Las escaleras de los Museos Vaticanos son una obra de arte más que añadir a la Capilla Sixtina, el Laocoonte o los Dalí y Miró que a menudo pasan desapercibidos, porque todo el mundo sigue las flechas hacia la gran obra pictórica de Miguel Ángel.
Escalera de Bramante del Vaticano
Esta increíble escalera que en un genial efecto óptico parece que no va a terminar nunca es obra de Donato d’Angelo Bramante, que ha pasado a la posteridad como Bramante. Vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, y fue uno de los arquitectos italianos más reconocido, por ser el ideólogo de la Basílica de San Pedro.Bramante fue además quien introdujo el Renacimiento en Milán y realizó obras tan hipnóticas como esta escalera que emula las espirales del ADN. El efecto “infinito” lo consigue la doble hélice enrollada hacia la derecha. En realidad, cuando nos asomamos a la escalera, si nos fijamos, vemos que en realidad no es una sóla escalera, sino dos enroscadas. Una de ellas es para bajar y otra para subir.
La escalera se encuentra a la salida de los Museos Vaticanos, en realidad, es la última obra de arte que se contempla en las galería y el visitante se lleva de recuerdo esta espiral sin fin. Si la escalera está practicamente vacía, como en la foto, es más difícil de descubrirle el truco al artista, pero si circula gente, que es lo habitual, el secreto está en fijarnos en que una de las espirales está llena de personas – la de bajada – y otra casi vacía, – la de subida -, porque está cerrada al público.
En el camino que conduce a Vézelay, la Cruz Montjoie simboliza la alegría del peregrino que ve, por primera vez, la basílica de Santa María Magdalena, siendo el punto desde el que por vez primera se divisa Santa Magdalena de Vézelay.
Construida en 1037 por Geoffroy, abad de Vézelay, que la dedicó al culto de María Magdalena, la villa se convirtió, rápidamente, en un lugar de peregrinación. La reputación de la abadía da paso a la prosperidad del pueblo contribuyendo a su desarrollo. Peregrinos como el duque de Borgoña, Hugo II y su corte, en 1084; o Bernardo de Claraval (San Bernardo) que acudió, en 1146, a predicar la segunda cruzada; también Felipe Augusto y Ricardo Corazón de León visitaron la abadía en 1190 antes de partir para la tercera cruzada; o Luis IX de Francia, en 1248, convirtieron a Vézelay en una villa que atrajo a innumerables peregrinos. En el año 1096, el abad Artaud dio comienzo a una ampliación de la abadía. Se construyeron un crucero y un coro. Las obras duraron hasta el año 1104 y sólo se conserva la nave.
En julio de 1120, la víspera de Santa Magdalena la estructura de la abadía se incendió y se derrumbó (causando la muerte de 1127 personas). Se construyó una nueva nave, la obra se acabó en 1138. En 1185 se empezó la construcción de un nuevo coro y un crucero de estilo gótico. En 1217 se instalaron en la abadía los franciscanos. Empezó el declive de la misma al encontrarse en San Maximino nuevas reliquias de Santa Magdalena. En el año 1537 la abadía se secularizó y los monjes fueron sustituidos por canónigos. En el año 1790 la abadía de María Magdalena pasó a ser una simple iglesia parroquial y, posteriormente (1796), se vendió como un bien nacional.
En 1840 se encargó la restauración del edificio original, a fin de salvarlo de la ruina, a Eugène Viollet-le-Duc, tras la inspección llevada a cabo por Prosper Mérimée. La abadía había sufrido graves daños durante el saqueo llevado a cabo por los hugonotes en 1569; las esculturas del tímpano habían sido golpeadas (1793) y, en 1819, un rayo había caído sobre la torre de San Miguel destruyéndola. La restauración concluyó en 1876, se reintegraron las reliquias de Santa María Magdalena y se restableció la peregrinación que sería paralizada, nuevamente, en 1919.
En 1920 se le otorgó, a la abadía, el rango de basílica y el peregrinaje volvió a recomenzar. Finalmente, en 1979, la basílica y la colina de Vézelay fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Fue elegida por el chelista Mstislav Rostropóvich para la grabación en video de su interpretación de las seis suites de Johann Sebastian Bach para violonchelo solo en 1991.
Hugo de Poitiers: Historia del Monasterio de Vézelay (Historia Vizeliacensis monasterii).
Texto bilingüe latín - francés, con introducción y anotaciones en este idioma, en el sitio de Philippe Remacle (1944 - 2011): extraído de la obra de François GuizotCollection des mémoires relatifs a l'Histoire de France; ed. en París.
PARA NO CREER PERO ESTO ES ASI. LA RELACION DEL DINERO / MONEY / MOON / CON LA LUNA EN EL CONTEXTO A LA TRANSFIGURACION EN EL MONTE HERMON / MON / LUNA EN LA TRIBU DE DAN / DINERO / SERPIENTE. TODO ES UN NEXO CON LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR. DINERO ES TIEMPO MISMO.
Los restos de Fidel Castro ya descansan en Santiago de Cuba
Después de una semana de ceremonias y de un cortejo fúnebre que recorrió casi toda la isla, las cenizas del mítico líder llegaron al cementerio de Santa Ifigenia y en una ceremonia privada para familiares y algunas personalidades, fueron enterradas en su última morada.
Después de una semana de ceremonias y de un cortejo fúnebre que recorrió casi toda la isla, las cenizas del ya mítico líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, realizaron hoy su camino final desde el Parque de la Revolución en la ciudad de Santiago de Cuba hasta el cementerio de Santa Ifigenia, donde fueron finalmente enterradas en una ceremonia privada.
Los restos mortales de Fidel Castro llegaron el sábado por última vez a la ciudad de Santiago de Cuba, su lugar de descanso final, donde el pueblo podrá despedirse del líder en un acto multitudinario esta tarde, antes de la ceremonia de inhumación prevista para mañana domingo.
El cortejo fúnebre, que sigue en sentido inverso el camino de la "Caravana de la Libertad" de 1959, entró a la capital oriental por la localidad de El Cobre, donde se encuentra la imagen de la Virgen de la Caridad -la Patrona de Cuba-, considerada la protectora de los luchadores por la independencia en la isla.
A ambos lados de la Carretera Central, miles de santiagueros recibieron el cortejo fúnebre con vítores, banderas cubanas y retratos del exmandatario, una escena que se ha repetido durante los cuatro días que ha durado el trayecto por casi toda la isla.
Entre el público ondeaban además múltiples enseñas rojinegras del Movimiento 26 de Julio, grupo rebelde comandado por Fidel, que tuvo una fuerte presencia en Santiago durante los tres años que duró la lucha, que terminaría con el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959.
Nombrada "Ciudad Héroe" por el gobierno cubano, la ciudad fue escenario de cruentos enfrentamientos entre clandestinos que combatían a Fulgencio Batista, además de ser uno de los puntos más importantes de apoyo al "Ejército Rebelde" de Fidel, por su cercanía a la Sierra Maestra, base de los guerrilleros.
La urbe también está muy ligada a la trayectoria histórica de Castro porque en ella está ubicado el cuartel Moncada, cuyo ataque fallido marca el inicio de la insurrección liderada por Castro y donde ofreció su ahora famoso alegato de defensa conocido como "La historia me absolverá", en el que expuso su programa de lucha.
La urna de cedro que contiene las cenizas del comandante en jefe recorrerá las principales avenidas de la capital oriental, también llamada "Cuna de la Revolución", hasta llegar al Moncada, convertido en una ciudad escolar.
Desde allí se trasladará en la tarde a la plaza Antonio Maceo, donde se celebrará un último acto masivo de despedida, con la presencia de delegaciones internacionales y que concluirá con las palabras del hermano menor del líder, el actual presidente cubano, Raúl Castro.
El domingo, a las 7 am hora local, las cenizas recorrerán una última vez la ciudad y en una ceremonia íntima, a la que no se prevé acceso a los medios, serán inhumadas en el cementerio Santa Ifigenia, necrópolis de próceres y mártires, donde descansará junto al Héroe Nacional cubano, José Martí.
Según el texto Origo Constantini Imperatoris (‘el origen del emperador Constantino’) del Anónymus Valesianus (hacia el año 390), Santa Helena en su vejez afirmaba que había nacido hija de un sirviente, en el seno de una familia religiosa, en la localidad romana de Drepanum, Drépano o Daprasano (conocida más tarde como Helenópolis) en la entrada del golfo de Nicomedia (la capital del reino, actual ciudad de Hersek), en el país de Bitinia y Ponto al noroeste de la región de Anatolia (actual Turquía). Fue una emperatriz romana y, posteriormente, proclamada como santa de las Iglesias católica, luterana y ortodoxa.
Cuando tenía más de veinte años se enamoró de ella el flamante general Constancio Cloro (el sobrenombre Cloro [verde] se refería al color pálido de su tez), que era de familia rica y querido del emperador Maximino. No se conoce el carácter legal de su unión. Algunos textos afirman que ella era la esposa y otros que era la concubina. El 27 de febrero de algún año después del 270 (posiblemente alrededor del 272) nace el futuro emperador Constantino en Naissus (Dardania).
Más de veinte años después, el 1 de marzo de 293, Diecleciano y Maximino nombran como «césares» de sus respectivos reinos a Galerio y a Constancio. A este último lo obligan a que se case legalmente con una mujer de su propia clase. Entonces Constancio abandona a Helena y se casa con la hijastra de Maximino. Su mismo hijo elige vivir con su padre, que le hace concurrir a la escuela militar. El 25 de julio del 306 murió Constancio Cloro. Constantino decidió llevarse a su madre a vivir con él a la corte de Tréveris. En esta época aún no hay certeza histórica de que su madre ya fuese cristiana.
Cuando el ejército de Constantino venció en la batalla de Saxa Rubra, en el 312, y Constantino se convirtió así en el único emperador del Imperio romano, inmediatamente afirmó que antes de la batalla él sabía que la ganaría porque vio en el Sol el signo de la cruz de Cristo, y juró haber visto un cartel en el cielo que decía (en idioma latín): «Con este signo vencerás». Eso convirtió a su madre también en cristiana.
Descubrimiento de la Cruz de Cristo
En el 326, luego de que Constantino se convirtiera en el único emperador del Imperio romano, Elena, que vivía con su hijo en su palacio de Bizancio, a orillas del Bósforo, emprendió a pesar de su edad avanzada un viaje oficial a los «Santos Lugares» (Jerusalén y otros sitios cercanos, donde sucedieron los relatos de los Evangelios). En Palestina, Helena dejó el dinero para construir dos templos en Belén, cerca de la «Gruta de la Natividad» (donde los cristianos locales afirmaban que Jesús de Nazaret había nacido, sin prestar atención a que el Evangelio dice que no nació en una cueva sino en un establo), y la otra sobre el monte de la Ascensión, en las cercanías de Jerusalén, donde los cristianos locales afirmaban que la Virgen María había despegado hacia el Cielo.
Helena y Constantino. La imagen muestra a Helena joven sosteniendo la cruz, pero ella creó esa leyenda cuando tenía más de 80 años de edad.
Regresó de Tierra Santa con dos pedazos de tronco, y afirmó que eran la Cruz de Cristo, que ella había hecho romper en tres trozos,[1] para poder dejar uno en Jerusalén, llevarse otro a Constantinopla, y el tercero enviarlo a Roma (ese trozo se conserva y venera en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén, en el centro de Roma).
Santa Helena afirmó que en Judea no había estado todo el tiempo residiendo en Jerusalén sino que se había dedicado a una afanosa búsqueda de la Santa Cruz por todo el país, haciendo excavar en infinidad de lugares, con resultados negativos entre los cristianos, que no sabían darle respuesta satisfactoria a sus pesquisas. Sintiéndose frustrada, pasó a indagar entre los judíos hasta encontrar a un judío llamado Judas que ―tras ser sobornado con treinta denarios de oro― le reveló un secreto rigurosamente guardado por los judíos que, para privar a los cristianos de su símbolo, habían decidido arrojar a un pozo las tres cruces del Calvario y las habían tapado con tierra.
Santa Helena afirmó que las excavaciones resultaron con éxito. Aparecieron las tres cruces con gran júbilo de Santa Elena. Como no sabía cuál de las tres era de Cristo (y las otras dos de los ladrones), le pidió al obispo Demetrio que pusiera sobre las tres cruces descubiertas el cuerpo de una cristiana moribunda por si Dios quisiera mostrar la Vera Cruz. El milagro se produjo al ser colocada en sus parihuelas sobre la segunda de las cruces la pobre enferma, que recuperó milagrosamente la salud.
El descubrimiento de la reina Elena no fue registrado por ningún escritor o historiador de la época, ni en Jerusalén ni en Constantinopla. Incluso Eusebio de Cesarea, en su Vita Constantini (‘vida de Constantino’) en el que anotó toda clase de leyendas y fábulas alrededor del emperador y de su madre, omitió contar el milagro más grande de su siglo: el descubrimiento de la Vera Cruz de Cristo. La primera mención al descubrimiento fue escrita en el siglo V, casi un siglo después de la muerte de Helena de Constaninopla.
Muerte
Como en esa época todavía no se conocía el descubrimiento de la Santa Cruz, la piadosa Elena murió sin que se registrara el sitio o la fecha. Su hijo Constantino dispuso cortar en trozos su cadáver y salarlo (para conservarlo sin pudrirse). Una sección del cadáver fue colocado con gran pompa en la cripta imperial de la iglesia de los Apóstoles, en Constantinopla. Otra parte se trasladó en barco a Roma, donde un trozo se conservó en la iglesia Ara Coeli, dedicada a Santa Elena, y otro trozo en la iglesia de La Santa Cruz de Jerusalén (también en Roma). En el lugar donde actualmente se levanta esta iglesia antiguamente se asentó el Palatium Sessorianum, y cerca se encontraban las Termas Helenianas, cuyos baños tomaron su nombre de la emperatriz. Aquí se encontraron dos inscripciones compuestas en honor de Helena. El Sessorium, que se encontraba cerca del Laterano, sirvió posiblemente como residencia de Helena cuando permaneció en Roma; por eso es bastante probable que en este lugar Constantino haya erigido una basílica cristiana, a sugerencia de su madre.
Se cree que otro trozo de los restos fueron transferidos en 849 a la Abadía de Hautvillers, en la villa de Reims, como consta en el registro del monje Altmann en su Translatio. Fue reverenciada como una santa, y su veneración se extendió al Occidente a principios del siglo IX.
Durante toda la Edad Media, los habitantes de la ciudad de Trier (Alemania) adoraron un cráneo, posiblemente de un varón joven, con un cartel que dice: «Caput Helénae» (‘cabeza de Helena’), que se conserva hasta la actualidad.
Festividad
Su festividad se conmemora el 18 de agosto.
Fuentes
Volver arriba↑Si realmente la santa hubiera creído que esa era la Cruz de Cristo, es difícil creer que la hubiera hecho romper en pedazos.