Elías—“Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos: y Elías subió al cielo en un torbellino”. 2 Reyes 2:1-11.
Elías fue un símbolo de los santos que vivirán en la tierra en ocasión del segundo advenimiento de Cristo, y que serán “transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta” (1 Corintios 15:51, 52), sin pasar por la muerte. Como representante de los que serán así trasladados, Elías, cuando se acercaba el fin del ministerio de Cristo en la tierra, tuvo ocasión de estar con Moisés al lado del Salvador sobre el monte de la transfiguración. En esos seres glorificados, los discípulos vieron en miniatura una representación del reino de los redimidos. Contemplaron a Jesús revestido de la luz del cielo; oyeron la “voz de la nube” (Lucas 9:35) que le reconocía como Hijo de Dios; vieron a Moisés, representante de los que serán resucitados de los muertos en ocasión del segundo advenimiento; y también estaba Elías, para representar a los que al final de la historia de esta tierra serán cambiados de seres mortales en inmortales y serán trasladados al cielo sin pasar por la muerte.
En el desierto, en la soledad y el desaliento, Elías había dicho que estaba cansado de la vida, y había rogado que se le dejase morir. Pero en su misericordia el Señor no había hecho caso de sus palabras. Elías tenía que realizar todavía una gran obra; y cuando esta obra estuviese hecha no iba a perecer en el desaliento y la soledad. No le tocaría descender a la tumba, sino ascender con los ángeles de Dios a la presencia de su gloria.—
Moisés y Elías—En el monte de la transfiguración, Moisés atestiguaba la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Representaba a aquellos que saldrán del sepulcro en la resurrección de los justos. Elías, que había sido trasladado al cielo sin ver la muerte, representaba a aquellos que estarán viviendo en la tierra cuando venga Cristo por segunda vez, aquellos que serán “transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta”; cuando “esto mortal sea vestido de inmortalidad”, y “esto corruptible fuere vestido de incorrupción”. Jesús estaba vestido por la luz del cielo, como aparecerá cuando venga “la segunda vez, sin pecado... para salud”. Porque él vendrá “en la gloria de su Padre con los santos ángeles”. La promesa que hizo el Salvador a los discípulos quedó cumplida. Sobre el monte, el futuro reino de gloria fue representado en miniatura: Cristo el Rey, Moisés el representante de los santos resucitados, y Elías de los que serán trasladados.—
La resurrección especial en ocasión de la muerte de Cristo—Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de aquellos que dormían. Estaba representado por la gavilla agitada, y su resurrección se realizó en el mismo día en que esa gavilla era presentada delante del Señor. Durante más de mil años, se había realizado esa ceremonia simbólica. Se juntaban las primeras espigas de grano maduro de los campos de la mies, y cuando la gente subía a Jerusalén para la Pascua, se agitaba la gavilla de primicias como ofrenda de agradecimiento delante de Jehová. No podía ponerse la hoz a la mies para juntarla en gavillas antes que esa ofrenda fuese presentada. La gavilla dedicada a Dios representaba la mies. Así también Cristo, las primicias, representaba la gran mies espiritual que ha de ser juntada para el reino de Dios. Su resurrección es símbolo y garantía de la resurrección de todos los justos muertos. “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús”. 1 Tesalonicenses 4:14.
Al resucitar Cristo, sacó de la tumba una multitud de cautivos. El terremoto ocurrido en ocasión de su muerte había abierto sus tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. Eran aquellos que habían sido colaboradores con Dios y que, a costa de su vida, habían dado testimonio de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel que los había resucitado.—
Durante su ministerio, Jesús levantó a los muertos dándoles vida. Resucitó al hijo de la viuda de Naín, a la hija de Jairo y a Lázaro. Pero ellos no fueron revestidos de inmortalidad. Después de haber sido resucitados, continuaron sometidos a la muerte. Pero los que resucitaron en ocasión de la resurrección de Cristo, fueron resucitados para vida eterna. Ellos fueron la multitud de cautivos que ascendieron con Cristo como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro.
Después de su resurrección, Cristo no se mostró a nadie sino a sus seguidores, pero no faltó testimonio en cuanto a su resurrección. Los que fueron resucitados con Cristo “aparecieron a muchos” (Mateo 27:53), declarando: Cristo ha resucitado de los muertos, y hemos resucitado con él. Dieron testimonio en la ciudad del cumplimiento del pasaje: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos”. Isaías 26:19.—
Para el creyente, Cristo es la resurrección y la vida. En nuestro Salvador, la vida que se había perdido por el pecado es restaurada; porque él tiene vida en sí.—