A la medianoche del 28 de agosto de 2009, el transbordador Discovery de la NASA salía del Kennedy Space Center rumbo a la Estación Espacial Internacional (EEI). A bordo, como parte de una tripulación de siete, iba José Hernández, astronauta de origen mexicano e hijo de una familia de campesinos que por fin veía cristalizado el sueño que compartió con su padre a los 10 años.
El camino de Hernández al espacio comenzó en 1972, cuando en la televisión vio la transmisión de la última misión tripulada del hombre a la Luna, el Apollo 17. En ese entonces vivía en Stockton, California, donde sus padres, una pareja de inmigrantes mexicanos originarios de La Piedad, Michoacán, se dedicaban a la pizca de los cultivos de temporada.
El menor de cuatro hermanos asegura que nació en California por coincidencia, debido a que sus padres dividían sus estancias entre ambos países. En su sala, veía con fascinación a Gene Cernan, el último hombre que pisó la Luna, realizando un recorrido sobre el satélite, “lo miraba y luego salía (de la casa) y miraba a la Luna, volvía y veía a Gene, y dije ‘de ahí soy, eso es lo que quiero ser, quiero ser astronauta’”.
“Lo mejor que pude haber hecho ese día fue compartir el sueño con mi familia”, recuerda. “Mi papá hasta se tropezó”, cuenta, pero lo siguiente que ocurrió lo sorprendió: “se me quedó viendo y me dijo, ‘hijo, yo creo que sí puedes lograrlo, es más, si quieres lograrlo te voy a dar una receta de 5 ingredientes. Si los sigues al pie de la letra te prometo que lo harás”.
Ese fue el momento que cambió su vida, pues fueron los cimientos que lo llevaron a superar que la NASA lo rechazara en 11 ocasiones, fue hasta la doceava, en 2004, que pudo ingresar a la agencia, donde aún pasaron cinco años para poder llegar al espacio.
Hernández, ahora de 53 años, asegura que tras su largo recorrido cuenta con una fórmula del éxito y considera que su misión ahora es compartirla para que cada persona pueda “alcanzar sus estrellas”.
Seis cimientos para soportarlo todo
“Todo es posible en la vida, se vale soñar en grande”, dice el exastronauta ante la audiencia que este fin de semana llenó el escenario principal de Aula Digital, evento de la Fundación Carlos Slim que se realizó en la Ciudad de México. Vestido con el traje de la misión STS-128, en la que participó, varios niños lo escuchan sosteniendo el libro infantil que escribió: El niño que tocó las estrellas.
La fórmula del éxito de Hernández consiste en seis pasos y tres etapas para alcanzar una meta, estos pasos, asegura, puede aplicarlos cualquiera. La primera parte la adquirió esa noche de 1972, en la cocina de su casa en California cuando su padre le dijo “esta es la receta para que llegues a ser astronauta”:
- Decide lo que quieras ser en la vida
- Reconoce qué tan lejos estás de esa meta
- Haz un mapa de donde estás a donde quieres ir, eso va a ser tu guía en la vida para que llegues a tu meta
- Educación y preparación
- Siempre entrega más de lo que la gente espera de ti
“Yo agregaría una sexta”, dice, “la perseverancia, nosotros somos nuestros propios enemigos, a veces nos damos por vencidos muy rápido. Si realmente quieren luchar por algo siempre sigan intentando”.
“Ver el vaso medio lleno”
El español de Hernández está muy lejos de la solemnidad de la academia de un especialista en ciencias y frecuentemente bromea. Al contar su historia una idea predomina: no fue fácil el camino, pero sí fue divertido.
“Tomé la actitud de ver el vaso medio lleno, ser optimista, yo siempre me hacía la pregunta, ¿qué podría pasar si la NASA nunca me selecciona?”, me dije ‘voy a hacer todo lo posible para que pase, pero de lo contrario, tampoco va a pasar nada, me encanta lo que hago, aquí estamos, disfrutando la vida’”, dice en entrevista con Alto Nivel.
Mucho pasó luego de esa conversación con su padre en 1972, la secundaria la combinó siempre con el trabajo en el campo durante los fines de semana y las vacaciones. Obtuvo un título en ingeniería eléctrica de la Universidad del Pacífico de Stockton, California, carrera que para pagar combinó con múltiples trabajos: mesero, lavaplatos y lavando verdura en las fábricas procesadoras. Se decidió por esa licenciatura porque sabía que los astronautas necesitaban estudios en ciencias.
Estudió un posgrado en Santa Bárbara, California, que eventualmente lo llevó a un trabajo de tiempo completo en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore donde ayudó a co-desarrollar el primer sistema de mamografía digital de campo completo, útil para detectar cáncer de mama en etapas tempranas. Se casó y tuvo cinco hijos. Ya tenía los estudios y la experiencia, pero la aceptación de la NASA no llegaba.
“En el sexto intento recuerdo que tiré el papel de rechazo, mi esposa lo vio, le dije que ya me había dado por vencido, y me dijo, ‘no lo hagas o siempre vas a tener el gusanito, la curiosidad de qué hubiera pasado’. Reflexioné y dije, ‘tiene razón, tengo que llevar esto a término hasta que ya no vea posibilidades’”, recuerda en entrevista.
Tres etapas para tu meta
Tras su sexto rechazo, Hernández se dio cuenta que existen tres etapas para alcanzar una meta:
- Adquiere los requisitos mínimos para llegar, ¿qué estudios necesitas y qué experiencia?
- Estudia a tu competencia, ¿qué cualidades tienen?, adquiérelas
- Distínguete en forma positiva de ellos
“Me pregunté ‘¿qué tienen los que acepta la NASA que yo no tengo?, al hacer ese ejercicio miré que eran pilotos y buceadores, entonces me volví piloto y me certifiqué como maestro de rescate de buceo”, pero eso no bastó.
La ventaja llegó del otro lado del mundo. En el laboratorio de Hernández existía una propuesta abierta para científicos que quisieran viajar a Rusia a verificar que el gobierno disminuyera la producción de armas nucleares. El ingeniero no dudó en aceptarla, ya que los astronautas de la NASA que viajaban en ese momento al espacio estaban construyendo la EEI, para lo que el país cooperaba con Rusia.
“Dije, ¡hay que estudiar ruso, hay que trabajar con los rusos!, lo puse en mi CV, lo mandé a la NASA y ellos dijeron ‘sí, necesitamos gente que sepa ruso, hay que utilizarlo’”. Era 2004, Hernández era parte de la generación 19 de astronautas de la NASA y cinco años después por fin alcanzaba su sueño, salir al espacio.
Su próximo reto
Ahora como un astronauta retirado, Hernández pasa la mitad de su tiempo en San Francisco y la mitad en México donde asesora a la Universidad Popular Autónoma de Puebla (UPAEP) que abrirá en agosto la carrera de ingeniería aeroespacial.
“Tenemos proyectos para diseñar un satélite que los estudiantes van a construir y bajo un convenio con la NASA lo vamos a mandar a la EEI. Serán los estudiantes quienes lo van a operar”, explicó.
Además tiene un sueño: promover un convenio entre la Agencia Espacial Mexicana (AEM) y la NASA para que dos mexicanos, un hombre y una mujer, se formen como astronautas en la agencia estadounidense, “ahora es solo una propuesta, la idea se le ha planteado a la AEM, desgraciadamente tiene un presupuesto muy pequeño. Si el gobierno no apoya, no se puede hacer, pero hay que seguir cabildeando la idea”.
El ingeniero tiene los ojos puestos en el panorama político de Estados Unidos y la esperanza en que a futuro la reforma inmigratoria sea una realidad. “Cualquier país que tiene más de 11 millones de personas indocumentadas tiene que reconocer que hay un problema para el cual se necesita una reforma y es lo que estamos tratando de lograr, espero que gane Hillary Clinton y que podamos estar ahí cabildeando, ella ya se ha prestado a decir que está a favor de una reforma”, dijo.
También aprovecha el tiempo como corredor, hasta ahora ha corrido 11 maratones y busca participar en más.
-¿Hay algo que aún quiera hacer?
-Escalar el Everest
-¿Y lo va a hacer?
-Aún no lo sé, tengo cero experiencia como alpinista, pero estoy con la tentación.