La Ciudad de Dios en Ginebra del Reformador Calvino
LOS COMIENZOS DE CALVINO
Nació en Noyon, Picardía, el 10 de julio de 1509, y era hijo de un hombre de negocios, que lo destinó siendo un niño a la Iglesia.
¡A los doce años disfrutaba ya de un beneficio eclesiástico!.
El clero de la ciudad lo miraba con benevolencia por lo bien dotado.
Así, marcho a París a preparar una carrera que se le anunciaba muy brillante.
Durante algunas semanas fue compañero de Ignacio de Loyola en el colegio de Montaigu.
Calvino, reformador religioso
En 1531, hallándose en la Universidad de Bourges, favorable a la Reforma, estableció conocimiento y recibió la influencia de un humanista luterano, el alemán Melchor Wolmar.
Pero éste no consiguió apartar a Calvino de la Iglesia romana.
Poco después murió su padre, Gerardo Chauvin, al cual, por hallarse enemistado con el capítulo de la catedral por una cuestión de sucesión, le fue negada la sepultura cristiana.
Pero esta lamentable intransigencia tampoco precipitó la conversión del joven teólogo.
De regreso a París, estudió letras y publicó su primera obra, un comentario sobre el De Clementia, de Séneca.
Simpatizaba con las ideas erasmistas y frecuentaba los medios favorables a la Reforma, que se habían desarrollado bajo la influencia del gran humanista Lefévre d'Etaples.
Poco a poco, se acercó a las doctrinas de Lutero y de Zwinglio y, en 1534, rompió con la Iglesia romana y renunció a sus beneficios.
El mismo año, las persecuciones lo alejaron del país y se refugió en Basilea.
LA INSTITUCIÓN CRISTIANA
En 1536, en Basilea, publicó la Institución cristiana, dedicada a Francisco I.
En ella demostraba que los reformados se atenían al Evangelio puro, y hacían de las Escrituras la única fuente de la teología.
Como Lutero o Zwinglio, afirmaba que sólo la fe del creyente y no las obras lo podían salvar.
Pero, a diferencia de Lutero, apenas se interesó por la liturgia y las formas del culto, y, a diferencia de Zwinglio y otros reformados que conservaban cierto misticismo, su formación de humanista y de jurista lo alejaba del cristianismo medieval.
La religión era, ante todo, la regla moral de los creyentes, que les imponía devolver a Dios lo que le pertenecía.
El hombre es débil, privado de libre albedrío y arrastrado al pecado, «todo suciedad y pestilencia».
Sólo el sacrificio de Cristo lo puede salvar.
La fe es un don de la Gracia Divina; no todos la reciben y no hay predestinación más que para un pequeño número de elegidos.
Dios destina a unos a la vida eterna y a los demás a la condenación, «por su juicio oculto e incomprensible».
Como no sabemos quiénes son los elegidos, debemos trabajar por la salvación de todos.
Calvino no admitía más que dos sacramentos: el Bautismo y la Comunión simbólica; el culto se reducía a la oración, el sermón y el canto de los salmos.
No debía haber ornamentos ni altar, ni crucifijo en los templos, servidos por pastores o ministros recluíados entre ellos, pero sometidos a las asambleas de fieles y a las autoridades.
PRIMERA ESTANCIA EN GINEBRA
Tanto como a su obra teológica, Calvino se entregó a la organización de su iglesia reformada.
A pesar del inconveniente de su mala salud, no vacilaba en emprender peligrosos viajes, buscando lugares de asilo para los proscritos, y predicando.
En julio de 1536, se dirige a Ginebra, donde su amigo Guillermo Farel lo retiene.
Este se había entregado con toda su alma a las nuevas ideas, pero faltaba en Ginebra un jefe capaz de organizar el nuevo protestantismo.
De simple «lector» de las Escrituras, Calvino no tardó en imponerse; en 1537 sometió a la votación de los distintos consejos de la ciudad los artículos sobre el régimen de la Iglesia evangélica, la cual no debía ser una simple asamblea de eclesiásticos, sino una comunidad viviente y consciente, imagen perfecta del reino de Dios.
El derecho de excomunión se convirtió en uno de los atributos asenciales de toda iglesia.
Una requisitoria tan firme no podía dejar de excitar los celos del poder civil, y Calvino y Farel entraron en conflicto con los magistrados, que los desterraron.
Calvino se trasladó a Basilea y, después, a Estrasburgo, donde se casó con la viuda de un anabaptista belga, Idelette de Bure.
En la ciudad se encontraban 1.500 refugiados franceses; Calvino los organizó y creó para ellos una liturgia francesa, perfeccionando su teología y participando en las asambleas de Francfort, Worms y Ratisbona.
Pero en 1541 los ginebrinos volvieron a llamar a los que habían proscrito.
Calvino se estableció en la ciudad donde residiría durante veintitrés años, hasta su muerte, intentando transformar Ginebra en un vasto convento laico.
LA CIUDAD DE DIOS
En efecto, desde 1541, hizo adoptar a la ciudad una serie de ordenanzas que servirían como modelo de experiencias políticas y sociales para las futuras comunidades calvinistas.
Los ginebrinos deberían vestirse sin lujo, evitarían los bailes, moderarían su lenguaje, expurgando los estantes de su biblioteca de toda obra frivola, asistirían a numerosos oficios, aplicándose a mantener sus espíritus libres de todo lazo carnal, y vivirían en estado de oración silenciosa.
En su deseo de modelar la vida de todos, Calvino chocó con la vieja burguesía.
Una verdadera «Fronda», dirigida por la familia del capitán general de la ciudad, Aimé Perrin, provocó disturbios y una dura represión.
El arresto del español Miguel Servet, médico notable (había descubierto la circulación pulmonar de la sangre), fue el punto culminante de esta agitación.
Servet había atacado a la Trinidad.
Fue capturado durante un sermón del reformador, y quemado vivo en 1553.
La facción de Perrin, comprometida en su favor, perdió definitivamente el poder.
Calvino había llegado al fin que se había propuesto.
El Consistorio era el Consejo director de la Iglesia, formado por los simples fieles agrupados en torno a los pastores.
En 1559, la creación de la Academia, última gran realización de Calvino, reunió a los mejores profesores de la época, encargados de la enseñanza de más de 1.200 estudiantes, futuros misioneros de la nueva religión.
Cuando, en 1564, murió Calvino, su Iglesia influía en Francia, Escocia y los Países Bajos.
Mientras Lutero había sometido su Iglesia a los príncipes (el luteranismo contribuyó a forjar el carácter alemán de sumisión al Estado), el calvinismo formaba comunidades libres de tendencias independientes y democráticas, rebeldes a la autoridad, provocando una viva hostilidad de los soberanos, principalmente en Francia, donde la Reforma iba a provocar sangrientas guerras civiles.
Fuente Consultada:
Enciclopedia de Historia Universal HISTORAMA Tomo V La Gran Aventura del Hombre
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