Eugene Cussons rescata chimpancés. Muchos de estos animales, arrebatados de la selva cuando eran cachorros, han pasado toda su vida confinados en un espacio más pequeño que el de la celda de una cárcel, tras haber sido abandonados por aquellos que hacen negocio del contrabando de carne. Cuando Cussons llega para llevarlos a la reserva de animales a la que llama «El paraíso de los chimpancés», a menudo encuentra que los primates han desarrollado hostilidad y desconfianza.
«Estos chimpancés no se dan cuenta de que yo soy uno de los buenos», dice Cussons. Cuando trata de colocarlos en una caja más pequeña para el viaje hacia su nuevo hogar, ellos arman una buena pelea. «No saben que los voy a llevar al paraíso de los chimpancés y les voy a dar una vida muchísimo mejor».
En una escala mucho mayor, la oferta de Dios de liberarnos de la esclavitud del pecado a menudo es recibida con resistencia. Cuando Dios rescató a los hijos de Israel de Egipto, les llevó por lugares difíciles que les hicieron dudar de Sus buenas intenciones. «¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?, clamaron (Números 14:3).
Hay momentos en nuestro viaje de fe cuando la «libertad» del pecado que dejamos detrás es más atractiva que las restricciones de la fe que tenemos por delante. Debemos confiar en los límites protectores que se encuentran en la Palabra de Dios como la única manera de llegar al lugar de la libertad final. —JAL