La devoción a María es un importante elemento en la herencia católica llegada a América.

La Basílica Nacional de la Inmaculada Concepción es el tributo que le confiere la feligresía de Estados Unidos, como reconocimiento del gran amor de los católicos de América por ella.

En Washington D.C. hay un santuario nacional en honor a la Inmaculada Concepción. Es el octavo edificio más grande del mundo y tiene capacidad para seis mil personas…
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A lo largo de sus naves tanto en el nivel principal como en la cripta se encuentran numerosas capillas y altares dedicados a las advocaciones marianas de los principales grupos nacionales y étnicos representados en los Estados Unidos.

La relación americana con María empezó hace siglos, cuando Cristóbal Colón arribó al Nuevo Mundo a bordo de una embarcación a la que bautizó Santa María.

La devoción mariana tuvo gran influencia en los católicos de Estados Unidos. Los Jesuitas franceses fueron misioneros y exploradores en el territorio de Lousiana que se extendía hacia el norte por el río Mississippi hasta Canadá. Ellos honraban a la Madre de Dios con el título de la Inmaculada. Jacques Marquette, S.J., llamó al río Missisippi el “Río de la Inmaculada Concepción” en el año 1673.

El obispo John Carroll tuvo una gran influencia para que la devoción mariana se propagara en Estados Unidos. Ordenado sacerdote en 1769, era un hombre que llevaba en su corazón una gran espiritualidad mariana. Fue elegido primer obispo de Baltimore y la sede fue formalmente establecida el 6 de noviembre de 1789. El día elegido por él para su consagración episcopal fue el día de la fiesta de La Asunción (15 de agosto de 1790), título bajo el cual la escogió como patrona de su diócesis, que en aquel tiempo incluía a todo los Estados Unidos. La catedral que el obispo Carroll comenzó, donde más tarde tuvieron lugar los muchos concilios plenarios y provinciales de Baltimore, está dedicada a La Asunción de Nuestra Señora.

La devoción a María bajo el título de la Inmaculada Concepción floreció en el siglo diecinueve. En el sexto concilio provincial de Baltimore en 1846, los obispos de Estados Unidos pidieron que la bienaventurada Virgen María bajo el título de la Inmaculada Concepción fuera nombrada patrona de la Iglesia Católica de los Estados Unidos. El decreto fue confirmado por el Papa Pío IX el siguiente año (1847). Esta decisión se confirmó cuando en 1854 fue proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción por la Iglesia Universal y también por las apariciones en Lourdes de Francia en 1858.

 

LA PROPUESTA DE CONSTRUIR UNA BASÍLICA

En 1900 el obispo Thomas J. Shahan sugirió construir una basílica nacional a María en el campus de la Universidad Católica en Washington. Pío X respaldó el proyecto, haciendo una contribución personal de cuatrocientos dólares y llamando a todos los católicos de América a apoyar la causa.

Shahan convenció a los directivos de la Universidad Católica para que donaran una parcela de tierra y encaminó una colecta para la construcción de la iglesia.

En enero de 1914 publicó una revista llamada Salve Regina en cuyas páginas Shahan construyó el entusiasmo por la basílica y reportó su progreso. En la primera edición escribió su sueño de “un monumento de amor y gratitud, un gran himno en piedra, perfecto como el arte del hombre que puede hacerlo, sagradas como las intenciones que los constructores pudieran tener.”

De todas partes del país llegaron contribuciones y cartas de aliento. El padre Bernard McKenna fue nombrado como primer rector de la basílica en 1915 y junto con Shahan trabajó en la construcción proyectada por los arquitectos Charles Maginnis Jr. y Frederick V. Murphy, de estilo bizantino-romano.

En mayo de 1920 el delegado apostólico Giovanni Bonzano bendijo el sitio para la futura basílica y el 23 de septiembre se colocó la piedra fundamental. La construcción de la cripta tuvo lugar entre 1922 y 1926. La primera misa se celebró el domingo de Pascua de 1924.

Con la Gran Depresión de 1929 y la muerte del obispo Shahan en 1932, la construcción se paralizó durante veinte años. En 1953, los obispos convocaron a la construcción de la parte superior del templo y millones de personas desde cada parroquia del país contribuyeron para la causa.

 

LA HERENCIA AMERICANA

En cada una de sus capillas y en los vidrios satinados, mosaicos, y esculturas de la Basílica Nacional, está grabada la herencia americana de devoción a María. Más que una magnífica construcción, es un testimonio viviente del lugar que la Madre de Dios tiene en los corazones y en la vida religiosa del país.

En el subsuelo se ubica la cripta, de unos sesenta y cinco por cincuenta y cinco metros con capacidad para más de cuatrocientas personas.

Su complejo piso tiene más de cuarenta mil piezas individuales de mármol de treinta y nueve variedades distintas de veinte diferentes países.

En su techo se ven símbolos que representan a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las cerámicas miniaturas de los costados de los arcos están cubiertas con símbolos de las catacumbas de la antigua Roma.

Los paneles de azulejos sobre las cincuenta y ocho columnas de la cripta nombran tradicionales oraciones marianas: Magnificat, Salve Regina, Ave María, y algunos extractos de las Letanías de Loreto.

Localizado en el centro de la cripta, el altar está dedicado a Nuestra Señora de las Catacumbas, inspiración de Mary Downes, una estudiante que sugirió que todas las mujeres llamadas María en Estados Unidos debían donar para el proyecto: más de treinta mil mujeres contribuyeron. Una estatua de María, Madre de la Humanidad, está en el centro de la sala.

 

NUMEROSAS CAPILLAS

En la Basílica el fiel tiene la opción de rezar en 70 distintas capillas y oratorios, frente a representaciones de la Virgen María en mosaicos, esculturas y otras formas que simbolizan, como indican en el sitio web de la Basílica “la diversidad de la población inmigrante de América”.

En la imagen que está en la galería del Memorial Hall hay una estola utilizada por Juan XXIII en el Concilio Vaticano II y la diadema de la coronación de Paulo VI, signos del amor y el afecto de los Estados Unidospor ambos papas.

Otras capillas conforman este verdadero complejo de culto a la Inmaculada. Entre ellas, las dedicadas a los santos americanos, la de Nuestra Señora de Bistrica, la del Fundador, la de san Pío X, las dedicadas a santa Ana, san Juan Evangelista, el Buen Pastor, san José y santa Isabel, los mártires cristianos, santas Anastasia, Perpetua y Felicitas, Cecilia, Agatha y Agnes.

La capilla de Nuestra Señora Reina de la Paz fue donada por católicos croatas, americanos y canadienses. La capilla de Nuestra Señora de Lourdes representa la famosa gruta de Francia. La capilla de san Antonio María Claret recuerda al fundador de la orden Claretiana, conocida por su prédica de la devoción al Inmaculado Corazón de María.

La iglesia guarda imágenes de la Virgen de Fátima (la segunda bóveda sobre el ala derecha) y de la Virgen de Guadalupe (la sexta bóveda sobre el ala izquierda).

En el cripta —que se encuentra en el subsuelo del edificio y en donde se ofician las misas en español— se puede disfrutar de una bella imagen de Nuestra Señora de Lourdes.

En el mismo nivel de la cripta se encuentra una tienda de objetos sacros y de devoción y una librería que cuenta con una completa colección de libros religiosos.

Los que llegan a la iglesia, además de participar de las misas en inglés y en español pueden asistir a distintas actividades y visitas guiadas.