La ira es como una tormenta en el mar
Las olas continúan mucho después que la tempestad se apacigua, porque la turbulencia de la rabia no puede aquietarse al instante.
El enojo asciende hasta que la situación tiene todo el drama de un enjambre de avispas que ataca.
La ira engendra ira. Entonces, ¿qué hacer con la ira? Tome conciencia que esta actitud enferma y produce graves problemas en uno y en los demás.
Séneca dijo: "el mejor remedio para la ira es la dilación." Thomas Jefferson sugirió: "cuando estés enojado, cuenta hasta cien antes de hablar." Acostúmbrese a hablar con suavidad; mejore sus ademanes y gestos. Trate de tener el hábito de la delicadeza en el trato.
En la medida en que pueda, controle mejor sus ímpetus y manifiéstese siempre pacífico y tranquilo. Debe proponerse hacer el esfuerzo para lograrlo. Entregue a Jesús aquello que le molesta.
Tranquilícese; manténgase más sereno y equilibrado. Trate de tomar la vida con más calma.
Haga un esfuerzo y se sentirá muchísimo mejor.
Confíe y entréguese más al Señor. Quien vive en Dios lo tiene todo, las cosas marchan mejor y la ira se aplaca, se acaba. No olvide que con Dios somos invencibles.
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