En el año 2003 se publicó el libro “El Código Da Vinci”, una novela esotérica de misterio detectivesco escrita por el escritor Dan Brown que vendió más de 80 millones de copias y fue traducida a más de 40 idiomas. El libro, además de su éxito editorial, volvió a poner de moda una de las pinturas más importantes y famosas de la historia: “La Última Cena”, de Leonardo Da Vinci, pues en su argumento se especulaba que en el cuadro una de las figuras centrales no era la del apóstol Juan, sino la de María Magdalena, la cual supuestamente habría tenido descendencia con Jesucristo.
“La última cena”, un mural de 460 cms. de alto por 880 cms. de ancho, ejecutado al temple y óleo sobre dos capas de preparación de yeso, fue pintada por Leonardo Da Vinci entre 1495 y 1497 en la pared del convento Dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán, Italia, por encargo del duque Ludovico Sforza. Y muestra (quizás por sugerencia de los sacerdotes dominicos) uno de los momentos más dramáticos en la vida del Nazareno, cuando Jesús, acompañado de sus discípulos y antes de realizar la sagrada ceremonia de la Eucaristía por primera vez, anuncia que uno de sus doce discípulos lo traicionará.
En Juan 13:21 se lee que “llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los apóstoles y les dijo «Yo tenía gran deseo de comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios, porque uno de vosotros me traicionará” “. La revelación de Jesucristo, por descontado, habría causado una enorme consternación en los doce seguidores de Jesús. Por ello, Leonardo Da Vinci en esta pintura intentó representar las distintas reacciones individualizadas de cada uno de sus apóstoles, intentando reflejar “los movimientos del alma” de los mismos: unos se asombran, otros se levantan porque no han oído bien, otros se espantan, y, finalmente, Judas parece retroceder al sentirse aludido.
En la pintura, cuya escena está representada en una perspectiva lineal, Jesús aparece relativamente aislado al medio mientras que los 12 discípulos aparecen en cuatro grupos de tres. De izquierda a derecha, según un supuesto manuscrito del mismo Leonardo Da Vinci hallado en el siglo XIX, los personajes bíblicos serían los siguientes: Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés, en el primer grupo; en el segundo Judas Iscariote con pelo y barba negra, Simón Pedro (esgrimiendo un cuchillo en una de sus manos) y Juan, el único imberbe de este grupo; Cristo aparece en el centro; Tomás, Santiago el Mayor y Felipe, también sin barba, aparecen por su parte en el tercer grupo; y, finalmente, en el último grupo, Mateo, con una barba muy corta, Judas Tadeo y Simón el Zelote.
Desde que Leonardo concluyó su célebre pintura en el siglo XV, se han tejido numerosos mitos y leyendas alrededor de esta obra de arte, considerada por los críticos como su “obra más serena y alejada del mundo temporal” y diseñada para poder ser observada en su totalidad y tener una sensación de inmersión. De partida, llama la atención la configuración de sus protagonistas: Jesús ocupa el centro de la escena, y a sus lados existe un equilibrio con seis discípulos a cada lado, agrupados de tres en tres. Los discípulos, según algunos estudiosos, estarían agrupados en “rectángulos”, cuyo significado es unidad y estabilidad. En el centro está Jesús y, al contrario que todos los demás, se encuentra circunscrito en un “triángulo equilátero”, que significa equilibrio perfecto, el triángulo donde reside la majestad y el poder de Dios. El número tres, por lo demás, representa al hombre (cuerpo, mente y espíritu) y a la deidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
Al fondo del cuadro se puede observar tres ventanales que iluminan la parte central donde está Jesús y donde puede entreverse un paisaje que para algunos simbolizaría el Paraíso (algunos estudios recientes dicen que este paisaje podría corresponder a la zona norte del lago Como, en Italia). Además, con respecto a Judas Iscariote, se comenta que el modelo que Leonardo utilizó fue un verdadero criminal, pues da Vinci habría visitado distintas cárceles de Milán para tales efectos. Algunos también han postulado que el propio Leonardo Da Vinci se pintó a sí mismo en el rol del apóstol Judas Tadeo (un gran predicador que evangelizó a muchos pueblos y que fue el portador de la Sábana Santa después de la muerte de Cristo), aunque hay que consignar que la pintura data de 1495-1497, y en ese tiempo Leonardo tenía 45 años, mientras que el aspecto del apóstol, la penúltima figura de izquierda a derecha, es de mucha más edad.
La figura de Judas Tadeo, que en el extremo derecho del cuadro aparece conversando con el mismo Simón el Zelote, estaría basada por su parte en el filósofo Platón, un sabio que debido a sus planteamientos con respecto a la divinidad no era muy querido por la iglesia. Judas Tadeo y Simón el Zelote – o Da Vinci y Platón para algunos- a primera vista aparecen en “La última cena” manteniendo un tranquilo diálogo, ajenos a lo que sucede en la mesa, al revuelo creado, como si ellos estuvieran hablando de cosas más trascendentales e importantes.
La supuesta presencia de María Magdalena en “La última cena”
Pero, sin duda, el mito más famoso relativo a “la última cena” tiene que ver con la controvertida teoría propuesta por los autores Clive Prince y Lynn Picknett en su libro “La revelación templaria”, y por Dan Brown en su novela “El código Da Vinci”: la figura que aparece a la derecha de Jesús de Nazaret, (izquierda de la persona que mira el cuadro), no sería en realidad el apóstol Juan, sino que una figura femenina, más concretamente la mismísima María Magdalena. En efecto, si se compara la supuesta figura del apóstol Juan con el resto de los discípulos, para algunos parece claro que Leonardo representó en realidad a una mujer, ya que toda la figura es claramente femenina: su cabello es largo y primoroso, sus manos son pequeñas, los rasgos del semblante son finos y armoniosos, se intuyen pechos femeninos y lleva un collar de oro.
En 1993, para respaldar esta controvertida teoría, la escritora y abogada Vittoria Haziel publicó un presunto documento de Leonardo Da Vinci en el que el genio del renacimiento “reconocía” la existencia de una mujer al lado de Cristo, alimentando las especulaciones que aseguran que esta mujer es la misma María Magdalena. Según algunos, Da Vinci habría intentado revelar con su famosa pintura dos secretos: sí había mujeres en la cena, como era común en las comidas de festividades; y su discípulo predilecto, el elegido, era en realidad María Magdalena. A este respecto, estos mismos autores aseguran que Da Vinci dejó una pista para establecer que sí hubo presencia de mujeres en dicha cena: un nudo que aparece en un extremo del mantel (La palabra “nudo” en italiano hace referencia a un vínculo -”vincoli”-, por lo que Da Vinci con este detalle estaría dando un indicio que en la mesa existe un vínculo muy especial).
Por otra parte, analizando la escena, casi todos los discípulos parecen estar en una actitud inquieta, de sorpresa y de indignación, excepto Jesús y la supuesta María Magdalena, que se encuentran en un estado de total serenidad. Si el personaje al lado derecho del Nazareno fuera Juan y no María Magdalena, según algunos, también se encontraría airado, contrariado y sorprendido por lo que acaba de revelar Jesús, lo que sería otra muestra de Da Vinci para decirnos que esta persona no es Juan, sino María Magdalena, y que como elegida de Jesús, conoce de antemano todo lo que él piensa y lo comparte con ella.
Para reforzar esta teoría, algunos sugieren fijarse en la composición general de esta escena: la configuración que describen Jesús y María Magdalena sería como una gran “M”, compuesta por dos líneas azules y dos líneas rojas. Da Vinci nos revelaría con esto que se trata, efectivamente, de María Magdalena, porque no sólo aparece una “M” (María), sino que los panes de ambos, perfectamente posicionados donde Da Vinci quería, forma una segunda “M” (Magdalena).
Curiosamente, presenciando la pintura original según la pintó Da Vinci y sus colores de forma nítida, se podría apreciar otro simbolismo o mensaje cifrado. Los ropajes de Jesús son azul y rojo, y el de María Magdalena son casi los mismos, únicamente cambia la posición, ya que están de forma inversa. Para algunos esto sería una señal de que Da Vinci intentó decirnos que uno completaba al otro, que estaban unidos mucho más allá de un simple trato afectuoso maestro-discípulo. Algunos autores incluso aseguran que su relación habría sido mucho más importante, casi como un matrimonio.
¿Un bebé en “La última cena”?
Otros autores van mucho más lejos y postulan que en “La Última Cena” no sólo aparecería María Magdalena al lado de Jesucristo, sino que también el Santo Grial en sentido figurado, es decir, el hijo de ambos. El supuesto bebé aparece en una posición sentada, y Da Vinci lo habría ocultado utilizando una ingeniosa técnica, en que la cabeza del bebé se confunde con el cuello de Judas, y su espalda y piernas, con el brazo del mismo discípulo. El bebé en la pintura parece girar la cabeza hacia Andrés, según estos autores, y este discípulo aparece mirando a su vez a la criatura, mostrando su gran sorpresa con sus dos manos levantadas y sin parar de mirar directamente a los ojos del niño.
De ser aceptada esta extrema conjetura, en este punto exacto la pintura de Da Vinci cobraría otro sentido y otra dimensión, ya que Jesús no les estaría diciendo a sus discípulos que uno de ellos lo va a traicionar, sino que les está presentando a su heredero. Por eso todos los apóstoles parecen inquietos o fuera de sí, porque el Nazareno es el Hijo de Dios, y no entra en el pensamiento de la época ni en su misión como Mesías que pueda llegar a tener descendencia.
Curiosamente, haciendo un ejercicio visual, puede verse que los tres personajes -Jesús, la supuesta María Magdalena y su presunto hijo oculto en la pintura- se unen perfectamente por medio del mismo color celeste de sus vestiduras. Tanto el lado izquierdo de Jesús, como el lado derecho de María Magdalena y el bebé en su totalidad, son de color celeste. María Magdalena se ajusta perfectamente entre Jesús y los demás apóstoles de la derecha, también mirando supuestamente hacia su hijo.
Las reacciones de los discípulos
Observando el cuadro detalladamente, en el trinomio compuesto por María Magdalena, Judas Iscariote y Pedro, Judas es el personaje que se encuentra en un nivel más bajo que el resto de los discípulos, mientras que la supuesta María Magdalena aparece con rostro sereno y una postura cómoda, escuchando algo que le está diciendo Pedro. Lo desconcertante de esta imagen es que Pedro porta en su mano derecha un cuchillo con aspecto amenazador, como si quisiera matar a alguien, como insinuando que aquello que acaban de ser revelado en la mesa debe ser castigado con la muerte.
Curiosamente, en varios manuscritos considerados apócrifos por la Iglesia, se insinúa la misoginia de Pedro. En uno de estos pasajes se insinúa que Jesús le habría dicho una vez al primer jefe de la Iglesia: “Pedro, tú siempre has sido irascible. Ahora te veo como un adversario de la mujer. Pero si el Salvador la hizo digna, ¿Quién eres tú, de veras, para rechazarla?”. En el Evangelio de Tomás, por otra parte, Pedro dice: “¡Que se aleje Mariham de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida”. En otro Evangelio gnóstico, Pedro pregunta: “¿Por qué tenía que enseñarle a ella cosas que a nosotros no nos enseñaba?”, a lo que otro apóstol le responde: “Bueno Pedro, si él lo ha querido así, si él la ha escogido a ella tenemos que aceptarlo”.
El trinomio en el lado izquierdo del cuadro, está formado por Andrés, Santiago el Menor y Bartolomé. Andrés tiene sus dos manos alzadas con las palmas apuntando hacia el frente, como haciendo un gesto de desaprobación y estar contrariado por la revelación de una sorpresa no agradable para él. Santiago el Menor, en tanto, hace un gesto con su mano izquierda de intentar frenar el arrebato de Pedro, mientras que Bartolomé se inclina hacia delante en un ademán de ver o escuchar más nítidamente lo que ocurre, con las manos apoyadas en la mesa, un gesto que indica que está tomando impulso y quiere dirigirse al centro de la mesa.
El trinomio a la izquierda de Jesús, en tanto, está formado por Tomás, Santiago el Mayor y Felipe. Llama la atención el gran parecido de Santiago el Mayor con el propio Jesús y la figura de Tomás apuntando con el dedo hacia el cielo (quizás porque fue el único discípulo que no creyó en la resurrección de Jesucristo y sólo se convenció que él estaba vivo cuando palpó con sus manos las heridas del Nazareno). Felipe, de todos los discípulos varones, en tanto, es el que menos denota una actitud hostil, de enfado o de desaprobación, sino que expresa una gestualidad misericordiosa. Dentro de los Evangelios apócrifos (aquellos no aceptados por la iglesia), por cierto, el Evangelio de Felipe es el más explícito en el tema del afecto de Jesús por María Magdalena, razón por la cual la iglesia jamás aceptó su evangelio como verdadero (En el Evangelio de Felipe, el primer pasaje dice: “Tres mujeres caminaban siempre con el Señor: María, su madre, la hermana de ésta, y Magdalena, denominada su compañera”).
El trinomio más alejado a la izquierda de Jesús (a la derecha cuando se contempla el cuadro), lo forman Mateo, Judas Tadeo y Simón. De los cuatro trinomios que conforman el cuadro, éste es el único donde los discípulos tienen sus manos alzadas hacia arriba. Simón, enfrascado con un diálogo con Judas Tadeo (que sería el mismo Leonardo Da Vinci) no parece estar tan sorprendido por la noticia que acaba de darles Jesús, más bien su gestualidad expresa afirmación, como aseverando las palabras del Nazareno.
En “La última cena” existen también otras peculiaridades como que no se ve ningún cáliz sobre la mesa o que Judas es el único apóstol que aparece vestido con ropas de 3 colores. Un par de misterios más de uno de los cuadros más enigmáticos de la historia del arte.