- La iglesia de María Magdalena en Doñana
En las líneas que siguen defenderemos nuestra teoría de que una delegación de la Iglesia de María occitana o Santa Gleyza, creciendo a partir de postulados ya esgrimidos con fuerza por el priscilianismo, se refugió y se implantó en Doñana, trayendo consigo, con un grado notable de pureza, las reliquias, símbolos e ideales que la habían animado en su país de origen.
El priscilianismo no era desconocido en Andalucía, ni en la comarca de Doñana. En el museo de Huelva hay excelentes (aunque un tanto olvidadas) pruebas de ello. Por lo tanto parecería un buen lugar donde refugiarse, toda vez que ya había allí un sustrato favorable para acoger a los refugiados. Pero, además de ese sustrato relativamente reciente, existían otros más antiguos que hacían de la comarca de Doñana un buen lugar donde encontrar un trato favorable. Uno de esos sustratos era que aquí, en Doñana, a orillas del río Íber (actual río Tinto), había existido un reino ibero importante y después una colonia hebrea bastante importante y bastante activa también [1].
Otro factor favorable es que era un territorio a conquistar, un territorio “de nueva ocupación” para los cristianos. Un buen lugar desde donde empezar de nuevo. En 1209 se publicaba finalmente la cruzada contra la herejía cátara, también llamada cruzada albigense. Fue de una dureza excepcional. Las primeras grandes oleadas de refugiados no tardaron en cruzar los Pirineos y buscar asilo en los reinos de Navarra, Castilla y León, por un lado, y Aragón por otro. Por otra parte, además de la población de a pie, campesinos, artesanos, también una gran cantidad de nobles y caballeros fueron expulsados de sus castillos y de sus ciudades. Sus huestes luchaban fieramente en el Languedoc, pero en determinados periodos buscaban asilo, refugio y valedores en los reinos hispanos. Estos caballeros sin señor, llamados faidits en occitano, “huidos”, tenían un futuro poco prometedor en sus tierras de origen. En 1212 (¡la cruzada contra el Languedoc duró nada menos que cuarenta y cuatro años!), muchos de estos caballeros cátaros, algunos de muy importantes familias, se unieron a la llamada de Alfonso viii rey de Castilla para ir a la guerra contra los Almohades. Su mujer era Leonor Plantagenet, hija de Leonor de Aquitania. Este es un punto importante para comprender el enorme éxito de la convocatoria. Con estandarte de Nuestra Señora de Rocamadour (María Magdalena) acudieron a la batalla y ayudaron a la victoria, victoria que pocos años después abrió las puertas del reino de Sevilla. Un reguero de hospitales dedicados a Nuestra Señora de Rocamadour señalan las rutas de la diáspora occitana en estos años. Uno de ellos estuvo, por supuesto, en Sevilla.
Alfonso x, el Sabio, se encargó de efectuar los repartos de tierras del inmenso reino de Sevilla tras la muerte de su padre. Se llamaba a sí mismo trovador de María y ha sido uno de los más grandes monarcas hispanos y europeos. En los repartos, benefició a los veinte monteros reales con 200 aranzadas [2] de tierra en Mures (actual Villamanrique, en pleno corazón de Doñana), a la vez que daba otra parte de la población a la Orden de Santiago. Este dato es importante, porque los monteros formaban la guardia personal de los reyes de Castilla casi desde los inicios del Reino. Estaban organizados como una hermandad de sangre, donde nadie que no fuera natural de la villa de Espinosa podía ingresar. Eran tradicionalmente los encargados de la custodia (real y simbólica) de las llaves del castillo, pero además debían velar también por la pureza de la casta (y no solo del castillo) que custodiaban.
¿Fundaron ellos, en ese lugar de Doñana, la actual iglesia de María Magdalena? ¿O fue la Orden de Santiago? ¿O fue sólo mucho después cuando se fundó?
Es difícil responder a estas preguntas, pero durante el poco tiempo que estuvieron asentados en Mures los monteros debieron desempeñar un papel destacado en la organización del territorio recién adquirido. Inspeccionarían el terreno, delimitarían los mejores cotos y trazarían los caminos hasta ellos. Es posible que rehabilitaran y restauraran el culto en la ermita de las rocinas, y la leyenda cuenta que fue precisamente un montero de Villamanrique quien encontró la imagen de la Virgen del Rocío escondida en el hueco de un acebuche. Si no fundaron la iglesia, sí pudieron por lo menos informar de que era un buen lugar para fundarla.
A los monteros les compró su heredad en Mures una sola persona, un tal Íñigo López de Orozco, noble de origen vizcaíno, ayo de Fernán Pérez Ponce según unos y del infante Fernando de Ponthieu (uno de los quince hijos que tuvo Fernando iii) según otros. Puede, eso sí, que lo hiciera en nombre de su mujer, Doña Teresa de Meyra. Cuarenta años estuvieron en poder del matrimonio esas tierras que no dudaron en agrandar con nuevas compras. Después pasaron al cabildo catedralicio de Sevilla como dotación para la fundación de una capilla donde ambos habrían de enterrarse. En cualquier caso, parece que ni unos ni otros consiguieron poblarlas, por más que lo intentaron. Finalmente, Samuel Sánchez (después llamado Samuel Abravanel, destacado miembro de la comunidad hebrea hispana), contador mayor del rey, permutó las tierras que Íñigo López de Orozco y su Mujer doña Teresa de Meyra habían cedido al cabildo catedralicio por 180 florines de oro. También compró al cabildo, en nombre del rey, la aldea de Chillas. Tanto una parte como la otra pasaron después a formar parte de la heredad de Blanca Enríquez.
Por su parte, la Orden de Santiago mantuvo encomienda en Mures hasta bien entrado el siglo xvi, cuando fue comprada por don Francisco de Zúñiga (otro vasco-navarro) y entregada poco después como parte de su dote a la citada Blanca Enríquez que casaba con uno de sus hijos. En esta época es cuando todos los lotes vistos hasta ahora se unen. Sin embargo, hay memoria en el pueblo de que la iglesia dedicada a María Magdalena estaba ya fundada y de que su edificio (demolido en 1800) se remontaba al s. xiv.
Sin embargo, el primer Ayuntamiento de Villamanrique se constituyó en 1574, cuatro años después de establecido el marquesado de don Álvaro Manrique y doña Blanca Enríquez sobre los territorios de Gatos, Chillas y la antigua encomienda de Santiago. La autoridad anterior debía ser el concejo de Santiago, de lo que aún queda memoria en las calles, pero desconocemos qué nivel de actividad tenía éste antes de la llegada de los Zúñiga-Enríquez, es posible que muy poco.
Caben, pues, dos posibilidades. Que el Concejo de Santiago contara, efectivamente, con una parroquia dedicada a María Magdalena; o que esa parroquia se formara o cambiara de titular con la llegada de Blanca Enríquez y los Zúñiga. A favor de la primera está la memoria del pueblo y de quienes insisten que el edificio demolido en 1800 erar un edificio tardomedieval. A favor de la segunda hipótesis está el que con Blanca Enríquez llegase a Mures una época de grandes reformas, con cuatro molinos nuevos, acondicionamiento de los caminos y comunicaciones, construcción del palacio y construcción del importante monasterio de santa María de Gracia. Un gran proyecto que gravitó entorno a una portentosa colección de reliquias, seguramente de origen familiar, entre las que destacaba una de María Magdalena. Desconocemos el origen de estas reliquias pero es posible que, al menos la de María Magdalena, se custodiase ya en Mures antes de la llegada de sus nuevos señores y que fuera, de hecho, uno de los factores que movieran al duque de Béjar a comprar las tierras dispersas de Mures, Gatos y Chillas y entregarlas a su hijo para su nueva residencia.
Hemos visto que es muy posible que a la llegada de los duques estas tierras se encontrasen prácticamente despobladas, ¿cuál podría ser la razón? La compra por parte de Samuel Abravanel de buena parte de ellas nos da la pista. Samuel Abravanel las compra cuando el conflicto por la sucesión de Enrique IV estaba abierto y cuando la guerra entre los partidarios de la unión con Portugal y los de la unión con Aragón estaba ya muy a la vista. El conflicto es apasionante y merecería un largo artículo o varios de ellos por sí solo, pero podemos avanzar que el partido “católico”, el de Isabel y Fernando, venía con Inquisición bajo el brazo y ante una posible victoria de este partido Abravanel y los suyos prepararon con sumo cuidado y antelación su posible salida forzada, su retirada. Compra tierras seguramente pobladas por familias occitanas o de esa tradición (según nuestra teoría), apoyadas o guardadas por las comunidades hebreas de la zona (Lucena del Puerto, Moguer y otros pueblos contaban con importantes juderías y Moguer incluso con señores de origen judaico), tierras que pertenecían al cabildo catedralicio, y las pone bajo señorío realengo (las cambia de jurisdicción, por así decir) facilitando con ello la posible salida. Hay que decir que la parte bajo dominio de la Orden de Santiago ya estaba estrechamente ligada al dominio realengo, aunque todavía no lo era.
La victoria del partido católico se produjo finalmente y la salida de los hebreos, de las posibles familias occitanas, de otros heterodoxos que se refugiasen en Doñana y de muchos otros partidarios de la unión con Portugal se produjo finalmente. Salieron desde Moguer hacia la “recién descubierta” América (también “descubierta” desde Moguer y por moguereños [3]) con sus familias y bienes movibles más queridos, entre ellos, libros, reliquias, relicarios, vasos, cálices, candelabros y demás tesoros. Los que no salieron en un primer momento hacia América lo hicieron hacia Portugal.
Por eso, tal vez, el relicario de santa María Magdalena de la iglesia de Villamanrique estuvo siempre vacío: porque no era sino una forma de recordar lo que en su día hubo.
Anexo: La Iglesia de Santa María Magdalena de Mures-Villamanrique
La iglesia de santa María Magdalena de Mures es un ejemplo bastante sobrio de la arquitectura religiosa española del s. xix: techos altos, espacios bien definidos, funcionalidad ante todo en una época en que se hallaba España bastante corta de todo tipo de recursos, aún de los más básicos. Se levantó en no poco tiempo, casi un siglo, y su obra se encontró interrumpida más de una y dos veces (durante todo el tiempo de la misma, altares, esculturas y mobiliario se guardaron en el monasterio vecino de Santa María de Gracia hoy extinto). Su torre hace honor al nombre de su patrona y es la torre más alta o de las más altas de la Comarca de Doñana.
Está bien orientada (los rayos de sol entran, en determinada época del año, por el vitral oeste y van a posarse junto a una imagen de María Magdalena en la cabecera alta de la iglesia), se encuentra flanqueada por una fila de palmeras y se accede a ella por una gran escalera de siete peldaños, orgullo de los manriqueños, que en la época del rocío tienen que salvar los bueyes con la carreta del simpecado a cuestas, en lo que es uno de los momento más emotivos del rocío en este pueblo.
Tiene tallas de bella factura, procedentes del extinto monasterio de santa María de Gracia, algunas sin duda obra de la escuela del gran escultor sevillano del siglo de oro, Martínez Montañez. Al menos, se conservan contratos de Beatriz de Velasco, hija de Blanca Enríquez, con esta escuela, no solo para tallar, sino también para pintar y dorar [4]. Es muy posible que el mismo altar-relicario sea obra de esta misma escuela. Desde luego es un altar de bella factura, sobrio, muy elegante. Está dividido en tres calles y dos o tres alturas.
En la calle central, ocupando el centro del retablo, podemos encontrar unas puertas doradas adornadas una con un símbolo franciscano (como altar perteneciente a un monasterio reformado de dicha orden), otra con el monograma de la Orden de santo Domingo (la familia Enríquez era de sangre Guzmana, como santo Domingo). Al abrir estas delicadas puertas encontramos un sin fin de minúsculas cajitas para guardar reliquias. En las sucesivas mudanzas, sobre todo en el transcurso del traslado del relicario del monasterio arruinado a su actual emplazamiento en el templo parroquial, muchas reliquias cambiaron de posición o incluso se perdieron, por lo que anda actualmente todo un poco embrollado. Así, por ejemplo, la que se guardaba en el busto relicario de María Siríaca-María Magdalena se perdió o se trastocó por otra, y la reliquia que contiene ahora es el cráneo de san Zenón.
Hay que aclarar que en este relicario se alude a María de Magdala por su patronímico: Siriaca. Este nombre hace referencia a la leyenda, muy extendida por los medios cistercienses, de que María de Magdala era hija de un noble descendiente de la casa real de Siria llamado Cyrus, Syrus o Siro y de una noble mujer llamada Eucharia [5]. De ahí que se la llame “Ciriaca” o “Siriaca”. La leyenda era en realidad muy antigua pero fue puesta por escrito tardíamente, tal vez cuando los monjes cistercienses trataron de poner un poco de orden en el amasijo disímil de leyendas de la santa que estaban aflorando por doquier. Posteriormente, Santiago de la Vorágine la utilizó como fuente para su “Leyenda Aúrea”, cuya popularidad acabó de fijar el prototipo de vida de María Magdalena.
El tráfico y la posesión de reliquias era una de las más importantes riquezas de los monasterios medievales y modernos. De ahí que, junto a leyendas y milagros, aflorasen también en ese s. xii infinidad de reliquias de la Virgen María y de María Magdalena. Unas eran, sin embargo, mucho más antiguas que otras: la catedral de Toledo reposa sobre la piedra que sirvió de entrada a la casa de la Virgen María, adorada posiblemente ya en época visigoda; en la catedral de Chartres se veneraba su velo desde antes de Carlomagno; Vezelay y la Sainte Baume se disputaban el honor de guardar el sepulcro de María de Magdala. De esta forma, es posible que también la iglesia medieval de Mures-Villamanrique pueda haberse levantado sobre una reliquia de María de Magdala, tal vez la que está ahora perdida, o tal vez otra que, sencillamente, recordase que aquélla tuvo culto aquí, si nuestra teoría va bien encaminada.
Por cierto que, en apoyo de la misma, no queremos dejar pasar por alto el hecho de que los Zúñiga, duques de Béjar, fuesen señores de Miranda del Castañar y de los pueblos de la Sierra de Francia. Era esta una casa tradicionalmente dedicada a la protección de exiliados occitanos que, en Castilla, fueron asentados por Alfonso X en esa zona. De hecho, Miranda del Castañar y los pueblos de la Sierra de Francia, que presentan todavía hoy una arquitectura típicamente occitana, estuvieron primero bajo la protección directa de los descendientes de Alfonso X, hasta que muerto el último señor de Miranda de esta línea, pasó el señorío a los Zúñiga. Pero esta es otra historia. (Que cuando queráis os podríamos