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Vue aérienne de Paris : la place de la Concorde et l'église de la Madeleine
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CONCORDE EL GRAN PAJARO DEJA SU NIDO Los altoparlantes desgranaron tres tristes notas: sonaron como el canto angustiado de un pájaro. En realidad era una estratagema de los técnicos para alejar del aeropuerto de Blagnac las bandadas de estorninos que habían invadido la región. Se trataba de evitar que los pequeños pájaros comprometieran el despegue del pájaro gigante. A las 15 horas y 36 minutos del último 2 de marzo se iniciaba así el Operativo Fox Whisky Sierra Sierra Tango, clave para deletrear, FWSST, nombre Oficial del Concorde para la seguridad aérea. La F por Francia, Whisky por prototipo y, finalmente, la sigla SST por vuelo supersónico. A las 16 y 10, exactamente, todo había terminado. Hubo entre los espectadores una explosión de alegría: la suprema creación de la industria aeronáutica anglo-francesa —el Concorde— volaba, y volaba bien. La multimillonaria apuesta que se había hecho hacía siete años acababa de ser ganada en forma brillante para beneplácito de ingleses y franceses y, en general, de todos los europeos. En los países más industrializados del mundo son muy frecuentes las pruebas de aviones prototípicos. Pero éste era un caso realmente especial, el final de una guerra dé imágenes: la de la industria europea ante la de los Estados Unidos. El éxito del Concorde —un gigantesco avión de pasajeros sin precedentes en la historia de la aviación— significaba nada menos que el derecho, por parte de los europeos, de seguir compitiendo con sus aliados yanquis en el plano de la más compleja de las industrias. El éxito representa para Francia ¡una justificación para seguir proclamando su "grandeur", al tiempo que desautoriza las tácticas y manifiestas protestas del "young power" que alegran las neblinosas calles de Londres. Sin embargo, ese prototipo tiene diferencias con el Concorde definitivo. El 001 —como se lo llama— no pesaba más de 108 toneladas. En su vuelo inicial estaba provisto de ¡muy escasa reserva de carburante en razón de los pocos minutos que duraría y a que no llevaba ningún pasajero a bordo. El futuro Concorde —que será puesto en servicio comercial dentro de tres o cuatro años— deberá despegar con un peso considerablemente mayor: 178 toneladas. En cuanto a los motores que emplea el actual prototipo tampoco son los definitivos. Los probados son los Olympus 593 del estadio "O" y sus performances están limitadas a sólo 37.400 libras con uso de los posquemadores, un dispositivo que tiende a aprovechar los gases mal quemados. Los Olympus que se entregarán dos años después de la puesta en servicio del Concorde, con la entrega del cuadragésimo avión, tendrán una potencia de 38.240 libras, incluidos los correspondientes posquemadores. En el momento de la puesta en servicio comercial, el Concorde será el avión de línea capaz de trasportar 140 pasajeros, además de los integrantes de la tripulación. A pesar de sus gigantescas proporciones desarrollará una velocidad máxima de crucero alucinante: 2,2 Mach, o sea 2.330 kilómetros por hora. No será fácil, sin embargo, verlo cruzar el cielo porque se ocultará a la vista desde la tierra: en los momentos de velocidad máxima viajará a la altura media entre los 15 mil y los 19 mil metros. Como tendrá una carga útil máxima de 12.700 kilos—lo que significará una autonomía de vuelo ligeramente superior á los 6.400 kilómetros— el nuevo avión acortará sorprendentemente la duración de los viajes. Por ejemplo, invertirá sólo 3 horas y veinte minutos en cruzar el océano Atlántico (en la actualidad los aviones subsónicos de reacción que hacen el servicio entre Europa y los Estados Unidos tardan para hacer el mismo recorrido siete horas y media). Si resultan sorprendentes la altura y la velocidad de desplazamiento del Concorde no lo son menos sus dimensiones. Mide 58 metros de longitud (seis metros menos que la altura del obelisco de Buenos Aires). Tiene 11 metros y medio de alto (aproximadamente el de una casa de tres pisos) y más de 26 metros y medio de envergadura, o sea de distancia entre los extremos de las alas. El sistema hermético de la cabina está regulado electrónicamente y puede mantener una presión interior normal equivalente a la que se está expuesto a los 1.800 metros, aunque vuele a 18 mil de altura. Los mandos son accionados por medio de señales eléctricas. Los circuitos correspondientes están duplicados con dos subsistemas totalmente separados y, en el caso de producirse tuna falla general, el piloto puede acudir a un sistema mecánico de emergencia. El sistema hidráulico también consta de dos circuitos principales totalmente separados y de un sistema de emergencia independiente. Tanto el timón de dirección como el tren de aterrizaje, los frenos, el mecanismo de dirección del tren delantero, la nariz abatible (para dar mayor visibilidad al piloto en los momentos de despegue, aterrizaje y maniobras en pista), las entradas de aire y las bombas para el combustible, son de accionamiento hidráulico. Gran parte de la estructura del Concorde ha sido construida de una recia aleación de aluminio, resistente al calor. En ciertas secciones, sin embargo, se empleó una aleación de acero y titanio, de mayor resistencia aún.
Orígenes del proyecto En 1956, establecimientos de investigaciones industriales y estatales de ambos lados del canal de la Mancha, iniciaron los estudios preliminares sobre los problemas del vuelo comercial supersónico. El 19 de noviembre de 1962 se celebró una acuerdo entre los gobiernos de Francia y el Reino Unido en el cual se repartían por partes iguales la responsabilidad, los costos, las tareas de desarrollo y producción, y el producto de las ventas de un avión supersónico que habría de llamarse Concorde. Todo el trabajo, según establecía el convenio, sería fiscalizado por un comité permanente adjunto integrado por funcionarios especializados que son responsables ante ambos gobiernos signatarios. Estos, a su vez, delegaron su responsabilidad en la British Aircraft Corporation (BAC) y la empresa francesa Sud Aviation (sociedad anónima de cuya propiedad forma parte el estado francés). Ambas empresas optaron por el empleo de un largo fuselaje delgado y con alas en forma de ojiva, con el objeto de reducir al máximo la resistencia supersónica. De acuerdo con el convenio, la empresa británica se encargó del 66 por ciento de las tareas de desarrollo del 'motor y del 40 por ciento de las relativas a la estructura, y la empresa francesa, por su parte, del resto, que totaliza aproximadamente el 50 por ciento del proyecto total. El programa de pruebas en tierra fue el más minucioso jamás aplicado hasta ahora a un avión de línea. En él participaron los más importantes laboratorios e instalaciones para el ensayo de aviones, tanto del Reino Unido como de Francia, a un costo equivalente a los 3.780 millones de pesos. El programa de ensayos en aire comprende tres etapas. La primera de ella, a baja altura, está consagrada a la puesta a punto de los equipos. En el interior del actual Concorde hay 12 toneladas de cables e implementos electrónicos que registran tres mil datos y los envían directamente a tierra. De este modo los técnicos de los controles terrestres conocen el comportamiento del avión mejor que el afamado piloto de pruebas André Turcat, quien tuvo a su cargo el primer vuelo de prueba, y posteriormente otros tres más. La segunda etapa de ensayos se iniciará probablemente dentro de poco más de un año. En ella se estudiarán las vibraciones producidas por las corrientes violentas de gran altura. Estas pruebas se realizarán con el prototipo construido en Inglaterra. La tercera etapa estudiará el comportamiento del avión en la zona próxima a la velocidad del sonido (Mach 0,93 y Mach 1,2). En total, las tres etapas de vuelo de prueba llevarán 4.500 horas. Todavía se está investigando el problema del ruido, producido tanto por el estampido sónico como por los motores. En 1967 se realizaron en el Reino Unido una serie de ensayos destinados a determinar la reacción del público al estampido sónico, pero hasta que el propio avión no haya volado a velocidades supersónicas no se sabrá con precisión qué pasará cuando se produzca el estampido. Investigaciones recientes permiten suponer que sería posible atenuar sus efectos, pero incluso si se prohibieran los vuelos supersónicos sobre territorio habitado, seguiría habiendo un gran mercado para el Concorde puesto que el 75 por ciento del tránsito aéreo mundial se limita a rutas oceánicas. Se estima que en la segunda mitad de 1970 las compañías que han comprometido hasta ahora sus compras de Concorde —74 aviones para 10 países: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Australia, Canadá, Japón, Alemania, Bélgica, Líbano y la India— podrán disponer de sus aparatos. Las importantes empresas que han reservado opciones de compra no abrigan dudas acerca del aumento de tránsito que provocará la rapidez del Concorde. Se esperan vender para 1975 unos 200 aparatos y se estima que la demanda mundial potencial es de unos 500 aviones supersónicos, lo que representaría ventas —compartidas con los Estados Unidos— por un valor total de 7.000 millones de libras esterlinas. Tales perspectivas justifican el entusiasmo de sus constructores ante el éxito del primer vuelo experimental. Al día siguiente de la prueba, los ingleses — tradicionalmente parcos en exteriorizaciones— emitieron mediante el Ministerio de Correos de Gran Bretaña estampillas especiales para conmemorar el vuelo inicial del maravilloso pájaro gigante. PANORAMA, ABRIL 19, 1969 |
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https://www.magicasruinas.com.ar/revistero/4/concorde.html |
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Conoce la Madeleine, la icónica iglesia parisina dedicada a María Magdalena
Por Sofía Vargas. 5 de noviembre de 2021
Aunque no es tan famosa como Notre Dame o la basílica del Sagrado Corazón, la Madeleine en París es una verdadera joya arquitectónica. L'église Sainte-Marie-Madeleine—o la iglesia de Santa María Magdalena—es una obra maestra neoclásica que se ha convertido en un ícono de la capital francesa. Terminada en el siglo XIX, la iglesia cuenta con magníficas columnas y está llena de esculturas de mármol y decoraciones doradas. En su día acogió el funeral del compositor Chopin y llegó a representar la gloria del París del siglo XIX.
Sigue leyendo para conocer la historia de esta casa de culto, y no dejes de visitarla cuando tengas la oportunidad.
Planeación de iglesias durante el Antiguo Régimen
Diseño de Etienne-Louis Boullée para “una iglesia de la Madeleine” que nunca se creó. (Foto: Wikimedia Commons, dominio público)
El actual barrio conocido como distrito VIII de París albergó en su día la medieval Ville l'Evêque. Esta zona tenía una iglesia dedicada a María Magdalena desde al menos el siglo XIII. El centro urbano de París se expandió constantemente a lo largo de las primeras décadas de la época moderna, y el distrito VIII era una parte oficial de la ciudad a partir del siglo XVIII. Ya entonces se estaba planificando la construcción de una iglesia católica nueva y más grande.
La Francia del Antiguo Régimen estaba dirigida por poderosos reyes absolutos. En 1755, una gran plaza que colindaba con el Jardín de las Tullerías fue bautizada como Plaza Luis XV, quien entonces era el monarca reinante. Desde esta plaza, la rue Royal (calle real) se extendía hacia el nuevo emplazamiento elegido para la futura gran iglesia. Esta ubicación en el nexo del poder real y de la arquitectura grandiosa enviaría una poderosa declaración a los ciudadanos de la ciudad.
El primer diseño de la nueva iglesia fue realizado por el arquitecto Pierre Contant d'Ivry. Él imaginó una cruz latina con una gran cúpula. Sin embargo, Contant d'Ivry murió en 1777, cuando solo se había terminado la construcción preliminar. Guillaume Couture quedó a cargo de la supervisión del proyecto; destruyó gran parte de lo que se había construido en favor de un diseño inspirado en el Panteón clásico de Roma. Los proyectos de construcción suelen durar décadas, y los esfuerzos por crear una iglesia digna de la familia real se vieron frustrados por la Revolución francesa.
Napoleón y la fundación de la iglesia actual
La Revolución francesa—que tuvo lugar durante la década de 1790—fue una época turbulenta. El rey y la reina fueron decapitados (y, eventualmente, también el hombre que los guillotinó). En el vacío de poder creado por la revuelta, el líder militar Napoleón Bonaparte dio su propio golpe de Estado en 1799. En 1804, Napoleón se autoproclamó emperador de Francia. Más tarde iniciaría una campaña por toda Europa en busca de la expansión territorial.
El enfoque militar de Napoleón inspiró un nuevo uso para el sitio de construcción de La Madeleine. Primero se pensó en construir allí una bolsa de valores. Luego, Napoleón se decidió por un “templo a la gloria del ejército francés”. Bajo la dirección de Pierre Vignon, se retiraron los inicios de la iglesia y se comenzó de nuevo la construcción. Sin embargo, el imperio de Napoleón duró poco. En 1815, el Tratado de París y el exilio del emperador en Santa Elena dieron lugar a una monarquía restaurada bajo el rey Luis XVIII.
Con un monarca restaurado y una Iglesia católica renovada, la construcción comenzó de nuevo. Sin embargo, Francia seguía en una situación política complicada. Vignon se mantuvo al mando, pero su muerte en 1828 provocó otro retraso. Luego, se produjo una convulsión política en 1830 cuando el antiguo gobernante Borbón fue derrocado por la Monarquía de Julio, un régimen que continuó hasta la Revolución de 1848. A pesar del clima de la nación, la construcción continuó. La iglesia finalmente fue terminada y abrió oficialmente sus puertas en 1842.
La Madeleine y el periodo de la Belle Époque
“Sortant de la Madeleine, Paris”, por Jean Béraud (1849–1936). (Foto: Wikimedia Commons, dominio público)
La iglesia de la Madeleine terminada imita la apariencia externa de unas termas romanas con un diseño neoclásico basado en un templo romano real: la Maison Carrée de Nîmes (Francia). Enormes columnas corintias rodean la estructura rectangular, que incluye un profundo pórtico de entrada. Sobre las puertas hay un elevado frontón triangular con un friso del Juicio Final realizado por Philippe Joseph Henri Lemaire. En la escultura, María Magdalena pide clemencia para los pecadores. En el interior, tres cúpulas se asientan sobre una nave que conduce a un altar con una estatua de María Magdalena encima. El interior está decorado con frescos y elementos dorados (incluyendo una representación de Napoleón). Un órgano monumental creado por Aristide Cavaillé-Coll llena la iglesia de música.
La Madeleine comenzó como un proyecto real que adquirió tintes imperiales. El edificio se consagró solo una década antes de la caída de la monarquía y la instauración del Segundo Imperio en 1852. Este imperio duró hasta 1870. Bajo el reinado de Napoleón III, París entró en la modernidad, en buena parte gracias a las renovaciones de Georges-Eugène Haussmann. París había crecido de forma desordenada desde la época de los romanos; sus calles tortuosas y estrechas y sus densos barrios carecían de las comodidades modernas propias del centro de un imperio.
La respuesta de Haussmann fue combinar las obras públicas para la creación de infraestructuras necesarias con la destrucción de innumerables barrios densos, abarrotados y empobrecidos. A través de estas zonas, colocó los grandiosos bulevares arbolados tan familiares para los turistas que visitan París hoy. Entre estos bulevares había monumentos, plazas y jardines. Este nuevo plano de París resaltaba lugares emblemáticos como la Madeleine, grandes ejemplos de una ciudad floreciente que entraba en la Belle Époque de las artes y la música.
Del siglo XX a hoy
El altar con la escultura de María Magdalena rodeada de ángeles. (Foto: MARGARITAGLOTOVA/DepositPhotos)
Por fuera, la Madeleine tiene un aspecto muy parecido al que tenía en el siglo XIX. En el interior, el órgano sigue utilizándose y se siguen realizando actos religiosos. Siempre hay turistas visitando el edificio, igual que lo hacían los fieles al final de la Primera Guerra Mundial. Gestionada por la archidiócesis de París, la iglesia también acoge innumerables conciertos de música clásica.
Una visita a la Madeleine no está completa sin pasear por el barrio, que está lleno de tiendas de lujo y palacios del siglo XVIII. Pasea por la plaza de la Concordia, donde podrás contemplar el Hôtel de la Marine y el Hôtel de Crillon. Desde la Madeleine, el París histórico está al alcance de tu mano.
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