El Instituto Balseiro es una prestigiosa unidad académica argentina que funciona en las instalaciones del Centro Atómico Bariloche (CAB) por convenio entre la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Fue creado en 19552 y forma profesionales en Física, Ingeniería Nuclear, Ingeniería Mecánica, Ingeniería en Telecomunicaciones, además de ofrecer carreras de posgrado en Ciencias Físicas, Física Médica e Ingeniería. Es uno de los tres institutos académicos de la CNEA, siendo los otros 2 el Instituto Sabato y el Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson. Además, es una de las unidades académicas de la UNCuyo. Todos sus estudiantes de grado reciben becas completas de la CNEA para poder dedicarse de forma exclusiva al estudio.
El Instituto Balseiro es considerado, por su impecable trayectoria, como uno de los centros educativos científicos de mayor renombre en la Argentina,3456 América Latina78 y uno de los mejores del mundo.910111213 Es, además, el primero y hasta el momento único centro latinoamericano de capacitación en ciencias y aplicaciones de tecnologías nucleares dentro de la órbita de la IAEA (International Atomic Energy Agency)1415 y una de las instituciones internacionales que conforman la World Nuclear University.16 Ha recibido el reconocimiento de la Fundación Konex en 1988 con una Mención Especial, y dos veces consecutivas el Konex de Platino como la Institución Educativa más importante del país en la última década, en 2008 y 2018.1718 Por todo lo anterior, el Instituto es considerado un orgullo para la Argentina.192021
El proyecto de la isla Huemul quedó en la historia como la gran farsa, el engaño de un científico austríaco al presidente Juan Domingo Perón y el sueño frustrado de llevar a la Argentina en la década del 50, a lo más alto en materia de desarrollo científico. Y las ruinas en las que se convirtió este lugar, con una decena de edificios abandonados, en el lago Nahuel Huapi, evidencian el olvido de aquel desengaño.
La isla -68 años después de aquel anuncio solemne y con un tono de misterio que realizó Perón sobre la fusión nuclear- hoy vuelve a estar en la agenda, al menos en los papeles, con un plan de manejo en discusión para la protección del espacio en materia ambiental y con dos iniciativas privadas para explotarla con excursiones turísticas, una actividad que dejó de realizarse a principios de la década del 2000 y que desde hace años está latente de volver.
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La vista de los edificios de la isla Huemul con el cerro Catedral y Centro Atómico de fondo. (Foto: Alfredo Leiva)
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El interior del laboratorio de Richter hoy, con una total destrucción. (Foto: Alfredo Leiva)
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En la usina funcionaban cinco generadores de energía para la isla. (Foto: Alfredo Leiva)
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El edificio del Reactor. Alrededor creció frondoza vegetación. (Foto: Alfredo Leiva)
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La vista de los edificios de la isla Huemul con el cerro Catedral y Centro Atómico de fondo. (Foto: Alfredo Leiva)
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El interior del laboratorio de Richter hoy, con una total destrucción. (Foto: Alfredo Leiva)
Tenemos que buscar el equilibrio entre lo ambiental y lo comercial, si hacemos las cosas rápido no salen bien”.
Marcos Barberis, jefe de Gabinete municipal.
El abandono
Para llegar a la isla Huemul hoy no hay paseo turístico habilitado pero tampoco hay restricción para desembarcar en el viejo y deteriorado muelle de madera, por lo que a diario recorren los senderos residentes y turistas motivados por la curiosidad de ver qué quedó en pie de aquel despliegue de laboratorios y edificios que ordenó levantar el científico austríaco Ronald Richter con el aval de Perón.
Muchos llegan en kayak o embarcaciones propias. La distancia más corta de la costa es desde Playa Bonita, en el kilómetro 8 de la avenida Bustillo, donde alguna vez existió un muelle desde donde partían las barcazas con los materiales de construcción para las edificaciones de la isla. Otros llegan desde puertos privados y los menos van desde el puerto San Carlos, que sería la ruta oficial habilitada por Parques Nacionales para navegaciones con pasajeros a la isla.
Vista de la isla Huemul desde el lago Nahuel Huapi. (Foto: Alfredo Leiva)
A metros de la costa, en diagonal al muelle, recibe a los visitantes la popa de un barco hundido, el Don Luis. Una vez en tierra, el sendero -que se mantiene intacto aunque angosto- invita a un recorrido que en una hora puede llevar al final del trayecto, con paradas obligatorias, casi por inercia, frente a cada mole de hormigón y ladrillo que se erige en la isla.
En el camino guían el recorrido los descoloridos carteles de Emprendimiento Huemul, una empresa que en 1992 se hizo cargo de la explotación turística de la isla mediante una concesión que otorgó la municipalidad y cuyo contrato se rescindió por incumplimientos en 2004. Cabe recordar, que al igual que otros puntos de interés para Bariloche, como el cerro Catedral, la isla Huemul fue parte del Estado nacional, luego provincial y recién en 1987 fue transferida al municipio.
La cartelería instalada en la década del ’90 por una explotación turística se mantiene. (Foto: Alfredo Leiva)
Durante la incursión de “isla turística”, se construyeron otros edificios que nada tienen que ver con el proyecto nuclear de Richter. La casa de Prefectura es la primera construcción donde hasta el año pasado había una guardia permanente pero que la fuerza de seguridad abandonó por las malas condiciones del edificio. Ahora el municipio estudia financiar las reformas de la estructura con fondos de la tasa al turista. También están abandonados un salón en la costa del lago, que se utilizaba para eventos, y un espacio donde funcionó un parador.
Tiempos
1948
Richter comienza a desarrollar el proyecto Huemul. En 1952 un informe de José Antonio Balseiro descubre el fraude.
1987
La provincia transfiere la isla Huemul a Bariloche. Cuatro años después se adjudica su explotación turística.
La isla también contiene la tumba del Cacique Güemul junto a un arrayán de grandes dimensiones, ubicada a un lado del sendero y con un cartel indicativo.
Los pastizales altos, la maleza y los escombros son parte del paisaje en la isla que remite a leyendas de lo más siniestras pero también tiene una frondosa vegetación que incluye manzanos y acompañan desde lo alto el sonido de las aves que parece amplificarse en medio del silencio que reina en el entorno.
Moles de cemento
Desde una imagen aérea se pueden ver las estructuras que ocupan el primer tercio de la superficie total, de 74 hectáreas. El resto es un área de bosque tupido donde hasta ahora no hubo intervención humana y donde se pretende mantener como reserva ambiental.
En los sectores edificados, hay moles de cemento y ladrillo, con estructuras de hierro retorcidos, azulejos arrancados, faltante de maderas y revestimientos, grafitis, marcas de fogatas y hasta orificios de disparos en paredes. Estas marcas, tenebrosas, siguen intactas luego de que la isla en algún tiempo haya sido utilizada por la Escuela Militar de Montaña como “campo de entrenamiento y supervivencia”. Algunos pobladores de la costa de enfrente aducen que el mayor deterioro de los edificios se produjo por esas prácticas y que incluso fueron los soldados quienes arrancaron las maderas de los pisos de la vivienda de Richter para hacer fuego y calentarse por las noches.
La casa de Richter tiene marcas de disparos por el uso de la isla para entrenamientos militares.
Hay estructuras de los llamados laboratorios gemelos, el edificio de química, del reactor, laboratorio IV y el de Richter, la usina, una despensa y herrería y la casa de visitas. El grado de conservación es malo en general aunque en algunas hay mayor entereza con paredes en pie, rastros de pintura, techos de losa y pisos alisados.
El edificio de mayor deterioro es el laboratorio de Richter donde aseguran que el científico realizó pruebas y ensayos y donde hizo las supuestas pruebas de “reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica”, según informó el expresidente Perón a la prensa y al mundo, el 24 de marzo de 1951.
La edificación tiene paredes de casi un metro y medio de ancho, estructuras de hierro en su interior, y un techo y paredes derribadas. Un cartel que la antecede indica que allí se realizaron experimentos y que luego el equipo e instrumental fue retirado. De manera posterior “fue utilizado para probar cargas explosivas por parte de personal militar y así convertido en las ruinas actuales”.
Otro edificio a medio terminar que llama la atención es uno de los llamados “laboratorios gemelos”, con paredes de más de 15 metros de altura y donde crecieron en su interior grandes arboledas que escapan en lo alto de una estructura sin techo. A pocos metros, luce más entero, el laboratorio de química que es donde funcionaba el equipo de Dr. Ehrenberg, un físico alemán asistente de Richter. Ese edificio estaba totalmente terminado y en funcionamiento en los años que se desarrolló el plan nuclear del austríaco que terminó bruscamente en 1952 ante la comprobación del fraude que develó el físico José Antonio Balseiro.
Casino, resort y hasta un Tecnópolis, todo descartado
La isla Huemul fue epicentro de anuncios e ideas alocadas desde hace casi dos décadas. En algún momento se habló de instalar una especie de “Las Vegas” con salas de juego y vida nocturna. También surgió la idea de un hotel de lujo con el encanto de estar emplazado en el medio del lago Nahuel Huapi y fue parte de los proyectos concretar allí un paseo científico o espacio para exposiciones al estilo Tecnópolis.
Nada de eso sigue en pie, solo dos proyectos de emprendedores privados que desde hace meses estudia el gobierno municipal, con la propuesta de realizar un circuito turístico en la isla Huemul.
“Los proyectos están en análisis pero primero debemos definir el plan de manejo, separar el área que tiene mayor protección ambiental y buscar un equilibrio con la propuesta comercial y turística. Deben convivir la cuestión ecológica-ambiental y la comercial”, señaló el jefe de Gabinete, Marcos Barberis.
Un sendero interior en la isla Huemul que conduce a un mirador.
Admitió que en sector norte de la isla donde hay un área natural, sin intervención humana, hay costas preciadas por quienes llegan en embarcaciones propias. “Podemos plantear un sector recreacional para pasar el día en las playas y otro con salidas de excursiones. Son cuestiones a evaluar”, afirmó.
Para el concejal Daniel González, que preside la Comisión de Turismo y en 2008 promovió sin éxito una licitación cuando estuvo al frente de la cartera turística, “urge poner en movimiento los proyectos, hay un cuarto de la isla antropizada y esa área se podría volver a explotar e incorporar un refugio u hotel de bajo impacto para hacerlo más tentador para una licitación”.
Años atrás -recuerda González- hubo dos embajadores brasileños interesados en traer empresas que pudieran hacer una apuesta a ese proyecto. Ahora, el concejal se inclina por activar un permiso provisorio a los dos emprendimientos que tienen interés en reactivarla. La decisión está en manos del Ejecutivo que admite que por los fracasos del pasado, llamar a una licitación no tendría éxito.
González apunta a una tarea interinstitucional para desarrollar un “plan turístico en la isla” porque “los turistas demandan nuevos circuitos y atractivos”.
Los edificios, uno a uno
Casa de Richter. El científico no vivió allí (residía en la costa del lago, frente a lo que hoy es el Centro Atómico Bariloche), solo la utilizaba para recibir visitas. Sus paredes fueron “polígono de tiro” de soldados de la Escuela Militar de Montaña.
Despensa y herrería. Quedan los rastros de la cocina de tipo industrial.
Laboratorio de química. A fines de los 40 fue uno de los pocos edificios en funcionamiento, allí trabajaba el equipo del Dr. Ehrenberg, físico alemán asistente de Richter.
Laboratorios gemelos. Dos grandes estructuras sin techo ni piso, de más de 15 metros de altura donde crecieron frondosos árboles. Hay vestigios de ceniza volcánica.
En el interior de uno de los edificios Gemelos crecieron árboles.
Laboratorio de Richter. Allí desarrolló pruebas y experimentos en busca de la fusión nuclear.
Usina. Con cinco grupos electrógenos para abastecer los laboratorios. Cuando se abandonó el plan, fueron empleados para suministrar energía a Bariloche.
Edificio del reactor. En principio tuvo una edificación cilíndrica que luego se derribó. Se construyeron enormes paredes con dos sectores, en uno irían los tableros de control y en otro el reactor nuclear.
Las ventanas del Laboratorio IV fueron abiertas después del retiro del proyecto Huemul.
Laboratorio IV. Las paredes tienen una cámara de aire. Seis ventanas fueron abiertas de manera posterior. Tiene el tamaño de un gimnasio y allí se proyectó un museo interactivo.
Ronald Richter llegó a la Argentina tras la caída del nazismo en 1945 y Perón lo hizo ciudadano argentino en 1947. Murió en Viedma en la década del 90.
Su proyecto para desarrollar la energía nuclear se enmarcó en un complejo escenario geopolítico, tras la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética
El objetivo de Juan Domingo Perón de lograr el desarrollo atómico de la Argentina fue una tarea constante durante sus dos mandatos presidenciales, que tuvieron lugar entre el 4 de junio de 1946 y el 16 de septiembre de 1955, día en que se produjo el golpe de Estado en su contra llevado adelante por la llamada Revolución Libertadora. En este sentido, el titular del Poder Ejecutivo ordenó en 1950 la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) como institución dependiente de la Presidencia de la Nación, cuyas funciones primarias eran coordinar, promover y controlar todas las investigaciones nucleares realizadas en territorio argentino. La ambición del manejo de la energía nuclear por parte de Perón tenía lugar en un complejo escenario geopolítico. Finalizada el conflicto bélico en 1945, el líder del Justicialismo apostó a una política exterior independiente (Tercera Posición) en el marco de la naciente guerra fría que había comenzado a enfrentar a los Estados Unidos con la Unión Soviética.
Desde principios del siglo XX hasta el involucramiento total de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial a partir de los sucesos de Pearl Harbour en diciembre de 1941, sólo existían tres centros universitarios internacionales en los que se llevaban adelante investigaciones académicas y prácticas en torno al desarrollo atómico: Cambridge (Inglaterra), Gotinga (Alemania) y Copenhague (Dinamarca). No obstante, en octubre de 1941, el presidente demócrata Franklin Roosevelt ya había ordenado en secreto la puesta en marcha del Proyecto Manhattan compuesto por tres miembros de las fuerzas armadas y dos científicos, cuyo fin último era la fabricación de una bomba nuclear. Estados Unidos tuvo el monopolio del armamento nuclear hasta el año 1949, cuando el gobierno de Rusia logró llevar adelante su primera detonación atómica, en tanto que Gran Bretaña lo lograría en 1952 y Francia en 1960.
En el libro El secreto atómico de Huemul su autor, Mario Mariscotti, señala la estrecha relación que el físico de origen checo Guido Beck mantuvo en la ciudad de Leipzig con el creador del principio de incertidumbre y Premio Nobel de 1932, el alemán Werner Heisenberg. Beck, de origen judío, llegó a la Argentina en mayo de 1943 invitado por su par mendocino Enrique Gaviola.
Este conocía los problemas de Beck con el régimen nazi a través de James Frank y Max Born, dos profesores suyos cuando estudiaba en Alemania. El científico cuyano realizaría su doctorado a instancias de ambos, siendo evaluado por Albert Einstein, con quien mantuvo una estrecha vinculación profesional hasta la muerte del creador de la Teoría de la Relatividad en 1955. Treinta años antes el genio de la física había visitado la República Argentina junto a su esposa Elsa, oportunidad en la que pronunció doce conferencias en el Colegio Nacional Buenos Aires, en la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y en las universidades de Buenos Aires, La Plata y Córdoba.
Un mes después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1939, Einstein le remitió una carta al presidente norteamericano Franklin Roosevelt expresando que, “en el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho probable que podría ser posible el iniciar una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, por medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y grandes cantidades de nuevos elementos parecidos al uranio. Ahora parece casi seguro que esto podría ser logrado en el futuro inmediato”. En los años previos al ascenso de Juan Domingo Perón al poder, Enrique Gaviola era director del Observatorio Astronómico de Córdoba, y según cuenta su amigo y discípulo Alberto Maiztegui, su energía y visión estratégica lo llevaron a crear la Asociación Física Argentina en agosto de 1944 junto a Guido Beck.
La entidad nucleaba a las principales figuras nacionales en la materia, destacándose entre otros, José Balseiro, Mario Bunge, Héctor Isnardi que dirigía el Instituto de Física de la Universidad de La Plata y José Westerkamp. En esos momentos Argentina se mantenía neutral en la contienda mundial, hasta que finalmente el 27 de marzo de 1945, tras fuertes y continuadas presiones de los Estados Unidos y de Inglaterra, el presidente de facto Edelmiro Farrell le declaró la guerra a Alemania y Japón. El 6 y 9 de agosto de ese año, el presidente norteamericano Harry Truman ordenaría el lanzamiento de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y de Nagasaki.
En julio de 1948 Gaviola, que había conocido brevemente a Heisenberg durante su paso académico por la ciudad alemana de Gotinga, le comunicó a Beck su intención de invitar a la Argentina al renombrado científico alemán para hacerse cargo de la creación de un instituto radiotécnico que dependería de la Armada nacional. Heisenberg, por entonces de 45 años, aceptó la invitación, pero las alarmas se encendieron de inmediato en Washington y en Londres por la confusa actitud que éste desarrolló con su par danés, Niels Bohr, durante la reunión que mantuvo en octubre de 1941 en Copenhague.
En julio de 1945, y durante seis meses, el gobierno inglés había privado de la libertad a Heisenberg junto a otros diez científicos en una casa de campo cercana a la ciudad de Cambridge por la participación de los mismos durante el nazismo. Gran Bretaña tenía jurisdicción sobre el territorio alemán donde residía Heisenberg en 1948 y enterado de la invitación formulada por el gobierno argentino a través de Gaviola, le prohibió su traslado a Buenos Aires. Churchill y Roosevelt seguían de cerca los trabajos que los científicos alemanes realizaban con el objetivo de producir armas atómicas que pudieran ser utilizadas durante la guerra.
Por ello los altos mandos militares de ambos países, y los científicos que participaban en el Proyecto Manhattan, le dieron gran relevancia al contenido de la reunión celebrada entre Heisenberg y Bohr en octubre de 1941, dos meses antes del ingreso de Estados Unidos a la contienda mundial.
Niels Bohr y Werner Heisenberg
Según la versión que el propio Heisenberg brindó tiempo después sobre el encuentro, la conversación con Bohr giró en torno a “la cuestión de si realmente era correcto que los físicos se ocuparan del problema del uranio en tiempo de guerra, ya que había que contar siempre con la posibilidad de que los progresos en este terreno pudieran causar consecuencias muy graves en la tecnología bélica”. El creador de la mecánica cuántica ya había afirmado públicamente que durante el régimen nazi temió por su vida por las investigaciones que realizaba sobre la cuestión nuclear. Siguiendo con los dichos de Heisenberg, Bohr le formuló la siguiente pregunta: “¿Realmente crees que se puede aprovechar la fisión del uranio para construir armas?”. Su respuesta, que conmovió al físico danés, fue: “Sé que en principio es posible, pero haría falta un inmenso coste técnico, que cabe esperar que ya no pueda realizarse en esta guerra”.
Enterado Bohr de los dichos de Heisenberg decidió escribirle varias cartas en las que intentaba relatar su versión sobre lo conversado en octubre de 1941. Finalmente decidió no enviárselas, y los motivos de tal negativa no han sido debidamente aclarados hasta hoy, a pesar de que la correspondencia se hizo pública en 2002 por decisión de su hijo Aage, que también recibió el Premio Nobel de Física en 1975. Niels Bohr mostró su temor ante los dichos temerarios de Heisenberg, y le escribió: “Tuvo que causarme una fuerte impresión que desde el principio usted afirmase su certeza de que, si la guerra se prolongaba lo suficiente, se decidiría mediante el uso de armas atómicas”.
Resulta por demás llamativo que la reunión entre ambos genios de la física nuclear tuvo lugar casi en simultáneo al nacimiento del Proyecto Manhattan lanzado por el presidente norteamericano, Franklin Roosevelt.
En este sentido, Bohr le escribió a Heisenberg afirmando que al momento del encuentro “yo no tenía ningún conocimiento de los preparativos en curso en Inglaterra y América. Usted añadió, al verme titubear, que tenía que entender que en los últimos años usted se había dedicado casi exclusivamente a este tema, y no le cabía duda de que se podía hacer. Por tanto, me resulta bastante incomprensible que pretenda haberme insinuado que los físicos alemanes harían todo lo que estuviera en sus manos para evitar semejante aplicación de la investigación atómica”.
Prohibido Werner Heisenberg, entra Ronald Richter en escena.
A principios de 1951 Perón afirmó públicamente que el científico austríaco (nacionalizado argentino) Ronald Richter le había expresado que el país ”podía iniciar los trabajos atómicos por el procedimiento que siguen los norteamericanos, pero que para eso necesitaríamos unos seis mil millones de dólares”. Richter había llegado a la Argentina en agosto de 1948 por recomendación del ingeniero aeronáutico alemán Kurt W. Tank, un militar y empresario de alto nivel durante el régimen de Adolf Hitler que dirigió el Departamento de Diseño de la empresa de aviación Focke-Wulf entre 1931 y 1945. El gobierno peronista había contratado a Tank con el objetivo de desarrollar en Córdoba el primer avión a reacción en América Latina, mundialmente conocido como Pulqui. Pocos días después de su arribo y en compañía de Tank, Richter se reunió con Perón y le comunicó la posibilidad de efectuar reacciones termonucleares controladas.
El 24 de marzo de 1951, casi en simultáneo a un exitoso vuelo del avión Pulqui dirigido por Tank, Perón anunció a través de un mensaje leído y transmitido por radio a todo el país que en la Planta Piloto de Energía Atómica en la Isla Huemul, ubicada a 8 kilómetros de San Carlos de Bariloche (y que perteneció a la CNEA desde 1949 hasta 1975), se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica.
Al otro día el propio Richter informó que la reacción termonuclear de fusión brindaría energía no contaminante e ilimitada y barata, con costos inferiores en relación al proceso seguido en países extranjeros. Los anuncios causaron gran preocupación (aunque no sorpresa) en los gobiernos de Estados Unidos y de Inglaterra, quienes gracias al accionar de sus servicios de inteligencia conocían con precisión la gran cantidad de técnicos alemanes que llegaron a la Argentina tras la caída del Tercer Reich en mayo de 1945. Además, en medio de los anuncios, Perón le otorgó a Richter un doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires.
Pero no todo eran buenas noticias en torno al trascendental anuncio. Richter no estaba dispuesto a que sus supuestos avances en la investigación fueran evaluados por técnicos reconocidos tal como era solicitado por el coronel Enrique González, máximo asesor científico de Perón, además de ser el responsable del financiamiento del Proyecto Huemul. Fue entonces en septiembre de 1952 que Perón designó al físico cordobés de 32 años, José Antonio Balseiro (que tuvo que viajar de urgencia desde Inglaterra donde realizaba sus investigaciones nucleares,) como encargado oficial para la redacción de un informe sobre la viabilidad de las actividades científicas desarrolladas en la Planta de Energía Atómica de la Isla Huemul. Su conclusión fue terminante: “Los conceptos teóricos sumados por el Doctor Richter carecen de los fundamentos necesarios para permitir que se abrigue alguna esperanza de una realización exitosa de sus propósitos tendientes a lograr una reacción termonuclear mantenida y controlada”.
El ansiado objetivo del desarrollo atómico nacional a través del Proyecto Huemul fue cancelado en noviembre de ese mismo año por orden del propio Perón y se desplegó una gran presión sobre los medios de prensa nacionales para evitar la amplificación política del fracaso del proyecto atómico que había resonado en todo el mundo.
Según Mario Mariscotti, ex director del Departamento de Física Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA y Profesor Titular de Física Nuclear en la misma facultad, Richter ignoraba los parámetros físicos dentro de los que, teóricamente, podría producirse la reacción termonuclear en cadena, que requería para ello una temperatura del orden de algunas decenas de millones de grados centígrados. Mariscotti estimó que el experimento nuclear de Bariloche insumió unos 15 millones de dólares de entonces (unos 500 millones actuales), pero a pesar del millonario gasto, el científico se formuló la siguiente pregunta sobre las investigaciones en física nuclear: “¿Hubiera llegado la Argentina a su desarrollo actual si no hubiera sucumbido a las sirenas de Huemul”? En cambio, Enrique Gaviola, que durante el resto de su vida lamentó que el país no hubiera podido contar con el asesoramiento de Heisenberg, afirmó en 1955 que el caso Richter fue una estafa científica, una estafa moral y una estafa económica.
Posteriormente en julio de 1966, durante la llamada Noche de los Bastones Largos, el gobierno de facto encabezado por el General Juan Carlos Onganía, que el mes anterior había derrocado al presidente radical Arturo Illia, había promulgado el decreto ley 16.912 que determinaba la intervención de las universidades nacionales, prohibía la actividad política en las facultades y anulaba el gobierno tripartito, integrado por graduados, docentes y alumnos. El éxodo de renombrados científicos y académicos fue inmediato. Una vez más Argentina atentaba contra su propio desarrollo económico y social de mano de las ciencias y de la educación.
En marzo de 1974 Perón lograría su tercera presidencia, y cien días antes de su muerte, obtuvo un objetivo político importante con la inauguración de Atucha I, la primera central nuclear de América Latina. Cuatro años después, durante la dictadura militar y bajo la dirección del vicealmirante Carlos Castro Madero, por entonces al frente de la CONEA, comenzó a desarrollarse en secreto el proceso de enriquecimiento de uranio mediante el método de difusión gaseosa en el Complejo de Pilcaniyeu, cercano a Bariloche, y dependiente de la CNEA. El INVAP, complejo científico radicado en Río Negro, también aportó personal técnico de primera categoría para el emprendimiento. A principios del año 1979 el presidente Jorge Rafael Videla aprobó un nuevo plan nuclear con el propósito de autorizar el llamado a licitación internacional para la construcción de la central nuclear de Atucha II y de la Planta Industrial de Agua Pesada.
La guerra de Malvinas aceleró las especulaciones de científicos y analistas políticos internacionales sobre las intenciones del gobierno militar argentino en torno a la fabricación de armamento nuclear. La BBC emitió un documental por esos días donde se afirmaba que Argentina y Alemania trabajaban en conjunto en la investigación de tecnología nuclear con fines bélicos. En este marco, se inauguró en mayo de 1983 la Central Nuclear de Embalse en la localidad cordobesa de Río Tercero, cuya construcción se había iniciado durante el tercer gobierno peronista en mayo de 1974.
Finalmente, en noviembre de 1983, un mes antes de la asunción presidencial de Raúl Alfonsín, Castro Madero anunciaba que el país había adquirido el desarrollo tecnológico para el enriquecimiento de uranio. Días después el Washington Post titulaba: “Argentina es capaz de producir cuatro bombas por año”.
After World War II, a number of researchers began considering different ways to confine a plasma. George Paget Thomson of Imperial College London proposed a system now known as z-pinch, which runs a current through the plasma.[8] Due to the Lorentz force, this current creates a magnetic field that pulls the plasma in on itself, keeping it away from the walls of the reactor. This eliminates the need for magnets on the outside, avoiding the problem Fermi noted. Various teams in the UK had built a number of small experimental devices using this technique by the late 1940s.[8]
Another person working on controlled fusion reactors was Ronald Richter, a German scientist who moved to Argentina after the war. His thermotron used a system of electrical arcs and mechanical compression (sound waves) for heating and confinement. He convinced Juan Perón to fund development of an experimental reactor on an isolated island near the Chilean border. Known as the Huemul Project, this was completed in 1951. Richter soon convinced himself fusion had been achieved in spite of other people working on the project disagreeing.[9] The "success" was announced by Perón on 24 March 1951, becoming the topic of newspaper stories around the world.[10]
While preparing for a ski trip to Aspen, Lyman Spitzer received a telephone call from his father, who mentioned an article on Huemul in The New York Times.[11] Looking over the description in the article, Spitzer concluded it could not possibly work; the system simply could not provide enough energy to heat the fuel to fusion temperatures. But the idea stuck with him, and he began considering systems that would work. While riding the ski lift, he hit upon the stellarator concept.[12][b]
The basic concept was a way to modify the torus layout so that it addressed Fermi's concerns though the device's geometry. By twisting one end of the torus compared to the other, forming a figure-8 layout instead of a circle, the magnetic lines no longer travelled around the tube at a constant radius, instead they moved closer and further from the torus' center. A particle orbiting these lines would find itself constantly moving in and out across the minor axis of the torus. The drift upward while it travelled through one section of the reactor would be reversed after half an orbit and it would drift downward again. The cancellation was not perfect, but it appeared this would so greatly reduce the net drift rates that the fuel would remain trapped long enough to heat it to the required temperatures.[13]
His 1958 description was simple and direct:
Magnetic confinement in the stellarator is based on a strong magnetic field produced by solenoidal coils encircling a toroidal tube. The configuration is characterized by a 'rotational transform', such that a single line of magnetic force, followed around the system, intersects a cross-sectional plane in points which successively rotate about the magnetic axis. ... A rotational transform may be generated either by a solenoidal field in a twisted, or figure-eight shaped, tube, or by the use of an additional transverse multipolar helical field, with helical symmetry.[14]
The Huemul Project (Spanish: Proyecto Huemul) was an early 1950s Argentine effort to develop a fusion power device known as the Thermotron. The concept was invented by Austrian scientist Ronald Richter, who claimed to have a design that would produce effectively unlimited power.
Richter was able to pitch the idea to President of ArgentinaJuan Perón in 1948, and soon received massive funding to build an experimental site on Huemul Island, on a lake just outside the town of San Carlos de Bariloche in Patagonia, near the Andes mountains. Construction began late in 1949, and by 1951 the site was completed and carrying out tests. On 16 February 1951, Richter measured high temperatures that suggested fusion had been achieved. On 24 March, the day before an important international meeting of the leaders of the Americas, Perón publicly announced that Richter had been successful, adding that in the future energy would be sold in packages the size of a milk bottle and perhaps free of charge.[citation needed]
A worldwide interest followed, along with significant skepticism on the part of other physicists. Little information was forthcoming: no papers were published on the topic, and over the next year a number of reporters visited the site but were denied access to the buildings. After increasing pressure, Perón arranged for a team to investigate Richter's claims and return individual reports, all of which were negative. A review of these reports was equally negative, and the project was ended in 1952. By this time, the optimism of the earlier news had inspired groups around the world to begin their own research in nuclear fusion.
Perón was overthrown in 1955, and in the aftermath, Richter was arrested for fraud. He appears to have spent periods of time abroad, including some time in Libya. Eventually he returned to Argentina, where he died in 1991.[1]
According to Rainer Karlsch's Hitler's Bomb, during World War II German scientists under Walter Gerlach and Kurt Diebner carried out experiments to explore the possibility of inducing thermonuclear reactions in deuterium using high explosive-driven convergent shock waves, following Karl Gottfried Guderley's convergent shock wave solution. At the same time, Richter proposed in a memorandum to German government officials the induction of nuclear fusion through shock waves by high-velocity particles shot into a highly compressed deuterium plasma contained in an ordinary uranium vessel. The proposal was not carried through.[2]
Shortly after his election in 1946, Perón began a purge of Argentina's universities that eventually resulted in over 1,000 professors being fired or quitting, causing a serious setback in Argentine science and lasting enmity between Perón and Argentine intelligentsia. In response, the Physical Association of Argentina (AFA) began to organize as a community to retain links between Argentine scientists, who now spread to industry.[3]
In 1946, the director of the AFA, physicist Enrique Gaviola, wrote a proposal to set up the Comisión Nacional de Investigaciones Científicas (National Scientific Research Commission), arguing that post-World War II friction (leading to the Cold War) would present the opportunity for various Northern Hemisphere scientists to move south to escape limits on their research. In the same paper, Gaviola argued for the formation of a body to explore the peaceful use of atomic power. In spite of the poor relations between the scientific community and the Argentine government, the proposal was seriously studied and Congress debated the matter on several occasions before Perón decided to place it under military control. Gaviola objected, starting a long and acrimonious debate over the nature and aims of the program.[4]
By 1947, plans to form an atomic study group were progressing slowly when the entire issue was shut down by an article in the U.S. political newsmagazine, New Republic. The 24 February 1947 issue contained an article by William Mizelle on "Peron's Atomic Plans", which claimed:
With world famous German atom-splitter Werner Heisenberg invited to come to Argentina by Peron's Government and with a major uranium source discovered in Argentina, that Nation is launching a military nuclear research program to crack Pandora's box of atomic energy wide open. Argentina's determined atomic adventure and its frankly military purposes cannot be dismissed as the impractical dream of a small nation.[5]
International pressure on Argentina following the publication was intense, and the plans were soon dropped. This event appears to have made Perón more determined than ever to both develop atomic energy as well as prove its peaceful intentions.[6]
In 1947, a dossier was provided to Argentina by the Spanish embassy in Buenos Aires listing a number of German aeronautical engineers who were looking to sneak out of Germany. Among them was Kurt Tank, designer of the famed Focke-Wulf Fw 190 and many other successful designs. The dossier was passed to the recently formed Argentine Air Force's Commander in Chief, who passed it to Brigadier César Raúl Ojeda, who was in charge of aerodynamics research.[6] Ojeda and Tank communicated and formulated plans to begin building a jet fighter in Argentina, which would eventually emerge as the FMA IAe 33 Pulqui II.[7]
Just before leaving for Argentina, Tank briefly met Richter in London, where Richter told Tank of his ideas for nuclear-powered aircraft.[8] Richter was at that time doing some work in the German chemical industry. Tank had also contacted a number of other engineers and even famed fighter pilot and Luftwaffe general Adolf Galland. Various members of the group made their way to Argentina under false passports during late 1947 and 1948. The Germans were warmly received by Perón, who effectively gave them a blank cheque in an effort to rapidly develop the Argentine economy. Tank set up an aircraft development plant in Córdoba, and continued to contact other German engineers and scientists who might be interested in joining them.[7] A total of 184 German scientists and engineers are known to have moved to Argentina during this period.[9]
Richter was invited to join the group and arrived in Argentina on 16 August 1948, travelling under the name "Dr. Pedro Matthies".[10] Tank personally introduced him to Perón on 24 August,[11] and Richter pitched Perón on the idea of a nuclear fusion device which would provide unlimited power, make Argentina a world scientific leader, and be of purely civilian intent. Perón was intrigued, and clearly impressed, later telling reporters that "in half an hour he explained to me all the secrets of nuclear physics and he did it so well that now I have a pretty good idea of the subject".[7]
Gaviola, still maintaining pressure to form a nuclear research group, saw all interest evaporate. From that point on he offered his services only as a "member of Richter's firing squad."[12] Other German scientists, including Guido Beck, Walter Seelmann-Eggbert, and the now-elderly Richard Gans quickly realized something was amiss in the entire affair, and began to align themselves with the AFA, steering clear of Richter and the government in general. At an AFA meeting in September 1951, Beck publicly resigned from the University of Buenos Aires over the issue.[12]
Richter was soon given a laboratory at Tank's Córdoba site, but in early 1949 a fire destroyed some of the equipment. Richter claimed it was sabotage, and demanded a more protected location free from spies.[13] When support was not immediately forthcoming, Richter went on a tour, visiting Canada and perhaps the U.S. and Europe as well.[11] A year later, Lise Meitner recalled meeting "a strange Austrian with an Argentine visa" in Vienna, where he demonstrated a device he claimed was a thermonuclear system but which Meitner later dismissed as a chemical effect.[14]
Richter's tour was a thinly veiled threat to leave Argentina, which prompted action. Perón handed the problem of selecting a suitable experimental site to Colonel González, a friend from the 1943 Argentine coup d'état. González selected a location deep within the country's interior on Huemul Island, in Nahuel Huapi Lake, where it would be easy to protect from prying eyes. Construction work began in July, causing a nationwide shortage of brick and cement. Richter moved to the site in March 1950 while construction on Laboratory 1, the reactor, was still ongoing.[7]
In May 1950, Perón formed the National Atomic Energy Commission (CNEA), bypassing Gaviola's earlier efforts and placing himself in the position of president, with Richter and the minister of technical affairs as the other chairs.[15] A year later, he formed the National Atomic Energy Directorate (DNEA), under González, to provide project assistance and logistics support.[16]
When the reactor was finally completed in May, Richter noticed there was no way to access the interior of the 12-metre (39 ft) wide concrete cylinder, requiring a series of holes to be drilled through the 4-metre (13 ft) thick walls. But before this could be completed, Richter declared that a crack on the outside rendered the entire reactor useless, and had it torn down.[7]
While this was taking place, Richter began experiments in the much smaller 2-metre (6 ft 7 in) reactor in Laboratory 2. The experiments injected lithium and hydrogen into the cylinder and discharged a spark through it. The cylinder was supposed to reflect the energy created by these reactions back into the chamber to keep the reaction going.[a] Diagnostic measurements were provided by taking photographs of the spectrum and using Doppler widening to measure the temperature of the resulting reactions.[7]
On 16 February 1951, Richter claimed he had successfully demonstrated fusion. He re-ran the experiment for members of the CNEA, later claiming that they had witnessed the world's first thermonuclear reaction.[17]
On 23 February, a technician working for the project expressed his concerns about the claims, suggesting that the measurement was likely due to the accidental tilting of the spectrograph's photographic plate while the experimental run was being set up.[18] Richter refused to re-run the experiment. Instead, a week later he ordered the reactor to be disassembled so a new one could be built that included a magnetic confinement system. Meanwhile, plans for a new Laboratory 1 were started with this new design, this time to be buried underground. A 14-metre (46 ft) deep hole in hard rock was constructed, but Richter changed the design and had the hole filled in with concrete.[15]
On 2 March, Edward Miller, the U.S. Assistant Secretary of Station for Inter-American Affairs, visited Argentina. This was ostensibly to visit the Pan American Games, but in reality was in advance of calling a meeting of American leaders later that month to discuss China's entry into the Korean War. Perón gave Miller an introduction to Richter's work, and Miller filed a memo on it on 6 March.[19] During this period, Perón seized the Argentine newspaper La Prensa, whose editor fled to the U.S. This led to harsh criticism in the U.S. Miller suggested a policy of "masterful inaction", not actively denying support for the project, but simply never providing any.[19]
The leadership meeting was to take place between 26 March and 7 April, by which time the Chinese "emergency" had passed and the war was entering a new phase. Perón then took the opportunity to announce Richter's results to the world. On 24 March, Perón held a press conference at Casa Rosada and stated that:
On February 16, 1951, in the atomic energy pilot plant on Huemul Island... thermonuclear experiments were carried out under conditions of control on a technical scale.[20]
Perón justified the project by noting that Argentina's enormous energy shortage would be addressed by building nuclear plants across the country, and that the energy would be bought and sold in containers the size of a milk bottle.[14] He went on to note that the country was simply unable to afford the cost of developing a uranium-based energy program, or that of a system using tritium, normally generated in special fission plants. Richter's fuel meant the reaction could only take place in a reactor, not a bomb, and he then recommitted the country to exploring only peaceful uses of atomic energy. Richter added that he understood the secret of the hydrogen bomb, but that Perón had forbidden any work on it.[20]
The next day Richter held another press conference on the topic, a meeting that became known as the "10,000 word interview".[21] He explained that a hydrogen bomb required a fission trigger,[b] and that the country was unable and unwilling to build such a device. Very little explanation of the Thermotron was mentioned, beyond the announcement that he used the Doppler effect to measure speeds of 3,300 km/s and that the fuel was either lithium hydride or deuterium which was introduced into pre-heated hydrogen. He was careful to explain that these were small-scale experimental results, and refused to state whether it would work well at the industrial scale.[22] On 7 April, Perón awarded Richter the gold Peronista Party Medal in a highly publicized event.[23]
With the U.S. refusing any support for the program, Richter turned to other countries for equipment. In April, Prince Bernhard of The Netherlands visited Perón, and offered technical help to the project from Philips. A visit by Cornelis Bakker, later the director of CERN, was arranged and a synchrotron and Cockcroft–Walton generator were suggested as possible products of interest. Perón wrote to Richter to arrange the visit, during which Richter refused to show Bakker any of the reactors. In spite of this, Perón offered to fund the purchase of a Cockcroft–Walton generator and a synchrotron from the company.[24]
Shortly after Richter's conference, the matter was discussed in the Bulletin of the Atomic Scientists, where it was noted that Richter's announcement had revealed no details of the system of operation. They also noted that Richter claimed three key advances during experimentation, but failed to mention any of them during the conference. Finally, although the method for measuring temperature was announced, the temperature itself was not. The United States Atomic Energy Commission's (AEC) comment on the announcement was simply that "the Argentine Government announced more than a year ago that it was planning to engage in nuclear research."[25]
American physicists were universally dismissive of the announcement. Among the more famous responses was that of George Gamow, who said "It seemed to be 95% pure propaganda, 4¾% thermonuclear reactions on a very small scale, and the remaining ¼% probably something better."[26] Edward Lawrence was not so dismissive, noting that, "There is an tendency to laugh it off as being a lot of hot air or something. Well it may be, but we don't know all, and we should make every effort to find out."[26]Edward Teller put it succinctly, "Reading one line one has to think he's a genius. Reading the next line, one realizes he's crazy."[27]
British scientists, at that time working secretly on the z-pinch fusion concept, did not rule out the possibility of small-scale reactions.[28]George Thomson, at that time leading the United Kingdom Atomic Energy Authority (AEA), suggested it was simply exaggerated. This opinion was mirrored by Mark Oliphant in Australia, and Werner Heisenberg and Otto Hahn in Germany. Perhaps the most biting criticism came from Manfred von Ardenne, a German physicist now working in the Soviet Union. He advised that people should ignore Richter's claims, noting that he had worked with Richter during the war and said he confused fantasy with reality.[29]
In May, the United Nations World magazine carried a short article by Hans Thirring, the director of the Institute for Theoretical Physics in Vienna and a well known author on nuclear matters. He stated that "the chances are 99 to 1 that the explosion in Argentina occurred only in the imagination of a crank or a fraud."[30] When Thirring heard the announcement, he had gone searching for anyone that knew Richter from before he arrived in Argentina. He found that Richter had studied under Heinrich Rausch von Traubenberg in the 1930s, who described him as a peculiar eccentric, but von Traubenberg had died in 1944 so there was no way to follow up on the story. Richter's dissertation was never published, and the university in Prague burned during the war.[23] Richter was invited to prepare a rebuttal, which appeared in the July issue. He simply dismissed Thirring as "a typical textbook professor with a strong scientific inferiority complex, probably supported by political hatred."[31]
Although essentially dismissed by the scientific community, the Richter announcement nevertheless had a major effect on the history of controlled fusion experiments.
The most direct outcome of the announcement was its effect on Lyman Spitzer, an astrophysicist at Princeton University. Just prior to leaving for a ski trip to Aspen, Spitzer's father called and mentioned the announcement in The New York Times. Spitzer read the articles and dismissed them, noting the system could not deliver enough energy to heat the gases to fusion temperatures. This led him to begin considering ways to confine a hot plasma for longer periods of time, giving the system enough time to be heated to 10 to 100 million degrees Celsius. Considering the problem of confining a plasma in a toroid pointed out by Enrico Fermi, he hit upon the solution now known as the stellarator. Spitzer was able to use the notoriety surrounding Richter's announcement to gain the attention of the U.S. Atomic Energy Commission with the suggestion that the basic idea of controlled fusion was feasible. He eventually managed to arrange a meeting with the director of the AEC to pitch the stellarator concept.[32]
Researchers in the UK had been experimenting with fusion since 1947 using a system known today as z-pinch. Small experimental devices had been built at the Atomic Energy Research Establishment (AERE, "Harwell") and Imperial College London, but requests for funding of a larger system were repeatedly refused. Jim Tuck had seen the work while in the UK, and introduced z-pinch to his coworkers at Los Alamos in 1950.[33] When Tuck heard of Spitzer's efforts to gain funding, he immediately applied as well, presenting his concept as the Perhapsatron. He felt that Spitzer's claims to have a fast track to fusion were "incredibly ambitious".[34] Both Spitzer and Tuck met with AEC officials in May 1951; Spitzer was granted $50,000 to build an experimental device, while Tuck was turned away empty-handed. Not to be outdone, Tuck soon arranged to receive $50,000 from the director of Los Alamos instead.[35]
When news of the U.S. efforts reached the UK, the researchers there started pushing for funding of a much larger machine. This time they found a much more favorable reaction from the AERE, and both teams soon began construction of larger devices. This work, through fits and starts, led to the ZETA system,[36] the first truly large-scale fusion reactor. Compared to the small tabletop devices built in the U.S., ZETA filled a hangar and operated at energy levels far beyond any other machine. When news of ZETA was made public, the U.S. and Soviet Union were soon demanding funding to build devices of similar scale in order to catch up with the UK.
The announcement had a direct effect on research in the USSR as well. Previously, several researchers, notably Igor Kurchatov and I. N. Golovin had put together a development plan similar to the ones being developed in the UK. They too were facing disinterest on the part of the funding groups, which was immediately swept away when Huemul hit the newspapers.[37]
Argentine physicists were also critical of the announcement, but found little interest on the part of Perón, who was still at odds with the academic mainstream. González was growing increasingly frustrated with Richter, and in February 1952 told Perón that either Richter left the project, or he did. Perón accepted González's resignation and replaced him with his aide, Navy Captain Pedro Iraolagoitía. Iraolagoitía soon began to protest as well, finally convincing Perón to have the project investigated.[38]
Instead of calling upon the local physics community, Perón put together a team consisting of Iraolagoitía, a priest, two engineers including Mario Báncora, and young physicist José Antonio Balseiro, who was at that time studying in England and was asked to return with all haste.[39] The team visited the site for a series of demonstrations between 5 and 8 September 1952.[40]
The committee analyzed Richter's work and published separate reports on the topic on 15 September. Balseiro, in particular, was convinced nothing nuclear was taking place. His report critiqued Richter's claims about how the system was supposed to work, especially the claims that the system was reaching the temperatures needed to demonstrate fusion; he stated that fusion reactions would require something on the order of 40 million kelvin, while the center of the electric arc would be perhaps 4,000 to 100,000 kelvin at most. He then pointed out that Richter's radiation detectors showed large activity whenever the arc was discharged, even if there was no fuel present. Meanwhile, the team's own detectors showed low activity throughout.[23] They reported their findings to Perón on 15 February.[40]
Richter was allowed to officially respond to the report. The government appointed physicists Richard Gans and Antonio Rodríguez to review the first report as well as Richter's response to it. This second group endorsed the findings of the first review panel and found Richter's response inadequate. On 22 November, while Richter was in Buenos Aires, a military team occupied the site. They found that many of the instruments were not even connected, and the project was pronounced a fraud.[23] Argentines jokingly referred to the affair as the Huele a mula, or "it smells like a con".[14]
In the period immediately after the military takeover, Balseiro wrote a proposal to create a nuclear physics institute on the mainland in nearby Bariloche using the equipment on the island.[41] Originally known as the Instituto de Física de Bariloche, it was renamed the Instituto Balseiro in his honour in 1962.[42]
Between 1952 and 1955, Richter was effectively under house arrest in Buenos Aires, with an offer from Perón to "facilitate any travel he might have to make".[3] After Perón was deposed in September 1955, the new government arrested Richter on the night of 4 October 1955. He was accused of fraud,[28] and spent a short time in jail.[43] At the time, it was estimated that 62.5 million Pesos had been spent on the project, about $15 million USD ($153 million in 2022).[23] A more recent estimate places the value closer to $300 million in 2003 dollars ($442 million in 2022).[39]
Richter remained in Argentina for a time, but began to travel, eventually landing in Libya. He returned to Argentina and was extensively interviewed by Mario Mariscotti for his book on Huemul, which remains the most detailed account of the project.[44] Mariscotti blames the affair primarily on Richter, who Mariscotti states was capable of great self-delusion, adding an autocratic and paranoid management style, and lack of oversight to the ills.[45]
Perón remains a controversial figure to this day, and opinions of Richter tend to be colored by how closely the author associates him with Perón. Argentine accounts often refer to Richter as an outright con man,[46] while accounts written outside Argentina generally describe him as a misguided amateur.[47][48]
The island remained closed and under military control until the 1970s, when the Army began using it for artillery target practice.[49] In 1995 a tourist company took control of the island, and began to offer tours by boat from docks in Bariloche.[50] The ruins of the historic facilities (at 41°06′23″S71°23′42″W), can be visited by tourists by boat from the port of Bariloche.
Centro de Rádio Astronomia e Astrofísica Mackenzie
Universidade Presbiteriana Mackenzie
São Paulo, Brasil
Este artículo será publicado en la edición del Décimo Aniversario de la revista EXACTAmente, 2004.
El lago Nahuel Huapí fue el mudo testigo de una de las historias más caricaturescas de la ciencia y política argentinas. De sus aguas esmeraldas surge la isla Huemul donde, en el mayor sigilo, un austríaco y un centenar de obreros y militares trabajaron por años para presentar al público la revelación científica más fantástica del gobierno de Juan Perón: Argentina había logrado el dominio de la energía atómica. En las próximas líneas me propongo contar la historia del mayor fraude científico producido en nuestras tierras y como éste fue origen involuntario de uno de los programas de investigación y desarrollo más importantes del país.
La mañana otoñal del sábado 24 de marzo de 1951, el presidente Juan Perón junto a Evita y un grupo de colaboradores de segundo rango, entre los que se destacaba un alemán desconocido, anunció solemnemente que la Argentina había conseguido realizar exitosamente reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica. Los rumores que ya circulaban por la prensa no le quitaron espectacularidad al anuncio. Desde un punto de vista geopolítico no podía llegar en mejor momento. Argentina entraba al selecto Club Nuclear, constituido apenas por la URSS, los EEUU y Gran Bretaña, reafirmando su independencia.
La Energía Nuclear
La combustión nuclear es la forma conocida más eficiente de generar energía. Su base teórica es la centenaria relación einsteniana: E=mc2. Existen dos tipos de reacciones que ocurren espontaneamente en el núcleo de un átomo: su división en partes menores o fisión y su unión con otros núcleos o fusión.
La diferencia entre ambas formas es más que retórica. La fisión ocurre espontaneamente a temperatura y presión ambientes cuando un núcleo es bombardeado con neutrones. Algunos núcleos atómicos tienen mayor probabilidad de fisionar que otros, por ejempo el uranio 235 (235U). La propia fisión libera partículas que ayudan a crear nuevas fisiones.Surge entonces el concepto de la reacción en cadena que puede mantener el proceso sostenidamente.
La fusión también es espotánea, ¡pero a temperaturas de decenas de millones de grados! Debido a este hecho es que la reacción es también llamada termonuclear. La formidable energía de las estrellas es producida en los hornos infernales alojados en su núcleo más central. La enorme ventaja de la fusión es que su materia prima es el hidrógeno, el elemento más abundante del Universo. Además, su alta tasa de conversión de materia a energía la convertiría en una fuente casi inagotable de resursos.
La utilización de la energía atómica con fines pacíficos comenzó en la década del 50. La URSS fue el primer país a tener un reactor nuclear de fisión de generación eléctrica comercial. Por el contrario la energía eléctrica a través de la fusión aún no ha salido de los laboratorios de investigación. Programas de miles de millones de dólares en los últimos 40 años no han logrado concluir nunca en un proyecto comercialmente viable. Y aún más, ni siquiera preven cuando lo harán.
Ronald Richter, su esposa Ilse, la pequeña Mónica nacida en Bariloche y el gato Epsilon. Epocas felices del proyecto[1].
Un alemán desconocido
Ronald Richter nació en 1909 en la ciudad de Falkenau, en aquella época perteneciente a Austria y hoy en día parte de la República Checa. Estudió física en la ciudad de Praga donde se graduó en 1935. Posteriormente vagabundeó por Europa, trabajando en Alemania, Inglaterra y Francia. Estando en Londres, después de la Segunda Guerra Mundial, conoció al diseñador de aviones de caza de la Foke-Wulf, Kurt Tank. Kurt Tank tuvo una actuación importante en la creación de la Fuerza Aérea Argentina y construyó el primer jet caza nacional: el IAe - Pulki. El contacto de Tank con Richter fue marcante, y así el ingeniero de aviación lo recomendó efusivamente ante el Gral. Perón. Richter tenía planes de construcción de reactores nucleares de fusión. Quien poseyese esta tecnología estaría adelantado por décadas a los demás países. Perón gustó de la idea, hizo traer a Richter y después de una charla con él, sin mayores asesores que otros militares, decidió que el proyecto era viable y contaría con todo su respaldo, más un presupuesto generoso de la Nación.
Así nacía en 1948 el proyecto de construcción de un reactor a fusión en nuestro país. Su primera ubicación fue en Villa del Lago en las sierras cordobesas. Pero un incendio, que Richter atribuyó a un sabotaje, llevó a buscar un lugar más escondido. Sobrevolando el país, llegaron hasta el ídilico lago entre Río Negro y Neuquén. Richter quedó alucinado con su belleza. Y allí, en el esplendor de pinos y arrayanes, buscó el lugar más escondido: una isla. Para aquel proyecto todo era aceptado, Richter era un niño mimado del presidente de la Nación que llegó a redactar una resolución (de dudosa legalidad) declarándolo mi único representante en la isla Huemul, donde ejercerá por delegación mi misma autoridad.
Vista de la construcción del reactor Grande: 12 m de alto por 12m de diámetro con paredes de 4 m de espesor. Inmediatamente después de finalizado Richter ordenó su demolición por causa de una pequeña grieta de menos de 5cm de longitud[1].
Richter tenía todas las características que esperamos de un genio. Sumido en largos silencios se sometía posteriormente a tempestades de actividad. Era de origen alemán lo que le daba un áura aún más científica, en Alemania había nacido A. Einstein, el paradigma de todos los científicos del siglo XX. Hablaba con convicción y hasta con claridad para el lego. A quien escuchaba su historia le explicaba pacientemente que crearía un Sol en miniatura. Utilizaba también argumentos económicos: la construcción de un reactor nuclear basado en 235U costaría varios miles de millones de dólares. Según él, su reactor a fusión sería muy barato. Y así en marzo de 1952 se hizo el pomposo anuncio que cubrió los titulares de los diarios locales. Mientras el oficialista Democracia anunciaba a cinco columnas: Sensacional Anuncio de Perón: la Argentina ha logrado el dominio de la Energía Atómica, el conservador La Nación estoicamente decía: El presidente de la Nación expuso los trabajos sobre la energía atómica
Una fusión demasiado lejana
¿Cuál era el sustento teórico de Ronald Richter? Él creía que podría lograr la fusión a temperaturas muy inferiores a los 40 millones de grados. Pero nunca explicó el por qué de sus ideas ya que jamás publicó un trabajo científico. La realidad es que la temperatura de fusión es de 150 millones de grados, pero si conseguimos calentar un gas a 40 millones, nos aseguramos que un 1% de las partículas estarán a temperatura de fusión y así el proceso podrá autosustentarse[2].
Si bien nunca lo escribió negro sobre blanco, la técnica de calentamiento que usaba Richter (descargas eléctricas y un bombeo sónico) no conseguiría calentar un gas a más que 100.000 grados. La proporción de núcleos con energía suficiente para fusionar sería tan pequeña que jamás acontecería. Ese número, aproximadamente, sería del orden de 1/101000 . Digamos brevemente que no deben existir suficientes átomos en el Universo para que, si este estuviera a una temperatura uniforme de 100.000 grados, uno de ellos tuviera energía suficiente para quebrar la barrera repulsiva y fusionar contra otro.
Montaje fotográfica de la Planta de Huemul. A la derecha el Laboratorio 1 atrás de este la usina. En el centro el Laboratorio 4, a la izquierda el edificio Omega[1].
Sin embargo el extravagante sabio austríaco que dilapidaba fortunas en equipos de última generación, concluyó de alguna forma que había logrado la fusión. Su evidencia eran unos contadores de partículas radiactivas Geiger que comenzaban a chillar en cuanto las descargas eléctricas eran producidas en el gas. Su segunda evidencia fue un espectro del gas ionizado. Ambas, veremos, eran falsas.
El fin de la Mentira
Aquel 24 de marzo de 1951 el Gral. Perón, sin saberlo, estaba anunciando al mundo una falacia nunca confirmada, gestada en el mayor sigilo y con gran dispendio por un charlatán. La comunidad científica argentina, mientras tanto, permanecía completamente afuera de todos estos hechos. Argentina no era novata en la ciencias, baste decir que en 1947 Bernardo Houssay había recibido el Premio Nobel. La tradición de investigación en física tenía décadas también. Pero la Academia era mayoritariamente contrera. Por eso Perón tomó las decisiones en total aislamiento. Mientras tanto el gobierno había creado la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y en ella estaban siendo contratados científicos argentinos jóvenes, impulsivos y, principalmente, de sólida formación académica.
Los dislates de Richter comenzaron a exasperar al gobierno. Además de manías persecutorias, ordenaba destruir costosísimas construcciones por encontrar mínimos defectos. Ahora comenzaba a insinuar que el local no era adecuado y quería mudarlo al desierto. El propio Perón, que había puesto su mayor entusiasmo, tuvo que aceptar la situación y poco más de un año después del grandioso anuncio, formó una comisión asesora de 5 científicos y 20 legisladores que el 5 de septiembre de 1952 realizó la inspección a la isla. Entre otras cosas la comisión constató que los detectores Geiger estaban mal instalados y respondían a las ondas de radio generadas por los chispazos utilizados para calentar al gas. Los miembros llevaron sus propios instrumentos y estos no detectaron radiactividad alguna. Otro aspecto importante es que el mecanismo de contralor de la reacción ideado por Richter, la resonancia magnética del núcleo de Li7, no podría ocurrir a la presión ambiente en que las reacciones eran producidas según demostró en su informe[2] el Dr. Balseiro. La comisión constató por otra parte que el equipo para generar un campo magnético variable , imprescindible para lograr la resonancia , estaba desconectado.
José Antonio Balseiro
Por otra parte, Richter, en un experimento realizado en febrero de 1951, erroneamente había interpretado que un corrimiento de las líneas espectrales era debido a un aumento de temperatura. La teoría física enseña que si la temperatura aumenta, las líneas deben ensancharse, no correrse. Un error tan trivial descalificaría hasta a un alumno de física. Aún peor, muy probablemente el corrimiento fue originado por el trabamiento de la base que desplazaba al film fotográfico que debía registrar el espectro.
El informe lapidario de esta comisión fue respondido por Richter. Pero la comisión continuó hallando que no había elementos nuevos. Richter tuvo una chance más: una segunda comisión fue constituida, formada por otros dos científicos destacados, leyó todos los dictámenes y posteriormente se entrevistó con el genio. Su informe dio el veredicto final: Richter era un papanatas. El estado había invertido millones y había dado un apoyo político único a una quimera. A fines de noviembre de 1952, Richter era dimitido. El proyecto Huemul había concluido.
Por suerte no todo fue tirado a la basura. Los carísimos equipos de última tecnología sirvieron para equipar al Instituto de Física de Bariloche creado por el Dr. José Balseiro, y que hoy recibe su nombre. La propia existencia de la CNEA, uno de los centros de excelencia en investigación y desarrollo, se debe a este singular episodio. El programa norteamericano de fusión nuclear pacífica fue alentado también por el espectacular anuncio argentino de 1951[1].
Richter, después de tentar suerte en otros países, retornó a la Argentina. Falleció el 25 de septiembre de 1991. La singularidad del personaje motivó la creación de una ópera, Richter, de Esteban Buch y Mario Lorenzo estrenada en 2003.
Los reactores de fusión nuclear controlada son aún una promesa.