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Leibniz y la teoría de la relatividad.
Leibniz ha sido una de las mentes más preclaras que ha dado la Historia mundial, para muchos por encima de Aristóteles ó Einstein. Pero pese a ello ha sido relegado a un segundo plano en "El salón de la fama humano". Entre sus logros destacan el magnífico edificio filosófico que construyó, el primer sistema de lenguaje lógico, idear la primera calculadora (abandonando la idea al ser consciente de que aún no se había desarrollado la tecnología necesaria para poder llevarla a cabo), el cálculo binario, el cálculo diferencial, el infinitesimal y supo ver tres siglos antes que Einstein la relatividad del universo, aunque lo interpretó de un modo metafísico y no físico-matemático. No olvidemos que Leibniz, pese a todo, es un hijo de su época, Ss.XVII-XVIII.
En el S.XVI el mundo había entrado en el Renacimiento y con él llegó un nuevo paradigma. Este supuso un cambio en la visión del universo y del mismo ser humano y recibió el nombre de "la revolución científica". En esta intervinieron personajes tan famosos, e insignes, como: Copérnico, Galileo y Newton. Con ellos, como veremos, el universo pasa de ser heterogéneo (Aristóteles que dividía al cosmos en dos planos: sublunar y supralunar obedeciendo cada uno a sus propias reglas sin interactuar entre ellos) a uno homogéneo (todo el cosmos obedecía a las mismas leyes y se comportaba del mismo modo siendo todo uno). El primero aportó una visión heliocéntrica del universo que era más sencilla que la que imperaba en ese momento, el segundo la completó y amplió y el último de estos fue el que con la teoría de la gravedad supo dar una interpretación omnicomprensiva al universo al establecer una única ley que explicaba el curso de los cuerpos celestes y terrestres. Esta visión de corte mecanicista entendía que el universo, el mundo y el ser humano funcionaban como una máquina y, como tal, se comportaban de un modo determinado. Es decir, siguiendo unas leyes fijas e inmutables que rigen su comportamiento y están inscritos en su esencia (consecuencia colateral de esta apreciación es la supresión del libre albedrío, como determinó Hume). De modo que si conocemos dichas reglas podremos predecir y saber lo que ha ocurrido en el pasado u ocurrirá en cualquier momento del futuro. Las implicaciones de esta idea tan simple son enormes puesto que en último término llegamos a dominar el mundo. Con la ley de la gravedad y el concepto de fuerza Newton determinó que el universo no podía ser como suponía el paradigma anterior, basado en el esquema aristotélico-ptolemaico: Geocéntrico, cerrado, finito, completo y esférico. Tras siglos de discusiones y críticas a esta visión del universo (debemos de recordar en este punto los avances que supuso el Merton College de Oxford, entre otros) Newton llegó a la conclusión de que el universo, que ya era heliocéntrico, era abierto e infinito y en este, el espacio y el tiempo eran constantes y continuos; es decir, el tiempo se entenderá como una sucesión infinita de instantes iguales y el espacio como una de parcelas extensas y homogéneas de modo que no habría ni principio ni final ¡Era infinito! (aún hoy lo sigue siendo).
Este video nos muestra claramente las diferencias entre el modelo geocéntrico ptolemaico y el heliocéntrico copernicano.
Leibniz fue un pensador que se caracterizó a lo largo de su vida por tres cualidades: Destacar intelectualmente entre sus iguales, la tacañería y el buscar siempre la armonía y el acuerdo. Así lo intentó a lo largo de su vida con las distintas monarquías europeas y religiones pero sin éxito. Por esta idea de armonía intentó unir lo mejor del pensamiento escolástico medieval con lo mejor del moderno racionalista. Intentó hayar esa línea de equilibrio que mantuviese las grandes verdades de estos períodos y que de ese modo aún siguiesen vigentes. Así, por un lado, mantuvo que accedemos a la realidad por medio de la razón (propio del racionalismo) y que esta ha sido creada por Dios cuya existencia queda demostrada por el argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury (propio de la escolástica). Al tener un origen divino la base sobre la que se sostiene el mundo es metafísica. ¿Cuál es esta base para nuestro filósofo alemán? Leibniz entendía, al igual que hoy, que lo que compone la materia en último término no es material y escapa a los sentidos (no nos asustemos, sabemos que la materia está formada por átomos que no podemos ver y estos son energía) y por tanto que no conocemos la realidad tal cual es (no volvamos a asustarnos, pensémoslo un momento. Lo que creemos que es el mundo no es así, lo que conocemos es lo que nuestra mente nos enseña a partir de la información captada por los sentidos ¿Acaso podemos ver los rayos ultravioletas, las ondas de radio o la señal de internet? No, pero sabemos que existen y que nos rodean). A esa misma conclusión llegó este filósofo alemán, pese a no existir aún ni la radio ni la WI-FI de nuestra casa, pero estudiando la cuestión desde la metafísica. Así, vió que el mundo y su percepción es relativa y depende de lo que nuestros sentidos digan a la razón por lo que el conocimiento se inicia en la razón (racionalismo). Por ejemplo, según el punto de vista desde el que nos situemos veremos que el objeto A está más cerca que el B, pero si cambiamos la posición veremos a B más cercano. Si todo es relativo y los sentidos "nos engañan" concluimos que no podemos tener un conocimiento cierto del mundo, al menos no un conocimiento perfecto (ahora sí podemos asustarnos. No, es broma). Leibniz afirma que sólo puede tener un conocimiento global un ser que sea perfecto y este es Dios (escolástica). Este ha creado el mundo y es el único que puede entenderlo y ver cómo es en la realidad, sin perspectiva. Lo entiende porque es su creador. ¿Qué ha creado Dios y por qué? La respuesta de Leibniz a la primera pregunta es: "Un conjunto de seres materiales complejos ("complejo" no significa complicado sino que está formado por varias partes) y para conocer a estos hay que ir descomponiéndolos en sus partes más simples, actuar del mismo modo con estas y así sucesivamente hasta llegar a las indivisibles las cuales no podrán ser materiales porque como ya sabemos todo lo material se puede descomponer. De ahí que lo que conforme la naturaleza escape a lo material físico y pertenezca al plano metafísico. Estas partes simples, o entelequias, reciben el nombre de "mónadas" y sus características son: Ser únicas y distintas (no hay dos iguales, ya veremos por qué), indivisibles, creadas por fulguración (es decir, de la nada), no se comunican entre sí, están ordenadas jerárquicamente, no están abiertas al mundo y contienen todo el plan divino para el universo. Es, precisamente, por este plan divino armonioso por el que se conectan sin tocarse formando los cuerpos físicos que conocemos ya que obedecen al principio de causalidad que Dios ha establecido desde antes de que existiese el universo. De ahí que las mónadas en sí puedan contener la imagen de todo el universo en sí ya que son eternas, indestructibles y necesarias para el universo como un eslabón lo es para una cadena. La armonía divina hace que los planetas giren, que la Luna salga tras el día, que el agua se evapore al alcanzar los 100ºC y que los seres humanos tengamos una nariz. Con esto respondemos a la segunda de las preguntas anteriormente planteadas. Es decir, Dios crea el universo porque entiende que es necesario hacerlo y lo hace del modo en que lo conocemos porque era la forma en que tenía que crearlo. Pero si nuestra visión del universo y el mundo es relativa debido a nuestra insuficiencia para alcanzar a conocerlos y entender los planes divinos ¿Cómo sabemos que es así? Leibniz nos lo explica con una argumentación lógica que parte del principio de razón suficiente. Este establece que todo lo que hay es y existe por una razón determinada, no hay nada en la naturaleza que sea superficial. Al ser Dios el creador de todos los seres les ha conferido a estos en su ser su propia finalidad. Además, continua afirmando que como Dios es la bondad y la generosidad en grado máximo todo lo que ha creado ha sido lo mejor posible en su especie ya que un ser bueno y todopoderoso no puede crear algo que sea perfectible, es decir, que sea mejorable. No puede hacerlo porque escapa a su propia naturaleza. A estos principios se le une uno más que es el de la identidad de los indiscernibles, es decir, que Dios no puede crear dos seres iguales, de ahí que las mónadas sean distintas. No lo hace simplemente porque no tendría sentido ya que lo mejor, por definición, no puede ser más que uno (pensemos un momento: ¿Si hubieran dos, tres, cuatro seres exactamente iguales cuál sería el mejor, en base a qué criterio podríamos elegirlo sobre el resto? No podríamos porque no sería lógico y precisamente si algo tiene este mundo es lógica y sentido). De modo que ha creado el mejor de todos los mundos que podía haber creado y así mismo ha hecho con los seres humanos, el jamón serrano, la paella y, en general, con todo lo que nos rodea - esta idea es muy polémica cuando analizamos la existencia del mal en el mundo, cuestión que abordaremos en un futuro-. De modo que si estos principios rigen en la realidad, el universo no puede ser continuo con un espacio y un tiempo constantes porque, para Leibniz, es ilógico y rompe con la idea de armonía. El espacio no puede ser un continuo de parcelas homogéneas ni el tiempo una sucesión de iguales instantes ya que como hemos visto nada puede haber igual ni existir por duplicado, Dios en su bondad y poder no lo habría consentido. El universo por "lógica" no puede seguir esas leyes que proponía el físico inglés, no podía medirse porlas leyes que proponía la física porque estas partían de una imagen errónea del universo ya que surgían de la mente de un ser imperfecto que por defecto lo ve desde un punto de vista relativo y no absoluto y armonioso como lo entiende Dios. Así estableció Leibniz, quizás por casualidad o partiendo del error, que el universo era relativo. Idea que se llegaría a demostrar varios siglos después cuando Einstein, con su teoría de la relatividad, desmontó la imagen clásica del universo postulada, precisamente, por Newton. Quizás si el genial filósofo alemán hubiese estudiado la cuestión, como ya dijimos al principio de esta entrada, desde la física y no de la metafísica la historia de la ciencia hubiese cambiado radicalmente. De todos modos, y como podría pensar Leibniz, sino ha ocurrido así es porque Dios no lo quería y ya sabemos que su plan es el mejor de los posibles...
Con este artículo no he pretendido un riguroso examen del pensamiento de Leibniz y sus teorías porque escaparía a los fundamentos por los que ha nacido este blog. Mi objetivo ha sido presentar este autor a aquellos que no lo conocían y plantear una cuestión que suele pasarse por alto como es la disputa que mantuvo el alemán con, su contemporáneo y rival, Isaac Newton (disputaron durante años la autoría del descubrimiento del cálculo infinitesimal, información que podéis ampliar en el vídeo que os muestro abajo) sobre la idea de un universo mecánico o armónico. Siendo esta la primera gran crítica a la que se enfrentó aquel paradigma omnicomprensivo que nos iluminó durante siglos tras la oscuridad medieval y que entró en definitiva crisis en el s.XX.
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Filosofía del espacio y el tiempo
La filosofía del espacio y el tiempo es la rama de la filosofía que trata de los aspectos referidos a laontología, la epistemología y la naturaleza del espacio y el tiempo, lo que se conoce también comocosmología filosófica. Si los problemas vinculados al espacio y al tiempo tradicionalmente han sido centrales en los sistemas filosóficos, desde los presocráticos hasta Bergson y Heidegger, la llamadafilosofía analítica o positivismo lógico, en ejercicio de su crítica del método científico y la metafísicatradicionales, los ha estudiado con particular interés desde sus comienzos.
Realismo y anti-realismo[editar]
La dualidad realismo-idealismo es heredera de algunas de las ideas mencionadas anteriormente. Una postura tradicional del pensador realistaen ontología es que el tiempo y el espacio tienen una existencia aparte de la mente humana. El idealista, en cambio, niega o duda de la existencia de los objetos con independencia de la mente. Algunos antirealistas que a pesar de serlo mantienen el punto de vista ontológico de que los objetos fuera de la mente existen, dudan sin embargo de la existencia independiente del tiempo y del espacio.
El filósofo idealista alemán Immanuel Kant, en su obra central y más conocida, Crítica de la razón pura, describió el tiempo y el espacio comoformas puras a priori de la sensibilidad: se trata no de conceptos, sino, en efecto, de «formas de la sensibilidad» que suponen condiciones apriorísticas, o necesarias, para cualquier posible experiencia, ya que posibilitan la percepción de los sentidos. (Su función es complementada por las categorías, nociones también a priori, como causalidad, sustancia, etc., que permiten que comprendamos lo que percibimos con los sentidos.) Para Kant, ni el espacio ni el tiempo se conciben como sustancias, sino que más bien se trata de elementos de un armazón o estructura sistemáticos que utilizamos para organizar nuestra experiencia. Así, las medidas espaciales se utilizan para cuantificar hasta dónde se encuentran los objetos separados, y las medidas temporales para comparar cuantitativamente el intervalo entre (o la duración de) los acontecimientos.
Otros idealistas, tales como J. M. E. McTaggart, en su controvertida obra Unreality of Time (La irrealidad del tiempo) han mantenido que lo que entendemos por "tiempo" es una simple ilusión (véase El flujo del tiempo, más abajo).
Los autores propuestos aquí son en su mayor parte “realistas” en el sentido aludido. Por ejemplo, el filósofo Gottfried Leibniz sostuvo que lo que él denominó mónadas existía independientemente de la mente del observador.
Absolutismo y relacionismo[editar]
Leibniz y Newton[editar]
La gran discusión se establece a la hora de definir las nociones de espacio y de tiempo como objetos verdaderos por sí mismos (absolutismo), o si su existencia depende de la de otros objetos reales (relacionismo o relacionalismo). Comenzó entre los físicos Isaac Newton (a través de su portavoz, Samuel Clarke) y el mencionado Gottfried Leibniz, y se encuentra recogida en el archivo de la correspondencia Leibniz-Clarke.
Discutiendo contra la posición del absolutismo, Leibniz propone una serie de experimentos mentales a fin de demostrar que es contradictorio afirmar la existencia de hechos tales como localización yvelocidad absolutas, con lo que se anticipó en casi 250 años a las tesis fundamentales de la física moderna. Estas discusiones tienen mucho que ver con dos principios centrales de su filosofía: el principio de razón suficiente y la identidad de indiscernibles. El principio de razón suficiente sostiene que de cada hecho hay una razón que es suficiente para explicar de qué manera y por qué razón es tal cual es, y no de otra manera distinta. La identidad de indiscernibles indica que si no hay forma de demostrar que dos entidades son diversas entonces son una y la misma cosa (o dicho de otra manera, dos objetos son idénticos, o el mismo, si comparten todas sus propiedades).
Leibniz propone en su ejemplo dos universos distintos ubicados en el espacio absoluto. La única diferencia perceptible entre ellos es que el segundo está colocado cinco pies a la izquierda del primero. La posibilidad del ejemplo sólo tiene sentido si existe una cosa tal como el espacio absoluto. Leibniz, sin embargo, la descarta, pues, si un universo se hallase ubicado en un espacio absoluto no tendría razón suficiente, dado que dicho universo podría haberse hallado en cualquier otro lugar. Del mismo modo se contradiría la identidad de indiscernibles, por cuanto existirían dos universos juntos y perceptibles en todas sus formas e indiscernibles uno del otro, lo que es una contradicción en sí mismo.
La réplica de Clark (y Newton) a Leibniz viene reflejada en el llamado "argumento del cubo" (bucket argument): al llenar de agua un cubo colgado de una cuerda y dejarlo reposar, se observará que la superficie del agua será plana, pero si se hace girar el cubo sobre sí mismo la superficie se volverá cóncava. Si se detiene el giro, el agua continuará girando libremente en su interior, y mientras que las vueltas continúen la superficie seguirá siendo cóncava. Dicha superficie cóncava no es al parecer atribuible a la interacción del cubo y el agua, puesto que el agua es plana cuando el cubo está quieto, llega a ser cóncava cuando comienza a girar y lo sigue siendo cuando el cubo queda inmóvil.
En esta respuesta, Clarke afirma la necesidad de la existencia del espacio absoluto para explicar fenómenos como la rotación y la aceleración, los cuales no es posible explicar con argumentos puramente relacionistas. Clarke arguye que puesto que la curvatura del agua ocurre en el cubo que rota, así como en el cubo ya parado, eso sólo es explicable por el hecho de que dicha rotación se produce en relación con una especie de tercer espacio o circunstancia absolutos.
Leibniz describe un espacio que exista solamente como marco de relación entre los objetos, y que no tiene existencia alguna aparte de esos objetos. Así, el movimiento existe solamente como relación entre esos objetos. Por su parte, el espacio newtoniano proporcionó el marco de referencia absoluto dentro del cual los objetos pueden moverse, pero en el sistema newtoniano el marco de referencia existe independientemente de los objetos en él contenidos. Estos objetos pueden describirse como moviéndose en relación al espacio mismo.
Durante varios siglos, la evidencia de esa superficie cóncava del agua fue prueba de la autoridad de Newton.
Otra figura importante en esta polémica es el físico decimonónico Ernst Mach. Este autor no negó la existencia de fenómenos como los descritos en el ejemplo del cubo, pero sí la conclusión absolutista, ofreciendo una respuesta alternativa a aquello respecto de lo cual rotaba el cubo. Mach sostuvo que eran las estrellas fijas.
Mach sugirió que un experimento mental como el argumento del cubo era problemático. Si nos imagináramos un universo que contiene solamente un cubo, con arreglo al ejemplo de Newton, este cubo podría hacerse girar en relación al espacio absoluto, y el agua en él contenida formaría la característica superficie curvada. No obstante, en ausencia de todo lo demás en el universo, sería difícil demostrar que el cubo estaba, de hecho, girando. En tal caso parece igualmente posible que la superficie del agua en el cubo permaneciese plana.
Mach arguyó que, en efecto, en un universo distinto y vacío el agua seguiría estando plana. Ahora bien, si otro objeto fuese introducido en este universo, quizás una estrella distante, en tal caso existiría algo en relación a lo cual el cubo se vería rotando. El agua dentro del cubo podría posiblemente mostrar una leve ondulación. La explicación de la misma estaría en el aumento del número de objetos en el universo, que haría aumentar a su vez la concavidad en el agua. Mach añadió que el impulso de un objeto, ya sea angular o lineal, existe como resultado de la suma de los efectos de otros objetos en el universo (principio de Mach).
https://es.wikipedia.org/wiki/Filosof%C3%ADa_del_espacio_y_el_tiempo
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Artículo III El principio de causalidad
TESIS 9.- El principio de causalidad es absolutamente cierta.
314.- Nexo. Una vez que hemos declarado la noción y la realidad de la "causa eficiente", pasamos a considerar el "principio de causalidad", que expone "su necesidad para todo ente contingente". La aplicación de este principio se extiende a toda la vida intelectual humana, tanto vulgar como científica, y sobre todo, filosófica. En efecto, gracias a él, encuentran solución problemas muy importantes, tales como la existencia de Dios, el conocimiento de la naturaleza de las cosas, la determinación de las leyes naturales...
315.- El principio de causalidad es una "proposición que enuncia la necesidad de una causa eficiente para todo "ente" que existe de manera contingente".
Es por tanto, un "principio lógico": en cuanto que se trata de una "proposición" (y toda proposición es un "ente"" lógico), y es "principio", en cuanto que, de dicha proposición, se derivan otras muchas verdades, es decir, la existencia de las causas para los diversos efectos.
Pero este principio lógico ya está enunciando algo "ontológico", como es la necesidad de la causa, y esto ya es un principio ontológico. Al igual que el principio de contradicción es un principio "lógico", en cuanto proposición; pero enuncia algo de carácter ontológico, como es la oposición irreductible entre "ente" y "no-ente".
316.- Formulaciones del principio de causalidad. Suele enunciarse con las siguientes fórmulas:
1.- "Todo efecto tiene una causa"; o: "No existe efecto sin causa".
2.- "Todo cuanto se hace, tiene causa"; o: "Nada se hace sin causa".
3.- “Todo cuanto comienza a existir, debe tener una causa eficiente".
4.- "Todo cuanto existe de manera contingente, tiene causa eficiente".
(Todas las demás fórmulas que están en uso, se reducen a alguna de las anteriores).
317.- Crítica de estas fórmulas. a) Las fórmulas "1" y "2" son evidentes; incluso, resultan tautológicas, pues expresan lo mismo en el predicado que en el sujeto; realmente, "efecto" y "lo que se hace", es, por el mismo concepto, "lo que es hecho", "lo que es producido"; pero, si "es producido", por alguien ha de ser producido: lo que es precisamente la "causa eficiente"; por tanto, estas proposiciones vienen a reducirse a esta otra: "lo que es producido (por la causa eficiente) tiene causa eficiente". Salta a la vista que tal proposición, por evidente que sea, no puede cumplir las funciones de un "principio", es decir, de un juicio del cual se derivan otras verdades, y sobre todo, la existencia de la causa, puesto que en su aplicación a los casos concretos, de tratar de averiguar si, en una cosa determinada, se verifica el concepto de sujeto (o de "efecto") (y, por tanto, si se le puede aplicar el principio en cuestión), deberíamos saber que tal cosa ha si do producida (claro está que por algo, o por alguien, que no puede ser más que la "causa eficiente"), con lo que ya sería innecesaria la aplicación del principio, al saber de antemano que dicha cosa tiene causa.
b) La fórmula "3" es verdadera y evidente; tiene, sin embargo, este inconveniente: que no posee la universalidad propia del principio de causalidad, pues no enuncia la necesidad de la causa eficiente para todos los "entes" que, de hecho, la reclaman. Así, en la hipótesis, ciertamente no imposible y discutida por los auto res, especialmente por Santo. Tomás, de la creación del mundo "ab aeterno" ("desde toda la eternidad"), el mundo estaría necesitado de una causa, y sin embargo (en la hipótesis mencionada), "no habría tenido comienzo": de aquí que no podría probarse que hubiera tenido causa, o que hubiera sido creado, utilizando la fórmula: "Todo cuanto comienza a existir, tiene una causa eficiente". De hecho, sin embargo, sabemos, tanto por la fe como por la razón, que el mundo empezó a existir en el tiempo; de donde también cabe que esta tercera fórmula sea aplicada para la existencia del mundo.
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Leibniz fue un gran filósofo racionalista de origen alemán representante que sostuvo, para asombro de su generación y de muchas que vinieron después, que todo lo que nos ocurre tiene una razón y que incluso los males de este mundo ocurren para un bien ulterior.
A esto Leibniz lo llamó armonía preestablecida, pero no debe ser intepretado, como muchos han hecho, como la afirmación por parte de Leibniz de la existencia de un destino.
Para ello es necesario comprender cómo entendió Leibniz el mundo y sus habitantes: todo, todo se compone de mónadas, que dicho en términos más asequibles, son partículas elementales e indivisibles que componen el mundo, son cerradas (como una casa sin ventanas) y que vagan por el mundo chocándose unas con otras, sin saber a dónde van, pero aparentemente con una idea de su meta.
Bueno, esto es lo mismo que decir que las mónadas somos NOSOTROS.
Woody Allen, que si no estudió Filosofía en la Facultad, seguro que lo hizo en su casa, recoge esta propuesta filosófica y nos plantea en la película Match Point el eterno dilema: ¿controlamos nuestras vidas o somos simplemente marionetas de las casualidades?
https://javiercomellas.wordpress.com/2011/11/30/el-principio-de-razon-suficiente-o-por-que-todo-tiene-una-causa/
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56. Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
57. Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? (NOTEN LA IRONIA A LA "TRASLACION EN EL TIEMPO") ¿Es casualidad o causalidad)?)
58. Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
59. Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue. (NOTEN LA IRONIA. LE TERMINAN TIRANDO PIEDRAS, AL IGUAL QUE LO HACIAN CON LA RAMERA. ES OBVIO QUE EL MENSAJE AQUI, ES QUE CRISTO ES UNA "NUEVA RAMERA", O QUE CRISTO ES MARIA MAGDALENA)
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