Ensayo en el discernimiento del Evangelio de Mateo.
Cap. 7: del v1 al v5
No debemos convertirnos en jueces de nadie para juzgarlo porque podemos equivocarnos, y eso mismo podría sucedernos a nosotros. Es mejor tratar a los demás como queremos ser tratados, por eso, debemos esforzarnos en tratar de discernir la enseñanza de Jesús por medio de la reflexión y meditación seria y profunda de ella, para que cualquier cosa que estorbe nuestra visión espiritual sea retirada de nosotros y podamos ver mejor, para tratar de que, quien padezca de lo mismo, pueda también retirarla de su ser.
Cap. 7: v6
Tengamos cuidado con las cosas espirituales de Dios que nos han sido confiadas y que son como joyas de gran valor, ya que nos han sido dadas para cuidarlas con esmero y dedicación y no para discutir inadecuadamente en ellas, ya que siempre habrá personas que se han dejado subyugar por enseñanzas y mandatos de hombre quienes querrán destrozarnos ya que el discernimiento espiritual que estamos recibiendo de la enseñanza de Jesús no va de acuerdo a su forma de pensar, ya que ésta ha sido alterada al libre albedrío del hombre para intereses muy particulares e involucrar a otros a hacer lo mismo bajo la consigna de que toda autoridad está dada por Dios, sin darnos cuenta, o no querer hacerlo, de que el pensar así se está menospreciando la voluntad de Dios, porque la autoridad que él otorga es para servir y no para ser servidos en las cosas espirituales de Dios.
Cap. 7: del v7 al v12
Quienes estamos reflexionando y meditando seria y profundamente la doctrina de Jesús plasmada en el Nuevo Testamento, es porque queremos buscar el Reino de Dios y su Justicia de acuerdo a ella y nos estamos preparando para pedirle al Padre, que el Espíritu de Jesús de Nazaret se haga uno en nuestro espíritu, para poder recibir, a su debido tiempo, el bautizo en fuego del Espíritu Santo que nos hará conocer los tiempos, el orden y propósito de Dios para el hombre, y cuando esto suceda, tocaremos insistentemente a la Puerta Hermosa del Reino de Dios y ésta se abrirá de par en par para invitarnos a entrar para pedirle al Padre cualquier cosa en el Nombre de Jesús o a Jesús mismo, y nos será dado, reconociendo, que antes que le pidamos algo al Padre, él ya sabe lo que necesitamos y derramará bendiciones sobre nosotros hasta que sobre abunde.
Cap. 7: del v13 al v14
Nuestros ojos nos muestran el mundo material en el que vivimos y en el cual abunda todo lo necesario para caer en múltiples tentaciones que nos podrían dar un gusto o un placer pasajero, pero al final, tendremos en justicia lo que nos corresponde por haber sucumbido a ellas.
En cambio, si nuestros ojos están abiertos a las cosas espirituales positivas de Dios, por muy angosta que sea la puerta y por mucho que sea estrecho el camino, también al final tendremos en justicia lo que nos corresponde y que sin duda será amor, vigor y fortaleza, y paso a paso, nos irán siendo proporcionados los dones del Espíritu Santo que producirán en nosotros su bendito Fruto con el cual seremos alimentados, y al mismo tiempo será fuente de inspiración para nuestros semejantes que anhelan tener una relación fuerte, auténtica y perdurable con Dios.
Cap. 7: del v15 al v20
Existen infinidad de personas, que nos involucran a seguir la doctrina de Jesús según formas, métodos o sistemas de humana sabiduría y que han hecho despertar en nosotros, ignorantes en el discernimiento de la enseñanza de Jesús, la ilusión de que lo que ellos predican es lo cierto y verdadero porque han sabido manejar nuestras necesidades y emociones, y llegan a seducirnos de tal manera que no nos damos cuenta, de que un buen porcentaje de esas personas que así enseñan, también ha sido motivada para hacerlo de la misma manera, lo que los ha conducido a no ser congruentes con la enseñanza que Jesús quiere compartirnos, ya que se han comprometido con enseñanzas y mandatos de hombre porque de ahí han salido, dando por resultado, que en lugar de ser verdaderamente fieles a la enseñanza y mandatos de la palabra de Jesús, se muestren fieles con quien los ha elegido para enseñar según criterios humanos, la doctrina de Jesús, esperando que los frutos que se produzcan de esa enseñanza, sean frutos que se puedan ver y palpar en sus iglesias, en sus ministros y en uno que otro de sus congregantes, descuidando el producir verdaderamente el Fruto del Espíritu que no se puede ver ni palpar, pero que le dan al que le ha sido dado producirlo, la alegría inmensa de gozarse en el Señor a cada momento de su vida, y no solamente en los lugares en donde el ser humano se congrega sino en cualquier lugar en el que se encuentre para alabar su Nombre, por eso tengamos siempre presente la enseñanza de Jesús nos comparte y que dice: "Reconocerán al árbol por sus frutos."
Cap. 7: del v21 al v23
Esto nos lo hace saber Jesús para que entendamos que todas las cosas que se hagan en su Nombre, deberán hacerse en la forma y en el orden establecido por Dios de acuerdo a su enseñanza transmitida a Jesús y contenida en el Nuevo Testamento, cumpliendo de esta manera en todas las cosas de acuerdo al orden y propósito de Dios para el hombre, y no en el orden y propósito del hombre para Dios.
Cap.7: del v24 al v29
Cuando el hombre se muestre verdaderamente fiel a Jesús y a su enseñanza sin que nadie pueda motivarlo para desviarse ni a la izquierda ni a la derecha o movidos a obedecerla con mandatos de hombre, será porque está preparando debidamente los cimientos de su casa en la roca de la voluntad de Dios para soportar las peores tormentas y tempestades que pondrán a prueba su solidez para guardarla. Y todo aquel que se deje subyugar por esas enseñanzas torcidas de la doctrina de Jesús adornadas con palabras de humana sabiduría, es como el que no piensa y construye su casa sobre la arena, tornándose incapaz de soportar cualquier pequeño aire de tormenta o tempestad que se presente en su vida, lo que ocasionará que todo lo construido en esa forma, sea derribado con gran estrépito, porque se ha confundido la autoridad espiritual que el Padre delegó en Jesús y él en el hombre fiel a su enseñanza, con la autoridad que el hombre le ha otorgado al mismo hombre en las cosas espirituales de Dios.