Corría 1951. El presidente argentino Juan Domingo Perón, en medio de un gran cubrimiento periodístico internacional, realizó una declaración que estremeció al mundo entero:
“El 16 de febrero de 1951 en la Planta Piloto de Energía Atómica en la Isla Huemul de San Carlos de Bariloche, se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica.”
En pocas palabras, Argentina había desarrollado un proceso controlado de fusión nuclear. Para el presidente Perón e indudablemente para el mundo entero, este avance científico partía la historia de la humanidad en dos. En su época, este anunció mereció primera plana en The New York Times y es que el desarrollo de un reactor de fusión ha sido, a partir de la invención de la bomba de Hidrógeno, uno de los principales objetivos de los científicos nucleares. En el proceso de fusión nuclear (no confundir con la fisión), átomos de Hidrógeno se fusionan para generar energía dejando, como desecho, Helio inocuo y sobretodo, ningún desecho radiactivo.
La fusión nuclear es responsable de la producción de energía del Sol y es tan energéticamente favorable que, kilo por kilo, el Hidrógeno puede producir casi 10 millones de veces la energía producida a partir de la misma cantidad de gasolina. Este proceso, requiere temperaturas y presiones gigantes (condiciones que sólo son posibles en el Sol) que son casi imposibles de reproducir en la Tierra. Así que, si lo que decía Perón era cierto, sería un logro de gran magnitud no solo para Argentina sino para la humanidad.
- Peron y Richter
Según el jefe del proyecto, austriaco llamado Ronald Richter, era posible el desarrollo de un reactor del tamaño de una caja de leche. De esta manera, cada habitante de Argentina podría tener acceso a este tipo de energía para suplir sus demandas energéticas. La comunidad científica inmediatamente puso los ojos en el anuncio y algunos expertos argentinos en la diáspora como José Balseiro y Mario Báncora encabezaron una misión para observar el trabajo de Ritcher. Al llegar al supuesto reactor, ellos notaron que Ritcher utilizaba, en realidad, pólvora dentro de un tanque. Perón continuó con la idea de que, la negativa del equipo investigador, era una conspiración de las potencias mundiales celosas de que una nación del sur había desarrollado una tecnología que ellas no habían conseguido. Pasó el tiempo y la razón finalmente fue otorgada a la misión observadora. Perón había sido engañado.
Años más tarde, en 1989, los investigadores estadounidenses Stanley Pons y Martin Fleishmann, químicos respetados de la universidad de Utah, anunciaron que habían dominado un proceso de fusión fría. Este proceso, además de ser relativamente sencillo, no necesitaba de temperaturas de millones de grados centígrados ni presiones gigantes para ser viable. Utilizando un metal común como el Paladio en agua, mágicamente, algo unía los átomos de Hidrógeno para formar Helio produciendo energía de manera simple y barata. Así, el estado de Utah destinó cinco millones de dólares para apoyar el desarrollo de la fusión fría. De manera que la idea de Perón de construir un dispositivo portátil para producir energía de la misma manera que lo hace el Sol, nuevamente se abrió espacio en la mente de muchas personas.
La repercusión mediática, fue incluso mayor por tratarse de científicos con buena trayectoria y que dispusieron, a la comunidad, sus técnicas y resultados. El montaje experimental de estos investigadores era especialmente simple de manera que muchos grupos de investigación alrededor del mundo intentaron reproducir sus resultados. Sin embargo, la mayoría fracasó en sus intentos aunque ocasionalmente, algunos equipos alrededor del mundo, desde entonces, han asegurado haber replicado la fusión fría. Actualmente, la mayoría de científicos creen que lo que fue reportado como fusión en realidad no lo fue. Una aproximación teórica al problema, revela que si hubiese ocurrido una fusión nuclear, una gran cantidad de neutrones habrían emergido de la muestra hiriendo fuertemente a los investigadores, cosa que no pasó.
Si el proceso de Pons-Fleishmann no es un fraude, no hay mejor apelativo para la fusión fría que un milagro. No en el sentido metafórico sino en el sentido literal. Parece que este proceso solo le pasa a cierto tipo de personas y por alguna causa extraña, cuando otras repiten el procedimiento fracasan en el intento. No descarto la posibilidad de milagros pero sí su viabilidad. Imagínense que al, salir de su casa e intentar utilizar un bus o un carro, este deje de funcionar simplemente porque le faltó fe, por capricho de la naturaleza o de algo sobrenatural más allá de nuestro entendimiento. La ciencia no funciona así. Sencillamente, si no es reproducible y predecible, no es viable. La energía que produce el Sol no es para nada un capricho de la naturaleza, su producción es constante y predecible. Tanto que podemos predecir que seguirá llegando a nosotros por algunos cuantos miles de millones de años.
Esquema utilizado para el supuesto reactor de fusión fría. Su sencillez salta a la vista.Lejos de ser un fracaso de la ciencia, estas falsas aseveraciones en torno a adelantos revolucionarios, deben ser útiles para nosotros. Debemos recibir cada anuncio de este tipo con escepticismo pues cualquier persona puede ser víctima de engaños por personas intentando sacar provecho de nuestras esperanzas o, simplemente, que no realizan los procesos de una manera adecuada llegando a conclusiones confusas como aconteció con las observaciones de neutrinos que viajaban a velocidades más altas que la luz.
Los esfuerzos para conseguir un reactor de fusión, en la actualidad, avanzan por dos caminos. Ambos no tienen nada que ver con la fusión fría, lo intentan hacer recreando las condiciones que existen en el Sol. En Francia, una iniciativa liderada por Europa, Japón y Estados Unidos llamada el reactor termonuclear experimental internacional (ITER por sus siglas en inglés) busca confinar el hidrógeno a temperaturas de millones de grados utilizando campos magnéticos intensos. Por su parte, en Estados Unidos, quizá la iniciativa más prometedora es la Instalación nacional de Ignición (NIF) que busca llegar a las temperaturas y presiones necesarias utilizando láseres de gran potencia sobre la muestra de Hidrógeno. Este último proceso reportó, hace poco, la producción neta de energía por una pequeñísima cantidad de tiempo. Ambas iniciativas reúnen a miles de investigadores pero avanzan lentamente debido a la gran cantidad de detalles técnicos que requiere calentar y contener un gas a millones de grados centígrados. Según las estimaciones posiblemente, sólo para el año 2030 se pueda llegar a la meta. Esperemos que se nos dé el milagrito.