Fue un importante colaborador de Julio César durante la Guerra de las Galias y la Guerra Civil. Gobernó Italia con escaso acierto durante la ausencia de César en 47 a. C., y fue postergado hasta su nombramiento como magister equitum y cónsul, junto con el propio dictador, para el año 44 a. C., en que se produciría su asesinato. Tras producirse éste, Antonio pactó hábilmente con los proclamados Libertadores, que serían amnistiados a cambio de confirmar los acta Caesaris, es decir, la legislación promulgada y los magistrados nombrados por Julio César. Convertido así en el hombre fuerte de la República, se hizo con el tesoro y los papeles de César, y casi de inmediato lanzó al pueblo romano contra los asesinos del dictador, buscando monopolizar el poder.[2] Sin embargo, su intento chocó con la llegada del ambicioso hijo adoptivo de César, Octavio. Al acabar el año 44 a. C., se dirigió a la Galia Cisalpina para hacerse cargo de su gobierno, que el cónsul Bruto se negó a entregarle. El Senado declaró a Antonio enemigo público, y encargó su eliminación a Octaviano. Derrotado en la Guerra de Módena, pudo rehacer sus posiciones, no tardando en recibir ayuda de otro importante cesariano, Lépido. Finalmente, ambos pactaron con Octaviano el Segundo Triunvirato (43 a. C.) contra la facción senatorial, lo que llevó a su entrada en Roma, seguida de una terrible proscripción y de una nueva guerra civil, en esta ocasión contra los asesinos de César, finalmente derrotados en la doble Batalla de Filipos, en 42 a. C.
Tras la victoria, Antonio recibió el control de las provincias orientales del Imperio, entrando en relaciones con la reina Cleopatra VII de Egipto y combatiendo a los partos. La Guerra de Perusa alteró la paz entre los triunviros, y aunque se renovó el pacto en 37 a. C., Antonio fue desentendiéndose cada vez más de los asuntos de Roma, centrándose en sus campañas contra Partia y Armenia, mientras Octavio se concentraba en derrotar a Sexto Pompeyo. Rota al fin la alianza en 33 a. C. y, apartado Lépido de la escena, las disensiones entre Octavio y Marco Antonio se trocaron en abierta guerra civil en el año 31 a. C. Marco Antonio, aliado con la reina Cleopatra VII de Egipto, fue finalmente derrotado en la batalla naval de Actium, en 31 a. C. De regreso a Alejandría, fue incapaz de hacer frente a las fuerzas del futuro Augusto, suicidándose apenas un año después de su derrota.
Marco Antonio era sobrino segundo de Julio César por parte de su madre, Julia Caesaris, que era prima carnal de Julio César. Su padre murió a una temprana edad, dejando a Marco Antonio, junto con sus hermanos Lucio y Cayo, al cuidado de su madre. Julia Antonia[3] se casó después con Publio Cornelio Léntulo Sura, un político acusado de estar involucrado en la conjura de Catilina (63 a. C.). Por este motivo Cicerón ordenó su ejecución, lo que originó la enemistad entre Antonio y el célebre orador.
La vida temprana de Marco Antonio se caracterizó por la falta de una adecuada orientación paterna. De acuerdo con historiadores como Plutarco, pasó sus años de adolescencia vagando por Roma con sus hermanos y amigos. Juntos se embarcaron en una clase de vida rebelde y despreocupada, frecuentando casas de apuestas, dándose a la bebida y viéndose involucrados en escándalos amorosos. Plutarco menciona el rumor de que antes de cumplir los veinte años de edad Antonio ya estaba endeudado, debiendo unos 250 talentos (6 millones de sestercios), aunque asumidos por su amigo Escribonio Curión. Asimismo, hacia el año 59 a. C. entró en contacto con el círculo del polémico Publio Clodio Pulcro y sus bandas callejeras.
Después de este periodo de imprudencias, Antonio huyó a Grecia hacia el año 58 a. C. para escapar de sus acreedores. Tras un breve periodo invertido en asistir a las clases de los filósofos en Atenas, donde aprendió retórica como solían hacer otros jóvenes nobles romanos de su época, fue convocado por Aulo Gabinio, procónsul de Siria, para participar en la campaña contra Aristóbulo de Judea, obteniendo su primera distinción militar por ser el primero en asaltar una fortificación judía. Posteriormente participó en la campaña militar de Gabinio en el 55 a. C. para restablecer en el trono de Egipto a Ptolomeo Auletes, en la cual demostró su talento como prefecto ecuestre (comandante de la caballería), destacando por su valentía y coraje en la toma de Pelusio. Fue en esta ocasión cuando conoció Egipto, Alejandría, y a la princesa Cleopatra por primera vez.
La influencia de Clodio y de Curión acercaron a Marco Antonio al partido de Julio César, rival de Pompeyo y del Senado romano. En el año 54 a. C. Marco Antonio entró a formar parte del mando del ejército de Julio César en las Galias, probando de nuevo su competente liderazgo militar en la guerra de las Galias y destacando en el doble asedio de Alesia, aunque su personalidad provocaba conflictos continuamente, donde quiera que fuese; César mismo llegó a decir que su conducta le hacía irritar frecuentemente.
Sin embargo, la influencia de César le valió los cargos de cuestor (52 a. C.), augur (50 a. C.), cargo que ocuparía hasta su muerte, y tribuno de la plebe (49 a. C.), y siempre apoyó la causa de su protector con gran energía. Cuando los dos mandatos proconsulares de César expiraron (al cabo de 10 años), el general quiso retornar a Roma para las elecciones consulares. Pero la facción conservadora del Senado romano, liderada por Pompeyo, exigió a César que renunciara previamente a su proconsulado y a la dirección de su ejército antes de obtener el permiso para solicitar su reelección en el consulado. César no podía permitir esto, ya que pretendía continuar las acciones que iniciara en su mandato de procónsul; además, en ese caso, pasaría a ser (entre el final de su proconsulado y su segundo consulado) un ciudadano privado, lo cual podría dejarle a merced de las tropas de Pompeyo.
Antonio sugirió entonces que todos los comandantes que compartían el mismo imperium entregaran el mando, pero la idea fue rechazada, y cuando Antonio recurrió a las amenazas y a sembrar el descontento, fue finalmente expulsado del Senado. De esta forma, Antonio huyó de Roma, uniéndose a César, que había dejado su ejército acampado a orillas del Rubicón, el arroyo que marcaba el límite meridional de su autoridad proconsular. Con todas las esperanzas de hallar una solución pacífica desvanecidas tras la salida de Antonio del Senado, César usó como excusa la figura de Antonio como tribuno de la plebe, y por tanto intocable aún para el Senado, para ordenar el cruce del río y la marcha de su ejército hacia Roma, comenzando así la última guerra civil. Durante esta contienda, Antonio fue el segundo al mando de César; en todas las batallas contra los pompeyanos, Antonio dirigió el ala izquierda del ejército, prueba evidente de la confianza de César en él.
Con César como dictador, Antonio fue nombrado magister equitum, siendo la mano derecha del dictador y permaneciendo como administrador de Italia (47 a. C.), mientras César luchaba contra los últimos pompeyanos, quienes se habían refugiado en África. Pero las habilidades de Antonio como administrador fueron un pobre reflejo de las que poseía como general, aferrándose a la oportunidad de satisfacer sus más extravagantes excesos (como la compañía de la actriz liberta Cytheris), que quedaron reflejados por Cicerón en sus Filípicas. En el año 46 a. C. Antonio se ofendió cuando César le insistió que pagara las propiedades de Pompeyo que Antonio había simulado comprar, ya que en verdad se había apropiado simplemente de ellas. Los problemas pronto surgieron y, como en otras ocasiones anteriores, Antonio recurrió de nuevo a la violencia: cientos de ciudadanos fueron asesinados, mientras la ciudad de Roma caía en un estado de anarquía. César mostró su gran disgusto por todo este asunto, y relevó a Antonio de todas sus responsabilidades políticas. Ambos dejaron de verse durante dos años, si bien el distanciamiento no fue muy continuado: Antonio se reunió con el dictador en Narbona (45 a. C.), rechazando la propuesta de Trebonio para que se uniera a la conspiración que ya estaba en marcha. La reconciliación definitiva llegó en 44 a. C., cuando Antonio fue elegido colega de César durante el quinto consulado del dictador, como parte del incipiente plan de César para conquistar el Imperio Parto, dejando en Roma al nuevo y leal cónsul.
Cualesquiera que fuesen los problemas surgidos entre ellos, Antonio permaneció fiel a César en todo momento. En febrero de 44 a. C., durante las fiestas lupercales (15 de febrero), Antonio ofreció públicamente una diadema a César. Este hecho poseía un significado preciso: la diadema era un símbolo propio de un rey, y César, al rechazarla, demostraba que no estaba interesado en asumir el trono de Roma.
En los idus de marzo (15 de marzo) de ese mismo año, César fue asesinado por un grupo de senadores, liderados por Cayo Casio Longino y Marco Junio Bruto, mientras Antonio era entretenido en la habitación contigua. Bruto rechazó la sugerencia de Casio para acabar también con la vida de Antonio, alegando que su objetivo había sido librarse del César, mientras que acabar con un magistrado electo legítimamente significaría un varapalo para la causa republicana.
En el consiguiente alboroto que despertó este crimen en Roma, Antonio escapó de la ciudad vestido como un esclavo, temiendo que el asesinato del César fuera el inicio de un baño de sangre contra todos sus partidarios. Cuando comprobó que esto no sucedía, regresó a Roma, concertando una tregua con la facción de los asesinos. En ese momento Antonio, como cónsul restante nombrado para ese año, simuló perseguir la paz y el final de la tensión política, a la vez que trataba de afianzarse como líder del partido cesariano por encima de Lépido, cuyas tropas ocuparon el Foro el 16 de marzo. Tras un discurso de Cicerón pronunciado ante el Senado, reunido en el templo de Tellus a iniciativa de Antonio el día 17 de marzo, se concedió una amnistía a todos los conjurados, a la vez que se aprobaba un funeral en honor del César.
El día 20 de marzo aconteció el funeral de César, en el cual Antonio, como su fiel segundo en el mando, compañero, colega consular y pariente, fue el lógico elegido para recitar la elegía del funeral. Durante su discurso enumeró las gestas de César y las concesiones en su testamento en favor del pueblo romano, para acabar vertiendo sus acusaciones respecto al asesinato de César, afirmando así su distanciamiento con los conjurados. Mostrando un gran talento para la retórica y la interpretación dramática, Antonio asió la toga del cuerpo de César para mostrar a la muchedumbre las marcas de sus veintitrés heridas. De esta forma, esa misma noche el pueblo romano atacó las casas de los conjurados, obligándoles a huir para salvar sus vidas y lamentando no haber acabado con el cónsul.
La posición de Antonio se vio fortalecida hasta tal punto que Calpurnia, la viuda de César, llegó a hacerle entrega de los documentos personales del César y a confiarle la custodia de sus bienes, valorados en 4.000 talentos. También consiguió el apoyo de los veteranos de César tras viajar a Campania, donde habían sido asentados en premio a su lealtad tras las campañas cesarianas, y animarlos a defender la obra de César frente a sus enemigos. Rodeado así de una guardia de veteranos, Antonio obligó al Senado a entregarle la provincia de la Galia Cisalpina, que era en ese momento administrada por Décimo Junio Bruto Albino, uno de los conspiradores. Pretendía de esta forma trasladar las legiones allí establecidas hacia Macedonia para preparar un ataque contra el Imperio parto. Bruto rehusó entregar la provincia, por lo que Antonio se dispuso a atacarle en octubre del 44 a. C.
Denario emitido por Marco Antonio para pagar a sus legiones. En el reverso, el emblema de su Tercera Legión.
La muerte de César había dejado un gran vacío en la vida política de Roma. La República estaba agonizando, y de nuevo otra guerra civil había comenzado. Fue entonces cuando Cayo Octavio Turino, sobrino-nieto y a la vez hijo adoptivo de César, llegó en marzo a Brundisium desde Iliria, reclamando la herencia de su padre adoptivo, que consistía en tres cuartas partes de los bienes de César, según estipulaba en su último testamento. Tras rechazar los consejos de su madre y su padrastro Marcio Filipo para que rechazara la adopción y la herencia, Octavio obtuvo el apoyo del Senado romano y de Cicerón, a la vez que las tropas veteranas del dictador se reunieron en torno a su bandera. Octavio se mostraba así muy dispuesto a luchar por el poder con los otros principales aspirantes: Lépido y el propio Antonio.
Tras un primer encuentro amistoso con Antonio a finales de abril del 44 a. C. en Roma, en el cual Octavio le reprochó no haber perseguido a los conjurados, las desavenencias surgieron pronto cuando Octavio trató de atraerse a los veteranos campanienses. Antonio, quien se hallaba en Brundisium desde octubre para hacerse cargo de las legiones procedentes de Macedonia necesarias para atacar la Galia Cisalpina, comprendió el interés de su rival por desacreditarle ante las tropas, y regresó a Roma con una legión gala, sólo para comprobar que Octavio se le había adelantado marchando hacia la Cisalpina con dos legiones.
Cuando Antonio se dispuso a tomar el mando de la Cisalpina, Bruto se negó a entregársela, refugiándose en Mutina, ciudad que Antonio comenzó a sitiar. El Senado no tardó en aprobar la conducta de Bruto, y Antonio fue declarado hostis rei publicae. Octavio, en calidad de propretor, llegó con los cónsulesAulo Hircio y Cayo Vibio Pansa. en ayuda de los sitiados, derrotando a Antonio en Forum Gallum y en Mutina (abril del 43 a. C.). No obstante, la muerte de ambos cónsules en la batalla aumentó el recelo del Senado hacia Octavio, quien, irritado ante la negativa del Senado para concederle un triunfo y con el compromiso con Décimo Bruto para que mandase las tropas por encima de él, entró en Roma con ocho legiones bajo su mando, obligando al Senado a otorgarle el consulado (19 de agosto). Consiguió la promulgación de una lex curiata que confirmó la adopción que hiciera César, pasando Octavio a llamarse Cayo Julio César, mientras que sus rivales le conocieron desde ese momento por el hiriente diminutivo de Octaviano. Entre tanto, Décimo Bruto huyó en pos de Marco Bruto hacia Macedonia al comprender que no figuraba en los planes de Octaviano, siendo asesinado durante el viaje. Por su parte, Antonio escapó a la Galia Cisalpina, realizando un intercambio con Lépido y marchando hacia Roma con una gran fuerza de infantería y caballería.
Ante el avance del ejército de Antonio, Octaviano traicionó finalmente al partido senatorial, consciente de que los asesinos de César esperaban en Macedonia una guerra en Italia para abalanzarse sobre el exhausto vencedor, por lo que llegó a un acuerdo con Antonio y Lépido. Los tres líderes se encontraron en Bononia el 11 de noviembre del 43 a. C., adoptando el título de Triumviri rei publicae constituendae[4] como gobernantes colegiados y aliados con potestad consular. La Galia Cisalpina fue adjudicada a Antonio, Hispania y la Galia Narbonense a Lépido, y África, Cerdeña y Sicilia, a Octaviano.
Los Triunviros para la organización del pueblo obtuvieron reconocimiento oficial mediante la Lex Titia, aprobada por la Asamblea el 23 de noviembre del 43 a. C., la cual otorgaba virtualmente todos los poderes a los triunviros durante un periodo de cinco años. Para fortalecer la alianza, Octaviano se casó con Clodia, la hijastra de Antonio. Necesitados de fondos para sufragar la guerra contra los conjurados, los triunviros comenzaron entonces a perseguir a la facción de los asesinos de César, que habían huido hacia el Este, así como a ejecutar a los partidarios de la conjura que aún permanecían en Roma, desencadenando una ola de terror en la ciudad el 1 de enero del año 42 a. C.: proscripciones, confiscaciones y ejecuciones se convirtieron en la norma general de aquellos días, siendo asesinados incluso algunos de los más nobles ciudadanos. Unos 2000 caballeros y 160 senadores fueron ejecutados, siendo Cicerón la víctima más destacada en esta vorágine, pese al apoyo brindado a Octaviano, quien consintió su ejecución tras ser capturado al tratar de escapar. Antonio y su esposa Fulvia no perdonaron las acusaciones pasadas de Cicerón, vengándose con su cuerpo: sus manos y cabeza fueron enviadas a la Rostra, con su lengua atravesada por las horquillas doradas de Fulvia. Finalmente, tras la doble batalla de Filipos (libradas el 3 y el 23 de octubre del 42 a. C.) y el suicidio de Casio y Bruto, los partidos senatorial y republicano fueron aniquilados: nadie más debía desafiar el poder del Triunvirato.
El reparto del mundo romano y la guerra de Perusa[editar]
Con el panorama militar y político aclarado, los triunviros dividieron el mundo romano entre ellos. Lépido tomó el control de las provincias occidentales, mientras Octaviano permaneció en Italia con la responsabilidad de asentar a los veteranos de guerra y proporcionarles tierras, una tarea fundamental ya que la lealtad de las legiones pasaba por cumplir este compromiso. Marco Antonio se dirigió a las provincias orientales, para pacificar otra revuelta acaecida en Judea, y con la idea de atacar al imperio parto, un plan ideado previamente por César. Durante su viaje a Oriente, se encontró con la reina Cleopatra VII de Egipto en Tarsos (41 a. C.), tras lo cual ambos se convirtieron en amantes. Antonio pasó el invierno de ese año en su compañía, en Alejandría.
Mientras tanto, en Italia la situación no estaba resuelta del todo. La administración de Octaviano no era satisfactoria, con el riesgo que existía de producirse una revuelta. Por otro lado, Octaviano se divorció de Clodia, la hijastra de Antonio, dándole la curiosa excusa de que le resultaba molesta. La líder de la revuelta en ciernes fue Fulvia, la esposa de Antonio, una mujer que figura en la Historia como de tempestuoso carácter y de gran ambición política. Temiendo por la posición política de su marido y disgustada por el tratamiento recibido por su hija, fue ayudada por su cuñado Lucio Antonio para reclutar ocho legiones con su propio patrimonio. Su ejército invadió Roma, llegando a ser un verdadero problema para Octaviano. Sin embargo, en el invierno del 41-40 a. C., Fulvia fue sitiada en Perusia, siendo obligada a rendirse por hambre. Fue entonces exiliada a Sición, en Grecia, donde enfermó y murió aguardando la vuelta de Antonio.
La muerte de Fulvia fue providencial, ya que la nueva reconciliación entre los triunviros fue en gran parte cimentada en el matrimonio de Antonio con Octavia, la hermana de Octaviano, en octubre del 40 a. C. Antonio se vio obligado a arreglar sus conflictos con Octavio casándose con ella. Octavia era una hermosa e inteligente mujer que había enviudado recientemente y tenía tres niños de su primera unión. El mundo romano fue nuevamente dividido, asignando esta vez África a Lépido, las provincias occidentales a Octaviano, y el Oriente a Antonio. Este pacto, conocido como el Tratado de Brundisium, reforzó el triunvirato, y permitió a Antonio empezar a preparar su tan ansiada campaña contra los partos.
Con este objetivo militar en mente, Antonio navegó hacia Grecia con su nueva esposa, donde allí se comportó de la manera más extravagante, asumiendo los atributos del dios Dioniso (39 a. C.). Pero la rebelión en Sicilia de Sexto Pompeyo, hijo de Pompeyo y último defensor de la causa de su padre, hizo que el ejército prometido a Antonio en su campaña oriental tuviera que permanecer en Italia. Con sus planes de nuevo frustrados, Antonio y Octaviano se distanciaron de nuevo. Esta vez fue necesaria la ayuda de Octavia para firmar un nuevo tratado en Tarentum (38 a. C.), por el cual el triunvirato fue renovado de nuevo por un periodo de cinco años (finalizando así en el 33 a. C.), volviendo a prometer Octaviano el envío de nuevas legiones a Oriente.
Pero Antonio era escéptico en cuanto al apoyo de Octaviano en su campaña parta, de manera que, dejando a Octavia en Roma, embarazada de su segunda hija (Antonia Menor), navegó hacia Alejandría. Allí se reunió con su antigua amante Cleopatra, madre de sus dos hijos mellizos, quien le prestó el dinero necesario para reunir un ejército con el que emprender la campaña parta.
Tras reunir un importante ejército, estimado en unos 120 000 combatientes, incluyendo 60 000 legionarios y 10 000 jinetes,[5] Marco Antonio llevó a cabo el plan de ataque, que consistía en invadir el territorio parto, no directamente a través de Mesopotamia, sino internándose en Armenia siguiendo el Éufrates y pasando por Arzen, para someterla y contar así con la obligada ayuda del rey armenio Artavasdes. Sin embargo, Antonio cometió el error de no dejar guarniciones en el territorio armenio, ante lo cual Artavasdes cambió de bando cuando Antonio se dirigió a la capital de la Media Atropatene, Fraaspa (la actual Takht-i Suleiman). Los jinetes partos hostigaron las líneas de abastecimiento de Antonio, dejándole sin suministros y medios de asalto para las fortalezas que había de conquistar. Ante esta situación, Antonio decidió regresar a Siria siguiendo el río Aras a través de Armenia en pleno invierno, retirada que fue honrosamente cubierta por los honderos y los veteranos de su ejército, y que sufrieron muchas bajas por ello. En total Antonio perdió unos 30 000 hombres, la cuarta parte de todo su ejército, muchos de ellos veteranos difíciles de reemplazar.
Mientras tanto, en Roma, el triunvirato estaba a punto de llegar a su fin. Lépido fue obligado a renunciar al cargo tras una maniobra política desafortunada, y Octaviano, solo ahora en el poder en Roma, se ocupó de poner a la tradicional aristocracia romana de su parte, contrayendo matrimonio con Livia.
Ante la petición de Antonio (recurriendo al tratado de Tarento) para que le suministrara veteranos de las legiones establecidas en la Galia tras las importantes bajas sufridas en la campaña parta, Octaviano vio por fin la oportunidad de dejar a su rival político en una difícil situación: accedió a devolverle la mitad de la flota que había precisado para vencer a los piratas de Sexto Pompeyo (una flota inútil para la campaña parta), y le envió tan sólo 2000 veteranos, junto con Octavia. Al ver el escaso contingente enviado por Octaviano, Antonio comprendió que sus intenciones pasaban por iniciar un nuevo conflicto civil, por lo que aceptó las escasas tropas recibidas y repudió a su esposa, enviándola de vuelta a Roma.
De esta forma, Octaviano obtuvo la excusa que buscaba y que había provocado, y empezó a acusar a Antonio para así alejarlo cada vez más del poder político, argumentando que Antonio era un hombre de moral baja, y que había abandonado a su fiel esposa y a su hijos para estar con la promiscua reina de Egipto. Entre todas estas acusaciones, quizás la más grave a los ojos del pueblo fuera la de que Antonio se alejaba de las costumbres romanas y se inclinaba hacia los gustos orientales, un grave crimen para el orgulloso pueblo romano.
La campaña armenia y las donaciones de Alejandría[editar]
En Oriente, y de nuevo con dinero egipcio, Antonio invadió Armenia en represalia por la deslealtad de Artavasdes, siendo esta vez una campaña victoriosa al capturar al rey armenio y anexionarse parte de su reino. A su regreso a Alejandría, realizó una parodia de triunfo por las calles alejandrinas, siendo considerada como una burla de la más importante celebración militar romana. Al final de este evento, la población entera de la ciudad fue convocada para escuchar una importante declaración política: rodeado por Cleopatra y sus hijos, Antonio proclamó que declaraba disuelta su alianza con Octaviano, a la vez que distribuía varios territorios entre sus hijos. Alejandro Helios fue nombrado rey de Armenia y de Partia (aún por conquistar), su melliza Cleopatra Selene obtuvo Cirenaica y Libia, y al joven Ptolomeo Filadelfo se le adjudicó Siria y Cilicia. En cuanto a Cleopatra, fue nombrada Reina de Reyes y Reina de Egipto y Chipre, gobernando junto a Cesarión (Ptolomeo César, hijo de Cleopatra y de César) como corregente y subordinado a su madre, y que fue también nombrado Rey de Reyes y Rey de Egipto, a la vez que se le anunciaba como el hijo y heredero legítimo de César. Estas proclamaciones fueron conocidas como las Donaciones de Alejandría, y fueron la causa de la ruptura definitiva en las relaciones de Antonio con Roma.
Para Octaviano, el hecho de que Antonio distribuyera territorios entre sus propios descendientes (aunque fueran insignificantes o no conquistados aún) no había sido una maniobra que pudiera considerar precisamente como pacífica, pero lo que más le inquietaba era el hecho de que Cesarión hubiera sido anunciado como el hijo legítimo de César y su heredero. El poder de Octaviano descansaba fundamentalmente en el hecho de ser considerado como el heredero de César por adopción, lo cual le garantizaba el necesario apoyo del pueblo romano y la lealtad de las legiones. El hecho de que su ventajosa posición al frente de Roma fuera puesta en peligro por un simple niño engendrado por la mujer más rica del mundo era algo que Octaviano no podía permitir. De esta forma, cuando el triunvirato expiró el último día del año 33 a. C., no fue renovado. Otra guerra civil estaba a punto de producirse.
Entre el 33 al 32 a. C. se desató una auténtica guerra propagandística en la arena política de Roma, con acusaciones lanzadas entre ambos bandos. Desde Egipto, Antonio anunció su divorcio de Octavia, acusando a su hermano de advenedizo, de usurpador del poder político y de falsificar los documentos de adopción de Julio César. Octaviano replicó con cargos de traición contra Antonio: controlar ilegalmente provincias que deberían haber sido asignadas a otros cargos como dictaba la tradición romana, e iniciar guerras contra otras naciones (Partia y Armenia) sin el permiso del Senado. Antonio fue también señalado como responsable de la ejecución de Sexto Pompeyo, que había sido capturado el año 35 a. C. en Mileto, en la zona de influencia de Antonio, y ejecutado sin juicio pese a ser ciudadano romano. Finalmente, Octaviano logró hacerse con el testamento de Antonio, guardado por las vestales, en el cual se ratificaban los temores de Octaviano tal como los presentó ante el pueblo, haciendo ver que Antonio quería reinar junto con Cleopatra en los territorios orientales romanos a toda costa, constituyendo una grave amenaza para el estado romano. De esta forma, en el año 32 a. C. el Senado despojó a Antonio de sus poderes y declaró la guerra a Cleopatra.
La guerra dio comienzo finalmente en el 31 a. C. El hábil Marco Vipsanio Agripa, leal comandante a las órdenes de Octaviano, consiguió tomar la importante ciudad y puerto griego de Metone, fiel a Antonio, asegurándose así un importante puerto en el Peloponeso que amenazara las intenciones de Antonio por controlar la importante Vía Egnatia. La gran popularidad de Octaviano y sus legiones causó la defección de Cirenaica y Grecia hacia su bando. Finalmente, tras una serie de operaciones terrestres, Octaviano bloqueó a Antonio y le obligó a entablar combate en el mar. El 2 de septiembre se libró la batalla naval de Actium, en la cual la flota de Antonio y Cleopatra fue vencida por la de Octaviano, retirándose ambos con sus navíos restantes de vuelta a Alejandría.
Octaviano, ahora ya próximo a obtener el poder absoluto, no tenía intención de dejarle un momento de paz, y a finales de julio del año 30 a. C., asistido por Agripa, invadió Egipto. Sin otro lugar donde poder refugiarse, Antonio trató inútilmente de hacer frente a la invasión con sus once legiones, que desertaron el día 1 de agosto tras un día de resistencia tan sólo. Obligado por las circunstancias, y en la creencia de que Cleopatra se había suicidado previamente, Antonio optó por el suicidio, arrojándose sobre su propia espada, aunque sería llevado aún con vida ante su amante, muriendo en sus brazos. Pocos días más tarde, ante la deshonra que suponía desfilar encadenada en el triunfo de Octaviano, Cleopatra se suicidó mediante la muerte ritual por mordedura de áspid.
Con la muerte de Antonio, Octaviano se convirtió en el gobernante incuestionable de Roma, y nadie más se atrevió a alzarse en su contra. En los años siguientes Octaviano, conocido como Caesar Augustus desde el año 27 a. C., procedió a acumular en su persona todos los cargos administrativos, políticos y militares. Cuando Augusto murió en el año 14, todos sus poderes políticos pasaron a su hijo adoptivo, Tiberio, comenzando así el Principado romano.
El ascenso de César y la subsiguiente guerra civil entre sus dos partidarios más poderosos acabó eficazmente con la credibilidad en la oligarquía romana como forma de gobierno, y afirmó el hecho de que todas las futuras disputas por el poder se centrarían más sobre dos (o pocos más) individuos que lograrían el control supremo del gobierno, que sobre un individuo en conflicto con el Senado. De este modo, Antonio, como partidario clave de César y como uno de los dos hombres sobre los cuales el poder recayó tras el asesinato de César, fue uno de los tres hombres directamente responsables del final de la República romana.
...tenía la barba poblada, la frente espaciosa, la nariz aguileña, de modo que su aspecto en lo varonil parecía tener cierta semejanza con los retratos de Hércules pintados y esculpidos (...) procuraba él mismo acreditarlo con su modo de vestir, porque cuando había de mostrarse en público llevaba la túnica ceñida por las caderas, tomaba una grande espada y se cubría de un saco de los más groseros. Aún las cosas que chocaban en los demás, su aire jactancioso, sus bufonadas, el beber ante todo el mundo, sentarse en público a tomar un bocado con cualquiera y comer el rancho militar, no se puede decir cuánto contribuían a ganarle el amor y afición del soldado. Hasta para los amores tenía gracia, y era otro de los medios de que sacaba partido, terciando en los amores de sus amigos y contestando festivamente a los que se chanceaban con él acerca de los suyos. Su liberalidad y el no dar con mano encogida o escasa para socorrer a los soldados y a sus amigos fue en él un eficaz principio para el poder, y después de adquirido le sirvió en gran manera para aumentarlo, a pesar de los millares de faltas que hubieran debido echarlo por tierra (...) con sus distracciones no cuidaba de dar oídos a los que sufrían injusticias, trataba mal a los que iban a hablarle, y no corrían buenas voces en cuanto a abstenerse de las mujeres ajenas (...) cometió mayores violencias según el mayor poder que tenía...
Matrimonio con Antonia Híbrida (prima carnal); de acuerdo a Plutarco, Antonio expulsó a su prima fuera de su casa por ser la amante de su amigo, el tribuno Publio Cornelio Dolabela. Sin embargo, no es conocido si se divorciaron o ella murió, antes del siguiente matrimonio de Antonio con Fulvia.
1. 1 Crónicas 16:36: Bendito sea Jehová Dios de Israel, De ETERNIDAD a ETERNIDAD. Y dijo todo el pueblo, Amén, y alabó a Jehová.
2. Nehemías 9:5: Y dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: Levantaos, bendecid a Jehová vuestro Dios desde la ETERNIDAD hasta la ETERNIDAD; y bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza.
3. Salmos 103:17: Mas la misericordia de Jehová es desde la ETERNIDAD y hasta la ETERNIDAD sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de los hijos;
4. Salmos 106:48: Bendito Jehová Dios de Israel, Desde la ETERNIDAD y hasta la ETERNIDAD; Y diga todo el pueblo, Amén. Aleluya.
5. Eclesiastés 3:11: Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto ETERNIDAD en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
6. Isaías 57:15: Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la ETERNIDAD, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
COMPAREN CON CRISTO
NO ES DESDE LA ETERNIDAD, SINO QUE TIENE UN PRINCIPIO, PORQUE OBVIAMENTE NO TUVO PREEXISTENCIA COMO NOS ENGAÑAN LOS PAGANOS QUE QUIEREN PUENTEAR AL TODOPODEROSO.
9. 2 Pedro 3:18: Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la ETERNIDAD. Amén.
13. Hebreos 13:8: Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y POR LOS SIGLOS.
AYER=TUVO PRINCIPIO
HOY
POR LOS SIGLOS=ETERNIDAD.
NO ES COMO EL PADRE QUE ES DESDE LA ETERNIDAD Y HASTA LA ETERNIDAD.
JESUCRISTO SI ESTA EN FUNCION A LAS AGUJAS DEL RELOJ
Aunque la leyenda del mapa está en inglés muestra con claridad los territorios colonizados por Inglaterra durante el siglo XVII. El primero de ellos había sido Virginia, descubierta por Walter Raleigh(hacia 1552-1618) en 1584 y donde se fundó el primer asentamiento inglés en los futuros Estados Unidos, la ciudad de Jamestown en 1607. Su nombre de Virginia se lo puso Raleigh en honor de la reina Isabel I de Inglaterra(1533-1603) que era conocida como "la reina virgen" ya que nunca se casó. En amarillo tenemos las colonias que formarían la Confederación de Nueva Inglaterra, donde se desarrollará la vida del capitán William Kidd, uno de los protagonistas de nuestro relato (imagen procedente dehttp://historiadoreshistericos.wordpress.com )
Aunque la leyenda del mapa está en inglés muestra con claridad los territorios colonizados por Inglaterra durante el siglo XVII. El primero de ellos había sido Virginia, descubierta por Walter Raleigh(hacia 1552-1618) en 1584 y donde se fundó el primer asentamiento inglés en los futuros Estados Unidos, la ciudad de Jamestown en 1607. Su nombre de Virginia se lo puso Raleigh en honor de la reina Isabel I de Inglaterra(1533-1603) que era conocida como "la reina virgen" ya que nunca se casó. En amarillo tenemos las colonias que formarían la Confederación de Nueva Inglaterra, donde se desarrollará la vida del capitán William Kidd, uno de los protagonistas de nuestro relato (imagen procedente dehttp://historiadoreshistericos.wordpress.com )
On March 19, 2109 The Galaxy reported that China was close to launching its “artificial sun” promising a future of ‘limitless clean energy –a Chinese “Green New Deal”. Unlike nuclear fission, fusion emits no greenhouse gases and carries less risk of accidents or the theft of atomic material.
The current Experimental Advanced Superconducting Tokamak (EAST) reactor in Hefei has created temperatures as hot as the interior of the sun. In November, it became the first facility in the world to generate 100 million degrees Celsius (212 million Fahrenheit)—six times as hot as the sun’s core. These mind-boggling temperatures are crucial to achieving sustainable nuclear fusion reactions, which promise an inexhaustible energy source.
“The artificial sun’s plasma is mainly composed of electrons and ions and the country’s existing Tokamak devices have achieved an electron temperature of over 100 million degrees C in its core plasma, and an ion temperature of 50 million C, and it is the ion that generates energy in the device,” said Dr Duan Xuru, an official at the China National Nuclear Corporation, according to China’s Global Times.
HL-2M Tokamak is expected to increase the electricity intensity from one mega amperes to three mega amperes, an important step to achieve nuclear fusion, a spokesperson surnamed Liu with the press office of the Southwestern Institute of Physics (SWIP), affiliated with China National Nuclear Corporation, told the Global Times.
For instance, the deuterium (also known as heavy hydrogen) extracted from one liter of seawater releases the energy equivalent of burning 300 liters of gasoline in a complete fusion reaction, Liu said.
The “artificial sun” aims to release nuclear fusion in the same way as the sun by using deuterium and tritium (radioactive hydrogen-3), and finally generate electricity. It is clean energy that will not generate waste, which makes it ideal for people to use in the future, Liu said.
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Escultura romana de Cleopatra con una diadema real, de mediados del siglo i a. C. (época de sus visitas a Roma en 46-44 a. C.) encontrada en una villa italiana en la Vía Apia, actualmente expuesta en el Altes Museum.123n 1
En 58 a. C. presuntamente acompañó a su padre, Ptolomeo XII, durante su exilio en Roma tras una revuelta en Egipto (para entonces un Estado cliente de Roma), lo que permitió que su hermana mayor, Berenice IV, reclamara el trono de Ptolomeo. Berenice murió en batalla en 55 a. C., cuando su padre volvió a Egipto con ayuda militar romana. Cuando Ptolomeo murió en 51 a. C., Cleopatra y su hermano menor, Ptolomeo XIII, accedieron al trono como corregentes, pero la ruptura entre ambos desató una guerra civil.
Tras la derrota sufrida en 48 a. C. en la batalla de Farsalia por parte de su rival Julio César durante la segunda guerra civil romana, el estadista romano Pompeyo el Grande huyó a Egipto. Pompeyo había sido aliado político del padre de Cleopatra, pero a sugerencia de los eunucos de su corte, Ptolomeo XIII ordenó emboscar y asesinar a Pompeyo mientras César ocupaba Alejandría en persecución de su enemigo. Como cónsul de la República romana, César trató de reconciliar a Ptolomeo XIII con su hermana Cleopatra, pero Potino el Eunuco, consejero principal del monarca egipcio, creía que los términos que proponía el cónsul beneficiaban a Cleopatra, por lo que sus fuerzas sitiaron a César y Cleopatra en Alejandría. El asedio se levantó gracias a la llegada de aliados de César a comienzos de 47 a. C. y Ptolomeo XIII murió poco después en la batalla del Nilo. Arsínoe IV, media hermana de Cleopatra que había liderado el asedio, se exilió en Éfeso. César, ya elegido dictador, declaró a Cleopatra y a su hermano menor Ptolomeo XIV cogobernantes de Egipto. Sin embargo, el general romano inició una relación sentimental privada con Cleopatra de la que nació Cesarión. Cleopatra viajó a Roma en 46 y 44 a. C. como reina vasalla y se alojó en la villa de César. Cuando este fue asesinado en 44 a. C., Cleopatra intentó que su hijo fuera designado heredero, pero no pudo debido al ascenso al poder de Octavio (posteriormente conocido como Augusto y que sería el primer emperador de Roma en 27 a. C.). Entonces, Cleopatra ordenó asesinar a su hermano Ptolomeo XIV y elevó a su hijo Cesarión como corregente de Egipto, con el nombre de Ptolomeo XV.
Durante la tercera guerra civil de la República romana (43-42 a. C.), Cleopatra se alió con el Segundo Triunvirato, formado por Octavio (sobrino nieto y heredero de César), Marco Antonio y Lépido. Tras su encuentro en Tarso en 41 a. C., la gobernante egipcia inició una relación con Marco Antonio de la que nacieron tres hijos: Alejandro Helios, Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo. Antonio usó su autoridad como triunviro para ejecutar a Arsínoe IV, cumpliendo el deseo de Cleopatra, y se apoyó cada vez más en la reina egipcia tanto para obtener financiación como ayuda militar durante sus invasiones del imperio parto y del Reino de Armenia. En las Donaciones de Alejandría, los hijos de Cleopatra con Marco Antonio fueron nombrados gobernantes sobre varios territorios bajo la autoridad de Antonio. Este hecho, unido al matrimonio de Marco Antonio con Cleopatra después de su divorcio de Octavia la Menor, hermana de Octavio, desató la cuarta guerra civil de la República romana. Después de iniciar una guerra de propaganda, Octavio forzó a huir a los aliados de Antonio en el senado romano y le declaró la guerra a Cleopatra en 32 a. C. La flota de guerra de Marco Antonio y Cleopatra fue derrotada por la de Octavio, bajo el mando de su general Agripa, en la batalla de Accio en 31 a. C., tras lo cual las tropas romanas de Octavio invadieron Egipto en 30 a. C. y derrotaron a las de Antonio, tras lo cual éste se suicidó. Cuando Cleopatra se enteró de que Octavio pretendía llevarla a Roma para exhibirla durante su procesión de triunfo, también se suicidó tomando veneno, si bien popularmente se cree que lo hizo dejándose morder por una áspide.
La forma latina de Cleopatra proviene del griego antiguoKleopátrā (en griego: Κλεοπᾰ́τρᾱ), que significa «gloria de su padre» en la forma femenina.8 Este se deriva de kléos (κλέος) ‘gloria’ y patḗr (πᾰτήρ) ‘padre’, utilizando el genitivopatros (πατρός).9 La forma masculina se habría escrito como Kleópatros (Κλεόπᾰτρος) o Pátroklos (Πάτροκλος).9
En cuanto a la acentuación, la bibliografía en español utiliza las formas Filopator, Filópator y Filopátor, optándose a lo largo de este artículo por la última, de acuerdo con la transcripción al español de los nombres propios griegos en Galiano (1969, p. 81).