La cara menos conocida de Bitcoin, el comunismo y el desafío al sistema financiero mundial
Una original reflexión sobre la influencia de la mayor criptomoneda en el sistema político y económico internacional.
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¿Es Bitcoin el sueño de Karl Marx hecho realidad? A partir de ese provocador postulado, el filósofo francés Mark Alizart describe la influencia de la criptomoneda creada por Satoshi Nakamoto en la política y la economía mundial. Si como afirma el ensayista, Bitcoin fue creado para luchar contra el riesgo de una crisis sistémica a partir de la manipulación de la emisión monetaria, mucho hay para decir de BTC más allá del boom que experimenta la moneda digital.
“Bitcoin fue creado para desafiar a las instituciones”, resume Alizart en diálogo con Ámbito, y los vientos de cambios del contexto internacional parecen soplarle a favor. “La crisis del Covid, la presidencia de Trump, han creado el caos. Y hay más y más inyecciones de dinero que inflaron los precios de los activos hasta el infinito, mientras que el desempleo y los salarios nunca fueron tan malos. Así que no me sorprende que la gente esté tratando de encontrar consuelo en Bitcoin”, afirma.
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El filósofo es autor de la obra “Criptocomunismo”, donde explica que es dudoso que Bitcoin signifique el fin de los bancos centrales o del sistema financiero mundial. De hecho piensa que lo que quieren las criptomonedas es restaurar la confianza en las instituciones, no quemarlas. Pero aclara que “pueden contribuir a forzar un cambio”. Sobre todo “proyectos como Libra de Facebook, una moneda estable indexada en una canasta de monedas públicas, que son, en efecto, nuevas monedas privadas globales capaces de absorber a un gran número de personas del sistema bancario tradicional, especialmente en países con bancos centrales débiles”.
Pero no cree que exista una amenaza real para el poder de la Reserva Federal y los Estados Unidos. “Bitcoin es más parecido al oro digital, una cobertura contra la inflación”, sentencia, mientras que “el poder de la FED radica en el hecho de que las personas pagan sus impuestos y su nafta en dólares. Hasta que eso cambie, es inamovible”.
Para Alizart, Marx pensaba que “desestatalizar” la sociedad debía ir acompañada de una organización o protocolo, y el protocolo Blockchain sobre el que descansa Bitcoin, con sus mineros, usuarios y nodos validando la autenticidad de cada bloque, permite producir consenso de manera generalizada. Casi como un Estado con sus distintos poderes.
Cree que, tarde o temprano, todos los gobiernos emitirán sus propias criptomonedas, aunque dice “no estar seguro de cómo resultará”.
Alizart plantea tres objeciones: “Primero, las criptomonedas estatales no son criptomonedas reales, en el sentido de que no están descentralizadas. En segundo lugar, podrían ser solo una forma de hacer que el dinero sea rastreable instantáneamente, por lo que iría en contra del espíritu del criptoanarquismo. En tercer lugar, las criptomonedas estatales podrían ser una forma de cambiar la banca privada, y tampoco estoy seguro de que sea una medida muy democrática. Entiendo por qué China podría liderar esta carrera, pero no estoy seguro de que otros países puedan tolerar un giro tan autoritario en las políticas monetarias”.
Por otro lado, considera que las criptomonedas podrían ofrecer a las naciones menos desarrolladas “una forma de contrarrestar las sanciones internacionales y protegerse contra los shocks monetarios, como el gran shock del dólar de 1979 que inició el ciclo de crisis financieras que vivimos desde entonces”.
Por último, Alizart ofreció una mirada sobre la coyuntura y la criticada volatilidad de Bitcoin, que lo llevó a sucesivas escaladas y desplomes y finalmente a aumentar un 60% su valor desde comienzos del año, alcanzando un máximo histórico de u$s58.354.
¿Cómo podemos evitar que Bitcoin caiga en manos de los especuladores?
“No podemos, y está bien”, reflexiona: “Bitcoin no está destinado a detener la especulación. Está destinado a detener la manipulación de la moneda y especialmente la privatización de la moneda. Por ejemplo: la de los bancos centrales imprimiendo dinero que solo beneficia al 1%”.
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