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LA TRINIDAD EN EL MUNDO PAGANO
TRINIDAD EGIPCIA: Horus, Osiris e Isis.
TRINIDAD HINDÚ: Brahma, Siva y Visnú.
TRINIDAD BUDISTA: Buda, Dharma y Sangha.
TRINIDAD BABILÓNICA: Anu, Ea y Bel.
TRINIDAD CALDEA: Sin, Istar y Shamash.
TRINIDAD FENICIA: El, Asera y Baal.
TRINIDAD PERSA: Ormuz, Mitra y Ahriman.
TRINIDAD ESCANDINAVA: Odin, Freya y Thor.
TRINIDAD ROMANA: Júpiter, Minerva y Apolo = TRINIDAD GRIEGA: Zeus, Atena y Apolo.
TRINIDAD GRIEGA HECATE
TRINIDAD ASIRIA: Assur, Nabu y Marduk
TRINIDAD SIBERICA
TRINIDAD SUMERIA: El dios lunar, el señor de los cielos y el dios solar.
Como podemos ver, cada cultura pagana adoraba a una tríada de dioses. Luego, ¿esto no se parece mucho a la trinidad del catolicismo y del protestantismo?
TRINIDAD CATÓLICA: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Tan sólo reflexionemos: Si Adán, Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, David y otros que dieron testimonio de la fe resucitaran hoy y nosotros le preguntáramos acerca de la naturaleza de Dios. ¿Acaso ellos nos responderían que Dios es una Trinidad? El cristianismo surgió del judaísmo, y el judaísmo es estrictamente unitario.
LA TRINIDAD ES UNA DOCTRINA PAGANA
Hermanos les voy a mostrar lo que influyó en el catolicismo y en la cristiandad para creer y aceptar esta doctrina apóstata:
Por todo el mundo de la antigüedad, hasta allá en los tiempos remotos de Babilonia, era común la adoración de dioses paganos agrupados en tres, o trinidades.
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Aquella influencia también dominó en Egipto, Grecia y Roma en los siglos antes, durante y después de Cristo. Y tras la muerte de los apóstoles aquellas creencias paganas empezaron a invadir el cristianismo.
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El historiador Will Durant dijo: “El cristianismo no destruyó el paganismo; lo adoptó..... De Egipto vinieron las ideas de una trinidad divina”. Y en el libro Egyptian Religion, Siegfried Morenz señala: “Los teólogos egipcios estaban muy interesados en la trinidad ... Se combina y trata a tres dioses como si fueran un solo ser, a quien se habla en singular. De ese modo la fuerza espiritual de la religión egipcia muestra un enlace directo con la teología cristiana”. Así, en Alejandría, Egipto, clérigos de fines del siglo III y de principios del IV, como Atanasio, reflejaron aquella influencia cuando formularon ideas que prepararon el camino para la Trinidad. Su propia influencia se esparció, y por eso Morenz ve “la teología alejandrina como intermediaria entre el legado religioso egipcio y el cristianismo”. A Dictionary of Religious Knowledge señala que muchos dicen que la Trinidad “es una corrupción tomada de las religiones paganas e injertada en la fe cristiana”. Y The Paganism in Our Christianity declara: “El origen de la [Trinidad> es enteramente pagano”.
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CONCLUSIÓN: Sin ninguna duda La doctrina de la trinidad proviene de creencias de culturas paganas, que adoraban tríadas de Dioses.
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JEFFERSON LLAMA A LA TRINIDAD UN MONSTRUO DE TRES CABEZAS
Ningún hecho histórico está mejor establecido, que la doctrina de un solo Dios, puro y que no está compuesto, fue aquella de los primeros siglos del cristianismo, y fue una de las doctrinas eficaces que le dio el triunfo sobre el politeísmo de los antiguos, enfermados con los absurdos de su propia teología. Tampoco era la unidad del Ser Supremo expulsada de la fe cristiana por la fuerza de la razón, sino por la espada del gobierno civil, ejercida en la voluntad del fanático Atanasio. El Hocus Pocus-fantasma de un Dios como otro Cerbero, con un cuerpo y tres cabezas, tuvo su nacimiento y el crecimiento en la sangre de miles y miles de mártires… De hecho, la paradoja de Atanasio de que uno es tres, y tres pero uno.., es tan incomprensible para la mente humana, que ningún hombre sincero puede decir que tiene una idea de ella, y ¿cómo puede creer lo que no presenta ninguna idea? El que piensa que puede, sólo se engaña a sí mismo. Demuestra, también, que el hombre, una vez que entrega su razón, no tiene guardia contra el resto de los absurdos más monstruosos, y como un barco sin timón, es el deporte de todos los vientos. Con estas personas, la credulidad, que ellas llaman la fe, toma el timón de la mano de la razón y la mente se convierte en un naufragio.
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LA TRINIDAD: ¿SE PUEDE CREER EN ELLA SIN ENTEDERLA?
Por Randal Rauser
La doctrina de la Trinidad – la doctrina de que el único Dios es tres Personas distintas e igualmente divinas – está en el centro de la confesión cristiana. En efecto, la doctrina ha sido confesada como la piedra angular de la ortodoxia cristiana, e idealmente también como el latido del corazón de la piedad cristiana. Pero, aun así, también representa lo que parece ser un misterio, en el mejor de los casos, y una contradicción directa, en el peor de los casos. Y esto nos lleva a un dilema que debe captar la atención de todo cristiano reflexivo.
Entonces, ¿cuál es exactamente el problema? La respuesta es simple, sencilla, incluso obvia: uno no es igual a tres. Seguramente todos estamos de acuerdo en eso. Y, sin embargo, los cristianos de todo el mundo parecen confundir esta sabiduría básica sobre una base regular. El problema es capturado en estas líneas del Credo de Atanasio (c. 500):
(3) y la fe católica es ésta: que adoramos a un Dios en Trinidad, y una Trinidad en la Unidad;
(15) Así el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios;
(16) Y, sin embargo, no son tres dioses sino un solo Dios.
Confesiones muy piadosas. El único problema es que no parecen tener sentido. Considere una analogía. Si el Gremlin es mío, y el Pacer es mío y el AMX es mío, entonces tengo tres coches, no uno. Cuando se trata de la doctrina de Dios confesamos que el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu es Dios. Así que seguramente la misma lógica que debe seguir es: debe haber tres dioses, no uno.
Sin embargo, hay uno, y que son distintos, y… esto no tiene sentido. ¿Cómo puede uno ser igual a tres?
Mientras que esa aparente contradicción puede ser preocupante, esta es la parte realmente desalentadora: mientras que muchos cristianos tienen una vaga idea de que la doctrina de la Trinidad oculta una aparente contradicción, a ellos no les parece importarles. Para empeorar las cosas, a menudo encubren su falta de interés en un tenue velo de seudo-religiosidad al afirmar que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos, como si ahí es donde debería terminar la conversación.Sin embargo, no creo que se deba terminar. Sin duda estoy de acuerdo en que no podemos entender todo lo de Dios, pero aquí no estamos hablando acerca de todo. Más bien, estamos hablando de la búsqueda de la coherencia de nuestras confesiones más básicas de quién es Dios. Eso no es un intento imprudente, arrogante, de conocer la mente de Dios a través de la razón pura.
Piense en ello en términos de la regla de oro. Si un musulmán, o un hindú, o un ateo le proponen algo para su creencia que le pareciera ser francamente contradictoria, usted no asentiría con la cabeza esa creencia mística, y menos usted abrazaría ese misterio incomprensible para creerlo a como dé lugar. Más bien, usted demandaría una defensa, una explicación sólida y coherente del asunto. Así que ¿por qué los musulmanes, hindúes, o ateos deberían esperar menos de nosotros?
Tan importante como son las cuestiones de significado básico y apologética, hay otra cuestión en juego aquí también, y es una cuestión de piedad. Si una confesión parece ser francamente contradictoria, entonces no puede ser cierta como se indica. Así que la búsqueda de una explicación de cómo en Dios uno es igual a tres no es simplemente la búsqueda de explicar un acertijo matemático o silenciar a los escépticos. Más importante aún es una búsqueda para conocer a Dios más plenamente. Y yo creo que esta es una misión que vale la pena el tiempo y esfuerzo.
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CONSTANTINO Y LA TRINIDAD PAGANA
Por el Dr. Javier Rivas Martínez (MD)
« No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia,por tu verdad» (Sal. 115:1).
Ontológicamente hablando, la trinidad es una descabellada contradicción delante del monoteísmo hebraico. Si la Biblia afirma que Dios es «uno» (echad, heb.), como «persona», claro está, que «uno» es, y no «uno» compuesto por otras más «personas» o fracciones. Considerar a Dios como “triuno”, incurriríamos a un claro e innegable politeísmo. Menos de «uno» no es “dos”, ni “tres”. Es imposible que Dios siendo «uno» se le pueda fragmentar en “dos” o en “tres”. Aritméticamente, esto no puede proceder. Pablo no vacila en decir que Dios, el Padre de Jesucristo, es «uno» solo:
«…para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él…» (1 Co.8:6 a).
No hay un «sin embargo» en el texto mismo que señale o nos lleve a elucubrar que Cristo comparta la naturaleza deífica del Padre. Entre Cristo, el Hombre, y el Padre Dios, existe una notable diferencia y separación:
«… y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él» (1 Co. 8:6 b).
En otra parte, con la misma tónica:
«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre…» (1 Tim. 2:5).
Para el «Investido de Dios», para quien «las cosas de arriba no son locura» (1 Co.2:14), el admitir sin juicio y con liviandad una trinidad incapaz de comprenderse por la razón humana, por cualquier lado que sea vista, le sería por demás absurdo. Ninguna destreza, truco o hábil vuelco de la mente resultaría convincente para adherirlo con gusto y júbilo a tan semejante perversidad.
Durante el gobierno de Constantino, hubo contradicciones teológicas entre los cristianos de Antioquia y de Alejandría. Para Constantino, este antagonismo de pensamientos dogmáticos religiosos fue percibido como un peligro, como una amenaza para la unidad política de su vasto imperio. Los cristianos de Antioquia consideraban a Cristo como un ser preexistente, eterno, divino, que vino a manifestarse como hombre, como un ser humano. La otra facción, la de los cristianos alejandrinos, bajo el flujo de la marea del paganismo secular griego, sostenían que Jesús únicamente parecía ser una persona humana (la palabra «parecer», viene de palabra griega «docético»: Gnosticismo docético). Para los cristianos de Alejandría, el “salvador y dios descendió” para apropiarse de un cuerpo humano. Esto dio pie a la creencia de una naturaleza humana impersonal del “agente divino”. Dentro del grupo de personas que vivían alrededor de Antioquia, emanó una idea diferente en cuanto la naturaleza de Cristo. Sin omitirse la unicidad de Dios, se pensó que Cristo había sido uno “creado”. Arrio defendió con tremebundo arrojo que Cristo tuvo un principio, un origen, pero sin negar su preexistencia. Dijo que quizás éste no fue alguna vez eterno ni coeterno con el Padre. Arrio consiguió muchos prosélitos bajo el estandarte de esta disimulada postura cristológica en territorio alejandrino, pero durante el transcurso de su promulgación en Egipto, Arrio fue con gran celeridad excomulgado.
Estos puntos de vista tan contrarios trajeron una inquietante preocupación a «El Víctor Constantino». La religión tuvo un papel determinante en el equilibrio social del imperio romano de Constantino en el Siglo IV. Por tal causa, fue de importancia vital que el Estado controlara el sistema religioso para evitar futuras revueltas y subversiones que comprometieran negativamente la imagen de Constantino y su gobierno.
Temiendo que estos desacuerdos teológicos viniesen a desencadenar enfrascamientos violentos y un tambaleo que afectara la mesura y el comedimiento social de su reino, una división del imperio, ya que anticipadamente había fracasado en conciliar las dos partes opuestas, de disputas enconadas, Constantino envía a las partes contradictorias sendas cartas de conciliación para darle fin a las controversias y llegar a un acuerdo teológico común. Aunque ignorante en las diferentes cuestiones teológicas que le habían quitado el sosiego, y tal vez, el sueño continuo, el “endiosado” emperador se jactó de conocerlas a la “perfección”. El tema a discutir, la naturaleza de Cristo y la Deidad. La reunión se fechó en el principio del verano del año 325 DC. en un pueblo junto al lago de Nicea, en el noroeste de Turquía.
Entre los que presidían este “santo concilio” para tomar una decisión unánime y definitiva, estaba el estrambótico ermita Jacobo de Nisibis, que vestía piel de cabra acompañado de una “corte” de molestos moscos, San Nicolás (el arquetipo del Santa Claus moderno), y por supuesto, el propio Constantino, de falto saber Escritural, que decidieron en consentido acuerdo a favor de los teólogos de Alejandría, arropados bajo el manto de le filosofía griega, liderados por Atanasio. Fue en este concilio insurrecto ante los ojos de Dios en que Cristo se tornó como la segunda persona de la “deidad”, como “uno coigual al Padre”, donde fue constituido como “eterno dios”. Y eso no es todo: Un siglo después, el espíritu santo es por indiscutible fallo y oficio declarado como la “tercera persona de dios”. A partir de este momento, la profanía trinitaria secular se encontraba ataviada y lista para hacer honda mella en los siglos venideros dentro del marco protestante y católico. La herejía de “uno de tres cabezas” engendrada de la mixtura filosófica griega-bíblica, derrocó el monoteísmo hebreo, pisoteándolo en “cuerpo entero”, desechando injustificadamente con desdén la veracidad del «Dios Unipersonal».
No cabe la menor duda que Constantino se salió con la suya. Con el fin de proteger su imperio de potenciales revueltas a causa de las candentes rivalidades doctrinales suscitadas en ese tiempo, Constantino propuso un concilio en Nicea en que el «paganismo griego cristianizado» fue el único vencedor, mas los hombres ignorantes y ciegos que lo aprobaron, y los que lo siguen aprobando en el presente tiempo, los únicos vencidos y condenados.
El concilio de Nicea fue el fundamento principal para la estructuración posterior y completa del debacle pagano trinitario que salió de su profundo abismo para extenderse universalmente como maligna y enlutada sombra, institucionalizada ya por el poder católico romanista. Un hecho sin precedentes que estando establecido acarrearía en el futuro la terrible consecuencia de poner a millones y millones de seres humanos en la vía imperceptible de la muerte eterna.
La decisión tomada por Constantino en este concilio de intereses personales fue prioritaria para que el dogma trinitario se arraigara con grande fuerza en el corazón del protestantismo histórico y mundial.
Para quienes no conocen la vida de Constantino, el venerado súper campeón de la «apóstata iglesia romana», la historia escribe con letras de sangre que fue un desmesurado homicida. Se sabe que después del concilio de Nicea, en el año 326 DC. mandó a asesinar a su primer hijo, Crispus; por si poco fuera esto, hizo matar a Fausta, su segunda esposa; a Licinianus, su sobrino; a Liciano, el marido de su hermana. Constantino, con actitud inmisericorde, asesinó a un rival de guerra dado por derrotado. Constantino, que no tenía nada de cristiano, pero que afirmaba tal cosa, ordenó la deificación de su padre y se autonombró como el “apóstol decimotercero”. Consideró que cada religión debía de respetarse, y fue adorador ferviente del Baal Solar (“Sol Invictus”). Constantino, “el cristiano”, hizo fabricar un arco de triunfo al “dios sol” en la ciudad de Constantinopla, y una estatua al mismo “dios” con sus rasgos fisonómicos. Al morir, fue deificado como “divino ser”. Fue Constantino, el “fiel amante” de Dios y de su Cristo, el que decapitó a su cuñado, el que despedazó a miles de prisioneros Francos en la arena de la muerte, indiferente a la persecución de los cristianos de aquella época por el cruel Diocleciano, de los hijos de Dios que rechazaron la adoración a los ídolos paganos que «no ven, ni oyen, ni huelen, ni sienten, y que están muertos como el que los hace» (Sal. 115). Constantino fue egoísta, petulante y despiadado al extremo. Aun después de su supuesta “conversión”, Constantino jamás se deshizo del título que lo reconocía como “máximo pontífice”, además siguió practicando tanto ritos paganos como cristianos. En las monedas acuñadas en ese tiempo, para agradar a los “creyentes en cristo”, Constantino colocó el símbolo de la cruz, y en la otra cara a Marte y Apolo.
Constantino fue el primero en formalizar el sincretismo pagano- cristiano conocido, en su precisa cristalización, como la “iglesia católica romana”, que germinó en el concilio ecuménico más trascendental y dañino para la Iglesia Cristiana en todos los tiempos. Fue Constantino el que corrompió y degradó el cristianismo, conduciéndolo a creer en un “dios” formado por “dos personas”. No tuvo que pasar mucho tiempo después para que este cristianismo de perecederos horizontes abrazara el dogma del “dios trinitario”. Constantino fue la piedra angular para la intromisión en el cristianismo de esta mentira anti monoteísta.
Paradójicamente, mientras el protestantismo se queja de muy mala gana de la idolatría del romanismo católico, éste vino para contagiarle abierta, y lo peor de todo, con consentimiento de causa, su virulenta y destructiva enfermedad del “dios tricocéfalo”.
Dios es «uno», y no “tres”:
«Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es» (Dt.6:4).
«Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro» (Is. 45:18).
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