Un comentario que leí en uno de mis blogs favoritos captó mi atención. Era la mañana de su noveno aniversario de bodas. Como no tenía mucho dinero, el autor salió corriendo para traerle a su esposa, Heidi, su pastel francés favorito —pain au chocolat (pan de chocolate). Después de haber corrido por varios kilómetros, llegó a casa, exhausto, sólo para encontrarla a ella en la cocina justo cuando estaba sacando una hogaza de pan crujiente relleno de chocolate del horno. Era un pain au chocolat.
Ese esposo, Jeff, comparó su vida con Heidi con las vidas de las personas en la historia corta de O. Henry Gift of the Magi (El regalo de los magos). Cuenta acerca de un hombre que vendió su única posesión de valor —un reloj de bolsillo— para comprarle una peineta a su esposa, quien a su vez vendió su bella y larga cabellera para comprar una cadena de oro para el reloj de su esposo.
Sería genial no tener problemas de dinero, pero es más importante darnos cuenta del inmensurable valor de las personas por las que nos preocupamos. Algunas veces necesitamos que nos recuerden que adquirir «cosas» no es tan importante como apreciar a las personas que Dios ha colocado en nuestras vidas. Cuando colocamos los intereses de los demás por encima de los nuestros (Filipenses 2:3), aprendemos lo que significa amar, servir y sacrificarse. De hecho, así es como imitamos a Cristo en nuestras relaciones (Efesios 5:1-2).
La vida, el amor y el chocolate saben mejor cuando se comparten con los demás. —CHK