A muchas personas les ha sido dado el discernir la enseñanza de Jesús a través de la meditación seria y profunda de su Palabra plasmada en el Nuevo Testamento y están reconociendo los tiempos nuevos del Espíritu Santo, por lo que se han estado levantando de sus asientos para recibir en sus corazones el Espíritu de la Verdad y alcanzar la plenitud de los tiempos, dejando de observar días y meses y tiempos anteriores para guardar y enseñar a cumplir fielmente la Palabra de Jesús como la indiscutible voluntad de Dios y dejar de ser esclavos de las cosas y tradiciones religiosas de este mundo para poder ser verdaderamente levantados a su condición espiritual, para no solo ser llamados hijos de Dios, sino ser reconocidos como sus obedientes hijos y reclamar la herencia prometida, que por su gracia y misericordia infinita será compartida con nosotros a través de Jesucristo Nuestro Señor.
Lo que nos dará derecho a reclamar esa herencia de grandes y maravillosos tesoros espirituales que en mal momento el hombre cambió por los tesoros materiales, es el hacer nuestra realmente la Palabra de Dios que se encuentra escrita por el Evangelista Juan en el cap. 8: versículos 31 y 32 que dice:
"Si ustedes guardan siempre mi Palabra, serán mis verdaderos discípulos, entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”.
Si guardamos fielmente la Palabra de Jesús, serán nuestras todas las promesas que Dios hace al hombre, entre ellas, la promesa siguiente que nos dará la bendición para esforzarnos y ser valientes para guardar y enseñar a cumplir su mandato.
"Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo”
(Juan cap. 14: versículo 27)
Así pues, si queremos ser elevados a la condición de ser reconocidos como hijos obedientes de Dios meditemos profundamente en la Palabra de Jesús, pidiendo al Espíritu Santo la conducción necesaria para discernir adecuadamente las Escrituras del Nuevo Testamento.