La tierra de la eterna primavera
Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado. —Salmo 37:25
El ex-presidente del Seminario Bíblico Columbia Bible College en Carolina del Sur, J. Robertson McQuilkin, señaló que Dios tiene un propósito sabio al dejar que envejezcamos y nos debilitemos:
«Creo que Dios ha planificado que la fuerza y la belleza de la juventud sean físicas. Pero la fuerza y la belleza de la vejez son espirituales. Gradualmente perdemos la fuerza y la belleza que son temporales para asegurarnos de que nos concentraremos en aquellas que son para siempre. Y así estaremos ansiosos por dejar la parte de nosotros que es temporal y que se deteriora, y sentiremos verdadera nostalgia de nuestro hogar eterno. Si nos mantuviéramos jóvenes, fuertes y bellos, es probable que jamás quiséramos irnos».
Cuando somos jóvenes y estamos felizmente ocupados con todas nuestras relaciones y actividades, puede que no anhelemos nuestro hogar celestial. Pero, a medida que pasa el tiempo, puede que nos encontremos sin familiares ni amigos, afligidos por una vista deficiente y dificultades auditivas, incapaces ya de saborear la comida, o atribulados por la falta de sueño.
He aquí el consejo que me doy a mí mismo: Sé agradecido de que, tal y como el apóstol Pablo lo escribió en 1 Timoteo 6:17, «Dios… nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos» tanto en el verano como en el otoño de la vida. Y regocíjate también de que, con la llegada del invierno de la vida, podemos prever que pronto estaremos viviendo en la tierra de la eterna primavera. —VCG
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