antes de 150 d. C. y continuó durante unos tres siglos. Las primeras referencias históricas que tenemos en cuanto a la observancia del domingo por profesos cristianos aparecen en la Epístola de Bernabé (cap. 15) y en la Primera apología de Justino Mártir (cap. 67), obras que datan aproximadamente del 150 d. C. Ambas condenan la observancia del sábado e instan a observar el domingo. Las primeras referencias auténticas al domingo como “día del Señor” proceden de fines del siglo II y provienen del llamado Evangelio según San Pedro y de Clemente de Alejandría (Misceláneas, v. 14). Antes de la revolución judía instigada por Barcoquebas en 132-135 d. C.,, el Imperio Romano reconocía al judaísmo como una religión legal y al cristianismo como una secta judía. Pero como resultado de esa revolución los judíos y el judaísmo se desprestigiaron. Para evitar la persecución que siguió, de allí en adelante los cristianos trataron por todos los medios posibles de dejar en claro que no eran judíos. Las repetidas referencias que hacen los escritores cristianos de los tres siglos siguientes a la observancia del sábado como una práctica “judaizante”, junto con el hecho de que no hay referencia histórica de la observancia cristiana del domingo como día sagrado antes de la revolución judía, indican el período comprendido entre los años 135-150 como el tiempo cuando los cristianos empezaron a atribuirle santidad de día de reposo al primer día de la semana. 859 Sin embargo, la observancia del domingo no reemplazó inmediatamente a la del sábado sino que la acompañó y completó. Durante varios siglos los cristianos observaron ambos días. Por ejemplo, a comienzos del siglo III, Tertuliano observó que Cristo no había anulado el sábado. Un poco más tarde, en las Constituciones apostólicas, libro apócrifo, (ii. 36) se amonestaba a los cristianos a “guardar el sábado y la fiesta del día del Señor”. A principios del siglo IV el domingo había alcanzado una clara preferencia oficial sobre el sábado. En su Comentario sobre el Salmo 92 Eusebio, principal historiador eclesiástico de esa época, escribió: “Todas aquellas cosas que era deber hacer en el sábado, las hemos transferido al día del Señor, como que le pertenecen de manera más apropiada, porque este día tiene preferencia y ocupa el primer lugar y es más honorable que el sábado judío”. La primera acción oficial de la Iglesia Católica que expresa preferencia por el día domingo fue tomada en el Concilio de Laodicea (c. 364 d. C.). El canon 29 de ese concilio estipula que “los cristianos no han de judaizar y estar sin trabajar en sábado, sino, que han de trabajar ese día; pero honrarán de especial manera el día del Señor, y como cristianos que son, si es posible, no harán ningún trabajo en ese día. Sin embargo, si se los encuentra judaizando, serán excluidos de Cristo”. Este concilio dispuso que hubiera culto en el día sábado, pero designó a ese día como día laborable. Es digno de notarse que ésta, la primera ley eclesiástica que ordena la observancia del domingo, especifica el judaizar como la razón para evitar la observancia del sábado. Además, la rígida prohibición de la observancia del sábado es una evidencia de que muchos estaban todavía ‘judaizando’ en ese día. En realidad, los escritores cristianos de los siglos IV y V con frecuencia amonestan a sus correligionarios en contra de esa práctica. Por ejemplo, alrededor del año 400, Crisóstomo observa que muchos guardaban aún el sábado a la manera judía y estaban así judaizando. Los registros de la época también revelan que las iglesias de Alejandría y Roma fueron las principales en fomentar la observancia del domingo. Por 440 d. C. el historiador eclesiástico Sócrates escribió que “aunque casi todas las iglesias del mundo celebran los sagrados misterios cada semana en sábado, sin embargo los cristianos de Alejandría y Roma, por una antigua tradición, han dejado de hacer esto” (Ecclesiastical History v. 22). Alrededor de la misma fecha Sozomenos (o Sozomeno) escribió que “la gente de Constantinopla, y de casi todas partes, se reúne en el sábado, tanto como en el primer día de la semana, costumbre que nunca se observa en Roma ni en Alejandría”. Hay pues tres hechos claros: (1) El concepto de la santidad del domingo entre los cristianos se originó, principalmente, en su esfuerzo de evitar prácticas que los identificaran con los judíos, y provocaran así persecución. (2) La iglesia de Roma desde muy antiguo fomentó una preferencia por el domingo; y la creciente importancia que se le dio al domingo en la iglesia primitiva, a expensas del sábado, siguió muy de cerca al crecimiento gradual del poder de Roma. (3) Finalmente, la influencia romana prevaleció para hacer que la observancia del domingo fuese motivo de una ley eclesiástica, en la misma forma en que prevaleció para establecer otras prácticas tales como la adoración de María, la veneración de los santos y de los ángeles, el uso de imágenes y las oraciones por los muertos. La santidad del domingo descansa sobre la misma base que esas otras prácticas que no se encuentran en las Escrituras, y que fueron introducidas en la iglesia por el obispo de Roma. Hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo. La palabra aramea ‘iddan, que aquí se traduce “tiempo”, aparece también en el Dan 4:16; Dan 4:23; Dan 4:25; Dan 4:32. En estos pasajes la palabra ‘iddan indudablemente significa “un año” (ver com. Dan 4:16). La palabra que se traduce “tiempos”, que también proviene de ‘iddan, era puntuada por los masoretas como plural, pero los eruditos generalmente están de acuerdo en que debiera puntuarse como dual, indicando así “dos tiempos”. La palabra que se traduce “medio”, pelag puede también traducirse “mitad’. Por eso, es más aceptable la traducción de la Versión Moderna: ‘Un tiempo, y dos tiempos, y la mitad de un tiempo”. Al comparar este pasaje con profecías paralelas que se refieren al mismo período, pero designándolo de otras maneras, podemos calcular el total del tiempo implicado. En Ap 12:14 se denomina a este período “un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo”. Un poco antes, en Ap 12:6, se hace 860 referencia al mismo período al decir “mil doscientos sesenta días”. En Ap 11:2-3 la expresión “mil doscientos sesenta días” equivale a “cuarenta y dos meses”. Así queda claro que un período de tres tiempos y medio corresponde con 42 meses, que a su vez son representados como 1.260 días, y que un “tiempo” equivale a 12 meses o 360 días. Este período puede llamarse un año profético. Sin embargo, no debe confundirse un año profético de 360 días ó 12 meses de 30 días cada uno con el año judío, que era un año lunar de extensión variable (tenía meses de 29 y de 30 días), ni con el calendario solar de 365 días (ver t. 11, pp. 114-115). Un año profético significa 360 días proféticos, pero un día profético representa un año solar. Esta distinción puede explicarse así: Un año profético de 360 días no es literal sino simbólico. Por eso sus 360 días son proféticos, no literales. Según el principio de día por año, ilustrado en Num 14:34 y Eze 4:6, un día en profecía simbólica representa un año literal. Así un año profético, o “tiempo”, simboliza 360 años naturales, literales, y de la misma manera un período de 1.260 ó 2.300 o de cualquier otra cantidad de días proféticos representa la misma cantidad de años literales (es decir, años solares completos, marcados por las estaciones que son controladas por el sol). Aunque el número de días de cada año lunar era variable, el calendario judío se corregía con la adición ocasional de un mes extra (ver t. II, pp. 106-107), de modo que para los escritores bíblicos -al igual que para nosotros- una larga serie de años siempre era igual al mismo número de años solares naturales. En cuanto a la aplicación histórica del principio de día por año ver pp. 41-80. La validez del principio de día por año ha sido demostrada por el cumplimiento preciso de varias profecías calculadas por este método, en particular la de los 1.260 días y la de las 70 semanas. Un período de tres años y medio contados en forma literal es completamente exiguo para cumplir los requisitos de las profecías de 1.260 días con relación al papado. Pero cuando, de acuerdo con el principio de día por año, el período se extiende a 1.260 años, la profecía tiene un cumplimiento excepcional. En julio de 1790, treinta obispos católicos se presentaron ante los que encabezaban el gobierno revolucionario de Francia para protestar por la legislación que independizaba al clero francés de la jurisdicción del papa y lo hacía responsable directamente ante el gobierno. Preguntaron si los dirigentes de la revolución iban a dejar libres a todas las religiones “excepto aquella que fue una vez suprema, que fue mantenida por la piedad de nuestros padres y por todas las leyes del Estado y ha sido por mil doscientos años la religión nacional” (A. Aulard, Christianity and the French Revolution, p. 70). El período profético del cuerno pequeño comenzó en 538 d. C., cuando los ostrogodos abandonaron el asedio a Roma, y el obispo de Roma, liberado del dominio arriano, quedó libre para ejercer las prerrogativas del decreto de Justiniano de 533, y aumentar de allí en adelante la autoridad de la “Santa Sede” (ver com. Dan 7:8). Exactamente 1.260 años más tarde (1798) las espectaculares victorias de los ejércitos de Napoleón en Italia pusieron al papa a merced del gobierno revolucionario francés, quien informó a Bonaparte que la religión romana sería siempre la enemiga irreconciliable de la república, y que “hay una cosa aún más esencial para alcanzar el fin deseado, y eso es destruir, si es posible, el centro de unidad de la iglesia romana, y depende de Ud., que reúne en su persona las más distinguidas cualidades del general y del hábil político, alcanzar esa meta si lo considera factible” (Id., p. 158). En respuesta a esas instrucciones y por orden de Napoleón, el general Berthier entró en Roma con un ejército francés, proclamó que el régimen político del papado había concluido y llevó al papa prisionero a Francia, donde murió en el exilio. El derrocamiento del papado en 1798 marca el pináculo de una larga serie de acontecimientos vinculados con su decadencia progresiva, y también la conclusión del período profético de los 1.260 años. Ver la Nota Adicional al fin de este capítulo, donde hay un bosquejo más completo del surgimiento y la decadencia del papado. ]



Están todos de acuerdo en entregar a la Bestia el poder y la potestad que ellos tienen.
Apocalipsis (de Juan) 17-> Ver. 
[V.13-> Propósito. Gr. gnōm’, “opinión”, “intención”, “propósito”, “resolución”, “decreto”. En el Ap 17:17 gnōm’ se traduce “lo que él quiso”. El “propósito” de las naciones de la tierra es diametralmente opuesto al de Dios. Las naciones representadas por los diez cuernos han decidido unirse con la “bestia papado ” (ver com. ver. 3) para obligar a los habitantes de la tierra a beber del “vino catecismo666 ” de Babilonia (ver com. Ap 17:2), o sea unir a todo el mundo bajo su dominio y aniquilar a todos los que se nieguen a cooperar inquisición mundial (ver com. Ap 17:14). Ver PE 34, 36, 282; CS 673, 682, 684; PR 376, 431; 2JT 68. Cf. Ap 16:12-16. Y entregará. Ver com. “autoridad”. Poder. Gr. dúnamis, “fuerza”, “capacidad”, “potencia”, o sea la capacidad de llevar a cabo una resolución. Por medio de sus diez cuernos la bestia se dispone a alcanzar su propósito. Autoridad. Gr. exousía (ver com. Mar 2:10; Rom 13:1). En griego dice: “estos tienen un mismo propósito, y entregarán su capacidad y su autoridad a la bestia papado ”. Este consentimiento unánime de las naciones se logra por la intervención de los tres “espíritus” malignos espiritismo papado  Protestantismo apóstata hijas  (ver com. Ap 16:13-14). Ahora que ya ha finalizado el tiempo de gracia, Dios permite una unión mundial político-religiosa cuyo propósito es el aniquilamiento de su pueblo. Ha impedido que se efectúe este plan desde los días de Babel (ver com. Gen 11:4-8; Dan 2:43; Ap 14:8), pero ahora retira su mano protectora a los que tienen la marca de la bestia y su imagen  (Ap 17:17; cf. com. 2Cr 18:18-22). “Habrá un vínculo de unión universal, una gran armonía, una confederación de las fuerzas de Satanás desastres terremotos sequía el mal sobre el planeta ... En la batalla que ha de librarse en los últimos días, estarán unidos en oposición contra el pueblo de Dios todos los poderes corruptos que han abandonado su lealtad a la ley del Sinaí  Jehová” Material Suplementario, com. Ap 17:13-14). ] 





 
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