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Batalla de Kahlenberg
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Para el primer asedio otomano de la ciudad de Viena, véase Sitio de Viena.
La Batalla de Kahlenberg, o Segundo Sitio de Viena, tuvo lugar en Viena los días 11 y 12[3] de septiembre de 1683, luego de dos meses de asedio por tropas del Imperio otomano. La batalla se libró en la montaña de Kahlenberg (actualmente Leopoldsberg) en las afueras de Viena, entre las fuerzas combinadas del Sacro Imperio Romano Germánico y la Mancomunidad de Polonia-Lituania (Liga Santa) contra el Imperio otomano y sus vasallos europeos. La batalla marcó el principio de la hegemonía de los Habsburgo en Europa Central y el Sacro Imperio Romano Germánico y el comienzo del declive del Imperio otomano en Europa.
La inició el Gran Visir Kara Mustafá, que necesitaba desesperadamente un éxito militar para reforzar su posición inestable. Esperó lograrlo en una campaña contra el emperador Leopoldo I, que estaba distraído con las amenazas de Luis XIV de Francia. Los turcos, que avanzaron con una fuerza abrumadora, habían reunido el mayor ejército musulmán desde los tiempos de Saladino.[cita requerida] Sitiaron la ciudad el 16 de julio, pero su falta de artillería de asedio y la feroz resistencia de la ciudad permitió a Leopoldo pedir al Papa que reuniera un ejército. Y así fue que el Papa llamó a una cruzada, esta vez para defender una ciudad cristiana, Viena.
A la llamada acudieron todos los países cristianos de Europa (excepto el propio rey de Francia, al que llamaron «el rey Moro»), bien con tropas, bien solamente mediante aportación monetaria (como hizo España);[cita requerida]. No obstante, la mayor ayuda vino de parte de los polacos y los alemanes, derrotando al ejército turco en una batalla librada delante de los muros de la ciudad el 12 de septiembre.
La captura de la ciudad de Viena siempre fue una aspiración estratégica del Imperio Otomano, debido al control que esta otorgaba sobre las rutas comerciales del Danubio (desde el Mar Negro a la Europa Occidental y del Mar Mediterráneo Oriental a Alemania). Durante los años que precedieron al segundo sitio (el primer sitio fue en 1529), el Imperio Otomano inició los preparativos logísticos para el asedio bajo los auspicios de grandes visires de la influyente familia Köprülü. Se construyeron y repararon puentes y caminos que iban hacia el Sacro Imperio Romano Germánico y a los centros logísticos del imperio, además de enviar municiones, cañones y otros suministros desde todos los rincones del Imperio Otomano a estos centros logísticos y los Balcanes.
Leopoldo I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico
En la arena política, el Imperio Otomano había estado proporcionando ayuda militar a los húngaros y a las minorías no católicas en las regiones de Hungría ocupadas por los Habsburgo. Allí, en los años que precedieron al asedio, la agitación social se había convertido en una revuelta en contra de la política contrarreformista de Leopoldo I en su afán de aplastar al protestantismo. En 1681, protestantes y otras fuerzas Kuruc anti-Habsburgo, lideradas por Emérico Thököly, fueron reforzadas por tropas del Imperio Otomano, que reconocía a Thököly como el "Rey de Alta Hungría" (parte oriental de lo que hoy en día es Eslovaquia y partes del noreste del Estado moderno de Hungría). Este apoyo llegó incluso hasta prometer a los húngaros en forma explícita el "Reino de Viena" en caso de que cayera en manos otomanas. No obstante, antes del asedio, un estado de paz había existido por veinte años entre el Sacro Imperio Romano Germánico y el Imperio Otomano como resultado de la Paz de Vasvár.
En 1681 y 1682, las escaramuzas entre las fuerzas de Emérico Thököly y el Sacro Imperio Romano Germánico (cuya frontera se encontraba en el norte de Hungría en ese entonces) se intensificaron, y las incursiones de fuerzas austríacas en Hungría Central otorgaron al Gran Visir Kara Mustafa Pasha el argumento crucial que necesitaba para convencer al Sultán Mehmed IV que permitiera el movimiento del ejército otomano. Mehmed IV autorizó a Kara Mustafa Pasha a operar hasta los castillos de Győr (nombre en el periodo otomano: Yanıkkale, alemán: Raab) y Komárom (turco: Komaron, alemán: Komorn), ambos en el noroeste de Hungría, y asediarlos. El ejército otomano se movilizó el 21 de enero de 1682, y la guerra fue declarada el 6 de agosto de 1682.
La logística de la época hacía suponer que lanzar una invasión en agosto o septiembre de 1682 habría sido muy arriesgada o imposible (con una campaña de tres meses, los otomanos habrían llegado a Viena en el peor momento del invierno). Sin embargo, estos 15 meses de espera entre la movilización y la preparación para una invasión total dieron tiempo suficiente a Viena para preparar sus defensas y a Leopoldo I para reunir tropas del imperio y forjar alianzas con Polonia, Venecia y el Papa Inocente XI. Sin duda, esto contribuyó al fracaso de la campaña otomana. La decisiva alianza entre el Sacro Imperio Romano Germánico y Polonia-Lituania concluyó en un tratado que estipulaba que Leopoldo I prometía enviar apoyo a Sobieski si los otomanos atacaban Cracovia y, por su parte, el ejército polaco iría al auxilio de Viena en caso que esta fuese atacada.
El 31 de marzo de 1683, otra declaración, enviada por Kara Mustafa en nombre de Mehmed IV, llegó a la Corte Imperial en Viena. Al día siguiente, la punta de lanza del ejército otomano comenzó a marchar desde Edirne hacia Tracia. Las tropas llegaron a Belgrado a principios de mayo y luego avanzaron hacia la ciudad de Viena. Aproximadamente 40,000 soldados Tártaros de Crimea llegaron a 40 km al este de Viena el 7 de julio, duplicando en número a las tropas imperiales en el área. Después de escaramuzas iniciales, Leopoldo se retiró hacia Linz junto con 80,000 habitantes de Viena.
El rey de Polonia, Juan III Sobieski, preparó una expedición de apoyo para Viena durante el verano de 1683, honrando sus obligaciones con el tratado. Incluso fue más allá, dejando a su propia nación indefensa cuando partió personalmente de Cracovia el 15 de agosto. Sobieski se resguardó con una seria amenaza a Emérico Thököly, el líder húngaro, a quien amenazó con destruir si es que trataba de aprovecharse de la situación (y así lo hizo). Jan Kazimierz Sapieha retrasó la marcha del ejército lituano para devastar las serranías húngaras (ahora Eslovaquia), y llegó a Viena luego de la batalla.[4]
Soldados | Infantería | Caballería y Dragones | Cañones | Total |
Ejército Imperial del Sacro Imperio Romano Germánico: |
29,600 |
17,800 |
124 |
47,250 |
Tropas imperiales |
8,100 |
10,350 |
70 |
18,400 |
Baviera |
7,500 |
3,000 |
26 |
10,500 |
Suabia y Franconia |
7,000 |
2,500 |
12 |
9,500 |
Sajonia |
7,000 |
2,000 |
16 |
9,000 |
Mancomunidad de Polonia-Lituania |
16,450 |
20,550 |
28 |
37,000[5]
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Total estimado de Habsburgos y sus confederados : |
46,050 |
38,350 |
152 |
84,400 |
El 12 de septiembre, una coalición de reyes y príncipes de naciones cristianas: Juan III Sobieski (o Jan III Sobieski), rey de Polonia, lideraba la coalición; el margrave Luis Guillermo de Baden-Baden, llamado Türkenlouis (Luis el Turco); el duque Carlos V de Lorena y otros muchos príncipes, generales y ministros alemanes, polacos y austriacos, junto con voluntarios italianos, acudieron a la defensa de la capital Viena del imperio de Leopoldo I. Por el contrario, Luis XIV de Francia había apoyado el ataque turco contra el corazón de Europa.
Las tropas cristianas alcanzaban la mitad de los efectivos turcos y no contaban prácticamente con artillería. Sin embargo, el alto mando turco no consideró a las tropas de socorro, compuestas por polacos y tropas de todo el Imperio como una amenaza, ni ordenó a sus tropas situarse en formación de batalla, algo que costó la cabeza al general otomano pocos días después. Aprovechando esto, los Húsares Alados lanzaron una carga de caballería arrolladora sobre las tropas turcas.
La batalla según Franz Geffels.
La batalla fue violentísima y breve y, en su mayor parte, se desarrolló en el campamento otomano y en las trincheras. Los otomanos, al no estar en formación, no pudieron detener la carga de los aliados. El ataque de la caballeria polaca (especialmente de los Húsares Alados Polacos) fue tan potente que después de 30 minutos de combate, la victoria ya estaba decantada. En pocas horas los turcos sufrieron unas 20.000 bajas, huyendo una parte considerable de ellos. Viena no había caído en poder otomano. Sobieski después de la batalla envió una carta al papa Inocencio XI que empezaba con la frase de Julio César: Vine, vi y vencí, pero la cambió por: "Vinimos, vimos y Dios venció".
Viena ya había sido librada del asedio turco por Carlos V en 1525. La Batalla de Lepanto (1571) había detenido el avance turco por el Mediterráneo. Pero a mediados del siglo XVII, la dinastía de los Köprülü había guerreado contra una cansada Venecia y había penetrado en las extensas regiones del oriente europeo. Por eso, la Batalla de Kahlenberg supuso un antes y un después en la historia europea. Se opuso al poder del Imperio otomano, el cual ya no se extendería más. Poco a poco, Austria, Hungría, Rusia y Polonia irían recuperando sus territorios perdidos.
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El 11 de septiembre, Juan Pablo II, la Virgen María y un rey polaco
El 12 de septiembre, tras el atentado a las torres gemelas, san Juan Pablo II restauró la fiesta del Santo Nombre de María, instituida como ex-voto después de la Victoria de Viena contra el asedio de los turcos
Para Juan Pablo II, 11 de septiembre no era sólo la fecha del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, porque le recordaba la intercesión de la Virgen María en la victoria que puso final al sitio de Viena por los turcos en el siglo XVII. Pero justamente después de 11 de septiembre 2001, vio la necesidad de restaurar la fiesta del Santo Nombre de María, que se había establecido como una ofrenda votiva por dicha victoria.
La Iglesia celebra el Santo Nombre de María el 12 de septiembre, cuando se celebró la misa de acción de gracias por la victoria polaca del 11 de septiembre 1683. La fiesta se registró en la Octava de la Natividad de la Virgen.
La fiesta del Santo Nombre de María había desaparecido del calendario en 1970, después del trabajo de rigor histórico que siguió al Concilio Vaticano II. Pero como era un acontecimiento histórico, fue restablecida en el 22 de marzo de 2002, por san Juan Pablo II.
Era un motivo espiritual, pero Karol Wojtyla también sabía las razones históricas: implican la historia de su patria, Polonia y Europa, como lo demuestran los frescos de la "capilla polaca" de la Iglesia de la "Santa Casa" en Loreto .
Más de un siglo después de la derrota de Lepanto (1571), en 1683, los turcos trataron de entrar en Europa occidental por tierra con Mohammed IV que había retomado el estandarte de Mahoma Kara Mustafá. El Gran Visir tenía un ejército entre 150 mil o 300 mil hombres y se comprometió a tomar Belgrado, Buda, Viena, a entrar en Italia y llegar a Roma "al altar de San Pedro".
En agosto de 1683, un capuchino italiano y gran místico, Marco d'Aviano --beatificados por Juan Pablo II-- fue nombrado Gran capellán de todos los ejércitos de Europa. La historia lo ve como el inventor del "cappuccino" o "café vienés", pero la gran historia sostiene que él sabía infundir coraje en Viena y se las arregló para convencer al rey de Polonia, Jan Sobieski, a que socorriera la capital con sus 40 mil hombres.
La capital estaba sitiada por los turcos desde el 14 de julio y su rendición era cuestión de horas. El equilibrio de poder no estaba a favor de las tropas europeas. Sin embargo, Viena fue confiada a la intercesión de la Virgen y su imagen de la Virgen fue puesta en todos los estandartes.
El 11 de septiembre de 1683, en el Kahlenberg que domina el norte de la ciudad, el beato Marco d'Aviano celebró la santa misa acolitada por el rey polaco ante el ejército en semi-círculo. El capuchino predijo una victoria sin precedentes. Y en lugar de terminar la celebración en las palabras litúrgicas, "Ite missa est", le gritó: «¡Ioannes vinces”» (Juan Vencerá)
Las tropas lideradas por Juan III Sobieski y Charles duque de Lorena atacaron a los otomanos al amanecer del 11 de septiembre. El sol brillaba sobre los dos ejércitos y del destino de la batalla dependía el futuro de Europa. Las campanas de la ciudad sonaban desde la mañana. Las mujeres y los niños oraban en las iglesias, implorando la ayuda de la Virgen María. Y al anocecer el estandarte del gran visir cayó en manos de Sobieski.
Al día siguiente, 12 de septiembre de Sobieski entró en la ciudad en júbilo y asistió a la misa y al Te Deum, en la iglesia de Nuestra Señora de Loreto. También el papa Inocencio XI atribuyó la victoria a la intercesión de la Virgen y como un ex-voto instituyó la fiesta en honor del Santo Nombre de María. Y el 25 de noviembre 1683, la fiesta se extendió a toda la Iglesia. San Pío X cambió la fecha al 12 de septiembre, el aniversario no de la victoria, pero su celebración.
Restaurar la fiesta era para Juan Pablo II recordó a los católicos que es necesario invocar a María frente a graves peligros internacionales como el terrorismo internacional
El día después del ataque a las torres gemelas, Juan Pablo II rezó en la audiencia general una oración por la paz, después de confiar el mundo a la Virgen María: "Pidamos al Señor que no prevalezca la espiral de odio y de violencia". dijo.
En el Ángelus del domingo siguiente, 16 de septiembre el Santo Padre dijo: "Que la Virgen María dé consuelo y esperanza a los que sufren a causa del trágico atentado terrorista de los últimos días, y que ha herido profundamente el querido pueblo estadounidense”. Y añadió: “María acoja a los difuntos, consuele a los sobrevivientes, y sostenga a las familias particularmente afectadas, y que nos ayude a todos a no ceder a la tentación del odio y la violencia, sino a comprometernos con el servicio de la justicia y la paz”.
La situación internacional lo llevó a convocar el 24 de enero de 2002 en Asís, una nueva reunión de las religiones en favor de la paz. Y en marzo de 2002 hizo llegar a los jefes de estado y de gobierno de todo el mundo, el "Decálogo de Asís por la Paz" que condena la violencia y el terrorismo. Y fue ese 22 de Marzo que el beato Juan Pablo II restauró el día de la fiesta del Santo Nombre de María.
(Traducido y adaptado por H. Sergio Mora) Leer en francés |
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El 11 de septiembre, Juan Pablo II, la Virgen María y un rey polaco
El 12 de septiembre, tras el atentado a las torres gemelas, san Juan Pablo II restauró la fiesta del Santo Nombre de María, instituida como ex-voto después de la Victoria de Viena contra el asedio de los turcos
Para Juan Pablo II, 11 de septiembre no era sólo la fecha del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, porque le recordaba la intercesión de la Virgen María en la victoria que puso final al sitio de Viena por los turcos en el siglo XVII. Pero justamente después de 11 de septiembre 2001, vio la necesidad de restaurar la fiesta del Santo Nombre de María, que se había establecido como una ofrenda votiva por dicha victoria.
La Iglesia celebra el Santo Nombre de María el 12 de septiembre, cuando se celebró la misa de acción de gracias por la victoria polaca del 11 de septiembre 1683. La fiesta se registró en la Octava de la Natividad de la Virgen.
La fiesta del Santo Nombre de María había desaparecido del calendario en 1970, después del trabajo de rigor histórico que siguió al Concilio Vaticano II. Pero como era un acontecimiento histórico, fue restablecida en el 22 de marzo de 2002, por san Juan Pablo II.
Era un motivo espiritual, pero Karol Wojtyla también sabía las razones históricas: implican la historia de su patria, Polonia y Europa, como lo demuestran los frescos de la "capilla polaca" de la Iglesia de la "Santa Casa" en Loreto .
Más de un siglo después de la derrota de Lepanto (1571), en 1683, los turcos trataron de entrar en Europa occidental por tierra con Mohammed IV que había retomado el estandarte de Mahoma Kara Mustafá. El Gran Visir tenía un ejército entre 150 mil o 300 mil hombres y se comprometió a tomar Belgrado, Buda, Viena, a entrar en Italia y llegar a Roma "al altar de San Pedro".
En agosto de 1683, un capuchino italiano y gran místico, Marco d'Aviano --beatificados por Juan Pablo II-- fue nombrado Gran capellán de todos los ejércitos de Europa. La historia lo ve como el inventor del "cappuccino" o "café vienés", pero la gran historia sostiene que él sabía infundir coraje en Viena y se las arregló para convencer al rey de Polonia, Jan Sobieski, a que socorriera la capital con sus 40 mil hombres.
La capital estaba sitiada por los turcos desde el 14 de julio y su rendición era cuestión de horas. El equilibrio de poder no estaba a favor de las tropas europeas. Sin embargo, Viena fue confiada a la intercesión de la Virgen y su imagen de la Virgen fue puesta en todos los estandartes.
El 11 de septiembre de 1683, en el Kahlenberg que domina el norte de la ciudad, el beato Marco d'Aviano celebró la santa misa acolitada por el rey polaco ante el ejército en semi-círculo. El capuchino predijo una victoria sin precedentes. Y en lugar de terminar la celebración en las palabras litúrgicas, "Ite missa est", le gritó: «¡Ioannes vinces”» (Juan Vencerá)
Las tropas lideradas por Juan III Sobieski y Charles duque de Lorena atacaron a los otomanos al amanecer del 11 de septiembre. El sol brillaba sobre los dos ejércitos y del destino de la batalla dependía el futuro de Europa. Las campanas de la ciudad sonaban desde la mañana. Las mujeres y los niños oraban en las iglesias, implorando la ayuda de la Virgen María. Y al anocecer el estandarte del gran visir cayó en manos de Sobieski.
Al día siguiente, 12 de septiembre de Sobieski entró en la ciudad en júbilo y asistió a la misa y al Te Deum, en la iglesia de Nuestra Señora de Loreto. También el papa Inocencio XI atribuyó la victoria a la intercesión de la Virgen y como un ex-voto instituyó la fiesta en honor del Santo Nombre de María. Y el 25 de noviembre 1683, la fiesta se extendió a toda la Iglesia. San Pío X cambió la fecha al 12 de septiembre, el aniversario no de la victoria, pero su celebración.
Restaurar la fiesta era para Juan Pablo II recordó a los católicos que es necesario invocar a María frente a graves peligros internacionales como el terrorismo internacional
El día después del ataque a las torres gemelas, Juan Pablo II rezó en la audiencia general una oración por la paz, después de confiar el mundo a la Virgen María: "Pidamos al Señor que no prevalezca la espiral de odio y de violencia". dijo.
En el Ángelus del domingo siguiente, 16 de septiembre el Santo Padre dijo: "Que la Virgen María dé consuelo y esperanza a los que sufren a causa del trágico atentado terrorista de los últimos días, y que ha herido profundamente el querido pueblo estadounidense”. Y añadió: “María acoja a los difuntos, consuele a los sobrevivientes, y sostenga a las familias particularmente afectadas, y que nos ayude a todos a no ceder a la tentación del odio y la violencia, sino a comprometernos con el servicio de la justicia y la paz”.
La situación internacional lo llevó a convocar el 24 de enero de 2002 en Asís, una nueva reunión de las religiones en favor de la paz. Y en marzo de 2002 hizo llegar a los jefes de estado y de gobierno de todo el mundo, el "Decálogo de Asís por la Paz" que condena la violencia y el terrorismo. Y fue ese 22 de Marzo que el beato Juan Pablo II restauró el día de la fiesta del Santo Nombre de María.
(Traducido y adaptado por H. Sergio Mora) Leer en francés
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